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A medida que envejecemos, aumenta el riesgo de enfermedades crónicas como el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y los trastornos neurodegenerativos.
Las personas que tienen una edad biológica superior a su edad cronológica real presentan un riesgo significativamente mayor de sufrir ictus y demencia, especialmente demencia vascular, según un estudio del Instituto Karolinska de Suecia publicado en el ´Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry´.
El estudio, dirigido por Sara Hägg, profesora asociada, y Jonathan Mak, estudiante de doctorado del Departamento de Epidemiología Médica y Bioestadística del Instituto Karolinska, muestra que el mayor riesgo persiste incluso si se tienen en cuenta otros factores de riesgo como la genética, el estilo de vida y la socioeconomía.
A medida que envejecemos, aumenta el riesgo de enfermedades crónicas como el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y los trastornos neurodegenerativos. Tradicionalmente, los investigadores se han basado en la edad cronológica -el número de años que lleva viva una persona- como medida aproximada de la edad biológica. «Pero como las personas envejecen a ritmos diferentes, la edad cronológica es una medida bastante imprecisa«, puntualiza Sara Hägg.
Para medir la edad biológica y su relación con las enfermedades, los investigadores utilizaron datos del Biobanco del Reino Unido. Estudiaron una cohorte de 325.000 personas que tenían entre 40 y 70 años en el momento de la primera medición.
La edad biológica se calculó a partir de 18 biomarcadores, como los lípidos en sangre, la glucemia, la presión arterial, la función pulmonar y el IMC. A continuación, los investigadores estudiaron la relación entre estos biomarcadores y el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como demencia, ictus, ELA y enfermedad de Parkinson en un periodo de nueve años.
En comparación con la edad cronológica real, la edad biológica elevada se relacionó con un riesgo significativamente mayor de demencia, sobre todo vascular, e ictus isquémico (es decir, coágulo de sangre en el cerebro). «Si la edad biológica de una persona es cinco años superior a su edad real, la persona tiene un riesgo un 40% mayor de desarrollar demencia vascular o sufrir un ictus«, afirma Mak.
Al tratarse de un estudio observacional, no pueden establecerse relaciones causales. Sin embargo, los resultados indican que, si se ralentizan los procesos de envejecimiento del organismo en función de los biomarcadores medidos, puede ser posible reducir o retrasar la aparición de enfermedades. «Varios de los valores pueden influirse mediante el estilo de vida y la medicación«, añade Hägg.
Los resultados son especialmente interesantes porque el estudio incluyó a un grupo muy
amplio de personas. Esto permite desglosar el material en fragmentos más pequeños y captar diagnósticos menos comunes, como la ELA.
El riesgo de desarrollar ELA también aumenta con la edad biológica. Sin embargo, no se observó tal aumento del riesgo en el caso de la enfermedad de Parkinson. «Ya sabemos que la enfermedad de Parkinson es un poco única también en otros contextos, por ejemplo, cuando se trata de fumar«, dice Sara Hägg.
Los investigadores ahora investigarán la conexión entre la edad biológica y otras enfermedades como el cáncer.
8 noviembre 2023|Fuente: IM Médico
oct
26
AGENCIA FAPESP/DICYT – Las personas ancianas obesas que duermen mal poseen menos fuerza y menor masa muscular en los brazos y en las piernas, aparte exhibir un mayor porcentaje de grasa corporal y padecer más síntomas de ansiedad y depresión que aquellas que tienen un sueño de buena calidad. Estos datos surgen de un estudio realizado en la Universidad de São Paulo (USP), en Brasil, y publicado en la revista Scientific Reports.
La cantidad de ancianos obesos ha venido aumentando durante las últimas décadas en todo el mundo. En Brasil, entre los años 2006 y 2019, la prevalencia de sobrepeso entre personas de 60 años o más trepó del 53,7 % al 60,4 % (un 1,16 % al año), y la de obesidad del 16,1 % al 20,8 % (un 2,34 % al año), de acuerdo con un estudio en el cual se analizaron datos del Sistema de Vigilancia de Factores de Riesgo y Protección para Enfermedades Crónicas por Sondeo Telefónico (Vigitel), del Ministerio de Salud nacional. El aumento de ambos factores fue mayor entre los varones y entre las personas de 80 años o más para el exceso de peso, y de entre 70 y 79 años para la obesidad.
