envejecmiento saludableUn nuevo estudio sugiere que la esperanza de vida de los hombres está cada vez más próxima a la de las mujeres. Entre las causas, un descenso del tabaquismo y de las muertes relacionadas con el alcohol.

Históricamente, las mujeres han vivido más que los hombres, pero los cambios en los estilos de vida pueden estar ayudando a los hombres a alcanzarlas. Ahora, un estudio publicado este miércoles (17.01.2024) en la revista Plos ONE, desgrana los países con mayor y menor longevidad, así como el aumento de la esperanza de vida tanto para mujeres y hombres.

«Este estudio concuerda con las tendencias epidemiológicas que sugieren un aumento de la esperanza de vida en el mundo y una reducción de las diferencias entre hombres y mujeres a lo largo del tiempo», afirma Brandon Yan, de la Universidad de California en San Francisco, en declaraciones recogidas por el portal NewScientist.

El estudio analizó los datos de mortalidad de 194 países desde 1990 hasta 2020. Los investigadores constataron que, en líneas generales, la longevidad aumenta en prácticamente todos los países del mundo mientras la brecha que existe entre la esperanza de vida de los hombres y las mujeres (siempre mayor) se va estrechando, aunque las diferencias entre países y continentes continúa siendo abismal.

La longevidad, tendencia al alza

Así, entre los países con una mayor longevidad (Europa, Japón o Norteamérica), la esperanza de vida supera ya los 80 años, mientras que en los lugares donde esa esperanza es más exigua (Guinea-Bisáu, la República Centroafricana o Uganda) apenas alcanza los 60 años, aunque también estos han registrado mejorías en sus indicadores durante las últimas décadas y continuarán haciéndolo durante los próximos diez años, confían los investigadores.

El estudio fue realizado por un equipo internacional de economistas y demógrafos en el que han participado investigadores de España y Reino Unido, concretamente de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), de la Universidad de Barcelona, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres o de la Universidad de Oxford.

Los investigadores también hicieron una prospección para 2030, corroborado ese aumento de la longevidad en todo el mundo, a pesar de algunos fenómenos concretos, como la crisis del sida en el África subsahariana o las sucesivas epidemias y pandemias. En este sentido, han advertido de tomar con cautela los resultados, pues acontecimientos inesperados podrían cambiar drásticamente las proyecciones.

Un grupo de hombres de avanzada edad en Millesimo, Italia.Un grupo de hombres de avanzada edad en Millesimo, Italia.

Cinco grandes grupos de países

El estudió clasificó 194 países en cinco grandes grupos en función de esa longevidad; a la cabeza se sitúan los países desarrollados, entre ellos Europa, Norteamérica, Japón, Australia o Nueva Zelanda.

En el segundo grupo están los países en vías de desarrollo, como Rusia, China, algunos de los países más ricos de América Latina y el norte de África.

En un tercero han incluido a la mayoría de los países latinoamericanos, Siria o los países del sudeste asiático.

En el cuarto conjunto han incorporado a la mayoría de los países africanos. Y al final un grupo de países donde la esperanza de vida es muy corta en comparación con el primer grupo, entre los cuales está Ruanda, Guinea-Bisáu, la República Centroafricana, Uganda o Lesoto.

Hombres y mujeres, más cerca

En declaraciones a la agencia Efe, el investigador principal del estudio, David Atance, economista y profesor en la Universidad de Alcalá de Henares (España), ha subrayado que todos los indicadores mejoran en todos los grupos, aunque entre el 2000 y 2020 se ha observado un estrechamiento de la brecha entre hombres y mujeres.

Principalmente, porque ambos se han beneficiado de los avances sanitarios y de una mayor concienciación sobre enfermedades como el sida, dice Atance. También han disminuido las muertes relacionadas con el tabaquismo y el alcohol, que afectan desproporcionadamente más a los hombres, lo que puede haber contribuido a reducir la diferencia de esperanza de vida entre hombres y mujeres, añade.

Los datos muestran una evidencia

En el primer grupo (los países más desarrollados), la longevidad se situaba en el año 1990 en 72 años para los hombres y 77 para las mujeres; en el año 2010 se avanzó hasta 78 años para los hombres y 83 las mujeres; y la prospección que hacen los investigadores es que en 2030 esa esperanza de vida se sitúe en 83 y 86 años, respectivamente. Y dos países (España y Japón) se sitúan siempre por encima de la media en este grupo.

