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El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca trabaja con la hipótesis de quela ‘Fasciola hepática’ pueda inhibir la infección del SARS-CoV-2 y evitar la hiperinflamación característica de los pacientes graves de la COVID-19.
El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA), centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha iniciado una investigación sobre el posible efecto protector de moléculas del parásito ‘Fasciola hepática’ frente al virus SARS-CoV-2, que provoca la COVID-19. Existen indicios de que la presencia de algunos parásitos puede influir en algunas infecciones virales y los investigadores arrancan este proyecto con la hipótesis de que las proteínas de este gusano, que parasita tanto a animales como al ser humano, podrían limitar la infección y controlar la respuesta inflamatoria que se produce en los pacientes.
Tras años de trabajo en esta línea de investigación enfocada a la sanidad animal, el IRNASA desarrolla ahora este nuevo proyecto a través de la Plataforma Temática Interdisciplinaria (PTI) Salud Global puesta en marcha por el CSIC para abordar los retos que plantea la pandemia de coronavirus. “Tenemos indicios de que la ‘Fasciola hepática’ posee una serie de moléculas que podrían afectar a las células de mamíferos, incluidos los humanos, con respecto a su mayor o menor susceptibilidad a la infección con virus y a las patologías asociada a ellos”, explica Mar Siles, responsable del estudio, directora del IRNASA y delegada institucional del CSIC en Castilla y León.
“Ya en la primera ola de la pandemia, en marzo y abril, vimos un bajo número de casos y baja mortalidad en algunos países en vías de desarrollo, especialmente en África, donde se siguen registrando relativamente pocos casos y con baja mortalidad”, comenta la investigadora. Aunque puede haber diversas causas –como la falta de diagnósticos o que la población es joven y, por lo tanto se ve menos afectada que en otros países–, algunos autores indican que es probable que la mayor presencia de parásitos haya limitado la gravedad de la enfermedad. Para comprobarlo, la investigación del IRNASA trabaja en dos modelos, uno ‘in vitro’ y otro ‘in vivo’.
Evitar la infección viral
En el primero, el objetivo es analizar el efecto de las moléculas del parásito sobre la invasión viral y su multiplicación dentro de las células. Esta parte se está haciendo en colaboración con el Instituto de Biología Integrativa de Sistemas (I2SysBio, centro mixto del CSIC y la Universidad de Valencia), que cuenta con el laboratorio de seguridad del nivel exigido para trabajar con coronavirus.
En este trabajo de laboratorio, se mezclan las proteínas sintéticas que mimetizan las del parásito o extractos del propio parásito con células y después se introduce el virus. De esta forma, pueden comprobar si la multiplicación del virus es menor, mayor o igual con respecto a células de control que no cuentan con el apoyo de las moléculas del parásito y otras que incluyen un compuesto antiviral.
Los resultados han sido muy buenos, ya que estas proteínas sintéticas no resultan tóxicas para las células –así que podrían utilizarse en pacientes con total seguridad– y, además, inhiben la infección viral entre un 80 % y un 90 %. Por eso, son candidatos claros para su utilización en pacientes, aunque “este es un camino largo, que tiene que pasar por distintas fases de experimentación”.
Protección ante la inflamación
La otra parte del proyecto tiene que ver con la enfermedad que provoca la infección por coronavirus y cómo ‘Fasciola hepática’ podría modularla. “Los pacientes más graves de la COVID-19 presentan un cuadro de hiper inflamación pulmonar y queríamos ver si algunas de las moléculas inmunomoduladoras del parásito, son capaces de evitar este problema”, comenta Mar Siles. De hecho, en la literatura científica se pueden encontrar ejemplos en otras enfermedades. Estos gusanos helmintos tienen capacidad para inhibir la inflamación que se produce en su hospedador y que, indirectamente, los perjudicaría. Este fenómeno se ha estudiado en algunas enfermedades autoinmunes, como la enfermedad de Crohn, y en otras aún más comunes como asmas y alergias.
El IRNASA desarrolla esta parte del trabajo en colaboración con la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Córdoba, que está poniendo a punto un modelo de ratón para la investigación. De hecho, encontrar el modelo animal que pudiera reproducir los efectos del SARS-CoV-2 en humanos ha sido un problema complejo de resolver, así que los investigadores han optado por estimular la hiper inflamación pulmonar en los roedores sin el virus, a través de bacterias. Después, “administramos las moléculas del parásito antes, para ver si previenen la hiper inflamación, o después, para ver si son capaces de mejorarla”. Es decir, que si el trabajo da buenos resultados, podría tener aplicación para prevenir la infección o como herramienta terapéutica.
Intereses comunes
La clave de estas dos líneas está en la coevolución del parásito con su hospedador. El parásito necesita un nicho lo más favorable posible, y el nicho es su hospedador, de manera que existen infecciones parasitarias capaces de inhibir otras infecciones. De alguna manera, tienen la habilidad de proteger al hospedador para que esté mejores condiciones para su propio beneficio.
Así, “algunos de los compuestos parasitarios que estamos estudiando serían específicos para coronavirus, pero otros parecen capaces de evitar cualquier infección vírica”, señala la directora del IRNASA. Este campo es “prometedor”, pero aún ha sido muy poco explorado por la ciencia y “pensamos que tiene un futuro importante”.