Estamos ante la tormenta perfecta, que combina el envejecimiento de la población y el aumento de la obesidad en ese público, que históricamente se sabe que padece trastornos del sueño con mayor frecuencia, aparte de experimentar una mengua de la fuerza muscular, de la masa magra y de la salud mental”, comenta el nutricionista y fisiólogo clínico del ejercicio Hamilton Roschel, quien coordinó este trabajo con el apoyo de la FAPESP. “También es importante recordar que incluso en la población en general se considera que la calidad del sueño constituye un determinante crítico de la salud.”
También suscriben el referido artículo Rafael Genário, Saulo Gil, Gersiel Oliveira-Júnior, Alice Erwig Leitão, Tathiane Franco, Ruan Célio dos Santos Sales y Bruno Gualano, del Grupo de Investigaciones en Fisiología Aplicada y Nutrición de la Escuela de Educación Física y Deportes de la USP (EEFE-USP); Alexandre Leopold Busse y Wilson Jacob Filho, de la Facultad de Medicina de la USP (FM-USP), y Eduardo Ferriolli, de la Asignatura de Geriatría de la FM-USP.
Para investigar la asociación entre la calidad del sueño y los parámetros cuantitativos y cualitativos de salud mental y física en ancianos obesos, los investigadores formatearon el estudio de la siguiente manera: les aplicaron cuestionarios validados para diferentes aspectos de la salud a dos grupos de 95 individuos ancianos obesos (varones y mujeres), divididos entre buenos (46) y malos (49) dormidores. También se evaluaron la composición corporal y la funcionalidad de los participantes.
“Descubrimos que los participantes que dormían mal mostraban una salud física y mental en peores condiciones, con menor vitalidad, más dolores musculares y con sus funciones físicas y mentales comprometidas”, comenta Roschel. “Esas personas presentaban también un mayor porcentaje de grasa corporal, menor masa magra y menor fuerza muscular relativa, aparte de peores marcadores de depresión, ansiedad y calidad de vida.”
Reducción de impacto
A juicio de los autores, los resultados de este trabajo sirven como una advertencia acerca de la importancia de cuidar la salud del sueño de esos ancianos, con el fin de revertir o minimizar los impactos que la obesidad y el envejecimiento causan sobre diversos aspectos de su fisiología (tales como la respuesta anabólica y el metabolismo de la glucosa) y su calidad de vida.
La constatación de que la población de ancianos obesos se encuentra sujeta a un mayor riesgo de llegar a peores desenlaces puede ayudarnos a detectar y derivar adecuadamente a los pacientes que utilizan un servicio público tan amplio y abarcador como es el SUS [las siglas con las cuales se la conoce a la red nacional de salud pública brasileña], evitando así un mayor deterioro de su salud en general”, estima Roschel.
Durante los próximos meses, el grupo de la USP publicará un estudio longitudinal complementario referente a terapias de estilo de vida enfocadas en tratar los desenlaces negativos con relación a la composición corporal (la pérdida de masa muscular y la disminución de la adiposidad, por ejemplo) y los trastornos metabólicos (el control de la glucemia y el perfil lipídico, entre otros).
Más información:
Genario R, Gil S , Oliveira-Júnior G, Erwig Leitão A, Franco T dos Santos Sales RC , et al. Sleep quality is a predictor of muscle mass, strength, quality of life, anxiety and depression in older adults with obesity. Scientific Reports[ Internet]. 2023[citado 24 oct 2023]; 11256. Disponible en: https://www.nature.com/articles/s41598-023-37921-4
26 octubre 2023| Fuente: DICYT| Tomado Salud Brasil
oct
9
Un aumento moderado de las caminatas disminuyó en forma significativa la presión arterial en adultos mayores sedentarios hipertensos.
Alrededor del 80 % de los adultos mayores de 65 años en EE.UU. son hipertensos. La modificación del estilo de vida a menudo es la primera línea de tratamiento para el manejo de la hipertensión; pero, a pesar de los beneficios conocidos del aumento de la actividad física, son frecuentes las barreras para realizar una actividad regular estructurada.
Elizabeth Lefferts, del Departamento de Kinesiología de la Universidad Estatal de Iowa y sus colaboradores, llevaron a cabo el estudio publicado en el Journal of Cardiovascular Development and Disease para evaluar el impacto de una intervención sencilla sobre el estilo de vida de las personas mayores sedentarias y determinar si podían mantener la intensificación de sus caminatas a lo largo del tiempo.
