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La investigación de Susana Carmona se centra en intentar comprender cómo actúa el cerebro de las mujeres con depresión o ansiedad porsparto.
La acumulación de resultados, tanto los que se han recogido en el primer estudio como los que esperan recolectar en las próximas investigaciones, puede tener una práctica aplicación clínica, fundamentalmente dirigida a comprender el cerebro de mujeres con enfermedades relacionadas con el posparto: depresión y ansiedad posparto. Parece que las mujeres que han tenido depresión posparto, trastorno por estrés postraumático, e incluso carencias afectivas durante su infancia, presentan menos respuesta cerebral ante estímulos de sus hijos, sobre todo en áreas de la cognición social y de la regulación emocional.
Preparar la conducta
Este hecho compone otra de la líneas del grupo de investigación de Susana Carmona: esclarecer si los cambios cerebrales estructurales, pero también los derivados de la funcionalidad y de la conectividad, «en realidad protegen o previenen enfermedades asociadas a la depresión posparto». La justificación, según los datos del primer estudio, se sustenta en que las variaciones se asocian a un mejor vínculo con el bebé. Cuantos más cambios se producen en el cerebro materno, más placer de interactuar y menor hostilidad hacia al bebé.
Sin embargo, cuando las madres contemplan imágenes de sus bebés, las regiones que se activan son las mismas que en las que se observan los cambios estructurales en el cerebro, lo que está anunciando que «éstos son importantes para preparar las transformaciones conductuales maternales que se aprecian después de la gestación.
«Una de las teorías es que, cuando las variaciones no se producen, suelen aparecer las patologías relacionadas con el posparto. Confirmar esta relación facilitaría la implantación de una adecuada ventana de tratamiento, ya que el abordaje de estas enfermedades, que en el caso de la depresión posparto afecta a un 25 por ciento de mujeres, es muy complejo».
enero 20/2017 (diariomedico.com)