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No se vieron imágenes de médicos enmascarados enfrentando a un virus letal como en la crisis del ébola, pero 2016 fue un año que volvió a estar marcado por una epidemia global. El brote de zika estuvo asociado sobre todo con el drama de niños nacidos con el cráneo demasiado pequeño.
La epidemia causada por el virus del Zika y transmitida sobre todo por un mosquito, el Aedes Aegypti, se dio a conocer a finales de 2015. Su rápida expansión y el temor, después confirmado, a que la enfermedad causase microcefalia a los bebés de mujeres que se hubieran contagiado durante el embarazo condujeron a comienzos de año a la emergencia sanitaria mundial.
‘Necesitamos una respuesta internacional coordinada’, justificó la medida el 1 de febrero la directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margharet Chan.
El epicentro de la epidemia era Brasil, aunque los contagios se extendieron pronto por prácticamente todo el continente americano. Europa y otras regiones registraron casos puntuales, aunque la enfermedad solo es endémica además en el sureste de Asia.
Similar en sus síntomas a otras enfermedades tropicales como el dengue o la chikungunya, el zika, sin embargo, encendió las alarmas por sus aparentes vínculos con los casos de microcefalia en recién nacidos que empezaban entonces también a dispararse en Brasil.
A mediados de abril, finalmente, las autoridades sanitarias de Estados Unidos confirmaron en un estudio que el virus del Zika, identificado por primera vez en África en 1947, era la causa del fenómeno.
‘Este estudio marca un antes y un después en la epidemia de zika. Está claro que el virus causa microcefalia’, señaló el director del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), Tom Frieden.
Mientras los síntomas del zika en personas enfermas, en sí, eran leves -sarpullido, dolores de cabeza, en articulaciones y músculos, y a veces fiebre baja- la microcefalia se convirtió en un desafío sanitario mayúsculo.
Los niños nacidos con la malformación en la cabeza sufren a menudo deficiencias mentales y problemas neurológicos, en algunos casos incluso el síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad inmunológica que afecta al sistema nervioso.
El brote de zika castigó en particular a Brasil. La OMS pronosticaba un total de 1,5 millones de casos de contagios para todo 2016, a fin de año se habían reportado en el gigante sudamericano unos 2 100 casos de microcefalia. El segundo país más afectado de la región, Colombia, reportó casi 100 000 casos de zika hasta julio.
Varios países de la región emitieron recomendaciones pidiendo a las parejas que aplacen sus planes de embarazo por unos meses. En otros, los militares asumieron la tarea de llevar las campañas de fumigación casa por casa, desde Cuba, en el Caribe, pasando por Honduras y otros países centroamericanos, hasta Ecuador en el sur del continente.
Para Brasil la epidemia de zika se convirtió además en otro factor desestabilizador en un año convulso, con el país sacudido por una dura crisis económica y problemas políticos. El brote, en uno de los momentos más críticos, amenazó con opacar los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
Científicos y médicos de todo el mundo pidieron en mayo incluso una cancelación del torneo. La OMS se opuso a la medida. Los Juegos cariocas tuvieron lugar, al final, y el zika no fue uno de sus problemas.
La epidemia, en tanto, ha retrocedido, según reflejan las cifras de la OMS. La organización declaró en noviembre el final de la emergencia sanitaria global por zika.
Meses antes varios expertos ya habían estimado que el pico de la enfermedad debía estar superado, ya que, paradójicamente, cada vez más personas eran inmunes al virus debido a su fuerte expansión previa.
La OMS, sin embargo, advierte que el zika seguirá siendo un peligro ‘significativo’ durante un buen tiempo. Y la enfermedad plantea aún muchas incógnitas, por ejemplo respecto a su posible transmisión por donaciones de sangre, saliva u orina, después de que se probaran ya casos de contagio por vía sexual.
En Brasil quedan además las consecuencias de un mal que golpea con especial dureza a los más desfavorecidos. Fabiane Lopes es una madre de 32 años cuya hija nació con microcefalia a raíz del zika. Valentina, de un año de edad, necesita muchos medicamentos y apenas ha empezado a moverse con normalidad, cuenta Lopes a la agencia dpa.
diciembre 28/2016 (DPA)