La actividad física más frecuente en las personas mayores es la caminata porque es accesible, de bajo costo y fácil de implementar. Sin embargo, no se ha definido con exactitud la cantidad de pasos que se deben caminar para obtener un beneficio claro para la salud. Algunos proponen caminar 10 000 pasos por día como objetivo general para la salud pública, pero es difícil de alcanzar en las personas mayores, quienes en promedio caminan unos 4 200 pasos diarios.
Las pautas actuales en Estados Unidos recomiendan que los adultos en general deben realizar al menos 150 minutos semanales de actividad física aeróbica moderada a vigorosa para obtener beneficios sustanciales para su salud. Las autoras plantean que en adultos mayores sedentarios alcanzar una cantidad absoluta de pasos diarios podría ser menos crítico para mejorar su salud que el aumento de la cantidad de tiempo que dedican a caminar en comparación con los niveles basales.
Métodos y población estudiada
Para evaluar su hipótesis, estudiaron a un grupo de adultos mayores de 65 años con hipertensión o en tratamiento con agentes antihipertensivos en dosis estables, con sobrepeso u obesos y con un nivel de actividad física menor de 8000 pasos diarios. Cabe señalar que la investigación se realizó en plena pandemia de COVID-19, por lo que todas las entrevistas y evaluaciones se hicieron a distancia.
La investigación, de una sola rama, completó evaluaciones en la entrevista basal, a las 10 semanas y a las 20 semanas durante el período de intervención. Después de la selección se entregó a cada participante una tableta para interactuar con un entrenador asignado para realizar las evaluaciones y responder las dudas, un podómetro, un tensiómetro, una balanza, cuestionarios para realizar autoevaluaciones y folletos impresos con instrucciones. Los participantes registraron su presión arterial y frecuencia cardíaca, en lo posible a la misma hora cada día durante ambas fases del estudio. También midieron y registraron sus pesos y completaron cuestionarios sobre los alimentos ingeridos, los determinantes cognitivos sociales de la actividad física para investigar su percepción del riesgo, expectativas de resultados, motivaciones e intenciones antes de comenzar la intervención. Se promediaron las respuestas a cada cuestionario para crear una puntuación global de motivación y acción.
La intervención consistió en dos fases: durante la primera, activa (semanas 1-10) se brindó asistencia para el cambio de conducta con el fin de ayudar a alcanzar los objetivos de los pasos y durante la segunda, de automantenimiento (semanas 11-20) se proporcionó una asistencia mínima. Los participantes no debían alcanzar un recuento de pasos diarios según un requisito estricto de tiempo o intensidad de la marcha, sino que debían acumular pasos durante el día de cualquier manera acorde con su estilo de vida. Se les solicitó que el aumento de la cantidad de pasos fuera gradual para disminuir el riesgo de lesiones. Se obtuvieron promedios de la actividad realizada durante todos los días, con 10 horas de uso del podómetro electrónico, como mínimo.
Resultados
El 91 % de los participantes completó todas las evaluaciones y utilizaron el podómetro durante más de 10 horas el 97 % de los días durante el período de intervención. En ese lapso, la cantidad de pasos fue significativamente mayor que en la evaluación basal. Al cabo de 20 semanas habían mejorado tanto la presión sistólica (137 ± 10 a 130 ± 11 mm Hg) como la diastólica (81 ± 6 a 77 ± 6 mm Hg). Durante el período de estudio, no se registraron cambios en el uso de medicación antihipertensiva ni en la dieta.
Discusión y conclusiones
En esta intervención en adultos mayores sedentarios, el aumento de la cantidad de pasos diarios a 3 000 aproximadamente disminuyó en forma significativa la presión arterial sistólica y diastólica a las 20 semanas en 7 y 4 mm Hg, respectivamente. El aumento de los pasos diarios se mantuvo incluso durante el período de contacto mínimo con el personal durante la fase de automantenimiento, con un descenso adicional de otros 2 mm Hg en los registros de presión.
