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Los viajes espaciales largos (más de seis meses) pueden producir algunos cambios en la expresión génica de los astronautas, en especial en el sistema inmunológico y en los sistemas de reparación del ADN. También parecen modular la microbiota intestinal y alterar la arteria carótida y el nervio óptico.
Son algunas conclusiones publicadas en Science que se extraen del Estudio de los Gemelos de la NASA, una investigación en la que han participado diez grupos científicos elegidos por la agencia estadounidense. El estudio compara los cambios genéticos, fisiológicos y de comportamiento de los gemelos idénticos Scott y Mark Kelly antes, durante y después de que Scott se embarcara en una misión de un año en la Estación Espacial Internacional (ISS, en inglés), durante 2015-2016. Mark, astronauta también, pero cuyas misiones espaciales han sido más cortas, hace años que no ha salido de la Tierra.
Los resultados del trabajo apuntan a que no hay diferencias de salud significativas en Scott. Sin embargo, aportan datos sobre las posibles consecuencias para la salud de los cosmonautas que permanecen en el espacio más de seis meses, aunque se desconoce si los cambios que persistieron en Scott Kelly al regresar a la Tierra se relacionan solo con el vuelo espacial o si perdurarán.
Los riesgos asociados con el vuelo espacial incluyen la exposición a la radiación y la microgravedad. Las muestras biológicas obtenidas de Scott mientras estaba a bordo de la ISS se congelaron y luego se enviaron a la Tierra a través de los cohetes de abastecimiento Soyuz. Los análisis identificaron varios cambios en Scott con respecto a su gemelo, algunos de los cuales persistieron después de su periodo en órbita.
Entre esos cambios, los investigadores destacan una pequeña diferencia (menos del 5 %) en la metilación del ADN. Además, la expresión de algunos de los genes de Scott, especialmente los relacionados con el sistema inmunológico, cambió, aunque más del 90 % de estos genes volvieron a los niveles de expresión normales seis meses después del vuelo.
Scott experimentó un engrosamiento de la arteria carótida y del nervio óptico, pérdida de peso, cambios en las bacterias intestinales, reducción de ciertas capacidades cognitivas, alteración en el ADN y cambios genéticos. Estos cambios, enfatizan los autores del estudio, pueden no deberse exclusivamente al vuelo espacial.
Los investigadores, que reconocen el tamaño limitado de la muestra del estudio, consideran que supone una base de conocimiento sobre potenciales riesgos humanos potenciales de los vuelos espaciales de larga duración, en especial, con la vista puesta a las misiones de varios años a Marte. “Nos da un mapa de ruta biomédico y molecular para los futuros astronautas”, afirma Christopher Mason, profesor de Fisiología y Biofísica de la Facultad de Medicina de la Universidad Weill Cornell, y que ha dirigido uno de los grupos científicos.
En un artículo sobre esta investigación, también en Science, Markus Löbrich, de la Universidad Tecnológica de Darmstadt, en Alemania, y Penny A. Jeggo, de la Universidad de Sussex, en Reino Unido, escriben que este estudio “supone más que un pequeño paso para la humanidad en este esfuerzo”.
Algunas conclusiones del estudio:
-Scott experimentó cambios significativos en la longitud de los telómeros, por lo que este biomarcador podría emplearse para evaluar la salud y los posibles factores de riesgo en los vuelos espaciales.
-Gran parte de su expresión genética cambió, pero el 91,3 % recuperó los niveles normales o previos a su estancia en el espacio.
-La vacuna de la gripe administrada en el espacio funcionó de igual forma que en la Tierra.
-Los cambios en la microbiota intestinal en el espacio no fueron mayores que los que se asocian al estrés en la Tierra.
-Una nutrición sana y la práctica de ejercicio en el espacio se asoció a un descenso en la masa corporal y a un aumento de los niveles de ácido fólico.
abril 14/2019 (diariomedico.com)