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Los valores extremos del índice de masa corporal (IMC) materno al inicio de la gestación son factores determinantes para un desenlace obstétrico-perinatal adverso.
El estado nutricional materno tanto antes como durante la gestación juega un papel crucial en el desarrollo de la gestación. La excesiva o deficitaria nutrición materna puede provocar alteraciones epigenéticas en los genes que codifican enzimas asociadas al metabolismo lipídico; estas consecuencias acarrearían implicaciones de importancia en la futura salud materna y neonatal.
El estudio observacional Valores extremos del IMC materno: factores… que publica la revista española Clínica e Investigación en Ginecología y Obstetricia * se propuso como objetivo dar a conocer la influencia del peso materno al inicio de la gestación en la aparición de complicaciones durante el embarazo, la asistencia obstétrica y los resultados perinatales.
La investigación incluyó 1.407 pacientes con gestaciones únicas y partos de fetos>24 semanas entre el diciembre de 2017 y julio de 2019. La muestra fue estratificada según la clasificación de IMC de la OMS para analizarse variables sobre enfermedad pregestacional, gestacional, asistencia obstétrica y resultados maternos-perinatales y se compararon entre los grupos estudiados.
La prevalencia de obesidad en mujeres en edad reproductiva y embarazadas varía ampliamente según la definición utilizada, el año y las características de la población estudiada.
En España, la prevalencia de sobrepeso y obesidad es del 30 y el 16,7 %, respectivamente, siendo una de las más altas de Europa.
Un estudio del 2011 realizado en el Servicio de Obstetricia y Ginecología, perteneciente al Complejo Hospitalario Universitario Insular Materno Infantil de Las Palmas de Gran Canaria, España (el mismo de los autores y autoras del presente trabajo), pone de manifiesto que el 25 % de las pacientes iniciaban su embarazo con sobrepeso y el 17,1 % con algún grado de obesidad.
El bajo peso materno es una condición menos estudiada, aunque también identificada como factor de riesgo para desarrollar complicaciones durante la gestación; se ha asociado al aumento en un 20 % del riesgo de parto prematuro, así como a un riesgo aumentado de neonatos de bajo peso.
La prevalencia mundial aproximada es del 10 %, pero varía por regiones; en países desarrollados como España, suele ser menor del 3 % y, según os autoras/es, aumenta en países en vías de desarrollo hasta alcanzar cifras del 30 %.
La prevalencia de obesidad en la edad reproductiva ha aumentado de forma global; cada población tiene unas características únicas influidas por la cultura y los hábitos de vida que podrían justificar las distintas tasas reportadas.
En Europa, los países con menores casos de obesidad son Polonia (7,1 %), Eslovenia (9,0 %) y Francia (9,9 %). La prevalencia de Estados Unidos alcanza el 26 %.
El artículo informa que la prevalencia del 17,1 % correspondiente a la investigación supera ligeramente la media española de 16,7% siendo actualmente de 20,8% según los registros asistenciales del año 2019 consultados por los autores/as.
Antecedentes de la problemática
La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia hace propias las recomendaciones sobre ganancia ponderal en la gestación según el IMC pregestacional respaldadas por la Sociedad Americana de Obstetricia y Ginecología [de EE.UU.]:
si la paciente inicia el embarazo con un IMC<18,5 kg/m2 (bajo peso), la ganancia ponderal recomendada es entre 12,5 y 18kg; si el IMC fuera de 18,5-24,9kg/m2 (normopeso), entre 11,5 y 15 kg y en caso de IMC de 25-29,9 (sobrepeso), entre 7 y 11,5 kg y para IMC≥30 (obesidad), la ganancia ponderal recomendada es entre 5-9 kg.
Las pacientes con sobrepeso y obesidad del estudio tuvieron menor ganancia ponderal que las gestantes con normopeso, pero superaron la media recomendada por las sociedades científicas mencionadas. Por otra parte, la ganancia ponderal media en las gestantes con bajo peso fue ligeramente menor a las recomendaciones establecidas.