Las autoras afirman que la medición de los pasos diarios es una métrica fácil de interpretar y comprender, por lo que es un objetivo ideal para promover la actividad física en esta población. Investigaciones sugirieron que disminuciones similares a las magnitudes informadas corresponden a una reducción del riesgo relativo de mortalidad por todas las causas del 11 %, y del 16 % en el caso de la mortalidad cardiovascular, del 18 % del riesgo de cardiopatía y del 36% del riesgo de accidente cerebrovascular.
Los resultados podrían tener importantes repercusiones entre los profesionales que intentan desarrollar una estrategia simple, efectiva y de aplicación generalizada para disminuir la presión arterial.
Lefferts EC, Saavedra JM, Song BK, Brellenthin AG, Pescatello LS, Lee D. Increasing Lifestyle Walking by 3000 Steps per Day Reduces Blood Pressure in Sedentary Older Adults with Hypertension: Results from an e-Health Pilot Study. J Cardiovasc Dev Dis[Internet]. 2023[citado 7 oct 2023]; 10(8): 317. https://doi.org/10.3390/jcdd10080317
9 octubre 2023 |Fuente: siicsalud| Tomado de Noticias biomédicas
oct
9
Rendimiento de la medicación y las pruebas prácticas entre adultos mayores cognitivamente sanos
Algunos medicamentos comunes (incluidos los antidepresivos, los somníferos y los analgésicos) pueden afectar las habilidades de conducción de las personas mayores, encuentra un estudio reciente.
Muchas clases diferentes de medicamentos se han relacionado con el riesgo de problemas para conducir, como podría haber adivinado cualquiera que haya leído alguna vez la advertencia en la etiqueta «no opere maquinaria pesada».
Pero el nuevo estudio adoptó un enfoque particularmente riguroso para investigar el problema: seguir a los adultos mayores durante hasta 10 años y evaluar sus habilidades de conducción con exámenes prácticos anuales. Y resultó que aquellos que usaban ciertas clases de medicamentos tenían un mayor riesgo de reprobar el examen práctico en algún momento.
Puntos clave
Pregunta
¿Qué medicamentos potencialmente perjudiciales para el conductor están asociados con un rendimiento deficiente en los exámenes prácticos a lo largo del tiempo?
Hallazgos
En este estudio de cohorte de 198 conductores cognitivamente sanos de 65 años o más, los antidepresivos (incluidos los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y norepinefrina), los sedantes o hipnóticos y los medicamentos antiinflamatorios no esteroides o las categorías de medicamentos como paracetamol se asociaron con un mayor riesgo de reprobar una prueba de conducción a lo largo del tiempo. No se encontraron asociaciones estadísticamente significativas entre los anticolinérgicos o antihistamínicos y el bajo rendimiento.
Significado
Los hallazgos de este estudio sugieren que los médicos y farmacéuticos deben ser conscientes de los riesgos potenciales de conducción en conductores mayores a quienes se les recetan medicamentos psicotrópicos y analgésicos y brindar consultas en consecuencia.
Importancia
A los adultos mayores se les recetan cada vez más medicamentos que tienen efectos adversos. Estudios anteriores han encontrado que un mayor riesgo de accidentes automovilísticos está asociado con el uso de ciertos medicamentos.
Objetivo
Determinar si clases de medicamentos específicos se asociaron con una disminución del rendimiento según lo evaluado mediante una prueba práctica estandarizada en una muestra comunitaria de adultos mayores cognitivamente sanos, para evaluar asociaciones adicionales de un rendimiento deficiente en la prueba práctica con condiciones médicas comórbidas y características demográficas, y para probar la hipótesis de que ciertas clases de medicamentos específicos (antidepresivos, benzodiazepinas, sedantes o hipnóticos, anticolinérgicos, antihistamínicos y antiinflamatorios no esteroides o acetaminofén) se asociarían con un aumento en el riesgo de deterioro del rendimiento al conducir con el tiempo.
Diseño, entorno y participantes
Este fue un estudio de cohorte prospectivo de 198 adultos cognitivamente sanos de 65 años o más con una licencia de conducir válida a quienes se les dio seguimiento anualmente, con inscripción continua.
Los datos se recopilaron de participantes en St Louis, Missouri y la vecina Illinois que estaban inscritos en el Centro Knight de Investigación de la Enfermedad de Alzheimer. Los datos se recopilaron del 28 de agosto de 2012 al 14 de marzo de 2023 y se analizaron del 1 al 25 de abril de 2023.
