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La historia clínica medioambiental del paciente será «una herramienta básica» para el médico del futuro, fundamental para orientar la causa de las enfermedades, sostiene su principal impulsor en España, el pediatra Juan Antonio Ortega.
Unos 400 profesionales participan actualmente en un curso sobre medicina medioambiental que ofrece la Asociación Española de Pediatría y que coordina Ortega, pionero en una materia en la que trabaja desde hace veinte años, cuando hablar sobre la incidencia del medio en las enfermedades era «motivo de incredulidad», cuando no «de burla».
Pese a que «los futuros líderes de la medicina ambiental están ahora mismo acabando sexto de primaria», Ortega está seguro de que esta rama «va a revolucionar la medicina».
El especialista, que coordina la Unidad de Salud Medioambiental Pediátrica del Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca (Murcia), compara la situación con la de los genetistas hace 40 años. «A ver quién pone ahora un hospital sin unos servicios de genética clínica. En medicina ambiental pasará lo mismo», anticipa.
«Haces a un paciente unas pruebas genéticas y le parece fantástico. Pero le hablas de un cribado de salud ambiental y te pregunta para qué. Y el fondo es lo mismo, intentar comprender las causas de las enfermedades», señala.
«Seamos realistas: ¿quién le pregunta a los enfermos dónde trabajan y qué exposiciones tienen? Creo que la inmensa mayoría de los enfermos crónicos lo son por enfermedades ambientalmente relacionadas y todos tienen el derecho a una cuidadosa historia clínica ambiental que les permita resolver sus dudas y planificar mejor su futuro», dice a EFE el pediatra, que confía en que la generalización de esa historia sea «la mejor herencia» de su paso por la medicina.
Ortega apunta que, ante un paciente con riesgo cardiovascular, un médico pide una analítica para medir el colesterol, los triglicéridos o la creatinina, «pero todavía no pide los niveles de plomo, cuando se sabe que algunos metales pesados aportan tanto o más riesgo cardiovascular que el colesterol».
«No es difícil hacerlo, pero todavía no forma parte del acervo del médico», señala.
Anemia, párkinson: casos concretos
El doctor cita varios casos, expuestos durante el curso, de enfermedades causadas o agravadas por factores ambientales (cáncer, enfermedades endocrinas, trastornos del neurodesarrollo). Y refiere ejemplos concretos, como el de un pequeño que sufrió anemia aplásica y requirió un trasplante después de que el interior de su vivienda se decorase con pintura para fachadas; o el de niños inmunodeprimidos que reducen sus infecciones.
El doctor cita varios casos, expuestos durante el curso, de enfermedades causadas o agravadas por factores ambientales (cáncer, enfermedades endocrinas, trastornos del neurodesarrollo). Y refiere ejemplos concretos, como el de un pequeño que sufrió anemia aplásica y requirió un trasplante después de que el interior de su vivienda se decorase con pintura para fachadas; o el de niños inmunodeprimidos que reducen sus infecciones respiratorias gracias a la instalación de un filtro HEPA (recogedor de partículas) en su casa.
También habla de una persona de 26 años con párkinson, que llevaba desde la adolescencia expuesta a pesticidas por su trabajo en un invernadero: «No encontraron nada genético y le mandaron a nuestra consulta. Hicimos una evaluación de riesgos, un detalle de los pesticidas a los que estuvo expuesto, lo sacamos de la exposición y mejoró».
Asesor del Hospital San Juan de Dios de Barcelona, profesor en la Facultad de Medicina de Murcia, Ortega ha conseguido que en su programa de estudios se incluya la asignatura de medicina medioambiental pediátrica y prevé que pronto se impartirá en todas las facultades.
Pero en algunos aspectos habla de un necesario retorno a prácticas del pasado.
