Nos estamos ahogando en datos. Se calcula que, globalmente hablando, solo en 2018 y parte de 2017 subimos a internet en torno al 90 % de todo lo que jamás hemos subido. Si continuamos esa progresión, no cuesta darse cuenta de cuál es el asombroso lugar exponencial, entendido por cantidad de información acumulada por la humanidad en internet, en el que estaremos, por ejemplo, en 2025.
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Ya en el caso particular de la información médica, hoy sabemos que ésta se duplica cada cinco años. Si lo piensan, probablemente nada producido por el ser humano genera tantos a diario como un hospital.
Resulta entonces que al tiempo que la población envejece cada vez más (y por ello tenemos más y más pacientes, hecho que hemos denominado “presión asistencial”), otro problema emerge: puesto que la tecnología sanitaria crece de forma exponencial, estamos generando una especie de inflación de la ciencia, en base a la cual producimos más conocimiento del que podemos absorber o gestionar.
No por casualidad, hoy sabemos que, de una forma u otra, los profesionales tenemos hasta una duda cada dos pacientes. Quizás hayan notado que, a diferencia de lo que sucedía en épocas pasadas, en la actualidad ya no tenemos tiempo para mantenernos actualizados. Este hecho explica bien por qué sólo una de cada cinco decisiones médicas (en el mejor caso) está rigurosamente basada en la evidencia. Este fenómeno tan incómodo, el de la variabilidad inducida por la información no asimilable, es sin duda uno de los peores enemigos de nuestros pacientes, llamado a ir a más en los años venideros.
Pero hay buenas noticias. Los profesionales tenemos la posibilidad de dotarnos de nuevas armas para hacer frente a este creciente y abrumador fenómeno de “infoxicación”; en esencia, capacidades de procesamiento de datos capaces de ver correlaciones allá donde la mente humana no puede hacerlo por una simple limitación vectorial.
Esta información reviste gran valor al presentar el fiel reflejo de la forma de pensar de los clínicos a la hora de enfrentarnos a los problemas de los pacientes, en condiciones reales de incertidumbre, o bien el comportamiento de la población atendida (Real World Evidence). Se trata de una información muy valiosa, que no está en los libros ni en las publicaciones científicas. Dicho de otra forma, con ello estamos avanzando desde la Medicina Basada en la Evidencia, hacia un nuevo horizonte que podemos llamar Medicina Generadora de Evidencia, ya que con cada búsqueda literalmente se genera un nuevo conocimiento que previamente no existía. Lo previsible es que en los siguientes años asistamos a una coexistencia de ambas: Medicina Basada en la Evidencia para generar conocimiento y Medicina Generadora de Evidencia, para matizarlo y generalizarlo.
abril 1/2019 (diariomedico.com)