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6
Existe una masculinización del metabolismo intermedio en pacientes con síndrome de ovario poliquístico.
El síndrome de ovario poliquístico (SOP) es el trastorno endocrino-reproductivo más frecuente en mujeres premenopáusicas y se asocia a resistencia a la insulina, a la obesidad y a problemas de salud cardiometabólicos. Ahora, dos trabajos del Hospital Ramón y Cajal – IRYCIS y el área de Diabetes y Enfermedades Metabólicas Asociadas del CIBER (CIBERDEM) estudian la hipótesis de que el exceso de andrógenos en las mujeres está relacionado con cómo su cuerpo responde a los procesos metabólicos, tanto en ayunas como después de ingerir alimentos de diversa composición nutricional; y cómo esta respuesta puede estar influenciada por la obesidad.
El primer estudio del Hospital Ramón y Cajal- IRYCIS, ‘Serum metabolomics profiling by proton nuclear magnetic resonance spectroscopy reveals sexual dimorphism and masculinization of intermediate metabolism in women with polycystic ovary syndrome (PCOS)’, liderado por Héctor Escobar Morreale y Mª Ángeles Martínez-García, muestra que el perfil metabolómico en sangre es diferente en hombres y mujeres. Además, revela que existe una masculinización del metabolismo intermediario en mujeres con síndrome de ovario poliquístico.
En esta investigación participaron 53 adultos jóvenes. Mujeres con síndrome de ovario poliquístico, que se caracterizan por presentar una clínica y/o bioquímica de exceso androgénico y disfunción ovulatoria. Así como mujeres sin hiperandrogenismo y con ciclos menstruales regulares, y hombres sanos. La mitad de los sujetos de cada grupo presentaba obesidad. A partir del suero de muestras de sangre obtenidas en ayunas se identificaron 36 metabolitos de bajo peso molecular. Todo ello mediante espectroscopía de resonancia magnética nuclear de protones. Los resultados revelaron que el impacto negativo de la obesidad en el perfil metabolómico se limitó a las mujeres, con o sin el síndrome. Los hombres obesos no mostraron un deterioro adicional en comparación con los varones sin obesidad.
Respuesta diferente ante la ingesta de nutrientes
Por otra parte, el estudio ‘Serum metabolomics profiling by proton nuclear magnetic resonance spectrometry of the response to single oral macronutrient challenges in women with polycystic ovary syndrome (PCOS) compared with male and female controls’, llevado a cabo por el mismo equipo de investigadores, ha ahondado en las diferencias entre sexos en la respuesta postprandial tras la ingesta de diferentes macronutrientes (glucosa, proteínas y lípidos).
De acuerdo con los resultados del análisis del perfil metabolómico, las diferencias en los procesos metabólicos parecen estar impulsadas por los efectos de la insulina después de las comidas. Especialmente la obesidad, y en menor medida el síndrome de ovario poliquístico, ejercen un papel modulador, probablemente derivado de la resistencia a la insulina.
“Que nuestro cuerpo responda de manera diferente a las comidas dependiendo de si somos hombres o mujeres se debe principalmente a cómo la insulina actúa después de comer, especialmente si tenemos sobrepeso”, explica Manuel Luque Ramírez, investigador del Hospital Ramón y Cajal-IRYCIS y CIBERDEM. Además, concluye que “la obesidad puede afectar a nuestra capacidad de adaptarnos y procesar diferentes tipos de alimentos, pero también el sexo y las hormonas sexuales juegan un papel importante en cómo nuestro organismo regula el metabolismo tras su ingestión”.
Ver más información: Escobar-Morreale HF, Martínez-García MÁ, Insenser M, Cañellas N, Correig X, Luque Ramírez M. Serum metabolomics profiling by proton nuclear magnetic resonance spectroscopy reveals sexual dimorphism and masculinization of intermediate metabolism in women with polycystic ovary syndrome (PCOS). Biol Sex Differ[Internet].2023[citado 4 dic 2023]; 14(21). https://doi.org/10.1186/s13293-023-00507-w
6 diciembre 2023 | Fuentes: Gaceta Médica| Tomado de |Investigación
nov
30
Los hallazgos destacan la falta de sueño como un factor de riesgo modificable para la diabetes tipo 2.
