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Ser mujer puede suponer un «factor de riesgo» para no acceder adecuadamente a diagnósticos y tratamientos.
Las diferencias biológicas, pero con mucho mayor peso las relacionadas con razones sociales, culturales e incluso educativas, con respecto a los varones pueden condicionar un sesgo en el ámbito médico que se traduce en una menor representación femenina en los estudios, una peor detección de ciertas enfermedades e incluso un acceso más limitado a determinadas intervenciones terapéuticas.
Esa distorsión de la perspectiva se hace especialmente patente en la enfermedad cardiovascular, donde la población femenina puede estar en desventaja tanto a la hora de recibir mensajes preventivos, como en beneficiarse de una identificación precoz. En parte, se justifica por un cambio de roles: la mujer se ha ido incorporando, lenta pero masivamente, a los hábitos clásicamente masculinos, como fumar, lo que motiva que, en muchas ocasiones, no se piense en ciertas alteraciones, y además porque la prevalencia de estos trastornos es menor en las mujeres hasta que se llega a la menopausia.
La protección hormonal retrasa en una década la manifestación de la cardiopatía isquémica en las mujeres, pero «este dato no es suficiente para explicar que se realizan menos intervenciones en las mujeres con cardiopatías», afirma Fernando Alfonso, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital de La Princesa, en Madrid. El especialista, que ha participado en unas jornadas sobre cardiopatía y mujer en la Casa del Corazón, recuerda que, según el último registro nacional, una de cada cuatro coronariografías son en mujeres, así como una de cada cinco angioplastias coronarias. «No obstante, la tasa de mortalidad por infarto en las mujeres es similar a la registrada en los hombres».
Más concienciación
En la raíz de esa desigualdad se encuentra la falta de concienciación sobre algunas enfermedades: «Las mujeres no saben que se mueren de enfermedad coronaria. Les preocupa más el cáncer de mama», matiza Alfonso. Otro claro ejemplo lo constituye la asociación entre tabaco y desarrollo de enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) que tradicionalmente «era cosa de hombres», pero que «en Estados Unidos ya registra más incidencia, más ingresos hospitalarios y más mortalidad en mujeres que en varones», según Patricia Sobradillo, del Hospital de Cruces, Bilbao, y delegada nacional de la Iniciativa Global sobre EPOC (Guía GOLD), que ha participado en una jornada sobre salud de género que ha contado con el apoyo de Fuinsa y la Fundación AstraZeneca, quien considera que, en estos momentos, la imagen de la EPOC está virando hacia «una mujer joven, de entre 40 y 50 años».
Según la neumóloga, la EPOC en mujeres tiene una presentación clínica (más disnea y menos tos, más sibilancias y más hiperreactividad) y comorbilidades diferentes a las del varón. Algunos de estos motivos conducen al menor número de diagnósticos. Lo cierto es que todavía ni mujeres ni profesionales médicos son conscientes de estas peculiaridades de género, ya que se calcula que hasta un 80 por ciento de mujeres con EPOC no están diagnósticadas, al contrario de lo que ocurre con el asma, señala Julio Ancochea, jefe del Servicio de Neumología del Hospital de La Princesa, en Madrid, que también ha intervenido en el citado encuentro.
Prueba de la falta de concienciación entre la propia población femenina son los datos que refleja un estudio efectuado en este hospital junto con el del Henares, en Coslada, que se publicó en la Revista Española de Cardiología. Su autor principal, el cardiólogo de La Princesa Fernando Rivero expone que el lapso de tiempo entre la aparición de los síntomas del infarto agudo de miocardio y el momento en que la paciente solicita ayuda médica fue en las mujeres el triple de la mediana, establecida en los 110 minutos.
