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Son los microorganismos que menos miedo provocan, pero el cambio climático les está dando alas: aumentan las infecciones, los nuevos patógenos y la resistencia a los fármacos.
Japón. Año 2009.
En el oído de un paciente anciano se identifica un hongo nunca antes descrito en la práctica clínica. Podría ser una rareza, pero el patógeno comienza a extenderse y a encontrarse cada vez en más enfermos; por todo el mundo. Y no solo provoca infecciones auditivas. En personas vulnerables es capaz de llegar a la sangre y causar una infección sistémica, con tasas de mortalidad que superan el 50%. Algunas cepas, tal y como descubren alarmados los investigadores, son resistentes a todos los fármacos disponibles. No tenemos armas contra ellas…
Este podría ser el argumento de una de esas series distópicas que te dejan un nudo en la garganta antes de ir a dormir, pero es el relato de lo que ha pasado en los últimos años con Candida auris, un ‘superhongo’ que constituye un verdadero desafío para la salud global. No es el único que debería preocupar. Congéneres como Cryptococcus neoformans, Aspergillus fumigatus o Candida albicans también suponen una creciente amenaza microbiológica para la que no estamos bien preparados.
Lo recuerda Ana Alastruey, científica titular del Laboratorio de Micología del Centro Nacional de Microbiología del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y una referencia internacional en la vigilancia de La española ha coordinado la elaboración de un informe bajo el paraguas de Organización Mundial de la Salud (OMS) que alerta de la emergencia de nuevos patógenos y del aumento de la incidencia y la gravedad de los casos. Para llamar la atención sobre el problema, el documento desgrana una lista de patógenos fúngicos prioritarios, que requieren con urgencia una inversión en investigación y estrategias para hacerles frente. Porque pese a que las infecciones fúngicas «suponen una amenaza creciente para la salud humana, siguen recibiendo muy poca atención y recursos a escala global», lamenta Alastruey.
Según explica esta experta, las infecciones por hongos están ganando terreno avivadas por una «tormenta perfecta» en la que el cambio climático cumple un papel fundamental.
«Las infecciones fúngicas más graves no se suelen dar en personas con sistemas inmunitarios competentes. Su temperatura óptima de crecimiento es inferior a la de nuestro organismo. A 37º C la mayoría de los hongos no crecen. Pero el aumento progresivo de las temperaturas parece que está ejerciendo una presión sobre los hongos, que se van adaptando a crecer a temperaturas más altas, lo que les permite dar el ‘salto’ a los humanos», explica Alastruey.
Lo sucedido con Candida auris es un ejemplo paradigmático. «Es un patógeno conocido desde hace poco tiempo que ya tiene una presencia global», apunta Raúl Rivas, catedrático de Microbiología y director del grupo de Interacciones Microbianas de la Universidad de Salamanca. «Esta levadura está vinculada a una alerta clínica alta porque puede resistir a los desinfectantes habituales y permanecer mucho tiempo en superficies, además de mostrar resistencias a los fármacos. Y por eso ha causado botes hospitalarios muy significativos. En España, de hecho, en 2016 tuvimos un brote importantísimo en Valencia».
Además de estimular la emergencia de nuevos patógenos, el calentamiento global también está generando que hongos que antes sólo se encontraban en determinadas áreas del planeta, puedan ampliar su radio de acción. «La mayoría de los hongos no dan problemas en personas sanas. Suelen afectar a personas que están inmunodeprimidas, por ejemplo, tras un trasplante, un tratamiento con quimioterapia o si padecen enfermedades como el sida. No obstante, sí hay patógenos que denominamos primarios, que pueden afectar a personas inmunocompetentes, como Histoplasma capsulatum, cuyo rango ecológico hasta hace unos años se situaba en zonas templadas de Sudamérica. Ahora, sin embargo, sabemos que se está diseminando a otras zonas. En Europa ya ha sido detectado», señala Alastruey, quien añade otro factor que preocupa a los expertos: la resistencia a los fármacos.
Muchos de los hongos que son capaces de causar enfermedad están logrando evadir la acción de los tratamientos disponibles. Y de esto también tiene la culpa la acción del hombre. «Así como hay ‘superbacterias’ resistentes a los antibióticos, también se están creando ‘superhongos’, contra los que no funcionan los tratamientos. Es un grave problema que, en gran parte, hemos provocado nosotros porque durante muchísimo tiempo hemos utilizado muy mal los compuestos antifúngicos. Se han usado de una manera desmedida, sobre todo en la agricultura y eso provoca que se seleccionen cepas resistentes a los tratamientos habituales, que se basan en compuestos muy similares a los que se emplean en los cultivos», apunta Jéssica Gil-Serna, profesora e investigadora en la facultad de Biología de la Universidad Complutense de Madrid, cuyo trabajo se centra en el estudio de hongos productores de micotoxinas.