Publicaciones anteriores describieron mayor prevalencia de diabetes gestacional, preeclampsia, hipertensión arterial crónica, inducción del parto, cesárea, macrosomía fetal e ingresos en la UCIN en las pacientes que presentaron un IMC inicial en rango de obesidad.
Una revisión sistemática estableció que por cada incremento de 1 kg/m2 aumentaba la prevalencia de diabetes gestacional en un 0,92 %; en otro estudio el riesgo de preeclampsia se duplicó por cada 5-7 kg/m2 de aumento del IMC.
Según el artículo, la obesidad se asocia con una mayor tasa de hipertensión arterial crónica, preeclampsia y diabetes gestacional, además, su incidencia aumenta conforme lo hace el IMC. De igual manera, las pacientes con obesidad presentaron mayor incidencia de asma. Pese a que esta asociación es infrecuente encontrarla en publicaciones, sí ha sido descripto que las pacientes obesas presentan durante la gestación mayor riesgo de exacerbación de sus síntomas asmáticos.
La incidencia de parto prematuro encontrada en el estudio en general fue baja (5,9 %, n=83), a pesar de que las pacientes con obesidad presentaban gestaciones con mayor incidencia de enfermedad.
El grupo en rango de bajo peso presenta 2 veces mayor riesgo de cesárea que el grupo con IMC normal, sin observarse diferencias en la tasa de partos inducidos.
Los resultados conocidos hasta la actualidad describen que incluso en pacientes con anorexia nerviosa o bulimia no se objetiva un aumento de riesgo de parto mediante cesárea. Las autoras/es de este trabajo aclaran que sus resultados difieren de los obtenidos con anterioridad.
La prevalencia de mujeres en edad fértil con IMC en rangos extremos es un problema importante de salud pública, sobre todo aquellas con obesidad severa. Es de suma importancia que las instituciones sanitarias y las sociedades científicas reconozcan el nivel creciente de dicho problema y sus efectos sobre los resultados maternos y perinatales, así como los costes relacionados con la atención médica.
Está demostrado que un adecuado consejo nutricional tanto antes como durante el embarazo ayuda a mejorar los resultados maternos y perinatales, influyendo tanto a corto como a largo plazo en la salud de la madre y su descendencia.
Por lo tanto, invertir en intervenciones específicas para prevenir tanto la desnutrición materna como la obesidad puede ayudar a mejorar los resultados obstétricos y perinatales, conducta que evitaría recurrir a procedimientos más complejos y costosos derivados de una situación que en la gran mayoría de los casos puede preverse.
Los autores/as consideran que es responsabilidad médica realizar un manejo y consejo multidisciplinar preconcepcional para normalizar el peso materno antes de conseguir una gestación.
Del mismo modo, en la medida que las pacientes durante la gestación se encuentran más motivadas y receptivas, podría considerarse como la etapa oportuna para encarar una educación adecuada sobre nutrición y ejercicio físico, con la intención de influir a corto como a largo plazo tanto en los hábitos de vida, como en la salud y el bienestar del binomio madre-hijo.
Referencia:
J.S. Álvarez Cuenod, V. Sánchez Sánchez, J.M. González Martín, Y. Emergui Zrihen, V. Suarez Guillén, A. Ribary Domingo, T. Kreutzer Pia, A.I. Martín Martínez . Valores extremos del IMC materno: factores determinantes de peores resultados obstétricos y perinatales. Clínica e Investigación en Ginecología y Obstetricia. Vol. 49, Núm. 3; páginas 1-82. DOI: 10.1016/j.gine.2022.100754
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Debido a su capacidad para prevenir la formación de coágulos de sangre y, por lo tanto, reducir el riesgo de un nuevo infarto de miocardio o accidente cerebrovascular. Read more
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El 1 de agosto de 2023, más de 100 revistas médicas publicaron simultáneamente un editorial, coescrito por 16 editores de revistas, instando a los profesionales de la salud a alertar al público y a los líderes mundiales sobre los principales peligros para la salud y el medio ambiente que causaría una guerra nuclear. «El peligro», escribieron los editores, «ha sido subrayado por las crecientes tensiones entre muchos estados con armas nucleares». Read more
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Las mujeres que se desempeñan como estilistas, cosmetólogas, en la confección de prendas y en la construcción, entre otras actividades, corren riesgo potencial de contraer cáncer de ovario por exposición acumulativa a diversas sustancias tóxicas
El estudio destaca la relevancia potencial de la exposición prolongada a sustancias específicas como el talco, amoníaco, gases propulsores, combustible y blanqueadores.