«Junto a la falta de concienciación sobre esta enfermedad, otra hipótesis que explicaría el retraso es la manifestación atípica del infarto en las mujeres, con signos como la disnea. No obstante, los estudios al respecto son controvertidos», aclara Rivero, que considera necesarias campañas de educación dirigidas a mujeres sobre los síntomas del infarto y sus factores de riesgo para estar alerta de una enfermedad que tradicionalmente se ha asociado al hombre. En esta misma línea, Joan Soriano Ortiz, del Instituto de Investigación del Hospital de La Princesa, de Madrid, señala que en el ámbito de la patología pulmonar asociada a EPOC, «aun empleando los mismos parámetros de evaluación de EPOC en países europeos, el infradiagnóstico en España es mayor entre la población femenina. Es un pequeño enigma». A juicio de Ancochea, es posible que las mujeres tengan más resiliencia, pero en cualquier caso, sería útil elevar los perfiles de cribado entre las mujeres fumadoras».
Muy masculina es también la enfermedad del estrés ligada al terreno laboral pero que, sin embargo, es una de las principales causas de depresión en la mujer y que puede pasar inadvertida para el psiquiatra, indica José Luis Carrasco, del Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico de Madrid. «El estrés soterrado y continuo que en la mujer produce el exceso laboral y al que se suma el que origina el de la esfera emocional, ligado al cuidado de hijos y padres que recae fundamentalmente en ellas, es el más nocivo y el que produce más depresiones porque la mujer, por factores culturales e incluso biológicos, se siente culpable de manifestar estos sentimientos».
Existen tambien diferencias biológicas en el diagnóstico y acceso a terapias en el ámbito de las adicciones, señala Carrasco. «El infradiagnóstico por consumo abusivo de tabaco o alcohol es evidente en mujeres porque son estereotipos asociados al hombre». En este sentido, datos del Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomanías y del Ministerio español de Sanidad, indican que tan solo el 14 por ciento de los pacientes que ingresan en un centro para tratar su adicción, a la cocaína por ejemplo, son mujeres, frente a un 86 por ciento de hombres. Los estereotipos también podrían mermar la detección de infecciones como el virus de inmunodeficiencia humana (VIH): el grupo de mujeres donde es más tardío son las posmenopaúsicas, según María Luisa Montes Ramírez, de la junta directiva del Grupo de Estudio del Sida (Gesida).
En el ámbito preventivo, y más concretamente en el secundario, Almudena Castro, cardióloga en el Hospital La Paz, en Madrid, reconoce que, «una vez producido el infarto, se estima que solo el 15 por ciento de las mujeres en las que está indicado se remiten a la rehabilitación cardíaca. También es cierto que las pacientes se adhieren peor a los programas rehabilitadores. Pesan los motivos sociales y familiares pues les cuesta dejar sus funciones de cuidadora para cuidarse más a ellas mismas». También influyen ciertas actitudes médicas. Así lo muestran estudios como el publicado en The Journal of the American College of Cardiology, encabezado por Sanne Peters, de la Universidad de Oxford. Concluye, tras analizar las prescripciones de estatinas en unas 90 000 pacientes después de sufrir un infarto de miocardio, que a las mujeres se les administran menos tratamientos de alta intensidad. Los autores destacan que en estudios previos ya se había visto que las mujeres reciben menos estatinas tras un infarto que los hombres, pero ahora además se desvela que se prescriben en una intensidad menor a la recomendada por las guías.
En ensayos clínicos
También en la revista del Colegio Americano de Cardiología un nuevo estudio aborda la escasa presencia de la mujer en ensayos clínicos de insuficiencia cardíaca, enfermedad arterial coronaria y síndrome coronario agudo, pero con sobrerrepresentación en los referidos a hipertensión, fibrilación auricular e hipertensión arterial pulmonar, en comparación con la prevalencia de mujeres dentro de estas enfermedades. Esa disparidad conlleva a que los tratamientos, que suelen funcionar en varones, no sean tan efectivos en la mujer porque no tienen en cuenta las diferencias de género en la fisiopatología de la enfermedad. Los criterios de inclusión y exclusión, más rigurosos para mujeres, y la menor tasa de remitidas para evaluación parecen ser algunos de los factores que limitan el acceso. Se reclama atención equitativa y avanzar en la idea de que el género sí importa para los resultados en ensayos clínicos.
mayo 10/2018 (diariomedico.com)