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El 90 % de las enfermedades crónicas están relacionadas con el medioambiente y su detección aumenta en las dos primeras décadas de la vida, por lo que un centenar de científicos y médicos han suscrito la ‘Declaración Futuro Sin Tóxicos’ que este martes han llevado al Congreso de los Diputados y al Ministerio de Sanidad.
«Diariamente estamos en contacto con productos que, aunque estén en el mercado, no son seguros. Son productos derivados del petróleo, de uso cotidiano y de una toxicidad lenta, pero persistente», este es el mensaje que recoge la declaración que pide al Gobierno medidas urgentes para proteger la salud pública y acelerar la revisión de la normativa existente.
En rueda de prensa, el presidente de la Asociación Española Científica de Pediatría, Juan Antonio Ortega, ha asegurado que las enfermedades crónicas están creciendo en la etapa infantil y adolescente como es el caso del cáncer pediátrico con un aumento del 1 % anual en los países de la Unión Europea, y todo ello vinculado a la toxicidad del entorno.
Trastornos endocrinos, neurodegenerativos y del neurodesarrollo, enfermedad respiratoria, cáncer, obesidad, diabetes y enfermedad renal crónica son algunas de las patologías crónicas vinculadas al ambiente, y que son, precisamente, las que colapsan los centros de salud y se llevan el 70 % del gasto sanitario.
Ortega también ha ahondado en la necesidad de evitar la exposición a químicos hormonalmente activos durante el embarazo y los primeros años de vida.
«Ahora recogemos lo que hemos sembrado, las enfermedades respiratorias no paran de crecer y se disparan las cardíacas a los 30-40 años por exposiciones tempranas. Hemos llegado a normalizar los broncodilatadores en los niños», ha enfatizado.
Por esto, Ortega ha insistido en que se trata de abordar desafíos nuevos para los que la normativa actual ya no sirve.
En la rueda de prensa, el representante de la Sociedad Española de Endocrinología Nicolás Olea ha comentado que «un bote de orina lo dice todo». Según este experto, el 83 % de los niños valencianos tienen presente en su orina restos de un pesticida prohibido en 2021, que se utilizó en esa área.
Olea también ha afirmado que metales pesados como el cadmio y el mercurio están presentes en la leche materna, por lo que ha llamado a poner el foco en las embarazadas y los niños.
Los firmantes de la ‘Declaración Futuro Sin Tóxicos’ quieren que se regulen las sustancias teniendo en cuenta el «efecto cóctel» y su posible acumulación en el organismo y la exposición continuada.
Según la Fundación Rezero, que aúna este proyecto, la aplicación de la nueva normativa por la salud pública deberá estar basada en el conocimiento científico y aplicar el principio de precaución con los criterios de salud más exigentes, que tengan en cuenta a niños y embarazadas.
Los firmantes han pedido al Congreso y a la Dirección General de Salud Pública que tengan la «honestidad» de incrementar las medidas y evaluar el riesgo de la exposición, especialmente a la población más sensible.
Y que se exija a la industria absoluta transparencia en la composición de los productos que ponen en el mercado, a partir del etiquetado de los productos y con mecanismos como el pasaporte digital.
17 septiembre 2024|Fuente: EFE |Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2024. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.|Noticia
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El año hidrológico 2023 fue el cuarto más seco del siglo XXI y el sexto de toda la serie histórica desde 1961, y los episodios de sequía están aumentando en frecuencia y gravedad en Europa desde el año 1980, una situación que, además de afectar a la agricultura y los ecosistemas, también podría tener consecuencias sobre la salud mental de las personas, según han advertido los epidemiólogos durante la XLII Reunión Anual de la Sociedad Española de Epidemiología, que se celebra en Cádiz.
Esta es la conclusión a la que ha llegado un grupo de investigación que ha realizado una revisión de los estudios disponibles sobre el impacto de la sequía en la salud mental, presentados durante la Reunión.
A pesar de que apenas hay estudios que aborden este asunto en España y en Europa, la revisión de los doctores Julio Díaz, Cristina Linares, Isabel Noguer y Alicia Padrón-Monedero fue publicada en la revista International Journal of Biometeorology, y muestra que existe relación entre la sequía y la aparición o agravamiento de los trastornos mentales y sus consecuencias.