La publicación de la revista Occupational & Environmental Medicine * advierte que ciertos puestos de trabajo desempeñados por mujeres pueden estar relacionados con una mayor predisposición a contraer cáncer de ovario.
Los hallazgos del ensayo impulsaron comentarios que denuncian la baja identificación de los factores de riesgo de cáncer de ovario, mientras persiste la probabilidad de aumento de los factores ambientales que los provocan, incluidos los relacionados con los lugares de trabajo.
Asimismo, los pocos estudios sobre el tema alcanzaron fiabilidad limitaba en sus resultados al prescindir de los factores potencialmente influyentes, los historiales laborales previos o incluir un número pequeño de participantes mujeres.
Con la intención de mitigar estos problemas, los autores recurrieron a legajos laborales obtenidos en un estudio que recogía historia y presente de casos y controles basados en la población.
La iniciativa permitió enfocar el análisis en dos aspectos del entorno laboral: el empleo en funciones o industrias específicas y la exposición a riesgos laborales concretos. La adopción del criterio pretendió abordar las limitaciones y obtener una comprensión cabal de las probables asociaciones.
El estudio anterior Prevención del cáncer de ovario en Quebec (Prevention of Ovarian Cancer in Quebec – PROVAQ) reunió mujeres con edades de 18 a 79 años, seleccionadas de siete hospitales de Montreal entre 2010 a 2016 y diagnosticadas con cáncer de ovario.
En total, 491 mujeres que cumplían con los criterios del estudio fueron emparejadas por edad y lugar de residencia junto a otras 897 sin cáncer de ovario.
La presente investigación recolectó información de todas las participantes acorde a sus antecedentes sociodemográficos, historia clínica, medicación prescrita, antecedentes reproductivos, peso y altura; incluyó además factores relacionados con sus estilos de vida y los detalles laborales registrados durante la vida.
En comparación con el grupo de control, un porcentaje elevado de mujeres con cáncer de ovario presentaron factores considerados de riesgo potencial para el desarrollo de la enfermedad: menor nivel educativo, menor duración del uso de anticonceptivos orales y ninguna o menor cantidad de hijos.
Las participantes informaron cada empleo propio con una duración mínima de 6 meses. Los datos comprendían: puesto desempeñado, fechas de inicio y cese, horario de trabajo (con la inclusión de cambios de turno) y tareas principales ejecutadas durante el período laboral.
Se clasificó, entonces, la duración acumulada del trabajo o industria como ninguna, menos de 10 años y 10 años o más.
Más del 50% de las participantes habían trabajado al menos en tres empleos siendo el primero anterior a los 20 años de edad. La mayoría tuvo una duración de la vida laboral de 15 años o más, y su trabajo con mayor antigüedad fue de al menos 10 años.
Se utilizó la Matriz de nivel de exposición laboral canadiense (Canadian job-exposure matrix – CANJEM) para determinar la exposición de las participantes a agentes específicos. A continuación, el estudio examinó el vínculo entre la exposición a cada uno de los 29 agentes predominantes y el riesgo de cáncer de ovario.
Tras tener en cuenta los factores potencialmente influyentes, los cálculos indicaron que varias funciones laborales podrían estar relacionadas con un mayor riesgo de padecer la enfermedad.
En particular, las personas que habían trabajado 10 años o más en profesiones tales como peluquería, barbería, estética y afines, presentaban un riesgo tres veces mayor de desarrollar cáncer de ovario. Del mismo modo, quienes s desempeñaron en áreas de contabilidad durante 10 años o más presentaban el doble de riesgo, mientras las que trabajaban en el sector de la construcción casi triplicaban el riesgo.