Participantes con cognición saludable, definida como una puntuación de calificación clínica de demencia de 0 en las visitas iniciales y posteriores, que tenían información clínica, se incluyeron datos neuropsicológicos, pruebas prácticas y medicación autoinformada.
Exposición
Uso de medicamentos potencialmente perjudiciales para el conductor.
Principales resultados y medidas
La medida de resultado principal fue el desempeño en el examen práctico de la Universidad de Washington (aprobado o marginal/reprobado). Se utilizaron modelos multivariables de riesgos proporcionales de Cox para evaluar las asociaciones entre el uso de medicamentos potencialmente perjudiciales para el conductor y el rendimiento en las pruebas prácticas.
Resultados
De los 198 adultos incluidos (edad inicial media [DE], 72,6 [4,6] años; 87 mujeres [43,9 %]), 70 (35 %) recibieron una calificación marginal/reprobada en la prueba práctica durante un seguimiento medio (DE) hasta 5,70 (2,45) años.
Cualquier uso de antidepresivos (razón de riesgo ajustada [aHR], 2,68; IC del 95 %, 1,69-4,71), inhibidores de la recaptación de serotonina y norepinefrina (aHR, 2,68; IC del 95 %, 1,54-4,64), sedantes o hipnóticos (aHR, 2,70; IC del 95 %, 1,54-4,64); IC del 95%, 1,40-5,19) o medicamentos antiinflamatorios no esteroides (aHR, 2,72; IC del 95%, 1,31-5,63) se asoció con un aumento en el riesgo de recibir una calificación de marginal/reprobado en la prueba práctica en comparación con los individuos de control.
Por el contrario, los participantes que tomaban agentes hipolipemiantes tenían un menor riesgo de recibir una calificación de marginal/suspenso en comparación con los individuos de control.
Conclusiones y relevancia
En este estudio de cohorte prospectivo, clases de medicamentos específicos se asociaron con un aumento en el riesgo de un desempeño deficiente en las pruebas prácticas con el tiempo. Los médicos deben considerar esta información y asesorar a los pacientes en consecuencia al recetar estos medicamentos.
Comentarios
Cuando las personas mayores tomaban antidepresivos, sedantes/hipnóticos (medicamentos para dormir) o antiinflamatorios no esteroides (AINE), tenían casi tres veces más probabilidades de obtener una calificación reprobatoria o «marginal» que los no usuarios.
Los hallazgos no prueban que los medicamentos sean los culpables, afirmó el investigador principal, el Dr. David Carr , especialista en medicina geriátrica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis. Puede ser difícil, dijo, trazar una línea directa entre un medicamento en particular y la disminución de las habilidades para conducir: ¿es ese medicamento, la afección médica que está tratando u otro medicamento que está tomando un adulto mayor?
Sin embargo, en este estudio, Carr y sus colegas pudieron tener en cuenta muchos factores, incluidas las afecciones médicas, la memoria y las habilidades de pensamiento de los participantes, los problemas de visión y si vivían en vecindarios más prósperos o desfavorecidos. Y ciertos grupos de medicamentos todavía estaban vinculados con un peor desempeño al conducir.
Más allá de eso, dijo Carr, se sabe que muchos de los medicamentos en cuestión actúan sobre el sistema nervioso central, con efectos secundarios potenciales, como somnolencia y mareos, que podrían afectar la conducción.
«La conclusión es que debemos prestar atención a esto y asesorar a nuestros pacientes», afirmó Carr, y añadió que duda que esto esté sucediendo de forma rutinaria.
Desafortunadamente, añadió, durante las visitas al médico, ocupadas y de tiempo limitado, las discusiones sobre los efectos secundarios de los medicamentos pueden quedar en el camino. Ahí es donde los pacientes deben ser proactivos, dijo Carr: hacer preguntas sobre los posibles efectos secundarios cuando obtenga una nueva receta. Y si se pregunta si su lentitud u otros síntomas podrían deberse a un medicamento, hable con su proveedor de atención médica.
«No quisiéramos que nadie dejara de tomar sus medicamentos por sí solo», enfatizó Carr. «Hable con su proveedor de atención médica sobre cualquier cambio».