La simple amenaza del cambio climático y sus consecuencias, como la sequía, pueden producir estrés psicológico que puede tener graves consecuencias en el desarrollo de múltiples enfermedades crónicas, incluyendo los trastornos mentales. «Otras posibles vías causales entre la sequía y los trastornos mentales pueden ser la pérdida económica, la incertidumbre sobre el futuro y tristeza por la degradación del entorno», ha explicado la directora de Programa de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III, Alicia Padrón-Monedero.
De acuerdo con los autores de la revisión, el único estudio específico que analizó cuantitativamente la relación entre la sequía y las emergencias hospitalarias por problemas mentales se realizó en Australia, y encontró asociaciones significativas. Otros dos estudios, también llevados a cabo en Australia, encontraron relación entre las sequías y la mortalidad por suicidio; y algunas investigaciones han analizado la relación entre la sequía y el malestar psicológico.
Para un mejor conocimiento de esta relación, los expertos afirman que es necesario explorar el uso de los recursos de salud mental, en concreto los contactos hospitalarios por problemas de salud mental coincidiendo con los episodios de sequía. «Es necesario poner en marcha sistemas de vigilancia de la salud mental a nivel nacional y autonómico. Además, las mediciones de la AEMET, que son muy precisas, se toman de estaciones meteorológicas al aire libre, en una zona concreta, pero no miden la exposición a la sequía de individuos concretos», ha señalado Padrón-Monedero como principales limitaciones.
No obstante, el grupo de científicos considera que es una línea de investigación que debe potenciarse. «El estudio de la salud y el clima y los factores que influyen en él son una prioridad reconocida por la evidencia científica disponible y por los organismos internacionales. El grupo del que formo parte tiene la intención de seguir con esta línea de investigación y alertar a las autoridades sanitarias para que pongan en marcha medidas para proteger a la población», asegura.
EL NIVEL SOCIOECONÓMICO Y EDUCATIVO, FACTORES DETERMINANTES
Otra de las cuestiones que influyen en la salud mental de las personas son los determinantes sociales, es decir, todos aquellos aspectos que hacen que su estado de salud no sea el óptimo. Como ya se ha visto, en él influyen cuestiones relacionadas con el medioambiente, pero también otras como la clase social, el nivel educativo, si se vive en un área urbana o una zona rural y, especialmente, el género.
«En todos los estudios se evidencia que las mujeres siempre tienen un peor estado de salud mental que los hombres. Esto se debe a distintos factores biológicos y a los determinantes sociales relacionados con los roles de género», ha apuntado la secretaria del Comité Científico de la Reunión Anual de la SEE, Carmen Rodríguez-Blázquez.
Las tareas de cuidado, la falta de conciliación entre la vida laboral y la familiar o la violencia de género son algunas de las variables que hacen que las mujeres tengan un peor estado de salud mental, especialmente ansiedad y depresión. Las circunstancias personales de algunos colectivos también pueden hacerles más vulnerables a los problemas de salud mental. Los migrantes, por ejemplo, pueden encontrarse en situación irregular y estar pasando por dificultades en su proceso migratorio; las personas LGTBIQ+, al verse expuestas a situaciones de discriminación; o las personas con discapacidad, con dificultades para acceder al mercado de trabajo o al de la vivienda, son algunos ejemplos.
Así, han señalado que «terminar con las desigualdades en salud mental pasa por terminar con las desigualdades en un sentido amplio, aunque suene utópico». «Hay que garantizar un acceso equitativo a los recursos educativos, sanitarios y sociales; un empleo de calidad, una vivienda digna y acceso al tiempo libre. Últimamente se habla mucho de salud mental pero solo se ponen parches, no se ataca la raíz de los problemas», ha concluido Rodríguez-Blázquez.
13 septiembre 2024|Fuente: Europa Press |Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2024. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.|Noticia
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11
Investigadores del Hospital de Bellvitge de Barcelona han comprobado, con datos de 1,9 millones de habitantes, que los días en los que la contaminación del aire aumenta se recetan más antibióticos.