Por su parte, el empleo duradero en la industria de la confección se relacionó con un 85% de aumento del riesgo. Además, trabajar en el sector de ventas o comercio minorista se asoció respectivamente con 45% al 59% de mayor riesgo de padecer la enfermedad.
El aumento significativo del riesgo superior al 40% correspondió a los casos de exposición acumulada alta (8 años o más) a 18 agentes específicos, entre los que se incluían:
polvos de talco, amoniaco, peróxido de hidrógeno, polvo de cabello, fibras sintéticas y de poliéster, tintes y pigmentos orgánicos, celulosa, formaldehído y gases propulsores, así como sustancias químicas presentes de forma natural en los combustibles y blanqueadores.
Las mujeres que trabajan en ocupaciones relacionadas con la peluquería están expuestas a cientos de productos químicos en altas concentraciones, incluidos tintes para el cabello, champús, acondicionadores, productos de estilismo y cosméticos. El empleo en ocupaciones relacionadas con la peluquería y la exposición a 12 agentes predominantes en estas ocupaciones fueron asociadas por el estudio con mayores riesgos de cáncer de ovario.
Las tareas de peluquería, esteticismo y trabajos afines resultaron las expuestas con mayor frecuencia e intensidad a 13 agentes diferentes, entre los que destacaron el amoníaco, el peróxido de hidrógeno, tintes y pigmentos orgánicos, y blanqueadores. Estas actividades ocupan el segundo lugar entre las más comprometidas a polvos de talco.
Los autores aclaran que no está definido si las asociaciones fueron impulsadas por un único agente, una combinación de ellos u otros factores relacionados al área de trabajo.
El número de mujeres empleadas en trabajos específicos como papeleras, imprentas, producción textil, tintorerías y fábricas, al ser relativamente pequeño, también limitó el número de quienes estaban expuestas a ciertos agentes clasificados como potenciales factores de riesgo (por ejemplo, asbestos y pesticidas).
Al considerar los autores que algunas asociaciones estadísticamente significativas del estudio podrían atribuirse al azar, destacan la necesidad de realizar nuevos estudios que reproduzcan los resultados con el fin de establecer la validez y fiabilidad de su trabajo.
A pesar de las limitaciones y la posibilidad de hallazgos fortuitos, el artículo afirma que los resultados indican una evidencia sugestiva de asociación causal entre el empleo en profesiones determinadas con exposiciones laborales específicas y el aumento del riesgo de padecer cáncer de ovario.
Estudios de cáncer ocupacional sin o casi sin mujeres
Las doctoras Melissa C Friesen y Laura E. Beane Freeman, epidemiólogas ocupacionales y ambientales del Instituto Nacional del Cáncer (US National Cancer Institute -NCI) de EE.UU., al comentar el artículo en el mismo ejemplar de la revista, destacan su utilidad para reconocer el bajo nivel de participación de las mujeres en los estudios sobre cáncer ocupacional. Las profesionales subrayan, además, la necesidad de mejorar la investigación y los mecanismos que evalúan los riesgos profesionales de las mujeres con el objetivo de enriquecer la comprensión del tema. Las integrantes del NCI advierten además que al excluirse a las mujeres de los estudios relacionados con el cáncer ocupacional, se pierde la oportunidad de identificar los factores de riesgo específicamente vinculados a los diversos tipos de cáncer que afectan a las mujeres. La evaluación de las diferencias de riesgo en función del sexo y el examen de las exposiciones prevalentes en profesiones con preponderancia femenina.
Fuente: Noticias biomédicas(siicsalud.com)
Referencia:
Leung Lisa, Jérôme Lavoué, Jack Siemiatycki, Pascal Guénel, Anita Koushik. Occupational environment and ovarian cancer risk. Occupational & Environmental Medicine. 2023; 80(9). https://oem.bmj.com/content/oemed/early/2023/06/01/oemed-2022-108557.full.pdf
https://oem.bmj.com/content/80/9/489
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Además de reducir el peso, la semaglutida tiene ese efecto en personas con insuficiencia cardiaca y fracción de eyección preservada, según los resultados del estudio STEP HFpEF.
