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Investigadores del Joslin Diabetes Center, en Boston, Estados Unidos, han demostrado que las células umbilicales de niños de madres obesas o con sobrepeso presentan una alteración de la expresión de genes clave que regulan la energía y el metabolismo celular, en comparación con células similares de los bebés de madres no obesas.
El mismo estudio sugiere, además, que el riesgo de obesidad aumenta cuanto mayor es el nivel de ciertos lípidos (grasas y otras sustancias que no son solubles en agua) en la sangre materna que fluye a través del cordón umbilical.
Este descubrimiento podría allanar el camino hacia la mejora de la asistencia sanitaria, tanto antes como después del nacimiento, para los niños con mayor riesgo de obesidad, según ha señalado Elvira Isganaitis, endocrina pediátrica del Joslin Diabetes Center y miembro de la Universidad de Harvard Escuela de Medicina y autora del estudio.
La investigación, que ha sido publicada en el International Journal of Obesity, sugiere, además, que el riesgo de obesidad aumenta cuanto mayor es el nivel de ciertos lípidos (grasas y otras sustancias que no son solubles en agua) en la sangre materna que fluye a través del cordón umbilical.
La investigación se realizó sobre una muestra de 24 mujeres sin diabetes con sobrepeso y obesidad (con un índice de masa corporal mayor de 25 antes del embarazo) y 13 mujeres que no tenían sobrepeso en el embarazo. La investigación analizó los cordones umbilicales después de que las mujeres dieran a luz, concretamente recogieron las células umbilicales de la vena que transporta el oxígeno y otros nutrientes de la placenta al embrión.
«Estas muestras dan una ventana a los nutrientes y metabolitos que pasan de la madre al bebé», señala Isganaitis, quien ha trabajado con los datos recogidos por Suzana María Ramos Costa, también del centro Joslin, miembro de la Universidad Federal de Pernambuco en Recife, Brasil, y coautora del artículo.
El equipo de Joslin descubrió que en estas células se podía observar que un mayor peso de la madre estaba correlacionado con menor expresión de los genes que regulan las mitocondrias (que actúan como potencias de la célula) y de otros genes que regulan la producción y el metabolismo de los lípidos.
«Esto sugiere que al nacer ya existen perturbaciones metabólicas detectables debidas a la obesidad materna. Los cambios en estas células eran similares a los que producen la obesidad, resistencia a la insulina y la diabetes tipo 2″, advierte a investigadora.
Asimismo, añade, «hemos encontrado que los bebés de madres obesas tenían niveles significativamente más altos de muchos lípidos que se sabe que son metabólicamente perjudiciales, como los ácidos grasos saturados. Esto puede ser debido a que los tejidos de grasa de las madres obesas pueden transmitir ácidos grasos a la sangre fetal y crear una especie de «sobrecarga de combustible» en el embrión.
Se buscan nuevos marcadores
Isganaitis y sus colegas van a llevar a cabo nuevas investigaciones en Estados Unidos, ya que el estudio se ha realizado en mujeres brasileñas. Así, pretende analizar en embarazadas norteamericanas las células umbilicales y la sangre de sus recién nacidos para ver si los resultados del estudio se confirman en esta población. Además, también plantean análisis similares para los niños nacidos de madres con diabetes gestacional o diabetes tipo 1.
La autora de la investigación espera que con el tiempo sea posible utilizar marcadores de sangre para identificar los embriones con riesgo de obesidad o con mayor riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2, y, al mismo tiempo, poder hacer un seguimiento con intervenciones médicas más adecuadas.
«Las mujeres embarazadas se involucran a menudo con sus médicos, y realmente se puede aprovechar su motivación. Si pudiéramos llegar a las intervenciones adaptadas, si pudiéramos decir que tomar esta vitamina o hacer ejercicio regularmente puede minimizar el riesgo de diabetes o la obesidad en su hijo, estoy segura que las madres lo harían», afirma.
Para Isganaitis, además de las madres, los profesionales de la salud también podrían seguir de cerca los patrones de crecimiento y la nutrición de los niños en situación de riesgo de la obesidad, tanto en los dos primeros años de vida, como después. «El riesgo de enfermedades crónicas no está escrito en piedra en el nacimiento, hay muchos períodos diferentes en las que el riesgo a sufrir enfermedades puede ser modulada», concluye.
septiembre 02/ 2016 (Ediciones Médicas)