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Un estudio trata de responder a esta pregunta y evalúa además si las asintomáticas o que exhibieron síntomas leves tienen genes protectores.
Son más de 2,5 millones de personas las que se han recuperado del COVID-19 en Brasil hasta este momento, y entre ellas hay pacientes ancianos, algunos de ellos nonagenarios e incluso centenarios, con diabetes e hipertensión, por ejemplo, quienes más allá de exhibir esos factores de riesgo se curaron de la enfermedad sin grandes complicaciones. Por otra parte, entre los que no resistieron y fallecieron como consecuencia de la infección provocada por el nuevo coronavirus, existen diversos casos de jóvenes sanos, sin historial de enfermedades crónicas.
Uno de los factores que pueden haber contribuido para que la enfermedad haya evolucionado de esta forma inesperada en esos dos grupos de personas puede ser genético, según estiman científicos del área.
“Las personas que desarrollan las formas graves de la enfermedad pueden poseer lo que denominamos de genes de riesgo, mientras que otras que se infectaron con el virus, pero que no desarrollaron la enfermedad, pueden tener genes protectores”, explica la investigadora brasileña Mayana Zatz, docente del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo (IB-USP) y coordinadora del Centro de Estudios del Genoma Humano y de Células Madre (CEGH-CEL).
Para confirmar o refutar esta hipótesis, investigadores del CEGH-CEL –uno de los Centros de Investigación, Innovación y Difusión (CEPIDs) financiados por la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo -FAPESP– están estudiando el genoma de personas de esos dos grupos de pacientes: los superresistentes y los susceptibles.
Aparte del estudio de los genomas –a partir del ADN–, se han tomado muestras de células de sangre de pacientes ancianos que resistieron al COVID-19, fundamentalmente de nonagenarios y centenarios.
En el laboratorio, se reprogramarán las células adultas de esos pacientes superresistentes de modo tal que regresen al estadio de células madre pluripotentes, con capacidad para diferenciarse en diversos linajes de células: de pulmón, de riñón y de corazón, por ejemplo.
Para evaluar las respuestas de esos distintos linajes celulares al SARS-CoV-2, se los expondrá al nuevo coronavirus. “De este modo, verificaremos si el virus infecta o no a esas células y cómo se comportan las mismas cuando se las expone al SARS-CoV-2”, dice Zatz.
En tanto, para analizar la respuesta genética de los pacientes jóvenes que desarrollaron formas graves de COVID-19 y fallecieron, los investigadores del CEGH-CEL establecieron una colaboración con pares de la Facultad de Medicina de la USP (FM-USP).
En el marco de un proyecto que también cuenta con el apoyo de la FAPESP y mediante la aplicación de procedimientos mínimamente invasivos, los investigadores de la FM-USP están realizando autopsias de cuerpos de pacientes fallecidos con diagnóstico de COVID-19 en el Hospital de Clínicas de la institución.
Este proyecto resultó en la formación de un biorrepositorio de tejidos que han venido utilizando diversos grupos de científicos en estudios referentes a los mecanismos de la infección con el objetivo de perfeccionar el diagnóstico, entre otros objetivos.
“Esos pacientes, fundamentalmente los más jóvenes, habrían sido portadores de alguna mutación que hizo que desarrollasen formas más graves de la enfermedad y, desafortunadamente, no resistieron”, afirma Zatz.
La diferencia de sexo
Los investigadores del CEGH-CEL estudian también al grupo de los asintomáticos, es decir, el compuesto por personas (generalmente cónyuges) que estuvieron en contacto directo con los enfermos, pero que no se infectaron o no exhibieron ningún síntoma.
En general, este último grupo está compuesto predominantemente por las parejas de los infectados.
“Existen varios casos de hombres con diagnóstico confirmado de la enfermedad mediante pruebas moleculares y serológicas que fueron hospitalizados o permanecieron en aislamiento en casa bajo los cuidados de sus compañeras, y ellas no se infectaron. Cuando presentan serología positiva –en el test de anticuerpos –, se clasifica a esas mujeres como asintomáticas, pero cuando la serología es negativa se las denomina resistentes”, dice Zatz.
De acuerdo con la investigadora, los datos internacionales muestran que los varones se ven más afectados por el COVID-19. Los casos más graves de la enfermedad también son más comunes entre varones que entre mujeres.
En estudios internacionales, se han venido analizando las distintas respuestas a la enfermedad entre mujeres y varones, sintomáticos y asintomáticos. “En el Reino Unido, existe una propuesta de proyecto que apunta a secuenciar los genomas de 20 mil personas, y en Estados Unidos también existen iniciativas en esa misma línea”, afirma Zatz.
Los resultados de esos proyectos pueden contribuir para modificar el abordaje terapéutico de los pacientes y prever cuáles exhibirían mayores o menores probabilidades de padecer complicaciones, según sostienen los investigadores.