La contaminación del aire y la resistencia a los antibióticos son dos de los mayores retos de salud pública global, pues causan más de 10 millones de muertes anuales.
Un grupo de investigación del instituto IDIBELL, el Hospital de Bellvitge y el centro CIBERINFEC ha publicado en JAMA Network Open el primer estudio en el que se relacionan los dos fenómenos.
Para este estudio, los investigadores han recopilado datos diarios sobre los indicadores de contaminación del aire PM10, PM2.5 y NO2, y las prescripciones de antibióticos por afecciones respiratorias en los centros de asistencia primaria de las 11 ciudades catalanas más pobladas, a lo largo de ocho años.
A partir de un análisis estadístico completo, los investigadores han comprobado que los días en los que la contaminación del aire aumenta más se recetan más antibióticos.
Según el líder del estudio, Jordi Carratalà, esta relación «podría ser causada porque la polución irrita las vías respiratorias y provoca síntomas parecidos a los de una infección, además de facilitar una infección bacteriana secundaria que se da mientras el sistema inmunitario está luchando contra las partículas contaminantes».
El principal motivo de prescripción de antibióticos en atención primaria son las infecciones respiratorias agudas, aunque en algunos casos el diagnóstico es erróneo porque realmente se trata de infecciones víricas o de otras afecciones que no requerirían de antibióticos.
El uso excesivo o incorrecto de los antibióticos acaba provocando la aparición de bacterias resistentes que causan infecciones que no pueden tratarse.
Por su parte, la contaminación del aire por partículas PM10, PM2.5 y NO2 es un factor de riesgo para enfermedades como la demencia, ciertos cánceres y afecciones respiratorias.
Este estudio, que ha incluido alrededor de 1,9 millones de habitantes y más de ocho millones de prescripciones de antibióticos en atención primaria, representa un paso adelante hacia la comprensión de los efectos de la contaminación de aire en la salud pública.
Los resultados se suman al resto de evidencias sobre la necesidad de implantar políticas medioambientales más ambiciosas destinadas a mejorar la calidad del aire y reducir la carga de enfermedades respiratorias, así como el uso excesivo de antibióticos, aseguran los investigadores del estudio.
09 septiembre 2024|Fuente: EFE |Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2024. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.|Noticia
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El cambio climático, los incendios forestales y la contaminación del aire siguen teniendo «un impacto negativo creciente sobre la salud, los ecosistemas y la agricultura», con millones de muertes atribuidas al aire sucio, señaló en un informe este jueves 5 la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
«Casi todos los habitantes de la Tierra, nueve de cada 10 personas, respiran un aire que, en esencia, no es apto para su uso, contiene un alto nivel de contaminantes, y son los países de ingresos bajos y medios los más afectados», dijo Lorenzo Labrador, oficial científico de la OMM.
Según Labrador «la contaminación del aire ambiental, procedente sobre todo de los vehículos y de la industria, causa más de 4,5 millones de muertes prematuras al año».
Esa cifra «supera las muertes causadas por la malaria y el VIH/sida juntas, por lo que la contaminación del aire es el mayor riesgo ambiental de nuestro tiempo. No solo para la salud en sí misma, sino que también exacerba el cambio climático», agregó.
El boletín de la OMM destacó que las especies químicas que degradan la calidad del aire se emiten, por lo general, junto con gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento planetario.
La mala calidad del aire, a su vez, altera la salud de los ecosistemas, dado que los contaminantes atmosféricos se depositan sobre la superficie terrestre. La deposición de nitrógeno, azufre y ozono deteriora los servicios provistos por los ecosistemas, como el agua limpia, la biodiversidad y el almacenamiento de carbono.
«El cambio climático y la calidad del aire no pueden tratarse por separado. Van de la mano y deben abordarse conjuntamente. Reconocer esta interrelación y actuar en consecuencia llevaría beneficios para la salud del planeta, sus habitantes y nuestras economías», dijo la secretaria general adjunta de la OMM, Ko Barrett.
Aunque los datos que nutren el boletín sobre calidad del aire y clima corresponden a 2023, «en los ocho primeros meses de 2024 se han mantenido las tendencias observadas el año anterior: calor intenso y sequías persistentes que han avivado el riesgo de incendios forestales y contaminación atmosférica», indicó Barrett.
