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Los datos indican que la obesidad y la inactividad física contribuyen para aumentar el impacto de la enfermedad sobre el sistema nervioso autónomo, responsable de la regulación de funciones tales como la presión arterial y la frecuencia cardíaca.
Un estudio realizado en la Universidad Estadual Paulista (Unesp), en Brasil, indica que incluso las infecciones leves y moderadas provocadas por el SARS-CoV-2 pueden provocar un desequilibrio en el sistema cardiovascular de adultos jóvenes y sin enfermedades preexistentes.
En dicha investigación, se arribó a la conclusión también de que tanto la obesidad como el bajo nivel de actividad física constituyen factores determinantes pos-COVID-19, que ayudan a alterar el sistema nervioso autónomo, responsable de funciones vitales del organismo, tales como la presión arterial y la frecuencia cardíaca y respiratoria.
Durante este trabajo, que contó con el apoyo de la FAPESP, se realizó un seguimiento de personas con edades entre los 20 y los 40 años antes de vacunarse. “Estos resultados nos aportan elementos como para incentivar a las personas a que, aun cuando manifiesten síntomas leves de COVID, busquen un diagnóstico más minucioso tras la contaminación. Lo que el virus deja en el organismo puede tener consecuencias y el paciente no lo sabe”, sostiene el coordinador del proyecto, el profesor Fábio Santos de Lira, del Departamento de Educación Física de la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Unesp, en su campus de la localidad de Presidente Prudente. El investigador es uno de los autores del artículo publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health, en la edición especial intitulada Impact of Lifestyle Interventions in Immune Response, Inflammation and Vascular Health.
Esta investigación forma parte de un proyecto más amplio llamado FIT-COVID, cuyo objetivo es estudiar las lagunas existentes en el conocimiento científico sobre la enfermedad, enfocándose específicamente en los marcadores inmunológicos, inflamatorios y metabólicos, y explorando los efectos moduladores temporales de la actividad física y la composición corporal.
Para el estudio, los investigadores reclutaron a pacientes infectados con el SARS-CoV-2 en Presidente Prudente, un municipio del interior de São Paulo que tiene alrededor de 231 mil habitantes y que, hasta finales de febrero, registraba 39 049 casos confirmados de COVID-19 y 982 muertes.
Los individuos recibieron la confirmación del diagnóstico mediante test de RT-PCR (reacción en cadena de la polimerasa con transcriptasa inversa) y cursaron una infección con síntomas entre leves y moderados. El grupo de control sano se emparejó por edades. En total fueron evaluadas 57 personas, pero, tras las exclusiones, en el resultado final fueron consideradas 38.
Se efectuó una medición del índice de masa corporal (IMC, un parámetro que se aplica para evaluar el sobrepeso y la obesidad y que corresponde a la razón entre el peso y la altura al cuadrado) y de los niveles de actividad física (utilizando un acelerómetro triaxial), además de la evaluación del sistema nervioso autónomo a través de la variabilidad de la frecuencia cardíaca.
El principal hallazgo indicó que, aun en infecciones leves y moderadas, los adultos jóvenes contaminados con el SARS-CoV-2 presentaron una mayor actividad simpática (el sistema que ajusta al organismo para soportar situaciones de peligro, esfuerzos intensos y estrés), menor actividad parasimpática (responsable de hacer que el cuerpo se calme tras una situación de estrés), y una variabilidad global cuando se los comparó con individuos no infectados. Es decir, en el grupo pos-COVID hubo un aumento de la frecuencia cardíaca y una menor actividad del organismo para “frenar” esa frecuencia.
Al comparar a los individuos con sobrepeso y obesidad y/o inactivos físicamente, la modulación cardíaca autónoma exhibió peores índices. De este modo, los resultados suministran nuevos insights sobre el rol del IMC y el de la actividad física en la desregulación posterior a la infección con COVID-19, que pueden contribuir en la comprensión de la fisiopatología y del tratamiento de los síntomas agudos posteriores.
“No esperábamos encontrar un sistema cardiovascular tan alterado, pues se trata de jóvenes que no padecen otras enfermedades. Nuestro trabajo muestra que las personas que se infectaron con COVID, aun cuando no hayan padecido síntomas graves, pueden presentar alteraciones funcionales importantes. Esta variación de la frecuencia cardíaca, por ejemplo, puede convertirse en una arritmia en el futuro”, afirma la posdoctoranda de la Unesp Luciele Guerra Minuzzi, una de las investigadoras que participaron en la redacción del artículo junto a la primera autora, Ana Paula Coelho Figueira Freire, de la Universidad do Oeste Paulista (Unoeste), y a Bruna Spolador de Alencar Silva, también posdoctoranda en la Unesp y una de las coordinadoras del proyecto.
El reflejo de estas variaciones se registró en ciertas actividades diarias de los pacientes, tales como la capacidad de realizar ejercicios físicos, de subir escaleras e incluso de caminar. Las personas informaron sentir cansancio y fatiga. Para detectar el problema, es posible realizar un examen sencillo conocido como test de caminata de seis minutos.
Según Guerra Minuzzi, el grupo ya había demostrado la existencia de desregulaciones metabólicas –tales como una mayor concentración de lípidos en el torrente sanguíneo y la glucemia alterada– en pacientes con SARS-CoV-2 que sufrieron cuadros más graves y con internación.
Otro estudio publicado en agosto del año pasado por científicos de la Universidad Estatal de los Apalaches, en Carolina del Norte (Estados Unidos), apuntó que los adultos jóvenes en recuperación del COVID-19 exhibieron una desregulación autonómica. Cabe acotar, sin embargo, que en ese trabajo se aplicó un método invasivo, en tanto que en la investigación de los brasileños se adoptó una forma de evaluación más sencilla, más barata y no invasiva.
En aquel momento, la conclusión indicó que hubo un impacto fisiológico prolongado de la infección provocada por el SARS-CoV-2, con una duración de entre dos y tres meses, en la frecuencia cardíaca en reposo, lo que puede constituir un reflejo de la disfunción autonómica. Se les atribuyeron estos hallazgos al aumento del estado de inflamación que se generó durante la infección con COVID-19 y a la infusión directa de citoquinas inflamatorias.
Los próximos resultados
Según Santos de Lira, los investigadores están ahora evaluando otros resultados obtenidos en los análisis, que se publicarán en poco tiempo más. El proyecto es multicéntrico y cuenta con la participación de científicos de la Universidad de Coímbra y del Instituto Politécnico de Coímbra (ambos de Portugal).
Asimismo, los mismos pacientes siguen siendo objeto de un seguimiento tras su vacunación. Ya se ha efectuado una evaluación seis semanas después de la aplicación de las vacunas, y la próxima será al 18º mes posterior a la inmunización.