Jake Nelson, director de investigación y defensa de la seguridad vial de la organización sin fines de lucro AAA, se hizo eco de ese punto. La buena noticia, dijo Nelson, es que su médico podría hacer algunos cambios, como cambiar a un medicamento diferente o ajustar la dosis o la hora del día en que se toma un medicamento en particular. «No se sienta como una carga al hacer estas preguntas», dijo Nelson, que no participó en el estudio. «Se trata de anteponer su salud y seguridad».
Sin embargo, también destacó el papel de la industria farmacéutica a la hora de abordar la cuestión. Hay mejores formas, afirmó Nelson, de alertar a los usuarios de medicamentos sobre el riesgo de tener problemas para conducir, que normalmente está oculto en la «letra pequeña».
El estudio, publicado el 29 de septiembre en JAMA Network Open, involucró a 198 adultos que tenían 73 años, en promedio, al principio. Ninguno tenía signos de deterioro cognitivo (problemas con la memoria, el juicio u otras habilidades de pensamiento).
Los participantes del estudio se sometieron a controles anuales, que incluían una prueba práctica con un instructor de conducción profesional, durante un máximo de 10 años (unos cinco años, en promedio). Durante ese período, el 35 % recibió en algún momento una calificación reprobatoria y marginal en el examen práctico.
Las personas mayores que tomaban antidepresivos, somníferos o AINE tenían un mayor riesgo. Las probabilidades eran mayores para aquellos que tomaban antidepresivos o medicamentos para dormir: entre un 16 y un 17 por ciento tenían un mal rendimiento en carretera por año en general. Eso se compara con tasas del 6 % al 7 % de sus pares que no usan esos medicamentos.
Hubo un par de sorpresas, dijo Carr. Los investigadores no encontraron ningún vínculo entre los antihistamínicos o los medicamentos anticolinérgicos y el rendimiento al volante de las personas mayores.
Los antihistamínicos son conocidos por provocar somnolencia en sus usuarios. Los medicamentos anticolinérgicos se usan para tratar una variedad de afecciones, desde vejiga hiperactiva hasta enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y síntomas de Parkinson. Pueden provocar efectos secundarios como sedación y visión borrosa.
Pero, dijo Carr, es posible que los conductores mayores en este estudio estuvieran usando antihistamínicos más nuevos que no producen somnolencia o que hubiera muy pocas personas que tomaran anticolinérgicos para detectar un efecto significativo.
Independientemente de los medicamentos que estén usando, Carr dijo que los adultos mayores deben hablar con su médico sobre cualquier señal de alerta, como sentirse somnoliento o con una reacción más lenta, o haber estado «en peligro» en el camino.
Referencia
Carr DB, Beyene K, Doherty J, Murphy SA, Johnson M, Domash H, et al. Medication and Road Test Performance Among Cognitively Healthy Older Adults. JAMA Netw Open[Internet]. 2023[citado 7 0ct 2023];6(9):e2335651. doi:10.1001/jamanetworkopen.2023.35651
9 octubrev2023 |Fuente: Intramed || Tomado de Noticia
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21
El envejecimiento representa un factor de riesgo importante de alta incidencia y mayor mortalidad del síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA).
Actualmente no existen tratamientos farmacológicos o basados en células para el síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) en ancianos, que puede ser causado por COVID-19 grave, neumonía, gripe o sepsis. En este sentido, la investigación llevada a cabo en laboratorio del prof. Youyang Zhao, del Instituto de Investigación Infantil Stanley Manne del Hospital Infantil Ann & Robert H. Lurie de Chicago ofrece enfoques de tratamiento prometedores.
El trabajo del Dr. Zhao estableció la importancia de un gen llamado FOXM1 en la reparación de los vasos sanguíneos mediante la regeneración de las células endoteliales, que recubren los vasos del pulmón. El equipo de científicos halló que el envejecimiento afecta la expresión de este gen, lo que puede ser responsable de la alta tasa de mortalidad por SDRA en personas mayores de 75 años, 10 veces mayor en comparación con los adultos jóvenes.
El estudio, publicado en la revista ´Science Traslational Medicine´, demostró, trabajando con un modelo de ratón, que la expresión de FOXM1 podría reactivarse mediante dos métodos, que restauran la función del gen y mejoran la supervivencia del SDRA en ratones de edad avanzada. Como se observó en ratones de edad avanzada, la expresión de FOXM1 se inhibió en pacientes ancianos con COVID-19.