La semaglutida, el famoso fármaco para adelgazar del que tanto se ha hablado en los últimos meses, demuestra ahora no solo reducir el peso, sino también mejorar la calidad de vida y el pronóstico de los pacientes con insuficiencia cardiaca con fracción de eyección preservada. Son las conclusiones del estudio STEP HFpEF, que se acaba de presentar en el Congreso Europeo de Cardiología (ESC Congress) de Ámsterdam.
La semaglutida es un fármaco perteneciente al grupo terapéutico de los llamados análogos de la GLP1. Su acción fundamental, y para lo que está indicado en la actualidad, es para el tratamiento de la diabetes mellitus tipo 2. Sin embargo, también se ha visto que produce una reducción importante de peso. Tanto es así que ha habido problemas de desabastecimiento en las farmacias porque se ha usado para perder peso, incluso, en personas no diabéticas.
“Esta indicación de la pérdida de peso también existe, pero en España la semaglutida solo está financiada por el Sistema Nacional de Salud en aquellos pacientes diabéticos mal controlados con otros fármacos y que, además, tienen obesidad. Para el resto de las indicaciones, lo tiene que pagar el paciente”, explica Manuel Anguita, portavoz de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Expectativas
Al controlar la diabetes y lograr reducir el peso, existían muchas expectativas de se pudiera asociar también a una mejoría del riesgo cardiovascular. Algo que hasta la fecha no estaba absolutamente demostrado. El estudio STEP HFpEF se ha llevado a cabo en pacientes con y sin diabetes, obesidad e insuficiencia cardiaca con fracción de eyección preservada (ICFEP).
Los resultados demuestran beneficio en los pacientes tratados con semaglutida, tanto en mejoría de la calidad de vida como en la reducción de peso. Asimismo, en objetivos secundarios se demuestra beneficio pronóstico en estos pacientes: número de episodios de insuficiencia cardiaca, disminución de marcadores como NT-proBNP y mejoría en el test de los seis minutos.
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Alejandro Recio, presidente de la Asociación de Insuficiencia Cardiaca de la SEC hace una valoración muy positiva de los resultados del estudio: «Ha demostrado cómo la semaglutida, en pacientes obesos, diabéticos y no diabéticos, con insuficiencia cardiaca con fracción de eyección preservada muy sintomáticos, es capaz de reducir el peso de estos, lo que se acompaña de una clara mejoría de la sintomatología, así como de los niveles de NT-proBNP. Esto nos hace pensar que tratando la comorbilidad de la obesidad somos capaces de prevenir la insuficiencia cardiaca».
«Estos resultados son muy importantes porque van a cambiar la práctica clínica diaria de los cardiólogos, añadiendo este tratamiento a este tipo de pacientes», valora Mª Rosa Fernández Olmo, presidenta de la Asociación de Riesgo Cardiovascular y Rehabilitación Cardiaca de la SEC.
Por su parte, Domingo Marzal, coordinador del Grupo de Trabajo de Diabetes y Obesidad de la SEC, junto con Almudena Castro subraya que el estudio STEP HFpEF pone la obesidad en la mesa de los cardiólogos: «Debemos entender que existe una íntima relación entre la obesidad y la insuficiencia cardiaca. Es un estudio que demuestra, más allá de la reducción de peso, cómo impacta directamente en biomarcadores y en resultados clínicos en insuficiencia cardiaca».
Asignatura pendiente
Por otro lado, Castro dice: «Claramente, este estudio refleja que aprender sobre obesidad en cardiología es una asignatura pendiente. La cardiología es una enfermedad muy compleja que va más allá de la pérdida de peso como bien no ha enseñado este estudio con la disminución de marcadores inflamatorio y péptidos, por lo que desde el Grupo de Trabajo de Diabetes y Obesidad de la SEC tenemos mucho trabajo que hacer».
Recientemente se han publicado además los resultados preliminares del estudio SELECT, realizado también con semaglutida, en este caso, en pacientes obesos no diabéticos que tienen enfermedad cardiovascular. Los datos preliminares indican que, en este grupo de pacientes (prevención secundaria de enfermedad cardiovascular), también mejora el pronóstico y reduce la mortalidad.