Los períodos de calor intenso observados en lo que va de año, más las sequías persistentes en todo el mundo, aumentan el riesgo de incendios forestales y contaminación del aire.
El reporte expone que la inhalación de materia particulada con un diámetro de 2,5 micrómetros (milésimos de milímetro), o menos, constituye un grave peligro para la salud, en especial si se prolonga durante largos períodos.
Entre las fuentes de esas diminutas y dañinas partículas destacan las emisiones procedentes de la quema de combustibles fósiles, los incendios forestales y el polvo del desierto levantado por el viento.
El informe menciona que el año pasado batió récords la superficie de tierra quemada por incendios forestales en Canadá, por ejemplo, con mayor emisión de partículas incluso que los incendios en Siberia (Rusia) el año 2021.
Entre las enfermedades prevenibles que causa el aire contaminado están los accidentes cerebrovasculares, las enfermedades cardíacas, el cáncer de pulmón y las enfermedades respiratorias agudas, incluido el asma.
Según el informe se observa «una tendencia a una menor contaminación en Europa y China», en comparación con América del Norte y la India, donde hubo aumento en las emisiones contaminantes provenientes de actividades humanas e industriales.
Otro aspecto subrayado por Labrador es que «las partículas en suspensión pueden afectar la productividad de los cultivos», incluidos el maíz, el arroz y el trigo.
«Mucha de esta contaminación por partículas en suspensión que afecta el rendimiento de los cultivos se debe a prácticas humanas, que incluyen las de uso de la tierra en la labranza y la cosecha. También la aplicación de fertilizantes y la quema de rastrojos al final de la temporada de crecimiento», observó.
Según datos recabados de experimentos en India y China, la materia particulada puede menguar el rendimiento de los cultivos hasta en 15 % en zonas contaminadas.
Esa materia en el aire reduce la cantidad de luz solar que llega a la superficie de las hojas y bloquea físicamente los estomas de las hojas, que regulan el intercambio de vapor de agua y dióxido de carbono con la atmósfera.
El boletín se presentó de modo previo al Día del Aire Limpio para Cielos Azules de este año, el 7 de septiembre, con llamados de la OMM a los gobiernos para proteger la salud, el medio ambiente y la economía ante la contaminación del aire.
Los países y sus ciudades «tienen que reconocer primero que existe un problema de calidad del aire y que hay suficientes datos para reconocer que se trata de un problema mundial, en particular en las zonas urbanas», concluyó Labrador.
06 septiembre 2024|Fuente: IPS |Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2024. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.|Noticia
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Los ataques del 11 de septiembre de 2001, de los que pronto se cumplen 23 años, se cobraron un buen número de vidas en el cuerpo de bomberos de Nueva York, pero han sufrido aún más muertes por las enfermedades contraídas ese día en el rescate de las víctimas.
Mientras que 343 murieron en la respuesta inmediata a los ataques, sea para rescatar a supervivientes o para retirar escombros, 363 más han fallecido desde entonces por las condiciones tóxicas con que desarrollaron su trabajo ese día y los siguientes.
Las cifras, que publica este jueves el portal Gothamist, fueron comunicadas el miércoles durante una ceremonia en el cuartel central de bomberos de Brooklyn.
«Hemos visto morir a más de 360 compañeros por su valentía y su entrega», dijo el comisario Robert Tucker, en el evento en que se inscribió el nombre de 32 nuevas víctimas en un mural, entre las que se cuentan paramédicos o enfermeros del cuerpo.
Los 352 agentes químicos que se identificaron entre los escombros de la conocida Zona Cero se tradujeron en numerosas enfermedades respiratorias, y en los casos más graves derivaron a cáncer de próstata (900 en total) y de otros tipos.
En total, en la Zona Cero trabajaron 15 500 miembros del cuerpo de bomberos, algunos por periodos superiores a treinta días, lo que les hizo respirar aquella atmósfera contaminada.