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Los estudios en Europa de Aspergillus fumigatus, un hongo filamentoso que está en el ambiente y puede provocar enfermedad respiratoria, reacciones alérgicas, infección sistémica e incluso afectación del sistema nervioso, han encontrado una proporción de hasta un 20% de resistencias a los azoles, la principal línea de tratamiento. En Asia, señala el informe de la OMS, los niveles de resistencia pueden superar el 80%.
El dato es especialmente preocupante porque el arsenal antifúngico es limitado, coinciden en señalar los especialistas consultados. Solo existen tres familias farmacológicas disponibles para su uso en la clínica. Además, su empleo es complejo, porque en general llevan aparejados efectos secundarios de consideración y pueden provocar interacciones con otros fármacos. Y, por si esto fuera poco, en el horizonte no hay nuevas alternativas terapéuticas que vayan a llegar de forma inminente.
«La investigación de nuevos compuestos antifúngicos es complicada porque los hongos son eucariotas, sus células son parecidas a las nuestras. Su fisiología a nivel celular es tan similar a nuestras células que es difícil encontrar dianas exclusivas de los hongos», explica Toni Gabaldón, investigador ICREA del Instituto de Investigación Médica de Barcelona (IRB) que investiga qué hace que algunos hongos se conviertan en patógenos.
Recientemente su equipo ha identificado un hongo híbrido del género Candida, Candida orthopsilosis, que se originó en un entorno marino y cuya hibridación le ha permitido adquirir nuevas propiedades, como la habilidad de infectar a los humanos. «Con el aumento continuo de las temperaturas globales y el uso excesivo de fármacos antifúngicos en la agricultura y la clínica, la aparición de hongos en el medio ambiente capaces de superar la barrera térmica de los mamíferos, adquirir resistencia a los medicamentos fungicidas y convertirse en una potencial amenaza, irá en aumento», advierte el investigador, quien recuerda que el número de personas vulnerables es cada vez más elevado. «Gracias a los avances de la medicina hoy sobreviven los niños que nacen antes de tiempo, las personas que necesitan un trasplante, los que están en tratamiento para el cáncer, personas muy mayores… Toda esa población es muy susceptible a los hongos y hay que hacer algo para protegerles».
24 noviembre 2023|Fuente: Diario Médico | Tomado de Microbiología y Enfermedades Infecciosas
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Investigadores del Instituto Leibniz para la Investigación de Productos Naturales y Biología de Infecciones (Leibniz-HKI) y sus socios colaboradores de Dinamarca y Hungría han descubierto que las bacterias presentes en el intestino proporcionan información sobre las cantidades de hongos del género Candida potencialmente causantes de enfermedades.
Entre estas bacterias intestinales se encuentran las bacterias del ácido láctico que son conocidas por su efecto protector frente a las infecciones fúngicas.
El microbioma intestinal humano es una comunidad extremadamente compleja en la que diferentes microorganismos se controlan entre sí. Sin embargo, si se produce un desequilibrio debido a los antibióticos u otras influencias ambientales, las especies individuales pueden propagarse y provocar una infección. Los hongos del género Candida, por ejemplo, están presentes en los intestinos de muchas personas sanas. Por lo general, son inofensivos, pero también pueden causar infecciones sistémicas peligrosas.
Para el estudio, publicado en ´Nature Communications´, los investigadores examinaron muestras de heces de 75 pacientes con cáncer y encontraron que ciertas especies bacterianas siempre aparecen en mayor número cuando la cantidad de hongos del género Candida también es alta.
«Con estos datos, desarrollamos un modelo informático que fue capaz de predecir la cantidad de Candida en otro grupo de pacientes con una precisión de alrededor del 80 por ciento en función de las especies y cantidades bacterianas», explica el autor principal del estudio, Bastian Seelbinder. Estas bacterias incluían principalmente especies tolerantes al oxígeno.
Lo que sorprendió a los investigadores no fue solo el éxito de la predicción de la cantidad de hongos en función de las especies bacterianas presentes, sino también qué bacterias se correlacionaron con grandes cantidades de hongos. «Encontramos un mayor número de especies bacterianas que producen ácido láctico, incluidas las especies de Lactobacillus», afirma Seelbinder.
Las bacterias del ácido láctico, particularmente del género ´Lactobacillus´, favorecen la proliferación de Candida pero al mismo tiempo hacen que el hongo sea menos virulento. Esto podría deberse al hecho de que las especies de Candida pueden cambiar su metabolismo para poder utilizar el lactato producido por las bacterias del ácido láctico.