«Hubo un tiempo en el que el médico visitaba el domicilio del enfermo y reconocía el entorno en el que vivía. Hoy tenemos mucha información de los domicilios y de los barrios, de los índices de contaminación, sin necesidad de desplazarnos, pero es probable que en el futuro volvamos a recuperar esa visita, quizá mediante la inteligencia artificial o un gemelo digital, quién sabe», dice.
Ortega considera que, una vez desentrañado el ADN humano, el reto es «reconocer el exposoma, el ambiente que rodea a las personas». Hay una dificultad adicional: el genoma no cambia, pero el exposoma varía en el espacio y en el tiempo.
Negacionismo reactivo
Este pediatra ambiental admite que la actual es «una época de negacionismo absoluto» respecto a la emergencia climática y sus consecuencias, pero no se muestra excesivamente preocupado porque lo considera «un negacionismo reactivo».
«Los jóvenes, incluso los votantes de ultraderecha, tienen una conciencia verde y ambiental que sus padres nunca tuvieron. Es un negacionismo pasajero. La propia naturaleza es convulsa y los cambios los haremos probablemente al borde del precipicio. El impacto que tiene el cambio climático en la salud de las personas es imparable y tenemos que trabajar por mitigarlo», argumenta.
Juan Antonio Ortega, convencido también de que en el futuro todos los hospitales tendrán un espacio natural incorporado a su cartera de servicios, cree que el desafío en la relación médico-paciente no es tanto humanizar la medicina como «naturalizarla» y «enraizarla».
30 junio 2025 | Fuente: EFE | Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2025. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A. | Noticia
nov
23
Los nanoplásticos interactúan con la proteína cerebral alfa-sinucleina creando cambios relacionados con la enfermedad de Parkinson y algunos tipos de demencia, según un estudio dirigido por la Universidad de Duke (EE.UU.). El estudio, publicado en Science Advances, crea la base para una nueva área de investigación, alimentada por el oportuno impacto de los factores ambientales en la biología humana.
El estudio sugiere que la aparición de micro y nanoplásticos en el medio ambiente podría representar la generación de nuevas toxinas implicadas en la progresión de la enfermedad de Parkinson, y descubrieron que las nanopartículas del plástico poliestireno -que se encuentran típicamente en artículos de un solo uso como vasos y cubiertos desechables- atraen la acumulación de la proteína alfa-sinucleína.
Los hallazgos más sorprendentes del estudio son los estrechos vínculos que se forman entre el plástico y la proteína dentro del lisosoma. Así, observaron que las acumulaciones de plástico-proteína ocurrieron en tres modelos diferentes del estudio: en tubos de ensayo, neuronas cultivadas y modelos de ratón.
Liu Z, Sokratian A, Sokratian A, Duda AM, Xu E, Stanhope C, et al. Anionic nanoplastic contaminants promote Parkinson’s disease–associated α-synuclein aggregation. Sci Adv [Internet].2023[citado 22 nov 2023];9(46). DOI: 10.1126/sciadv.adi8716
23 noviembre 2023 | Fuente: Neurología.com |Tomado de Noticia Salud
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28
Las mujeres que se desempeñan como estilistas, cosmetólogas, en la confección de prendas y en la construcción, entre otras actividades, corren riesgo potencial de contraer cáncer de ovario por exposición acumulativa a diversas sustancias tóxicas
El estudio destaca la relevancia potencial de la exposición prolongada a sustancias específicas como el talco, amoníaco, gases propulsores, combustible y blanqueadores.
La publicación de la revista Occupational & Environmental Medicine * advierte que ciertos puestos de trabajo desempeñados por mujeres pueden estar relacionados con una mayor predisposición a contraer cáncer de ovario.
Los hallazgos del ensayo impulsaron comentarios que denuncian la baja identificación de los factores de riesgo de cáncer de ovario, mientras persiste la probabilidad de aumento de los factores ambientales que los provocan, incluidos los relacionados con los lugares de trabajo.
Asimismo, los pocos estudios sobre el tema alcanzaron fiabilidad limitaba en sus resultados al prescindir de los factores potencialmente influyentes, los historiales laborales previos o incluir un número pequeño de participantes mujeres.