La insuficiencia crónica del sueño en mujeres afecta la sensibilidad a la insulina independientemente de los cambios en la adiposidad: resultados de un ensayo aleatorizado
La falta de sueño se asocia con la diabetes tipo 2, aunque se desconoce el impacto causal de la falta crónica de sueño en el metabolismo de la glucosa en las mujeres. Investigamos si la restricción leve y prolongada del sueño (SR), parecida al sueño breve en el mundo real, afecta el metabolismo de la glucosa en las mujeres.
Metodología
Se reclutó a mujeres (de 20 a 75 años de edad) sin enfermedades cardiometabólicas y con un tiempo total de sueño (TST) habitual confirmado por actigrafía de 7 a 9 h/noche para participar en este estudio cruzado, aleatorizado, con dos fases de 6 semanas: mantenimiento de una adecuada sueño (AS) y 1,5 h/noche SR.
Los resultados incluyeron niveles plasmáticos de glucosa e insulina, valores HOMA de resistencia a la insulina (HOMA-IR) basados en muestras de sangre en ayunas, así como el área total bajo la curva de glucosa e insulina, el índice de Matsuda y el índice de disposición de una prueba de tolerancia oral a la glucosa.
Resultados
Nuestra muestra incluyó 38 mujeres (n = 11 mujeres posmenopáusicas). Los valores se informan con ±SEM. Los modelos lineales ajustados a los valores de resultado iniciales demostraron que el tiempo total de sueño (TST) se redujo en 1,34 ± 0,04 h/noche con SR versus AS (P <0,0001).
Los valores de insulina en ayunas (β = 6,8 ± 2,8 pmol/L; P = 0,016) y HOMA-IR (β = 0,30 ± 0,12; P = 0,016) aumentaron con restricción leve y prolongada del sueño (SR) versus AS, con efectos sobre HOMA-IR más pronunciados en mujeres posmenopáusicas en comparación con mujeres premenopáusicas (β = 0,45 ± 0,25 vs. β = 0,27 ± 0,13, respectivamente; P para interacción = 0,042).
El cambio en la adiposidad no medió los efectos de la restricción leve y prolongada del sueño (SR) sobre el metabolismo de la glucosa ni los resultados del cambio en la muestra completa cuando se incluyó como covariable.
Conclusiones
Reducir la duración del sueño a 6,2 h/noche, lo que refleja la duración media del sueño de los adultos estadounidenses con sueño breve, durante 6 semanas perjudica la sensibilidad a la insulina, independientemente de la adiposidad.
Los hallazgos destacan que el sueño insuficiente es un factor de riesgo modificable de resistencia a la insulina en las mujeres que debe ser objeto de esfuerzos de prevención de la diabetes.
Ver más información: Zuraikat FM, Laferrère B, Cheng B, Scaccia SE, Cui Z, Aggarwal B, et al. Chronic Insufficient Sleep in Women Impairs Insulin Sensitivity Independent of Adiposity Changes: Results of a Randomized Trial. Diabetes Care[Internet]. 2023[citado 29 nov 2023]; dc231156. https://doi.org/10.2337/dc23-1156
30 noviembre 2023|Fuente: IntraMed | Tomado de Noticias médicas
(debe de estar registrado en IntraMed)
nov
4
El toque terapéutico (TT) y la música ayudan a mejorar la calidad del sueño, la calidad de vida y a reducir los síntomas de la menopausia, según un estudio publicado en línea el 24 de octubre en Menopause.
Fatma Keskin Töre, Ph.D., de la Universidad Kahramanmaras Sutcu Imam, y Yurdagül Yağmur, Ph.D., de la Universidad Inonu en Malatya, ambas en Turquía, examinaron los efectos del TT y la música en la calidad del sueño, los síntomas menopáusicos y la calidad de vida en mujeres menopáusicas. El análisis incluyó a 108 mujeres menopáusicas asignadas a un grupo de TT (una vez por semana durante cuatro semanas), un grupo de música (30 minutos antes de acostarse todos los días durante cuatro semanas) y un grupo de control.