Esta característica les da una ventaja competitiva sobre otros hongos como ´Saccharomyces cerevisiae´, como descubrieron los investigadores en experimentos adicionales. Sin embargo, el cambio metabólico aparentemente también hace que Candida permanezca en su forma de levadura esférica generalmente inofensiva en lugar de formar hifas fúngicas que podrían invadir la mucosa intestinal.
Este estudio se ha realizado en muestras de heces de pacientes con cáncer porque «tienen un riesgo particular de contraer infecciones fúngicas», según explican los autores. Asimismo, señalan que para estudios adicionales se podrían incluir muestras de sujetos sanos para desarrollar estrategias a largo plazo para pacientes en riesgo en función de su microbioma.
Mayo 23/2023 (IMmédico) – Tomado de Gastroenterología – Digestivo, Neumología, Oncología Copyright 2023: Publimas Digital
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12
Las enfermedades de la piel son una de las causas más comunes de enfermedad humana y van en aumento, inclusive aquellas que parecían desterradas de nuestro vocabulario porque a menudo se asocian a otras épocas o a poblaciones pobres y faltas de higiene. Este es el caso de la sarna o la tiña.
En España, en el mes de enero los dermatólogos alertaron de un brote de tiña del cuero cabelludo en adolescentes, asociado a los cortes de pelo rasurados o degradados en las peluquerías. La tinea capitis es altamente contagiosa y «es probable que el material de rasurado contaminado se esté compartiendo entre los diferentes clientes de algunas peluquerías que no estarían teniendo en cuenta las normas de desinfección de material», explica Leonardo Bascón, dermatólogo del Hospital General de Granollers y autor principal del estudio Brote de dermatofitosis en región de cabeza y cuello asociadas al rasurado en peluquerías: Estudio descriptivo multicéntrico de una serie de casos, que dio la voz de alarma en enero.
Casi la mitad de los dermatólogos que participaron en el estudio y han sido encuestados después han observado una disminución de casos, subraya Bascón. Un 5% vieron aumentos, lo que significa que alguna peluquería sigue sin tomar las medidas higienico-sanitarias adecuadas. A pesar del énfasis que se ha hecho a la regulación de medidas higiénicas de estos establecimientos.
En cuanto a la sarna (o escabiosis), se observan aumentos desde antes de la pandemia por covid, pero el confinamiento agudizó este problema. «Desde 2011 se sospecha que hay más casos, aunque es difícil cuantificarlo porque no es una enfermedad de declaración obligatoria en ningún lugar del mundo, salvo en brotes institucionales o profesionales, y no hay buenos estudios sobre esta enfermedad, algunos muestran datos contradictorios entre sí con diferencias de incidencia que van del 0,2 al 71% en algunos sitios, pero no porque haya más, sino porque se destina más dinero para estudiarlo», asegura Cristina Galván, vicepresidenta de la Alianza Internacional para el Control de la Escabiosis (IACS, por sus siglas en inglés) y miembro de la Fundación Lucha contra las Infecciones.
En contra de lo que se asocia habitualmente en el imaginario popular (suciedad y pobreza), la sarna puede afectar a cualquier persona. Se trata de un ácaro parásito que infecta la capa más superficial de la piel, lo que genera una reacción inmune de nuestro organismo, que se defiende, y esa reacción es la que provoca la dermatitis y el rascado. Entre las circunstancias que favorecen el aumento de la sarna destacan los cambios en las costumbres sexuales, el aumento de la esperanza de vida (que hace que haya más personas institucionalizadas en centros) y algunos tratamientos que nos mantienen vivos y cronifican algunas enfermedades pero son medicamentos inmunosupresores que anulan las defensas del organismo.
Hay otras enfermedades infecciosas que afectan a la piel reemergentes en los últimos años, como Arthroderma benhamiae, transmitida por cobayas. También las micosis endémicas, como la blastomicosis y la coccidiodomicosis, muy relacionadas probablemente con el cambio climático, según indica Vicente García-Patos, del Servicio de Dermatología del Hospital Vall d’Hebron, de Barcelona.
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La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó su primer catálogo de los 19 hongos más peligrosos para el bienestar de las personas, con lo que espera impulsar las investigaciones sobre el tema. Read more
abr
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Tras analizar su eficacia, seguridad, coste y prevalencia de las enfermedades a las que está dirigido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha incluido el itraconazol, el voriconazol y la natamicina en su inventario de medicamentos fundamentales. Read more