Con la intención de mitigar estos problemas, los autores recurrieron a legajos laborales obtenidos en un estudio que recogía historia y presente de casos y controles basados en la población.
La iniciativa permitió enfocar el análisis en dos aspectos del entorno laboral: el empleo en funciones o industrias específicas y la exposición a riesgos laborales concretos. La adopción del criterio pretendió abordar las limitaciones y obtener una comprensión cabal de las probables asociaciones.
El estudio anterior Prevención del cáncer de ovario en Quebec (Prevention of Ovarian Cancer in Quebec – PROVAQ) reunió mujeres con edades de 18 a 79 años, seleccionadas de siete hospitales de Montreal entre 2010 a 2016 y diagnosticadas con cáncer de ovario.
En total, 491 mujeres que cumplían con los criterios del estudio fueron emparejadas por edad y lugar de residencia junto a otras 897 sin cáncer de ovario.
La presente investigación recolectó información de todas las participantes acorde a sus antecedentes sociodemográficos, historia clínica, medicación prescrita, antecedentes reproductivos, peso y altura; incluyó además factores relacionados con sus estilos de vida y los detalles laborales registrados durante la vida.
En comparación con el grupo de control, un porcentaje elevado de mujeres con cáncer de ovario presentaron factores considerados de riesgo potencial para el desarrollo de la enfermedad: menor nivel educativo, menor duración del uso de anticonceptivos orales y ninguna o menor cantidad de hijos.
Las participantes informaron cada empleo propio con una duración mínima de 6 meses. Los datos comprendían: puesto desempeñado, fechas de inicio y cese, horario de trabajo (con la inclusión de cambios de turno) y tareas principales ejecutadas durante el período laboral.
Se clasificó, entonces, la duración acumulada del trabajo o industria como ninguna, menos de 10 años y 10 años o más.
Más del 50% de las participantes habían trabajado al menos en tres empleos siendo el primero anterior a los 20 años de edad. La mayoría tuvo una duración de la vida laboral de 15 años o más, y su trabajo con mayor antigüedad fue de al menos 10 años.
Se utilizó la Matriz de nivel de exposición laboral canadiense (Canadian job-exposure matrix – CANJEM) para determinar la exposición de las participantes a agentes específicos. A continuación, el estudio examinó el vínculo entre la exposición a cada uno de los 29 agentes predominantes y el riesgo de cáncer de ovario.
Tras tener en cuenta los factores potencialmente influyentes, los cálculos indicaron que varias funciones laborales podrían estar relacionadas con un mayor riesgo de padecer la enfermedad.
En particular, las personas que habían trabajado 10 años o más en profesiones tales como peluquería, barbería, estética y afines, presentaban un riesgo tres veces mayor de desarrollar cáncer de ovario. Del mismo modo, quienes s desempeñaron en áreas de contabilidad durante 10 años o más presentaban el doble de riesgo, mientras las que trabajaban en el sector de la construcción casi triplicaban el riesgo.
Por su parte, el empleo duradero en la industria de la confección se relacionó con un 85% de aumento del riesgo. Además, trabajar en el sector de ventas o comercio minorista se asoció respectivamente con 45% al 59% de mayor riesgo de padecer la enfermedad.
El aumento significativo del riesgo superior al 40% correspondió a los casos de exposición acumulada alta (8 años o más) a 18 agentes específicos, entre los que se incluían:
polvos de talco, amoniaco, peróxido de hidrógeno, polvo de cabello, fibras sintéticas y de poliéster, tintes y pigmentos orgánicos, celulosa, formaldehído y gases propulsores, así como sustancias químicas presentes de forma natural en los combustibles y blanqueadores.
Las mujeres que trabajan en ocupaciones relacionadas con la peluquería están expuestas a cientos de productos químicos en altas concentraciones, incluidos tintes para el cabello, champús, acondicionadores, productos de estilismo y cosméticos. El empleo en ocupaciones relacionadas con la peluquería y la exposición a 12 agentes predominantes en estas ocupaciones fueron asociadas por el estudio con mayores riesgos de cáncer de ovario.