En el lado opuesto de la tabla, el de los países con una longevidad más corta, la esperanza de vida en el año 1990 era de 44 años para los hombres y 50 para las mujeres; en el 2010 avanzaron hasta 57 y 61, respectivamente. Los investigadores han calculado que en el año 2030 los hombres vivirán en esos países una media de 61 años y las mujeres 62.

Atance ha explicado que el proceso que siguen todos los países para mejorar sus cifras es casi siempre el mismo: primero se reduce la mortalidad infantil; después se mejora la calidad de vida en la edad adulta gracias sobre todo a los avances médicos, y finalmente se introducen medidas que mejoran y alargan el envejecimiento.

Y aunque la brecha entre hombres y mujeres en cuanto a esperanza de vida se va reduciendo, Atance ha observado que ese indicador «nunca llegará a igualarse, porque la ciencia ha demostrado ya las diferencias físicas y fisiológicas entre ellos y algunas de esas diferencias hacen que el hombre sea más propenso a padecer algunas enfermedades», subraya.

No obstante, los investigadores reconocen que el covid-19 puede haber afectado a la esperanza de vida de los seres humanos en general y de los hombres en particular.

Referencia: Atance D, Mercè Claramunt M, Varea X, Aburto JM. Convergence and divergence in mortality: A global study from 1990 to 2030. PLOS ONE[Internet].2024[citado 17 enero 2024]. doi.org/10.1371/journal.pone.0295842

17 enero 2024| Fuente: DW.com| tomado de Ciencia

reloj biologicoUn estudio publicado en ‘Science‘ y realizado por el descubridor del primer gen del reloj biológico en mamíferos, Joseph Takahashi, ha probado un método experimental usado para prolongar la vida en animales modelo y ha demostrado que la hora a la que se come puede influir en la longevidad.

La investigación de Takahashi muestra que el reloj biológico influye más de lo que se creía en numerosas funciones del organismo, en particular en el metabolismo. Según ha afirmado en una conferencia en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), ‘hay una relación directa entre el reloj biológico y la salud y entenderla a escala molecular permitirá abrir nuevas vías contra el cáncer y otras enfermedades’.

Con respecto a la nueva investigación sobre la relación entre el reloj biológico y la longevidad, Takahashi ha demostrado que la restricción calórica (ingerir menos calorías de manera controlada) es más efectiva si se aplica teniendo en cuenta los ritmos biológicos. En la investigación varios grupos de ratones comieron toda su vida un 30 por ciento menos de lo habitual, pero algunos lo hicieron con restricciones horarias. Los que podían comer en cualquier momento del día fueron un 10 por ciento más longevos; los que comían solo de día vivieron un 20 por ciento más; y los que comían solo de noche, cuando los ratones son más activos, un 35 por ciento más. ‘Esto sorprendió mucho a toda la comunidad de longevidad, porque muestra que la hora en que se come es quizás el factor más importante’, ha afirmado Takahashi.

‘El poder de este experimento es que los animales comen exactamente lo mismo cada día, la única diferencia es el patrón temporal que siguen al hacerlo. Estamos muy emocionados con este resultado’, ha añadido. Así, el investigador ha asegurado que ‘el reloj biológico está en la base de todos los mecanismos del organismo que están relacionados con la longevidad’.

El primer gen relacionado con ritmos circadianos se identificó en la mosca de la fruta -la ‘Drosophila melanogaster’- en los años setenta. Los años siguientes empezó una carrera por encontrar más bases genéticas de relojes circadianos. Takahashi encontró el gen CLOCK en 1997, y poco después BMAl1. Son genes que activan la lectura de otros implicados en ritmos circadianos, de los que se conoce ya una decena. Estos genes interactúan formando un sistema que se sincroniza con el entorno, y su acción influye en miles de otros genes.

Takahashi ha descubierto que alrededor del 10 por ciento de los genes que se expresan en cualquier tejido están sometidos a control circadiano. Muchos son genes implicados en rutas metabólicas y del ciclo celular.

En su investigación con restricción calórica, Takahashi observó que, en el hígado, los patrones de lectura (transcripción) de unos 2 500 genes variaban según los animales comieran de día o de noche. El grupo en que esta lectura de las instrucciones genéticas se desviaba menos de la habitual era el de los ratones más longevos -los que comían solo por la noche, coincidiendo con su periodo natural de actividad.

Los investigadores registraron también una mayor pérdida de peso en este grupo. El grupo de Takahashi quiere ahora investigar si alterar el gen CLOCK tiene efectos sobre la longevidad, y también buscan modular la actividad de este gen mediante un fármaco.

