Más de 1000 millones de personas sufren desnutrición en todo el mundo debido a la pobreza, el hambre, las guerras y las catástrofes naturales. En los países desarrollados, los profesionales sanitarios se enfrentan principalmente a la desnutrición vinculada a la enfermedad, que consiste en una combinación de una ingesta reducida de comida o una asimilación deficiente y diferentes grados de inflamación aguda o crónica, que conduce a una alteración de la composición corporal y una menor función biológica.
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Así se describe el problema en el consenso diagnóstico que se acaba de aprobar en Madrid con motivo del 40º Congreso de la Sociedad Europea de Nutrición Clínica y Metabolismo (Espen). Lo han firmado las principales sociedades científicas mundiales relacionadas con la nutrición clínica, que conforman la Iniciativa de Liderazgo Global en Desnutrición (GLIM), y se ha publicado en Clinical Nutrition.
La presidenta del congreso, Cristina Cuerda, ha explicado a DM el alcance de este documento: “Por primera vez existe un acuerdo sobre qué parámetros debemos medir para determinar qué pacientes están desnutridos y en qué grado”. Se trata de medidas muy sencillas pero que se omiten con demasiada frecuencia en los centros sanitarios. “Es muy importante pesar al paciente, tallarlo y establecer la relación del peso con la talla. Es algo que cada vez se hace menos en los hospitales”, recalca la especialista de la Unidad de Nutrición del Hospital Gregorio Marañón, de Madrid.
Otra cuestión “probablemente más importante es preguntar al paciente si ha perdido peso”, ya que una reducción involuntaria es un signo de que algo va mal, “hay una enfermedad de base y esa persona no se está alimentando bien”. Esa enfermedad asociada “es la que aportaría el componente de inflamación”.
Otro aspecto íntimamente relacionado con la desnutrición que se ha incluido en el consenso para el diagnóstico es la pérdida de masa muscular, que además ha sido ampliamente abordada en el congreso de Espen.
Sarcopenia
En una sesión dedicada a la nutrición y el ejercicio en las personas mayores, Alfonso Cruz-Jentoft, jefe de Geriatría del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid, ha repasado las evidencias científicas que sugieren la importancia de una adecuada alimentación para posponer la discapacidad en los ancianos. Una de las condiciones más preocupantes en este segmento de la población es la sarcopenia que, según ha descrito el especialista, constituiría “un problema de masa y función muscular”.
El cuerpo humano consta de 600 músculos, que representan el 40-45 por ciento de la masa corporal total. “El 50 por ciento de las proteínas totales del cuerpo están en los músculos”, agrega el experto. La sarcopenia está muy relacionada con la fragilidad y ambas condiciones comparten factores de riesgo, uno de los cuales es la desnutrición.
Con estas bases, la ingesta de proteínas se perfila como herramienta idónea para paliar la pérdida de masa muscular y reducir tanto la sarcopenia como la fragilidad. “También hay evidencias de la influencia de otros nutrientes, como la vitamina D, cuyo déficit se asociaría con un mayor riesgo de fragilidad”, apunta Cruz-Jentoft.
Asimismo, estudios observacionales muestran que una dieta adecuada se relaciona con menores niveles de sarcopenia y fragilidad. No obstante, las pruebas son más débiles cuando se trata de evaluar intervenciones nutricionales específicas, como modificar la dieta o añadir suplementos. En este punto, resalta el geriatra, “se necesita más evidencia”, aunque es optimista y considera que “hay un camino trazado” para proseguir con la investigación en esta línea.
Epigenética y dieta
Otro de los ponentes de la sesión sobre nutrición en ancianos, José Alfredo Martínez, de la Universidad de Navarra, expuso los últimos hallazgos sobre el papel de la epigenómica en los efectos de la dieta mediterránea. El concepto de nutriepigenómica hace referencia a la influencia de los nutrientes que se ingieren en los genes que se expresan y en los que se silencian.
El ponente precisó que tanto la metilación como otros procesos epigenéticos dependen de la edad, es decir, “hay periodos de la vida en los que operan más”. La investigación en este ámbito ha avanzado mucho en los últimos tiempos gracias a la irrupción de nuevos métodos que pueden “medir cambios en los marcadores epigenéticos con una gran eficacia”. De este modo se ha podido averiguar, por ejemplo, que el resveratrol incrementa ciertas enzimas relacionadas con el proceso epigenético conocido como desacetilación de histonas. También que la ingesta de grasa monoinsaturada afecta a los niveles de metilación.
En el estudio Predimed (Prevención con Dieta Mediterránea), del que forma parte Martínez, se ha podido atisbar que la nutrición puede ejercer ciertos efectos vinculados con el proceso de envejecimiento. Entre otras cosas, han visto que la adherencia a la dieta mediterránea se asocia con cambios en la metilación de genes relacionados con la inflamación.
Ejercicio contra la inflamación
El envejecimiento y un estilo de vida sedentario conducen a mayores niveles de inflamación de bajo grado relacionada con la edad y de inmunosenescencia.
Una de las vías para combatir ambas entidades es el ejercicio físico, tal y como ha argumentado el investigador Ivan Bautmans, de la Universidad Libre de Bruselas, en su ponencia en el Congreso Espen sobre los efectos del ejercicio en los marcadores de inmunosenescencia celular.
El equipo de este científico ha confirmado que con la actividad física se segregan mioquinas -unas citocinas liberadas por el músculo esquelético durante la contracción muscular-, que ejercen un efecto antiinflamatorio. Además, el deporte promueve la movilización y eliminación de los linfocitos T senescentes.
septiembre 13/2018 (diariomedico.com)