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Existe una idea bastante generalizada de que las mujeres tienen una mayor resistencia al dolor. La evidencia científica no solo desmiente este supuesto. La incidencia, prevalencia e intensidad del dolor es mayor en las mujeres que en los hombres. Pero esto no se ha tenido en cuenta, generando una inequidad en la atención sanitaria respecto a esta cuestión.
Por ejemplo, según los datos de la Encuesta Nacional de Salud 2017 de España, el dolor lumbar, la artrosis, el dolor de espalda crónico y dolor cervical y la migraña son hasta tres veces más prevalentes en la mujer que en el hombre.
Los estudios más recientes destacan que las mujeres además tienen mayor sensibilidad al dolor, lo sienten con más intensidad y cuesta más que se reduzcan los síntomas.
La Sociedad Catalana de Medicina Física y Rehabilitación (SCMFiR) quiere cambiar esta situación y para eso está llevando a cabo diferentes actuaciones, buscando sensibilizar sobre la cuestión para lograr que los programas de rehabilitación y tratamientos, tanto farmacológicos como no farmacológicos, tengan en cuenta estas diferencias y que las mujeres puedan ver como su dolor es reducido, equiparando su respuesta a la de los hombres. Así la semana pasada esta sociedad organizó unas jornadas en la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña para abordar el tema.
Yo creo que estamos en condiciones de darnos cuenta de que existen diferencias importantes en muchos aspectos: genómica, transgenómica, proteómica, metabolomica y fenotipos, entre otros. Todas ellas hacen que la respuesta al dolor sea diferente en las mujeres, explica Miguel Ángel González Viejo, presidente de la SCMFiR, quien comenta también como las hormonas sexuales también juegan un papel decisivo. Los estrógenos son unos factores pronociceptivos, mientras que la testosterona es un factor clave en la modulación de la sensibilidad del dolor a través de la vía descendente, a través de la microglia.
Diferencias entre cerebros
¿El cerebro XX y el cerebro XY son intrínsecamente diferentes? Esta es una cuestión clave también para entender estas diferencias en la respuesta al dolor y en 2018 un informe analizó las diferencias entre los cerebros de más de 5 000 voluntarios mediante resonancias magnéticas. Se pudo ver ahí que el área de superficie, volumen y materia blanca era mayor en los hombres y en cambio en las mujeres el grosor cortical y los tractos de la sustancia blanca eran más complejos.
A largo plazo esto se traslada a que, en las mujeres, al tener una conectividad en red mayor, se favorece que se produzca un dolor más intenso porque es más fácil que aparezca lo que se llama la sensibilización central, comenta González Viejo. No es la única diferencia que hace que la respuesta al dolor sea diferente entre hombres y mujeres. El mecanismo sobre el funcionamiento de los opiodes endógenos tampoco es exactamente igual. Por eso las mujeres son más resistentes a estos fármacos y precisan incrementos sustanciales de dosis para ser efectivos.
Sin embargo, estas y otras diferencias que suponen una diferente respuesta al dolor no han sido tenido en cuentas ni a la hora de preparar los programas de rehabilitación ni en el desarrollo de los fármacos antiinflamatorios y analgésicos y otros tratamientos no farmacológicos. Todos estos estudios se han realizado de una manera sesgada, porque no hay el mismo número de hombres que de mujeres. Así tenemos unos resultados que concluyen su eficacia, pero su eficacia en población masculina. No está demostrado científicamente cuál es su eficacia en las mujeres y creo que toca hacer un poco revisión de todo esto para ver si se comportan igual o si es necesario dosis e intensidades diferentes en hombres y mujeres, añade Gónzalez Viejo.
Componente psicosocial del dolor
Otra de las críticas de González Viejo es que los sistemas sanitarios, y el de España no es una excepción, se han centrado exclusivamente en el componente biológico del dolor. El sistema sanitario no está preparado para actuar sobre el modelo psicosocial. Y en el dolor también influyen otras cuestiones como el componente psicológico y mental, las emociones o los factores socioeconómicos. Sobre estas otras partes no estamos actuando, explica González Viejo.
En este sentido, el especialista resalta también cómo las diferencias entre hombres y mujeres persisten aquí. Está demostrado que las mujeres dramatizar más el dolor que el hombre. Pero seguimos con el modelo clásico de tratamiento del dolor desde el punto de vista mecanicista, puramente biológico, y no tenemos estos otros factores en cuenta.
diciembre 07/2019 (Diario Médico)