05 septiembre 2024|Fuente: EFE |Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2024. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.|Noticia
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Una capa de niebla opacaba al sol el miércoles en Cuenca —una de las ciudades coloniales y patrimoniales más importantes del sur de los Andes ecuatorianos— provocada principalmente por decenas de incendios forestales y por un severo verano que afecta buena parte del país. La situación se replicó en la tarde en la capital del país, Quito, afectada por varios incendios simultáneos.
Las autoridades en ambas ciudades advirtieron de la mala calidad del aire, considerada, «poco saludable», debido a los incendios cercanos, y han recomendado medidas para la población, como no salir a la calle y usar tapabocas, además de la suspensión de clases presenciales para el jueves 5 de septiembre, en 22 instituciones educativas en Quito, en donde la tarde del miércoles, al menos tres incendios forestales se produjeron en laderas del nororiente de la ciudad.
En las calles del norte de la capital, las personas portaban tapabocas en busca de disminuir la aspiración del fuerte olor a humo. En las zonas altas se evidenciaba la densa neblina por la caída leve de partículas.
El ambiente de la capital se llenó de humo y de un olor penetrante que se sentía en las calles desde las que se veía una peculiar tonalidad del sol. El alcalde de Quito, Pabel Muñoz, dijo en la noche a la radio FM Mundo que los incendios se mantenían activos y eran combatidos por tierra por unos 128 bomberos.
La secretaría de Ambiente de la ciudad informó en un comunicado que la calidad del aire está comprometida por el humo y contaminantes y «se espera un aumento en las concentraciones de partículas dañinas», representando un riesgo para la salud, por lo que se solicitó «evitar actividades al aire libre». En tanto, la secretaría de Gestión de Riesgos informó en un comunicado que 25 familias fueron evacuadas en Quito.
Más temprano, a 300 kilómetros al sur de la capital, en la ciudad de Cuenca, Omar Delgado, director del instituto de investigación de la Universidad del Azuay, dijo a la AP que las malas condiciones del aire en esa ciudad, cuyo cielo también se veía oscuro, se debe a las partículas finas que están suspendidas en la atmósfera provocadas por los incendios y atraídas por las corrientes del aire que llegan a Cuenca.
Las condiciones de sequía en esa región austral, intensifican el fenómeno, agregó Delgado.
Según el monitoreo de ese instituto, el nivel de partículas finas o material particulado (PM) suspendidas en el aire en Cuenca era de 109 PM, lo que implica que es «poco saludable».
Los parámetros de medición, según Delgado, se alinean a los establecidos por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, que señalan que la calidad del aire de hasta 50 partículas de hasta 2,5 micrómetros (50 PM) es buena, y hasta 100 PM es considerada moderada. Los niveles superiores a 100 son poco saludables y perjudiciales capaces de llegar al torrente sanguíneo, según la Organización Mundial de la Salud. En Quito aún no se ha hecho público en qué rango está la calidad de su aire tras los incendios.
En el rango en el que está Cuenca, los grupos vulnerables como niños, personas de la tercera edad o con enfermedades respiratorias, están obligados a «limitar su exposición al aire libre», recomendó Delgado.
Rodrigo Matute, jubilado de 64 años, vive en el sur de esa ciudad, y aseguró a la AP que se ve muy claro «la bruma, tenemos sol, pero está opacado». Relató que la única información que han recibido es que se trata de los efectos de los incendios forestales, un fenómeno que, dijo, no recuerda que haya sucedido antes.
El miércoles en Ecuador se registraron al menos 17 incendios forestales activos de diversa magnitud en siete provincias, seis de los cuales están controlados, pero no liquidados, según el reporte de la Secretaría de Gestión de Riesgos.
Entre estos últimos se encuentra uno en la comunidad rural de Quilanga, en la provincia de Loja, aledaña a la de Azuay, cuya capital es Cuenca, que fue considerado por las autoridades como el mayor en la última década y que consumió cerca de 5 000 hectáreas de bosque y cultivos, de acuerdo con la evaluación oficial.
Para neutralizar este último flagelo llegó ayuda de aeronaves de Perú con capacidad transportar agua y dejarla caer sobre las llamas, que aún trabajan en el sector afectado.
04 septiembre 2024|Fuente: AP |Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2024. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.| Noticia