Las tareas de peluquería, esteticismo y trabajos afines resultaron las expuestas con mayor frecuencia e intensidad a 13 agentes diferentes, entre los que destacaron el amoníaco, el peróxido de hidrógeno, tintes y pigmentos orgánicos, y blanqueadores. Estas actividades ocupan el segundo lugar entre las más comprometidas a polvos de talco.
Los autores aclaran que no está definido si las asociaciones fueron impulsadas por un único agente, una combinación de ellos u otros factores relacionados al área de trabajo.
El número de mujeres empleadas en trabajos específicos como papeleras, imprentas, producción textil, tintorerías y fábricas, al ser relativamente pequeño, también limitó el número de quienes estaban expuestas a ciertos agentes clasificados como potenciales factores de riesgo (por ejemplo, asbestos y pesticidas).
Al considerar los autores que algunas asociaciones estadísticamente significativas del estudio podrían atribuirse al azar, destacan la necesidad de realizar nuevos estudios que reproduzcan los resultados con el fin de establecer la validez y fiabilidad de su trabajo.
A pesar de las limitaciones y la posibilidad de hallazgos fortuitos, el artículo afirma que los resultados indican una evidencia sugestiva de asociación causal entre el empleo en profesiones determinadas con exposiciones laborales específicas y el aumento del riesgo de padecer cáncer de ovario.
Estudios de cáncer ocupacional sin o casi sin mujeres
Las doctoras Melissa C Friesen y Laura E. Beane Freeman, epidemiólogas ocupacionales y ambientales del Instituto Nacional del Cáncer (US National Cancer Institute -NCI) de EE.UU., al comentar el artículo en el mismo ejemplar de la revista, destacan su utilidad para reconocer el bajo nivel de participación de las mujeres en los estudios sobre cáncer ocupacional. Las profesionales subrayan, además, la necesidad de mejorar la investigación y los mecanismos que evalúan los riesgos profesionales de las mujeres con el objetivo de enriquecer la comprensión del tema. Las integrantes del NCI advierten además que al excluirse a las mujeres de los estudios relacionados con el cáncer ocupacional, se pierde la oportunidad de identificar los factores de riesgo específicamente vinculados a los diversos tipos de cáncer que afectan a las mujeres. La evaluación de las diferencias de riesgo en función del sexo y el examen de las exposiciones prevalentes en profesiones con preponderancia femenina.
Fuente: Noticias biomédicas(siicsalud.com)
Referencia:
Leung Lisa, Jérôme Lavoué, Jack Siemiatycki, Pascal Guénel, Anita Koushik. Occupational environment and ovarian cancer risk. Occupational & Environmental Medicine. 2023; 80(9). https://oem.bmj.com/content/oemed/early/2023/06/01/oemed-2022-108557.full.pdf
https://oem.bmj.com/content/80/9/489
jun
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Junto con la hipertensión, diabetes y tabaquismo, los factores ambientales como la contaminación atmosférica predicen altamente las posibilidades de muerte, sobre todo de ataque cardíaco y accidente cerebrovascular, divulgó la revista Plos One. Read more
oct
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Un estudio en más de 3 millones de niños, liderado por el español Manuel López-Aranda, indica la asociación en varones entre infecciones en la primera infancia tan graves como para requerir hospitalización y el diagnóstico de trastornos del espectro autista. Los resultados se han publicado en Science Advances. Read more
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Un estudio evalúa las relaciones entre más de 200 factores ambientales y la presión sanguínea durante el embarazo y en la infancia. Los resultados muestran que, ya desde la fase fetal, el lugar en el que vivimos, lo que comemos y respiramos y los compuestos químicos que llegan hasta nuestro organismo pueden afectar a la presión sanguínea antes de alcanzar la adolescencia. Read more