Ver más información: Acosta-Rodríguez V, Rijo Ferreira F, Izumo M, Xu P, Wight Carter M, Takahashi J.  Circadian alignment of early onset caloric restriction promotes longevity in male C57BL/6J mice. Science[Internet]. 2023[citado 4 dic 2023]; 376(6598): 1192-1202. DOI: 10.1126/science.abk0297

6 diciembre 2023|Fuente: Europa Press| Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.

diciembre 6, 2023 | gleidishurtado | Filed under: alimentación | Etiquetas: , , , , , , |

longevidadEn un estudio sobre longevidad en mujeres, investigadores de la Universidad de California en San Diego (UCSD) examinaron los beneficios de mantener un peso estable para las mujeres mayores.

Los científicos estudiaron datos de miles de mujeres para determinar la probabilidad de alcanzar los 90, 95 o 100 años, lo que denominaron “longevidad excepcional”.

Su análisis de datos mostró que las mujeres mayores que mantenían un peso estable pueden tener entre 1,2 y 2 veces más probabilidades de llegar a los 90 o 100 años.

Si bien mantener un peso estable proporcionó beneficios para alcanzar una longevidad excepcional, la pérdida de peso involuntaria se asoció con una disminución en la probabilidad de llegar a los 90 años.

Las mujeres mayores que buscan prolongar su vida hasta los 90 años o más deben centrarse en mantener un peso estable.

Un estudio multiinstitucional reciente encontró que las mujeres mayores que mantenían un peso corporal estable después de los 60 años tenían más probabilidades de cumplir 90 años.

En el estudio participaron 54 437 mujeres de la Iniciativa de Salud de la Mujer. Los investigadores observaron los cambios de peso a corto y largo plazo en las mujeres y los compararon con la edad que alcanzaron.

Los investigadores encontraron que las mujeres que experimentaron una pérdida de peso involuntaria tenían un 51 % menos de probabilidades de llegar a los 90 años.

Si bien la pérdida de peso se asoció con una menor longevidad, un aumento de peso del 5 % o más no contribuyó a una longevidad excepcional, lo que apunta a la importancia de mantener un peso estable.

El estudio fue publicado en la Revista de Gerontología: Ciencias Médicas.

Pérdida de peso versus aumento de peso versus peso estable

Este estudio tuvo como objetivo analizar cualquier asociación entre los cambios de peso (intencionales o no intencionales) y una longevidad excepcional en mujeres mayores.

Los autores señalaron que estudios anteriores analizaron los efectos de la pérdida de peso en la edad adulta temprana y media, como pasar de ser una persona con obesidad a tener sobrepeso, pero que estos estudios no habían considerado si la pérdida de peso fue intencional.

El estudio de la UCSD incluyó a casi 55 000 mujeres posmenopáusicas que participaron en el estudio Women’s Health Initiative (WHI), que comenzó en 1991. El estudio WHI se centró en problemas de salud en mujeres posmenopáusicas, como enfermedades cardíacas y cáncer.

Los autores optaron por utilizar datos de mujeres que tenían entre 61 y 81 años en el momento de inscribirse en el estudio. Las mujeres proporcionaron información, incluido su peso, afecciones médicas, consumo de alcohol y tabaquismo.

Los investigadores observaron los cambios de peso desde el comienzo de la inscripción de cada participante y posteriormente a los 3 y 10 años. Clasificaron a las mujeres en uno de tres grupos:

Peso estable (menos del 5 % de cambio con respecto al peso inicial)

Pérdida de peso (más del 5 % de disminución del peso inicial)

Aumento de peso (más del 5 % de aumento con respecto al peso inicial)

Los autores también clasificaron a las mujeres en “grupos de pérdida de peso intencional” o “grupos de pérdida de peso no intencional” en el pesaje de 3 años, dependiendo de si informaron haber perdido más de 5 libras a propósito.

Perder peso sin querer perjudica las posibilidades de llegar a los 90 años

Después de excluir a las mujeres que murieron dentro del primer año del pesaje de 3 años (para evitar que las condiciones de salud preexistentes afecten los resultados), los investigadores encontraron que el 56, 3% de las mujeres que mantuvieron un peso estable vivieron al menos 90 años. viejo.

Las mujeres que experimentaron una pérdida de peso involuntaria del 5 % o más tenían menos probabilidades de llegar a los 90 años.

Según los autores, las mujeres que tuvieron una pérdida de peso (por cualquier motivo) de más del 5 % en el control de 3 años tenían un 33 % menos de probabilidades de alcanzar los 90, un 35 % menos de probabilidades de llegar a los 95 y un 38 % menos de probabilidades de alcanzar los 90. 100.