Los investigadores encontraron que, en comparación con el grupo de control, hubo diferencias estadísticamente significativas en las puntuaciones post-test de las participantes en los grupos de TT y música en las dimensiones del Índice de Calidad del Sueño de Pittsburgh de calidad subjetiva del sueño, latencia del sueño y trastornos del sueño. Al ajustar por las puntuaciones pre-test, se observaron diferencias estadísticamente significativas en las puntuaciones post-test de las participantes en los grupos de TT y música en la Escala de Valoración de la Menopausia y la Escala de Calidad de Vida Específica de la Menopausia en comparación con el grupo de control.
«Este pequeño estudio destaca algunos beneficios potenciales de la música y el toque terapéutico para los síntomas de la menopausia», dijo Stephanie Faubion, M.D., directora médica de la Sociedad Norteamericana de Menopausia, en un comunicado. «Aunque estas terapias pueden ser económicas y seg4uras, se necesita un estudio adicional en un mayor número de mujeres para confirmar su eficacia en el manejo de los síntomas de la menopausia».
Referencia
Keskin Töre F, Yağmur Y. The effects of therapeutic touch and music on sleep quality, menopausal symptoms, and quality of life in menopausal women. Menopause [Internet].2023[citado 3 nov 2023]:10.1097/GME.0000000000002269. DOI: 10.1097/GME.0000000000002269
4 noviembre 2023|Fuente: HealthDay | Tomado de Noticias Salud
oct
23
Las mujeres que en la mediana edad (40-60 años) siguen dietas saludables son menos propensas a presentar pérdida de memoria y otros deterioros cognitivos en la vejez, según un estudio basado en el seguimiento médico de más de 5.000 mujeres durante 30 años, y que hoy publica la revista científica Alzheimer’s & Dementia.
La investigación, dirigida por científicos de las facultades de medicina de la Universidad de Nueva York y de Columbia, concluye que la modificación del estilo de vida de las mujeres en la mediana edad -con dietas en las que abunden alimentos vegetales ricos en potasio, calcio y magnesio, y haya una mínima cantidad de grasas saturadas, sodio y azúcar- repercute en una mejora de la función cognitiva a partir de los 60 años.
Los científicos han analizado los datos de 5 116 mujeres de las más de 14 000 inscritas en el Estudio de Salud de la Mujer de la Universidad de Nueva York, uno de los más antiguos de este tipo que examina el impacto del estilo de vida y otros factores en el desarrollo de los cánceres más comunes entre las mujeres, así como otras enfermedades crónicas. En su análisis, tomaron como referencia los datos que las participantes dieron sobre su alimentación en cuestionarios llevados a cabo entre 1985 y 1991, cuando se inscribieron en el estudio y tenían, de media, 49 años. La salud de las participantes fue seguida durante más de 30 años (edad media de 79 años), con especial atención a cualquier deterioro cognitivo sufrido cuando se iban haciendo mayores.
Entre otros, realizaron un cuestionario con seis preguntas médicas estándar que son indicativas de un posterior deterioro cognitivo leve, que desemboca en demencia; y que abordan las dificultades para recordar acontecimientos recientes o listas de la compra, comprender instrucciones orales, conversaciones en grupo, o moverse por calles conocidas. En el resultado se vio un detalle significativo: las mujeres que llevaron una dieta más sana de jóvenes, eran un 17 % menos propensas a manifestar deterioro cognitivo de mayores. ‘Tras más de 30 años de seguimiento, hemos visto que cuanto mayor es la prevalencia de una dieta saludable en la mediana edad, menor es la probabilidad de que las mujeres presenten problemas cognitivos mucho más adelante’, señala el autor principal, Yu Chen, investigador y profesor de la Universidad de Nueva York en un comunicado difundido por la revista.
‘Nuestros datos sugieren que es importante llevar una dieta sana siempre, pero especialmente crítico a partir de los cuarenta años para prevenir el deterioro cognitivo en la vejez’, ha añadido el investigador. Aunque habría que realizar más estudios en distintos grupos raciales y étnicos para determinar si los resultados del estudio son generalizables a toda la población, hay investigaciones previstas que ya han demostrado que la hipertensión causada por malos hábitos de alimentación, sobre todo en la mediana edad, supone un factor de riesgo importante en el deterioro cognitivo y demencia en la vejez.
