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Los estudios en modelos animales muestran que la manipulación de la flora intestinal podria ayudar a tratar trastornos mentales.
La conexión entre la flora bacteriana y el cerebro ha abierto un nuevo campo de investigación que ya empieza a dar sus frutos. En la segunda cumbre mundial Microbiota Intestinal para la Salud, celebrada en Madrid del 24 al 26 de febrero, se ha hecho un repaso a los avances en este ámbito.
El gastroenterólogo Premysl Bercik, investigador de la Universidad McMaster, de Hamilton (Canadá), ha expuesto los progresos registrados en los últimos años y los resultados de los experimentos que ha llevado a cabo su grupo en diferentes modelos murinos. «Hay estudios que muestran grandes diferencias en el comportamiento y en la bioquímica cerebral entre ratones libres de gérmenes y animales colonizados», ha apuntado en declaraciones a Diario Médico.
En cuanto a los trabajos de su equipo, ha citado los ensayos encaminados a averiguar «si al alterar la microbiota intestinal en ratones normales se puede cambiar su comportamiento». Y así ha sido. El investigador ha aclarado que, en realidad, los ratones que eligieron mostraban un carácter tímido. «Tras la administración de un antibiótico para modificar la composición de la microbiota, fuimos capaces de incrementar su carácter explorador». Por lo tanto, se puede convertir a un ratón tímido en valiente, atrevido y muy activo. Cuando la microbiota volvía a la normalidad, también lo hacía el comportamiento del roedor.
Bioquímica cerebral
Bercick considera que lo más interesante de estos experimentos «es que el cambio en el comportamiento también estaba asociado a modificaciones en la bioquímica cerebral y, específicamente, en ciertos factores neurotróficos, como BDNF». En el hipocampo y la amígdala de los animales se observó una expresión diferencial de BDNF.
En otra serie de ensayos, el grupo canadiense partió de dos razas de ratones: tímidos y atrevidos. Colonizaron a cada tipo de animal con la microbiota del otro. «Lo que vimos fue que el ratón tímido se volvía más atrevido y, por el contrario, el ratón valiente se volvía más tímido», ha resumido.
A la espera de resultados en humanos, el investigador ha subrayado que sus datos deben considerarse preliminares. No obstante, «se abre un campo totalmente nuevo y existe la posibilidad de que la microbiota desempeñe un papel en algunos pacientes con depresión, ansiedad u otros trastornos». De hecho, se han observado diferencias en la composición de la microbiota en pacientes con trastornos del espectro autista.
Para alterar el comportamiento en los modelos murinos no fue necesario manipular una gran cantidad de bacterias. Comenzaron con unas 50-70 cepas, pero luego vieron que los microorganismos relevantes podían reducirse a entre cinco y siete, que producían los mismos efectos.
Bercick ha precisado que «la pregunta sigue siendo cuáles son realmente las sustancias activas. ¿Es un metabolito neuroactivo producido por las bacterias que interacciona con el sistema nervioso? Hay estudios que muestran que las bacterias pueden modular el metabolismo de ciertos neurotransmisores, como serotonina, implicados en distintas enfermedades».
febrero 28/2013 (Diario Médico)