«Desde la Sociedad Española de Cardiología queremos transmitir que, cuando un fármaco demuestra que es muy eficaz porque mejora la calidad de vida de nuestros pacientes, en este caso con insuficiencia cardiaca, o incluso el pronóstico, es muy importante que en España existan los canales necesarios para que estos fármacos se puedan utilizar lo más rápidamente posible, y que no haya inequidades entre las diferentes comunidades autónomas», declara Julián Pérez-Villacastín, presidente de la SEC.
El ESC Congress, cuyo lema es Unir fuerzas para proteger el corazón, pone el foco este año en la insuficiencia cardiaca, enfermedad con una elevada y creciente prevalencia e incidencia, así como una de las principales causas de muerte en el mundo occidental. En España, afecta al 2,7% de la población mayor de 45 años y al 8,8% de los mayores de 74. Además, es la primera causa de hospitalización por encima de los 65 años y representa entre el 2 y el 3% del gasto sanitario español.
25/08/2023 Fuente: Diario Médico
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Las hormonas sexuales femeninas propias del ciclo menstrual no solo tienen funciones reproductivas, también influyen en otros sistemas fisiológicos pudiendo afectar al rendimiento deportivo y cognitivo.
Archivos de medicina del deporte: revista de la Federación Española de Medicina del Deporte y de la Confederación Iberoamericana de Medicina del Deporte – DialnetEl artículo publicado por la revista española Archivos de Medicina del Deporte * (AMD) evalúa en mujeres jóvenes eumenorreicas el efecto del ciclo menstrual sobre la composición corporal, la resistencia, diferentes aspectos cognitivos (memoria y tiempo de reacción) y características del músculo (fuerza muscular, grosor y rigidez).
La hipótesis de la investigación plantea que en la fase lútea se observaría una mayor masa corporal y porcentaje de agua y en la fase folicular un mayor rendimiento físico y una mejor respuesta de aptitudes cognitivas como la memoria a corto plazo.
FEMEDE convoca los premios de investigación en el deporteLa revista AMD es la publicación oficial de la Federación Española de Medicina del Deporte.
Los autores afirman que sería incorrecto aplicar directamente a las mujeres los estudios realizados en hombres, dadas las diferencias fisiológicas y endocrinológicas entre sexos.
Por lo tanto, la línea de investigación centrada en analizar los efectos de la fisiología de la mujer considera que un estudio idóneo sobre el rendimiento deportivo en las mujeres debe incluir los efectos de las fluctuaciones hormonales en el ciclo menstrual.
Detalles de la investigación
Participaron 8 mujeres jóvenes eumenorreicas (edad = 23,1 ± 4,4 años) con ciclos menstruales regulares.
La composición corporal fue analizada con una prueba de densitometría y una bioimpedancia; las habilidades cognitivas mediante una evaluación de memoria visual a corto plazo y un test de tiempo de reacción específico y se estudiaron las características del músculo (grosor y rigidez del recto anterior y fuerza muscular) junto a una prueba de esfuerzo para evaluar el rendimiento durante las fases folicular media (FF) y lútea media (FL) de los ciclos menstruales de las participantes.
Los resultados permitieron observar que durante la fase folicular las participantes registraron un mayor tiempo total y una frecuencia cardiaca inicial menor en la prueba de esfuerzo. Además, respecto a las habilidades cognitivas, en la fase folicular se obtuvieron mejores resultados en el tiempo de reacción tanto con la mano derecha como con la mano izquierda. Por otro lado, se encontró un mayor porcentaje de grasa en la fase lútea.
Hallazgos claves
Entre sus hallazgos los autores destacan:
1) la grasa corporal total y el porcentaje de grasa fueron mayores en la fase lútea,
2) en la resistencia encontraron un mayor tiempo total de esfuerzo y una menor frecuencia cardiaca basal en la fase folicular,
3) el tiempo de reacción fue mejor en la fase folicular y, por último,
4) la memoria a corto plazo, la fuerza muscular y las características del musculo no se vieron afectadas por el ciclo menstrual y las hormonas implicadas.