Referencia:
Song Y, Wu F, Sharma S, Clendenen TV, Aldana SI, Afanasyera Y, et al. Mid-life adherence to the Dietary Approaches to Stop Hypertension (DASH) diet and late-life subjective cognitive complaints in women. Alzheimer’s Dement[Internet]. 2023[citado 21 oct 2023]; 1-13. doi: 10.1002/alz.13468.
Fuente: Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2023. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.
oct
3
Una dieta basada principalmente en alimentos de origen vegetal se asoció con un menor riesgo de desarrollar trastornos hipertensivos del embarazo, según los resultados de una investigación publicada en American Journal of Obstetrics and Gynecology.
El estudio de cohorte prospectivo dio seguimiento a 11.459 mujeres a lo largo de 18 años (1991-2009) y evaluó la dieta desde el inicio utilizando un cuestionario validado de frecuencia y calidad de los alimentos de origen vegetal. Esta herramienta permitió calcular el índice de dieta basada en plantas (plant-based diet index-PDI) incluso entre los participantes omnívoros. Una puntuación más alta indica una mayor adherencia al PDI.
«Queríamos saber cómo la dieta anterior influye en el embarazo, por lo que dimos seguimiento a las mujeres prácticamente por su vida reproductiva entera, casi 20 años, sabiendo su dieta usual antes de la gestación», comentó a Medscape en español el médico líder del trabajo, Dr. Jorge E. Chavarro, profesor de nutrición, epidemiologia y medicina en las Escuelas de Salud Pública y Medicina de la Universidad de Harvard, en Harvard, Estados Unidos, y su área de investigación es estudiar cómo la nutrición y estilo de vida influencia la salud reproductiva y la salud en general de las mujeres a lo largo de la vida.
El análisis de los datos del Estudio de Salud de Enfermeras II permitió detectar que a medida que cambiaba la proporción de productos la de animales disminuía y la de vegetales aumentaba y el riesgo de que las mujeres tuvieran trastornos hipertensivos del embarazo también disminuía. Las mujeres en el quintil más alto de PDI se asociaron significativamente con un menor riesgo de trastornos hipertensivos del embarazo en comparación con las del quintil más bajo (riesgo relativo [RR]: 0,76; intervalo de confianza de 95 % [IC 95%]: 0,62 a 0,93]). Esta asociación fue ligeramente más fuerte para la enfermedad hipertensiva inducida por el embarazo (RR: 0,77; IC 95 %: 0,60 a 0,99) que para la preeclampsia (RR: 0,80; IC 95 %: 0,61 a 1,04).
Las mujeres en el quintil más alto de PDI tuvieron un riesgo 24 % menor de trastornos hipertensivos del embarazo que aquellas en el quintil más bajo; el riesgo de enfermedad hipertensiva inducida por el embarazo disminuyó en un patrón lineal con aumento de PDI, mientras que la relación de PDI con preeclampsia se restringió a mujeres en el quintil más alto de adherencia.
«Fue más claro para la hipertensión del embarazo que para la preeclampsia, pero la dieta basada principalmente en alimentos de origen vegetal parecía ser protectora para ambas», señaló el Dr. Chavarro, añadiendo que además de los problemas que generan en el embarazo, ambas aumentan el riesgo de sufrir otras enfermedades crónicas más adelante. «¿Será que factores de estilo de vida modificables tanto antes como durante el embarazo pueden no solo ayudar a reducir problemas en la gestación, sino también a prevenir problemas de salud de la mujer años más adelante? Esa fue la motivación general del estudio».
Mercedes Sotos-Prieto, Ph. D., que no participó del estudio, manifestó a Medscape en español que la metodología es muy robusta, con técnicas estadísticas adecuadas para lo que analiza y resalta que utiliza un cuestionario de frecuencia de consumo de alimentos validado. Considera al estudio importante, también por enfocarse en ese grupo poblacional. «Siempre se ha tenido mayores reticencias con la dieta de las embarazadas, igual que con la de los adultos de edad avanzada. Pero se ha visto que este tipo de dieta, si es de calidad, se podría asociar con beneficios para la salud».
