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La primera fase del proyecto Ciberpostcovid, culmina con una definición robusta de la covid persistente, “un conjunto multiorgánico y variado de manifestaciones y síntomas no atribuibles a otras causas que perduran o fluctúan durante un período mínimo de 3 meses tras la fase de infección aguda de covid-19”.
La investigación, que coordinan el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), a través del Consorcio Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER), comenzó a finales del año pasado con el objetivo general de obtener claves científicas para hacer frente a la covid persistente. Sigue en marcha y se desarrollará en varias fases.
La primera, cuyos resultados se presentan ahora, trata su definición, y las siguientes aportarán información sobre el proceso diagnóstico, los posibles predictores clínicos y biológicos, la carga de la enfermedad y las opciones terapéuticas.
La definición operativa se alcanzó a partir del acuerdo de más de 70 informantes expertos, procedentes de CIBER temáticos, profesionales de la salud que realizan atención directa a pacientes a través de sociedades científicas y de las direcciones generales de Salud Pública, así como representantes de pacientes a través de asociaciones.
Los datos aportados por el informe técnico despejan la nebulosa de información en torno a la nueva entidad, destaca a este medio Antoni Serrano-Blanco, investigador principal del proyecto junto con Vicky Serra-Sutton, y ambos pertenecientes al CIBER de Epidemiología y Salud Pública.
La definición de covid persistente consensuada en este trabajo no difiere en esencia a las publicadas por instituciones y organismos de referencia, como la de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la del Instituto Nacional de Salud y Excelencia Clínica británico (NICE) o la de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
La principal diferencia, explica Antoni Serrano-Blanco, estriba en «el tiempo de duración de los síntomas considerados agudos, post-covid, secuelas y covid persistente. Cada definición toma un periodo de tiempo diferente y utiliza una terminología distinta para etiquetarla. Nuestros grupos de discusión de expertos y pacientes llegaron al consenso de llamarlo covid persistente y que empezara a considerarse pasados los tres meses del diagnóstico de covid». El consenso del Ciberpostcovid también adopta finalmente el término de «covid persistente», en lugar de «post-covid», que sí usan la OMS y el NICE, «porque con ‘post’ se da la sensación de haber dejado atrás a la covid».
De momento, no obstante, las conclusiones alcanzadas distan de solventar todas las incógnitas sobre la enfermedad. Sin ir más lejos, no se concreta un número de síntomas, puesto que la covid persistente “se presenta de forma fluctuante y cada persona puede presentar un volumen diferente de síntomas –algunos más de tipo cognitivo, otros con predominio de respiratorios, o bien de estos y anímicos-. Sí, es importante que los síntomas han de perdurar al menos tres meses tras la fase aguda”.
Y esos síntomas no deben ser consecuencia directa de la hospitalización. “Salir de la unidad de cuidados intensivos (UCI), con una fibrosis pulmonar y alteraciones en la función respiratoria, así como trastornos anímicos, no es una covid persistente, son secuelas de una covid grave”, matiza Serrano-Blanco, adjunto a la dirección de Salud Mental del Parc Sanitari Sant Joan de Déu y director del programa de Investigación en Práctica Clínica y Servicios Sanitarios (Ciber de Epidemiología y Salud Pública).
Amplia relación de síntomas
En este primer acercamiento, se especifica que las manifestaciones y síntomas más frecuentes son los sistémicos (fatiga, falta de energía y/o debilidad, malestar general, fiebre); los neurocognitivos (pérdida de memoria, dificultad de concentración,“niebla mental” o confusión) y los respiratorios o cardiovasculares (tos, dolor de garganta, disnea, presión en el pecho), además de otros como los neurológicos o neuromusculares (distorsión del olfato y/o el gusto, cefalea, falta de reflejos), los músculo-esqueléticos (dolor articular o muscular, limitación en la movilidad) y los psicológicos y psiquiátricos (ansiedad, depresión o alteraciones del sueño). Todos ellos se descartan de otros problemas de salud a los que se puedan achacarse.
La gravedad de esas manifestaciones debería medirse a partir de escalas funcionales validadas para poder interpretar los perfiles de los pacientes y sus necesidades, concluyen también los autores del informe, quienes también indican que medir el impacto de las manifestaciones y síntomas en la actividad diaria o vida social y laboral, es decir, el impacto de la covid persistente en la calidad de vida fue un elemento relevante para los informantes.
De hecho, destaca el acuerdo generalizado durante todas las etapas del estudio sobre el impacto que la covid persistente tiene sobre los ámbitos de la vida de los pacientes (actividad diaria, familiar, laboral, y social), “dado que puede afectar a su funcionamiento en la vida diaria, la vida laboral y su participación social”. También se expresó la necesidad de hacer referencia a que impide el retorno al estado de salud habitual previo a la infección, en especial en los casos de mayor afectación funcional.
Sin embargo, no se han llegado a consensuar aspectos como si la covid persistente difiere o no en población pediátrica o entre personas con edades avanzadas. Tampoco hubo consenso sobre cuáles son los perfiles que podrían predisponer a desarrollarlo tras la infección, si bien se recogen como potenciales factores de riesgo ser mujer; estar en la mediana edad, y tener comorbilidades.
¿Ingreso en la UCI o covid asintomático?
Acerca de la influencia del ingreso previo en unidades de cuidados intensivos, el informe recoge una curiosa dicotomía: la de los expertos que opinan que haber pasado una infección aguda por covid-19 grave, con ingreso hospitalario o en UCI, podría ser un factor de riesgo potencial para desarrollar posteriormente covid persistente; posición enunciada por voces más representativas de especialistas clínicos de atención hospitalaria.
Un segundo posicionamiento es la de aquellos que opinan que haber pasado una infección por covid-19 leve o incluso asintomática podría ser un factor de riesgo potencial para la covid persistente. Esta última opinión procede más de profesionales del ámbito de la medicina familiar y comunitaria y de pacientes expertos.
Estas y otras cuestiones serán ahora objeto de estudio en las siguientes fases del proyecto, que continúa en marcha. “Con los criterios consensuados vamos a revisar cohortes de pacientes a los que se ha asignado esta entidad, atendidos en la práctica clínica y recogidos en estudios epidemiológicos, y a partir de ahí, intentar identificar factores de riesgo, de protección y la evolución y grado de repercusión”. Una tercera fase buscaría, además, marcadores biológicos que ayudarían en el diagnóstico.