El análisis de las variables de composición corporal a lo largo del ciclo menstrual mostró valores mayores en la masa grasa total y el porcentaje de grasa en la FL.
Estas variaciones en la grasa total podrían ser una de las causas por las cuales se producen alteraciones en el rendimiento deportivo en las mujeres. Muchas mujeres aseguran experimentar cambios físicos durante el ciclo menstrual, destacando el aumento de peso, siendo notorio en los días antes del flujo menstrual que se corresponden a la fase lútea
Pese a que el estudio no encontró diferencias significativas en el agua corporal, los autores recomiendan tener en cuenta que no se controló el grado de hidratación de las sujetos, aunque se les pidió concurrir al laboratorio en las mismas condiciones previas con cumplimiento de ambas pruebas a la misma hora del día.
Por otro lado, es comprensible que la densidad mineral ósea (DMO) no variará en los distintos momentos del ciclo menstrual, ya que es un parámetro que lo hace muy poco a lo largo del tiempo.
Respecto a la resistencia, el tiempo total de la prueba de esfuerzo muestra unos resultados similares a las conclusiones de últimas investigaciones en las que se afirma que las resistencias al ejercicio sub-máximo son significativamente diferentes durante las fases del ciclo menstrual.
Antecedentes de la literatura
Algunos estudios sugieren un posible aumento leve en la capacidad aeróbica o la eficiencia del ejercicio durante la fase folicular. Estas afirmaciones pueden estar relacionadas con los niveles altos de estrógenos propios de la fase folicular y su relación con los bajos niveles de lactato.
Otros estudios observaron una relación inversa donde a niveles más altos de estrógenos se corresponden niveles más bajos de lactato, dando lugar a la disminución de fatiga muscular y, por tanto, una mejora del rendimiento.
La investigación que nos ocupa registró mayores pulsaciones iniciales en la fase lútea, hecho que podría relacionarse con los altos niveles de progesterona característicos de la fase.
A pesar de esta afirmación, existe una gran variedad de estudios que no confirman esta hipótesis y que defienden la inexistencia de diferencias en la capacidad aeróbica y anaeróbica durante el transcurso del ciclo menstrual.
En línea con los últimos ensayos que no revelan efectos clínicos importantes del efecto de la progesterona sobre la función cognitiva en las mujeres, los autores aclaran que en su trabajo tampoco encontraron diferencias entre las dos fases analizadas en la memoria a corto plazo.
Respecto al tiempo de reacción, el artículo describe diferencias significativas tanto en la mano derecha como en la mano izquierda, con un mejor tiempo de reacción de las participantes en la fase folicular.
El rendimiento en resistencia y en aspectos cognitivos como es el tiempo de reacción fue mejor en la Fase Folicular mientras que se observó un mayor porcentaje de grasa en la Fase Lútea. Sin embargo, la memoria, la fuerza y las características musculares no se vieron afectadas por las fluctuaciones hormonales propias del ciclo menstrual.
Al finalizar el artículo, los autores escriben que la composición corporal, la velocidad de reacción y el rendimiento en la prueba de resistencia variaron en las fases del ciclo menstrual analizadas (fases lútea y folicular).
En la fase lútea encontraron un mayor porcentaje de grasa y más grasa total que en la folicular, mientras que el rendimiento en la velocidad de reacción y en la prueba de resistencia fue mayor en la fase folicular. Por otro lado, la memoria a corto plazo, el grosor y la rigidez muscular y la fuerza no se vieron afectadas por los cambios hormonales que suceden durante el ciclo menstrual.
Fuente: SIIC Salud
Referencia: Inés Piñas Bonilla, Pablo Abián, Alfredo Bravo-Sánchez, María Ramírez-de la Cruz, Fernando Jiménez, Javier Abián-Vicén. Influencia del ciclo menstrual en el rendimiento físico y cognitivo en mujeres eumenorreicas. Arch Med Deporte 2023;40(3):131-13840 doi: 10.18176/archmeddeporte.00128 https://archivosdemedicinadeldeporte.com/articulo/es/163/2001/2047/