Sotos-Prieto, doctora en epidemiología nutricional y salud pública, investigadora en la Universidad Autónoma de Madrid y profesora adjunta en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, trabaja con grandes cohortes epidemiológicas, como la de enfermeras estadounidenses sobre la que se basa este artículo y ENRICA, representativa de la población española y de adultos de edad avanzada. Es autora de otros estudios que como este, asociaron una dieta basada en alimentos de origen vegetal saludables con un menor riesgo de fragilidad tanto en el estudio de salud de las enfermeras de Estados Unidos como en un estudio de corte ≥60 años de España (ENRICA-1).
Asimismo, es investigadora principal de un proyecto para valorar el riesgo de enfermedad cardiovascular a partir de estilos de vida modificables que creó una herramienta: Test del corazón saludable, para evaluar la calidad de la dieta «en cinco minutos, porque sabemos que los médicos no tienen tiempo». Lo considera un tipo de prueba que podría implementarse en la práctica clínica para identificar comportamientos del estilo de vida que puedan mejorarse, por ejemplo, sustituir los cereales refinados por cereales integrales o aumentar el consumo de legumbres.
Nadie discute que el tomate es saludable, pero ¿y las papas fritas?
La mayor parte del beneficio se deriva del patrón de dieta de origen vegetal en su conjunto y no en la asociación individual de cualquier alimento. Pero estos estudios utilizan un puntaje de lo que es y no es saludable.
La dieta se evaluó cada cuatro años (a partir de 1991) utilizando un cuestionario semicuantitativo de frecuencia de alimentos (FFQ) que registró el consumo de 131 alimentos y bebidas durante el año anterior, en términos de la frecuencia, en promedio, en que los participantes consumían cada alimento. Se asignaron 18 grupos de alimentos en tres categorías: alimentos vegetales saludables (granos enteros, frutas, verduras, nueces, legumbres, aceites vegetales, té y café), alimentos vegetales poco saludables (jugos de frutas, granos refinados, papas, bebidas azucaradas, dulces y postres) y alimentos de origen animal (lácteos, huevos, pescado o mariscos, carne y alimentos diversos de origen animal.)
Los alimentos vegetales saludables se convirtieron en puntuaciones positivas, mientras que los vegetales menos saludables y los grupos de alimentos de origen animal se tradujeron en puntuaciones inversas. La ingesta de cada grupo de alimentos se clasificó en PDI utilizando quintiles.
Las mujeres en el quintil más alto de PDI se asociaron significativamente con un menor riesgo de trastornos hipertensivos del embarazo en comparación con las mujeres en el quintil más bajo. Hubo una relación dosis-respuesta inversa entre PDI y el riesgo de la enfermedad. «Una dieta vegetariana no tiene por qué ser más saludable que una no vegetariana si está basada en alimentos superfluos como papas fritas y bebidas refrescantes, destacó la Dra. Sotos-Prieto. La diferencia radica en la calidad de los alimentos de origen vegetal, ahí está la diferencia entre la saludable y no saludable».
¿Es preciso abandonar la carne?
El Dr. Chavarro señaló que dejar de cenar con carne fue algo de lo más difícil hace 22 años. «Ahora lo hago sin problema», aseguró. Pero entiende que hay personas para las cuales hacer un cambio de dieta reemplazando productos animales por no animales es difícil. Sin embargo, no se trata de abandonar la carne de forma definitiva.
«En el quintil más alto tampoco son mujeres vegetarianas o veganas, pero comen mucho menos alimentos de origen animal que las otras», puntualizó, agregando que las dietas vegetarianas o veganas no son incompatibles con un embarazo saludable. «Todos los veganos saben cómo encontrar la vitamina B12 en suplementos».
¿Es la dieta o la pérdida de peso?
Gran parte del beneficio observado en el estudio parece estar relacionado con un mejor control del peso.
El índice de masa corporal entre la evaluación dietética y el embarazo explicaba 39 % de la relación entre PDI y trastornos hipertensivos del embarazo, y 48% de la relación entre PDI y enfermedad hipertensiva inducida por el embarazo.
