ago
1
La microbiota intestinal puede ser un factor a tener en cuenta en los pacientes con ictus, como busca demostrar un prometedor estudio.
La relación entre intestino y cerebro podría esconder hallazgos a priori tan insospechados como que la microbiota determina la evolución tras un ictus. La investigadora Laura Díaz parte de esa idea como objeto de su tesis en el Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (Idibaps), bajo la dirección de Anna Planas, coordinadora del Grupo de Investigación Cerebrovascular, en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona (IIBB), del CSIC.
Díaz ha merecido una de las becas que concede la Obra Social «la Caixa» para ampliar estudios. Esta joven bióloga, premio Fin de Carrera de Biología en la Universidad Autónoma de Madrid, y que ya acumula experiencia investigadora en centros como el CNIO o el CNIC, ha asistido a la ceremonia de entrega de esas ayudas, junto a los otros científicos becados por el Programa de Doctorado y el Programa internacional Severo Ochoa. Ambos programas persiguen incorporar a jóvenes talentos nacionales e internacionales en las universidades y centros de investigación de referencia de nuestro país.
Para Díaz, con esta beca se podrá profundizar en «un campo incipiente, donde se puede generar mucho conocimiento». De hecho, la conexión entre flora intestinal e ictus empezó a sonar con fuerza hace apenas un año. Dos grupos científicos lo propusieron en sendos estudios en Nature Medicine. Uno, realizado en la Facultad de Medicina Weill Cornell, mostraba en ratones con ictus, la infiltración de linfocitos T activos en el cerebro, lo que potenciaba el daño neurológico. La activación de esas células inmunitarias surgía con la inhibición de la liberación de la interleucina 10 (IL-10) en las células T reguladoras del intestino. La modulación de la microbiota con antibióticos impactó en ese proceso, aumentando la producción de IL-10 y disminuyendo la presencia en meninges de las células inmunes y por tanto, mitigando la inflamación local.
En un pequeño grupo de pacientes, la Universidad de Monash describió la translocación de enterobacterias en el pulmón de pacientes que habían sufrido un ictus. «Un 30 por ciento de estos enfermos presentan infecciones, favorecidas por una inmunodepresión sistémica. Las neumonías se suelen achacar a problemas de aspiración, pero tras un ictus puede dañarse la permeabilidad intestinal, lo que posibilitaría que bacterias típicas de este órgano se dispersaran a otros», expone Díaz.
Con su investigación busca confirmar la existencia de esa ruptura de la barrera intestinal; determinar los mecanismos que la explican -en el sistema nervioso autónomo y a nivel local, como en proteínas de unión y péptidos antimicrobianos-, y si se produce una translocación bacteriana a otros órganos. Para ello, emplearán modelos murinos y muestras fecales de pacientes, en estrecha colaboración con el grupo del neurólogo Xabier Urra, del Hospital Clínico de Barcelona.
«La composición de la flora del paciente y una determinada translocación bacteriana podría predecir su evolución e incluso proporcionar tratamientos, bien con la administración de determinados antibióticos o con moléculas que eviten la ruptura de la barrera intestinal», destaca Díaz sobre los futuros frutos clínicos.
La faceta de traslación de los hallazgos científicos es para ella importante, al igual que su divulgación a la sociedad. «Los científicos somos responsables de explicar a la gente lo que hacemos». Y no solo lo dice: forma parte de la asociación Scientists dating forum (SciDF), que aboga por esa comunicación, así como por la defensa de las condiciones laborales de los investigadores, «mal llamados estudiantes», predoctorales.
julio 31/2017 (diariomedico)