También observaron si la pérdida de peso fue intencional o no, y las mujeres que intentaron perder peso tenían un 17 % menos de probabilidades de llegar a los 90 años. Algunas razones para perder peso intencionalmente incluyeron cambios en la dieta y un aumento en el ejercicio.

Las mujeres que no perdieron peso a propósito tuvieron un 51 % menos de probabilidades de llegar a los 90 años. Algunas de las razones que las mujeres informaron para perder peso involuntariamente incluyen enfermedades y estrés.

Alternativamente, un aumento de peso de más del 5 % en el pesaje a los 3 años no se asoció con mayores posibilidades de supervivencia.

«Es muy común que las mujeres mayores en los Estados Unidos experimenten [sobrepeso u obesidad] con un índice de masa corporal entre 25 y 35. Nuestros hallazgos respaldan el peso estable como objetivo de longevidad en las mujeres mayores», dice el profesor Aladdin. H. Shadyab, autor principal del estudio y profesor de la Escuela de Salud Pública y Ciencias de la Longevidad Humana de UCSD.

«Si las mujeres que envejecen pierden peso cuando no están intentando perder peso, esto podría ser una señal de advertencia de mala salud y un predictor de una menor longevidad». — Prof. Aladdin H. Shadyab

Por qué es importante mantener el peso

La Dra. Jessica Lee, profesora asociada de geriatría de la Facultad de Medicina McGovern de UTHealth Houston, habló con Medical News Today sobre el estudio.

«A lo largo de los años, ha habido algunas dudas sobre si los cambios de peso tienen más o menos beneficios con respecto a la longevidad», dijo.

«Los resultados de este estudio indican que en las mujeres mayores, la supervivencia a una longevidad excepcional es más probable en aquellas que mantienen su peso (<5 % del valor inicial) en lugar de ganar o perder peso», anotó.

El Dr. Lee señaló que el estudio podría afectar los consejos que los médicos dan a los pacientes en un entorno clínico.

“Esto potencialmente cambia los consejos para perder peso en mujeres adultas mayores. En lugar de centrarse en la pérdida o el aumento de peso después de los 60 años, será más importante enfatizar el mantenimiento del peso en aquellos que por lo demás están sanos en general”. — Dra. Jessica Lee

Katie Lounsberry, dietista registrada del Providence Mission Hospital, en Mission Viejo, CA, también habló con MNT sobre el estudio y dijo que quedó impresionada con el tamaño del grupo de participantes que analizaron los investigadores.

“Este es aparentemente el primer estudio importante que evalúa la relación entre los cambios de peso en etapas posteriores de la vida y una longevidad excepcional. Las investigaciones anteriores han sido limitadas debido al pequeño número de participantes y al seguimiento limitado a medida que los participantes alcanzan edades avanzadas”, dijo.

Si bien la Dra. Lee encontró útil el estudio, sí notó una posible debilidad. Dijo que es posible que los hallazgos no se apliquen a todos.

“Los estudios observacionales son buenos para examinar grupos en su conjunto, pero no necesariamente son aplicables a pacientes individuales. Por ejemplo, una mujer mayor que [tiene obesidad mórbida] aún puede beneficiarse de la pérdida de peso para ayudar con otras afecciones como enfermedades cardíacas o diabetes que tienen un alto riesgo de mortalidad”, dijo.

Lounsberry también enfatizó la importancia de tener en cuenta al individuo en cuestiones de control de peso.

«Dada la abundancia de investigaciones anteriores sobre los beneficios de la pérdida de peso para ciertas enfermedades y resultados de salud, es importante evaluar los objetivos de salud generales de forma individual al establecer objetivos de peso», dijo.

«Este estudio presenta consideraciones interesantes al hacer recomendaciones sobre cambios de peso para adultos mayores, ya que muestra que la pérdida de peso puede no ayudar a las mujeres a vivir más tiempo». —Katie Lounsberry

Referencia

Shadyab AH, Manson JE, Allison MA, Laddu D, Wassertheil-Smoller S, Van Horn L, et al. Association of Later-Life Weight Changes with Survival to Ages 90, 95, and 100: The Women’s Health Initiative. The Journals of Gerontology: Series A, 2023; glad177, https://doi.org/10.1093/gerona/glad177

https://academic.oup.com/biomedgerontology/advance-article/doi/10.1093/gerona/glad177/7246412

Fuente: (Medical News Today)

Close up of older Chinese woman's eye

El estudio de las modificaciones químicas de los ARNs, presentes en todos los organismos, es esencial para avanzar en el conocimiento de las enfermedades asociadas al envejecimiento (síndrome metabólico, problemas cardiovasculares, deterioro neuro-cognitivo, etc.). Ahora, un equipo del CiMUS de la USC liderado por Diana Guallar, acaba de conseguir financiación para examinar los ARNs cuyas modificaciones son alteradas con el envejecimiento; y explorar la modulación farmacológica de estas marcas reversibles como una nueva terapia para mejorar la calidad de vida durante esta etapa. La investigación está asegurada durante tres años gracias a una de las más competitivas becas que se conceden en el panorama científico nacional, las de la Fundación Ramón Areces.