«Parte de la asociación parece ser explicada por mejor control de peso durante largos periodos», explicó el Dr. Chavarro. Las mujeres que adoptaron la dieta con más alimentos de origen vegetal ganaron peso más lentamente que las que tienen mayor consumo de alimentos de origen animal. «Son diferencias por las trayectorias de peso por muchos años, por lo cual parte de la asociación que vemos tiene que ver con mejor control de peso a largo plazo, pero la otra mitad de la asociación es atribuible a la dieta per se y no necesariamente al peso». En la discusión del artículo los autores sugieren para explicarlo mecanismos de acción en la disfunción endotelial, la inflamación o la presión arterial antes del embarazo.
Sotos-Prieto considera este punto «realmente relevante». En su opinión, pone de manifiesto que para la población de mujeres embarazadas es muy importante controlar el peso al inicio del embarazo, que también puede mejorar otros factores, como la diabetes gestacional. «Creo que las medidas preventivas deberían enfocarse eso y en base a estos resultados se pone en evidencia que tiene que haber intervenciones para aumentar las probabilidades de comenzar un embarazo con un peso adecuado. Y esto incluye la modificación de la dieta».
¿Es extrapolable a otras poblaciones?
Más de 90% de las participantes del Estudio de Salud de Enfermeras era de raza blanca, no hispana. ¿Es extrapolable a otras poblaciones? «La respuesta exige repetir el estudio en otras poblaciones», admitió el Dr. Chavarro «y eso va a tomar tiempo. Pero aun sin esa información, creo que lo podemos utilizar para informar otras poblaciones, independiente de la etnia».
La especialista admitió que esta hipótesis no se ha probado aún en población española, pero ella es autora de un estudio similar que dio seguimiento por una década a casi 12.000 adultos españoles y utilizó el mismo PDI. En su trabajo cada aumento de diez puntos en el PDI se asoció con un riesgo 14 % menor de mortalidad por todas las causas (CRI: 0,86; IC 95%: 0,74 a 0,99) y un riesgo 37 % menor de fallecimiento por enfermedad cardiovascular (CRI: 0,63; IC 95%: 0,46 a 0,85). Asimismo, considera que las recomendaciones derivadas del estudio se podrían generalizar a otras poblaciones «siempre que se tenga en cuenta la cultura de cada de cada país, para ver cómo se puede adaptar culturalmente. Si es una población que tiene un alto consumo de cereales refinados, por ejemplo, hacer pequeños cambios a cereales integrales».
¿Cuál es el peso de las evidencias?
El estudio tiene fortalezas y limitaciones derivadas de la metodología y el propio Dr. Chavarro reconoce que «en cuanto a desórdenes hipertensivos del embarazo específicamente, esta no va a ser la última palabra». Pero la necesidad de encontrar respuestas es importante.
Tanto el American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG) como la Organización Mundial de la Salud (OMS) sugieren que las mujeres sigan dietas saludables antes y durante el embarazo. Pero proporcionan poca orientación sobre lo que constituye una dieta saludable en lo que respecta a minimizar los riesgos de resultados adversos del embarazo. «Son bastante ambiguas e inespecíficas», añadió el Dr. Chavarro.
Los nuevos hallazgos indican que las dietas basadas en alimentos de origen vegetal pueden ser una de esas estrategias, en particular porque se encontró alguna evidencia de que pueden ser beneficiosas en las mujeres mayores de 35 años que se consideran un grupo de alto riesgo.
«Sin duda hay muchas formas de comer de forma saludable, pero si pensamos en estas complicaciones del embarazo que pueden tener consecuencias serias tanto para la madre como para el feto, podríamos pensar en esta como una de las posibles dietas saludables», destacó el médico.
¿Pero cuán robusta es la evidencia para recomendar a las pacientes un cambio? «Idealmente faltan más estudios», declaró el Dr.Chavarro. «Hay dos maneras de entender el problema. Una es no hacer recomendaciones hasta no tener tres ensayos clínicos controlados, lo que incluso con voluntad y financiación llevará de 15 a 20 años. Pero si tenemos que dar la mejor información que hay para las personas que hoy lo necesitan, considero que estos resultados son sólidos para guiar el comportamiento».
