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El centro médico de la Escuela Keck de Medicina, adscrita a la Universidad del Sur de California (USC), en Estados Unidos, se ha convertido en el primer centro médico del mundo en implantar un dispositivo aprobado por la Administración estadounidense de Alimentos y Medicamentos (FDA), que detecta y responde directamente a la actividad anormal del cerebro vinculada al inicio inminente de un ataque epiléptico, para así impedir que tenga lugar dicho ataque. El dispositivo tiene el potencial de ayudar a millones de personas en todo el mundo.
En una cirugía de tres horas, un equipo de médicos de la citada universidad le implantó el dispositivo a una mujer de 28 años de edad, de la ciudad californiana de Lakewood, a la que se le diagnosticó epilepsia en 2004. La receptora del implante, Kathleen Rivas, una aspirante a periodista, comienza así una nueva vida, y se convierte en una pionera dentro de este nuevo capítulo de la tecnología médica.
Rivas optó por recibir el implante porque la medicación no había logrado controlar completamente sus ataques.
Durante los próximos meses, sus médicos programarán el dispositivo para detectar la actividad cerebral que indica el comienzo de un ataque epiléptico.
El dispositivo es el único sistema de neuroestimulación activa del mundo aprobado para uso clínico. Los médicos de la USC han estado estudiando esta tecnología desde 2006, y están entre los primeros autorizados a recetarla, desde la aprobación de dicho dispositivo por la FDA.
La neuróloga Christianne Heck es la principal investigadora del ensayo clínico sobre este dispositivo en la USC.
La aprobación del nuevo dispositivo de neuroestimulación activa por parte de la FDA llegó después de un ensayo clínico sobre 191 pacientes con epilepsia que no podía ser controlada mediante medicamentos. El ensayo clínico mostró que, tres meses después de ponerse en marcha el dispositivo, los pacientes experimentaron una reducción de cerca del 38 % en sus ataques epilépticos, mientras que esa reducción fue solo de cerca de un 17 % en los pacientes a los cuales se les había apagado el dispositivo. Dos años después del implante, un 55 % de pacientes experimentaron una reducción de por lo menos un 50 % en sus ataques epilépticos.
Los pacientes con el dispositivo de neuroestimulación activa no pueden someterse a escaneos por resonancia magnética, tratamientos de diatermia (calentamiento localizado de tejidos mediante un campo eléctrico o magnético), terapia electroconvulsiva, ni estimulación magnética transcraneana. La energía que se genera en dichos procedimientos puede ser transmitida a través del dispositivo y de ese modo causar daños permanentes al cerebro. Evitando estos tratamientos, no debería presentarse ningún otro problema grave. Los efectos adversos más comunes que se presentaron fueron infección en el punto del implante y el agotamiento prematuro de la batería.
La epilepsia es una enfermedad neurológica que afecta a 65 millones de personas en el mundo. En aquellas personas en las que la medicación impide por completo o casi por completo los ataques epilépticos, y no genera efectos secundarios relevantes, esta vía farmacológica es suficiente para permitirles llevar una vida normal. Sin embargo, la enfermedad puede ser devastadora para los pacientes que sufren muchos ataques que no pueden impedirse.
La mayoría de las personas que sufren de epilepsia logran detener por completo sus ataques, o al menos reducirlos a una cantidad muy baja, mediante la vía farmacológica, o bien sometiéndose a cirugía para extirpar la porción de tejido cerebral donde se originan los ataques, en aquellos casos en los que es factible realizar esta extirpación. Para los pacientes a quienes ni la medicación ni la extirpación les pueden ayudar, la implantación de un dispositivo de neuroestimulación activa puede ser la solución.
enero 9/2014 (NCYT)