El trabajo del CiMUS ha sido uno de los 19 reconocidos en toda España en la última convocatoria del concurso de Ayudas a la Investigación en Ciencias de la Vida y de la Materia. En total, la entidad destina cerca de 130.000€ a esta investigación gallega sobre las modificaciones químicas de los ARNs asociadas a la longevidad. «Aunque en estudios recientes la regulación de estas marcas químicas reversibles ha venido relacionándose con la edad en otros organismos, debido a su complejidad, en mamíferos no se conoce con exactitud el papel que juegan. Y es aquí donde se nos abre un horizonte prometedor hacia nuevas terapias», asegura Diana Guallar.

Reescribir el ARN para lograr un envejecimiento saludable

Los ARNs se modifican químicamente (epitranscriptómicamente) en todos los organismos, desde las levaduras hasta los humanos, y estas modificaciones pueden afectar a todas las etapas del metabolismo del ARN, desde su estabilidad hasta su localización o potencial de codificación de proteínas. Se ha demostrado que estas marcas desempeñan funciones clave en el desarrollo embrionario, la adaptación al estrés y las respuestas inmunitarias innatas, entre otras. De hecho, las modificaciones de ARN están más cerca de nuestras vidas de lo que podemos imaginar, ya que un aspecto clave de las vacunas de ARNm contra el COVID-19 ha sido la modificación química N1-metilpseudouridina (m1Ψ) en estos ARNs para aumentar su eficacia.

Debido al continuo aumento de la esperanza de vida en las sociedades occidentales, el envejecimiento se ha convertido en el mayor factor de riesgo para la mayoría de las enfermedades humanas, como los trastornos cardiovasculares y metabólicos, el cáncer y los procesos neurodegenerativos.

A pesar de que la regulación epitranscriptómica está empezando a ser asociada con la longevidad y el envejecimiento en gusanos y levaduras, en mamíferos no se conoce con exactitud el papel que juegan estas modificaciones químicas del ARN. Por ello, «el proyecto que llevamos a cabo desde el CiMUS se propone examinar los ARNs cuyas modificaciones son alteradas con el envejecimiento, y explorar la modulación farmacológica de estas marcas reversibles como una nueva terapia para mejorar la calidad de vida durante el envejecimiento», sostiene la investigadora.

Nueva era de investigación en modificaciones del ARN

Guallar admite que, a pesar de la gran cantidad de estudios realizados hasta la fecha sobre el envejecimiento, «su complejidad intrínseca ha dificultado el desarrollo de estrategias clínicas exitosas para contrarrestarlo». Dado que la metilación del ARN es reversible, propone «diseccionar la combinación mínima de moduladores epitranscriptómicos que podrían usarse para revertir las características del envejecimiento. Inmersos en una nueva era de investigación sobre modificaciones del ARN, este proyecto pretende dilucidar nuevos mecanismos subyacentes al envejecimiento, proporcionando nuevos biomarcadores y estrategias para abordar esta inevitable consecuencia de la vida», explica.

 

Mayo 23/2023 (Diario Médico) – Tomado de I+D+I  Copyright 2023: Publimas Digital

 

 

Con base en datos de casi mil voluntarios británicos nacidos durante las décadas de 1950 y 1960, se arribó a la conclusión de que la relación con los progenitores durante la infancia y la adolescencia puede tener influencia sobre la longevidad. Read more

La edad de 100 años en humanos no es frecuente, como tampoco lo es la correspondiente en perros: entre los 17 y 22 años. El análisis de ADN de dos canes ‘Matusalén’ de 22 y 27 años en Hungría, protagonistas del Cienciaalobestia, muestra la existencia de cuatro variantes genéticas exclusivas, relacionadas con el envejecimiento.

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abril 26, 2020 | Dra. María Elena Reyes González | Filed under: Biología, Geriatría, Investigaciones, Medicina | Etiquetas: , , , , , , |

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