«Siempre es mejor si podemos tomar decisiones basadas en información solida e incontrovertible, pero no siempre está disponible y debes aprender a vivir en los dos mundos y a tomar decisiones con incertidumbres», concluyó.
Referencia
Mitsunami M, Wang S, Soria-Contreras DC, Minguez-Alarcon L, Ortiz Panazo E, Stuart JJ, et al. Prepregnancy plant-based diets and risk of hypertensive disorders of pregnancy. Am J Obstet Gynecol[Internet]. 2023[citado 2 0ct 2023]:S0002-9378(23)00548-3. doi: 10.1016/j.ajog.2023.07.057. PMID: 37598996.
3 octubre 2023 |Fuente: Medscape en Español ||Tomado de Noticias y Perspectivas
sep
27
Las principales barreras de la anticoncepción identificadas en un centro de salud limeño de primer nivel fueron la preocupación por los efectos secundarios de los anticonceptivos y el desplazamiento al centro de salud para obtenerlos. La mayor parte de las mujeres atendidas son jóvenes que utilizan diversos métodos priorizando el condón masculino y las píldoras orales.
El artículo Adherencia y barreras en el uso de anticonceptivos en mujeres adultas jóvenes… publicado por la revista peruana Medicina Clínica y Social describe los factores que influyen en la elección de los distintos métodos anticonceptivos y la continuidad de su uso en mujeres que utilizan servicios de atención primaria en Perú.
Situación internacional y local
En los países subdesarrollados, la existencia de barreras de acceso de las mujeres a la anticoncepción genera baja adherencia al uso de los diferentes métodos anticonceptivos.
Según los autores, diversas encuestas peruanas de alcance nacional estimaron que 57 % de las mujeres utilizan algún método anticonceptivo moderno, pero esta cifra es inferior al promedio de 69,9 % de América Latina.
También se observó una disparidad en el uso, con registros más bajos en mujeres con menor nivel de instrucción, con inferiores ingresos o en quienes se autoidentifican como indígenas.
El Dr. Hugo Gutiérrez Crespo, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y sus colaboradores informan que después de la pandemia de COVID-19 disminuyó el uso de métodos anticonceptivos modernos y en una mayor proporción, en las regiones y poblaciones más vulnerables.
Por ese motivo decidieron investigar los factores determinantes de esta observación en un grupo de mujeres que accedieron al primer nivel de atención.
Participantes y metodología
La investigación tuvo un enfoque cuantitativo, con un diseño observacional, de tipo descriptivo, transversal. Se incluyó a una población de mujeres mayores de 18 años que fueron atendidas en el consultorio de un establecimiento de salud de primer nivel, en un distrito de Lima, Perú, durante el período comprendido entre octubre y diciembre del año 2022. Se trabajó sobre una muestra no probabilística a la que se aplicaron criterios de inclusión como una edad mínima de 18 años e interés en participar voluntariamente.
Para la recolección de la información se utilizó una encuesta dividida en dos secciones: una que describía las características sociodemográficas y la segunda, que evaluaba el acceso y las preferencias relacionadas con la información sobre anticoncepción, con preguntas sobre preocupaciones acerca de los efectos secundarios, el aumento de peso, las hemorragias irregulares, la caída del cabello y las náuseas, entre otras.
Se analizaron los datos para evaluar el uso de anticonceptivos por nivel educativo, edad, situación laboral, idioma principal, tipo de seguro y embarazos previos. En cuanto a los hábitos anticonceptivos, se describieron según anticoncepción actual, anticoncepción anterior, duración del uso de anticonceptivos y constancia. Se evaluaron las percepciones de las pacientes, incluidas las preocupaciones sobre los efectos de las hormonas, la discreción y el deseo de embarazo.
En el estudio participaron 353 mujeres que acudieron al consultorio de ginecoobstetricia. La media de edad fue de 24,6 ± 4,2 años, con predominio de mujeres mayores de 21 años (74,2 %). Los métodos más utilizados fueron el preservativo masculino y las píldoras anticonceptivas.
