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La mayoría de los pacientes que han sufrido un ictus no recuperan el estado funcional basal de la extremidad superior afecta y padecen una grave limitación que permanece en la fase crónica de la enfermedad y que repercute de manera devastadora en su calidad de vida.
Por ello, las estrategias de neurorrehabilitación tratan de evitar o minimizar las posibles disfunciones sensitivomotoras asociadas al ictus mediante la promoción de cambios plásticos en el sistema nervioso central.
Una reciente revisión publicada en la revista de Neurología, ha analizado la reorganización cerebral que tiene lugar tras el ictus y que puede promover la recuperación motora y funcional de estos pacientes. No obstante, tras la lesión, también se pueden iniciar cambios neuroplásticos maladaptativos responsables del desarrollo de trastornos sensitivomotores, como el síndrome de espasticidad.
Las estrategias no invasivas de estimulación cerebral, como la estimulación con corriente directa y la estimulación magnética transcraneal, son unas técnicas ampliamente utilizadas que, aplicadas sobre la corteza motora primaria, pueden modificar la excitabilidad de los circuitos neuronales y las funciones cognitivas, tanto en las personas sanas como en los pacientes con afectación neurológica. Asimismo, los sistemas de interfaces cerebro-máquina también son capaces de generar esa reorganización por medio de la asociación contingente y simultánea entre la activación cerebral y la estimulación periférica.
Todas estas estrategias de neurorrehabilitación han evidenciado efectos positivos en la potenciación de la reorganización cortical después del ictus, así como en la paliación de los efectos adversos asociados al desarrollo de la espasticidad.