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El organismo de la embarazada debe superar una intensa prueba que deja tras de sí huellas perdurables, y que pueden ser beneficiosas para la mujer. Desde hace décadas se estudia el llamado microquimerismo, por el que células del feto migran hacia la madre, donde sobrevivirán durante un tiempo. Se estima que en el embarazo un 10 % del ADN circulante en el torrente sanguíneo materno procede del feto, si bien esa cifra se desploma tras el parto.
Estas excursiones celulares, que se han constatado de ida y vuelta -una pequeña población de células de las madres persistirá en los niños bien entrada la edad adulta-, parecen asociarse a ciertas enfermedades, incluidas las autoinmunes y la preeclampsia, pero también existen trabajos científicos en abundancia que las consideran un elemento protector.
En concreto, una investigación realizada en la Universidad Pierre y Marie Curie, de París, y publicada en The FASEB Journal, contempla la acción angiogénica en las células fetales, que impulsa el efecto reparador en el daño tisular. Otro estudio, esta vez en Chimerism, llevado a cabo en la Universidad de Cork, en Irlanda, mostraba que las células fetales se movilizan en respuesta a las heridas, incluida la cesárea, contribuyendo así a su cicatrización.
En otra revisión reciente, aparecida en Nature Immunology, con Jeremy M. Kinder, de la Universidad de Cincinnati, como primer firmante, se sugiere que las células fetales que perduran en la madre favorecen la tolerancia del organismo ante futuros embarazos, un legado microquimérico que estos autores definían como “acto altruista del primer hijo hacia sus futuros hermanos”. También se apuntaba a la posibilidad de un menor riesgo de enfermedad de Alzheimer, e incluso hay trabajos que sostienen que podría ser una explicación de la mayor longevidad femenina con respecto a la del hombre, y si bien la presencia de este material celular ajeno se ha vinculado a un mayor riesgo de ciertos tipos de cáncer, también hay trabajos que sugieren justo el efecto opuesto, en particular en los tumores de mama y de ovario.
Cambios cerebrales
Otra huella de la gestación parece encontrarse también en el cerebro. Un pionero estudio, publicado en Nature Neuroscience, en el que participaron investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona, concluía, tras observar el cerebro de mujeres antes y después de su primer embarazo, que la maternidad modula secciones específicas de la corteza prefrontal y temporal y de la línea media cortical anterior y posterior; esas modificaciones se mantenían al menos dos años después del parto.
Las zonas de cambio constituían una región que se asocia a procesos implicados en las relaciones sociales. Los investigadores asemejaban esta modulación cerebral en el embarazo al proceso de “poda sináptica” que acaece en la adolescencia, por el que se eliminan las sinapsis débiles para favorecer un pensamiento más maduro y eficiente. De ahí que concluyeran que esta plasticidad cerebral de las gestantes buscaba adaptarse a las exigencias derivadas del cuidado de un nuevo ser.
marzo 12/ 2019 (diario médico)