Un enfoque implicó una dosis baja de un fármaco contra el cáncer reutilizado y aprobado por la FDA, la decitabina, que logró reactivar la expresión de FOXM1 y promover así la reparación y regeneración vascular. Este medicamento se encuentra actualmente en un ensayo clínico para el tratamiento de COVID-19 grave.
Los hallazgos del Dr. Zhao sugieren que se podría utilizar una dosis más baja y más segura, y que el tratamiento debería dirigirse a pacientes mayores, ya que la actividad del gen permanece intacta en las personas más jóvenes. «Descubrimos que la decitabina mejoraba la reparación vascular, la resolución de la inflamación y la supervivencia en ratones de edad avanzada, pero el fármaco no tuvo efectos sobre la reparación vascular en ratones adultos jóvenes», afirmó el Dr. Zhao, director del Programa de Biología Vascular y Pulmonar y jefe de sección. para la Investigación de Reparación y Regeneración de Lesiones en el Instituto de Investigación Manne de Lurie Children´s, así como Profesor de Pediatría, Medicina y Farmacología en la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern. «Sería importante centrar el tratamiento con decitabina en la población de edad avanzada, en la que es necesario activar la expresión de FOXM1 para promover la recuperación y reducir la mortalidad. El siguiente paso es un ensayo clínico de una dosis más baja del fármaco para el SDRA en personas de edad avanzada».
El Dr. Zhao también demostró la eficacia de un enfoque alternativo para reactivar el gen (la administración de genes de nanopartículas dirigidas al endotelio), una tecnología que desarrolló y patentó. Es una estrategia más precisa, que también puede ser más segura que el tratamiento con decitabina.
«Dado que FOXM1 también es un oncogén, la inducción no deseada de dicho oncogen en otros tipos de células mediante el tratamiento con decitabina puede ser motivo de preocupación», explicó. «Nuestro sistema de administración de genes de nanopartículas administra FOXM1 sólo en las células endoteliales, donde es necesario para la reparación y regeneración de lesiones pulmonares».
Esta estrategia conlleva un gran potencial para tratar cualquier enfermedad causada por disfunción endotelial, incluido el cáncer y la metástasis del cáncer. «Se necesitarán más pruebas antes de que se realicen otras pruebas clínicas», concluyó el Dr. Zhao.
Referencia
Huang X, Zhang X, Machireddy N, Evans C, Trewartha SD, Hu G, et al. Endothelial FoxM1 reactivates aging-impaired endothelial regeneration for vascular repair and resolution of inflammatory lung injury. Sci Transl Med. 2023; Vol 15( 709) DOI: 10.1126/scitranslmed.abm5755
https://www.science.org/doi/10.1126/scitranslmed.abm5755
19/09/2023
Fuente: (IMMedico) Noticias- Neumología
sep
19
Más del 10 % de los japoneses tiene más de 80 años, una tasa nunca antes alcanzada, según los datos publicados por el gobierno del país, que lucha contra el envejecimiento de su población.
Las autoridades publicaron la cifra el domingo en vísperas de un día festivo en Japón dedicado a las «personas ancianas», de más de 65 años.
De acuerdo con las estimaciones oficiales, un 29,1 % de los japoneses supera los 65 años, lo que supone un ligero aumento respecto al año anterior (29 %).
«Japón tiene la mayor tasa de personas ancianas del mundo», por delante de Italia (24,5 %) y Finlandia (23,6 %), dijo el Ministerio del Interior.
Además, de los 124 millones de habitantes de Japón, 20 millones se sitúan por encima de los 75 años (16,1 %) y 12,59 millones superan los 80 (10,1 %).
Desde hace décadas, la población de Japón se contrae y envejece debido a que los jóvenes tienen hijos cada vez más tarde, en parte por la precariedad y las dificultades económicas.
Una de las consecuencias de este cambio demográfico es que la población trabaja hasta edades más avanzadas.
Así, más de 9 millones de personas con más de 65 años (un cuarto de la población en esta franja de edad) siguen trabajando, lo que supone un 13,6 % de la población activa.
La proyección es que en 2040 un 34,8% de la población nipona tenga más de 65 años.
Referencia
Japón, el país con más ancianos del mundo: 3 de cada 10.
https://internationalpress.jp/2021/09/20/japon-el-pais-con-mas-ancianos-del-mundo-3-de-cada-10/
18/09/2023
Fuente: SwissInfo