Principales observaciones
La mayoría de las mujeres que utilizaban píldoras (66 %) expresaron preocupación por sus efectos secundarios. En este contexto, muchas manifestaron temor al aumento de peso, otras creían que este tipo de medicamentos produce sangrado irregular y algunas, que son un riesgo para la salud a largo plazo.
La otra preocupación expresada frecuentemente fue la necesidad de desplazarse hasta el centro de salud para controlar y obtener los anticonceptivos por la incomodidad de hacerlo.
Por otra parte, se indagó sobre el método anticonceptivo ideal para prevenir las infecciones de trasmisión sexual y la mayoría opinó que los preservativos son los más seguros para este fin.
En relación con el nivel educativo, en el grupo que usaba anticonceptivos, alrededor del 70% tenía educación secundaria o terciaria. Alrededor de dos tercios de las participantes tenían algún tipo de cobertura de un seguro de salud. Con respecto a la creencia religiosa, en el grupo que usaba anticonceptivos, las tres cuartas partes refirieron ser católicas, casi 13 % expresaron no tener creencias religiosas y el resto practicaba otra religión.
Aunque más del 90 % expresó conocer los métodos anticonceptivos de emergencia (como fármacos o dispositivos intrauterinos de cobre) para evitar un embarazo después de haber tenido una relación sexual sin protección, sólo la mitad informó haberlos utilizado alguna vez.
Conclusiones del estudio
En la investigación se pudo comprobar que más del 80 % de las mujeres refirieron tener actividad sexual y la mayoría de ellas expresaron interés por algún método anticonceptivo.
Para los autores, sus hallazgos muestran que las mujeres jóvenes en edad reproductiva tienden a preocuparse por acceder a alguna forma de anticoncepción y, a pesar de que últimamente se ha promovido el uso de nuevos métodos masculinos y femeninos, el preservativo fue el anticonceptivo preferido por las participantes. En este estudio, más de un tercio de las encuestadas respondieron usar el método de barrera, seguido de píldoras orales y como tercer método mencionaron los inyectables.
Según el Dr. Gutiérrez Crespo, fue llamativo que el 25 % de las mujeres con actividad sexual no utilizara ningún método anticonceptivo. Opina que, al menos en parte, esta actitud está relacionada con el temor a los efectos secundarios de los métodos anticonceptivos.
Otro hallazgo notable fue que la tasa de uso de métodos anticonceptivos de emergencia en Perú está por debajo de lo informado en otros países de Latinoamérica. En parte, esto se debería a que anteriormente la anticoncepción de emergencia no se consideraba oficialmente un método anticonceptivo y a que su disponibilidad sigue siendo limitada.
Dos terceras partes de las mujeres dijeron haber obtenido información sobre los anticonceptivos de sus médicos, de internet o de compañeros de estudios. No obstante, un grupo importante de mujeres respondió que una barrera o limitación es tener que visitar el establecimiento de salud para obtener y controlar el anticonceptivo que utilizaban.
Con respecto a la adherencia al uso de métodos anticonceptivos, los autores observaron que las mujeres mayores de 21 años tenían más del doble de probabilidades de usarlos que las más jóvenes, lo que resalta la necesidad de aumentar los esfuerzos de promoción de la anticoncepción desde los niveles básicos de escolaridad para la prevención de embarazos no deseados.
En los últimos años, la masificación de las tecnologías de la comunicación y de la información virtual facilitaron la respuesta a cualquier consulta sobre planificación familiar y anticoncepción; sin embargo, este acceso depende en gran medida de factores socioeconómicos y culturales de cada población y no es posible ignorar la importancia de la educación sobre el uso seguro de estos métodos.
Referencia
Gutiérrez-Crespo H, Huaman-Carhuas L, Cehua-Alvarez EA, Matzumura-Kasano JP, Valdiglesias-Ochoa D. Adherencia y barreras en el uso de anticonceptivos en mujeres adultas jóvenes atendidas en establecimientos de salud del primer nivel de atención, Perú. Medicina Clínica y Social. 2023; Vol. 7 Núm. 2. https://doi.org/10.52379/mcs.v7i2.283
26/06/2023
Fuente: SIIC Salud Tomado de Noticias biomédicas