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A la elevada inflamación de base se suma otra de bajo grado y crónica en las enfermedades reumatológicas. Fármacos como los corticoides tienen efectos adversos vasculares.
Las alteraciones metabólicas afectan más gravemente a los pacientes reumáticos. José Antonio García Donaire, nefrólogo del Hospital Universitario Clínico San Carlos (Madrid), encargado de pronunciar la conferencia magistral del XX Congreso anual de la Sociedad de Reumatología de la Comunidad de Madrid (Sorcom), celebrado recientemente, ha explicado a Diario Médico que las enfermedades reumatológicas «tienen una inflamación propia de alto grado a la que se suma la inflamación crónica de bajo grado de las alteraciones metabólicas».
Las enfermedades metabólicas se definen por «alteraciones de la glucemia, de los lípidos, del peso corporal… Y algo que ahora sabemos que es activo: el tejido adiposo, que es un tejido endocrino que produce sus propias hormonas».
A este panorama adverso hay que añadir otro factor: las alteraciones provocadas por los fármacos que toman. Los corticoides, los antiinflamatorios, la ciclosporina y otros inmunosupresores tienen efectos negativos vasculares y metabólicos. «Tenemos la esperanza de que los nuevos fármacos biológicos mejoren la situación metabólica y, por ende, la cardiovascular», comenta García Donaire. «Todo eso sumado hace que el pronóstico de vida de estos pacientes se reduzca no tanto por la propia enfermedad reumática sino por esa constelación que está a su alrededor».
Diagnóstico
No obstante, existen posibilidades de actuación. Para el especialista, «es importante ser precoces en el diagnóstico de estas enfermedades metabólicas para evitar que se acelere la situación de daño vascular cardiológico, renal y cerebrovascular».
Enfermedades como la artritis reumatoide, el lupus, la artritis psoriásica y la artrosis «se asocian a mayor prevalencia de síndrome metabólico; los estudios dicen que es casi del doble».
El experto recalca que los diferentes especialistas que tratan al paciente reumático deben conocer este problema; «saber que existe y que las alteraciones metabólicas dañan de forma directa los vasos sanguíneos».
Como en tantas otras enfermedades crónicas, el abordaje tiene que ser multidisciplinar, con una estrecha colaboración «entre medicina de atención primaria, reumatología e incluso unidades de hipertensión, de riesgo vascular o metabólicas». En las unidades de hipertensión, como la del Hospital Clínico de Madrid, en la que pasa consulta García Donaire, se puede medir la función vascular mediante hemodinámica vascular; pero no se está haciendo. «Estamos llegando tarde con estos pacientes», asegura García Donaire.
En cuanto al conocimiento de los mecanismos implicados en esta mayor afectación del paciente reumático, hay aspectos claros, pero otros resultan, incluso, paradójicos. Es el caso de la hormona del tejido adiposo adiponectina, cuyo aumento es favorable para la ateroesclerosis en la población general. En pacientes con artritis reumatoide tiene el efecto contrario. No se sabe a ciencia cierta por qué, pero se sospecha que la adiponectina, en niveles elevados, produce daño en el líquido sinovial y en el condrocito.
diciembre 26/2016 (diariomedico.com)
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