El director médico mundial de Vacunas de Pfizer aboga por los refuerzos antes de que lleguen las vacunas actualizadas y pone en valor el trabajo que hay detrás del pinchazo.

vacunas (1)Las vacunas son algo más que un pinchazo. Y eso Luis Jodar lo sabe bien. Hace años, cuando coordinaba diferentes proyectos para la Organización Mundial de la Salud (OMS) pudo comprobar que las vacunas no solo salvan vidas. Recientemente, un artículo publicado en The Lancet Infectious Diseases, aseguraba que las vacunas anti-covid habían evitado 20 millones de muertes. ¿Qué repercusión tiene eso?

«Más allá del impacto en salud pública, hay que ver las implicaciones sociales y políticas que tiene la vacunación, lo que es capaz de cambiar en una sociedad», subraya el director médico global de vacunas de Pfizer. Porque su vocación hacia este pilar de la Salud Pública va más allá del desarrollo de vacunas y la fabricación de dosis. «Mira el de Pfizer», repite con resignación una frase que ha escuchado a veces estos últimos años de pandemia. «Lo dirán por la ‘pasta’, pero lo que no saben es que toda mi carrera la he desarrollado en los países del tercer mundo».

Jodar coordinó el equipo de la OMS que diseñó un programa de desarrollo de vacunas específicas para los países del cinturón de la meningitis en el África sub-Sahariana, donde se perdían miles vidas cada año a causa de los brotes de meningitis meningocócica del serogrupo A. «Los brotes ocurrían al llegar la estación seca y se cobraba la vida de cientos de niños y jóvenes». Eso significaba perder su futuro, «hubo años en que hubo más de 200 000 casos y unas 30 000 muertes». El proyecto Meningitis Vaccine Project ha conseguido reducir drásticamente la meningitis A con la puesta de más de 270 millones de dosis de vacunas conjugadas contra esta enfermedad.

A lo largo de sus 30 años al servicio de la Salud Pública a través de las vacunas ha conjugado las ciencias sociales y la política, con la medicina y la farmacología. «Me di cuenta de que en mi trabajo puedo poner en común todas estas disciplinas. Una vacuna cambia una sociedad y hemos visto que altera la historia. Se han frenado guerras y conflictos enquistados para vacunar, y se puso de manifiesto durante la Guerra Fría con la viruela o, más tarde, con la campaña de erradicación de la polio», recuerda.

PREGUNTA: Casi la primera pregunta es obligada: ¿cuál es la situación frente a la covid hoy, dos años después de la llegada de la vacuna?

RESPUESTA: De momento, salvando las circunstancias y los miles de muertos que ya ha causado, es positiva. Todos hemos visto el artículo de The Lancet en el que se afirma que las vacunas contra la covid han salvado al menos 20 millones de vidas. Y aunque queda mucho por hacer, su éxito ha sido indudable tanto por su eficacia como por la rapidez en que se han introducido en la mayoría de los países.

P: Pero aún estamos en pandemia, ¿no?

R: Sí. Lo que pasa es que el virus ha seguido mutando. Cuando elaboramos la primera vacuna no sabíamos que la eficacia iba a ser del 95 %, cuál iba a ser la duración de la protección en el tiempo, y si el SARS-CoV-2 iba a seguir mutando, llegando a evadir por completo la respuesta inmunitaria inducida por la vacuna.

P: Y lo que han visto es que se ha dado ‘un poco de todo’…

R: La efectividad de la vacuna se comprobó primero en Israel y luego en otros países. Lo primero es distinguir entre la infección o la enfermedad sintomática y las manifestaciones más severas de la enfermedad, que desembocan en la hospitalización y muerte. Y fue allí, a los seis meses de empezar la vacunación en Israel, cuando vimos que bajaba la protección contra la infección y la enfermedad sintomática, mientras que mantenía la protección contra las manifestaciones más severas. Sin embargo, pudimos discernir que esta disminución de la protección no fue por la llegada de la variante delta [hecho que coincidió en el tiempo], sino porque inmunidad se reducía a lo largo del tiempo. Había que considerar la administración de dosis de refuerzo.

P: Hace dos años el deseo era una vacuna y hoy el dilema es si me pongo el refuerzo o no…

R: Yo tengo ya la cuarta dosis y ante los rebrotes actuales es importante que los mayores, y las personas de alto riesgo continúen poniéndose las dosis de refuerzo recomendadas por las autoridades hasta que lleguen las actualizadas. En estos momentos estamos trabajando en vacunas que contenga la variante ómicron y la cepa ancestral. Estamos en discusiones con las agencias regulatorias para aprobarlas lo antes posible.

P: Pero de aquí a septiembre, ¿y si vuelven a aparecer nuevas variantes?

R: Vamos un paso por detrás del virus. Lo más urgente es poder elaborar vacunas de ARNm que permitan desarrollar vacunas adaptadas a la cepa que circule en cada momento y que esas fórmulas sean aprobadas lo más rápidamente posible. El ejemplo lo tenemos con las vacunas de la gripe, que cada año se elaboran conforme a las cepas predominantes. Se trataría de establecer una vacunación anual ante un virus que esperamos que poco a poco se estacionalice.

P: De momento, sufrimos picos en verano…

R: Sí. Como todos en este campo nos hemos confundido muchas veces, pero creemos que el SARS-CoV-2 irá poco a poco convirtiéndose en un virus estacional de otoño e invierno, como ocurre con otros coronavirus o virus respiratorios. Por eso trabajamos en una vacuna estacional. Sin embargo, lo ideal sería desarrollar una vacuna que nos haga impermeables a cualquier cepa covid que pudiese surgir.

P: Como la tan deseada para la gripe.

R: Sí. De momento, son proyectos que están en la fase de investigación y desarrollo.

Mucho trabajo e investigación es lo que hay detrás de la vacuna anti-covid. Una de las polémicas que surgió desde el principio fue la colaboración que se estableció con Israel para estudiar el impacto de la vacuna en vida real. «Para mí fue emocionante abrazarme con los responsables del Ministerio de Salud dos años después, han trabajado mucho y muy duro y, a veces, contra la adversidad», subraya Jodar. Recordemos que hubo algunos que denominaron falsamente a Israel como «el laboratorio de Pfizer», y nada más lejos. «Israel fue siempre pionera e independiente. Siempre hubo transparencia en nuestra colaboración estrictamente científica. Pese a las reticencias de algunos, la confianza llegó cuando vieron descender dramáticamente los contagios, las hospitalizaciones y las muertes. Y de hecho fueron ellos los primeros que informaron de los efectos secundarios muy raros que causaban miocarditis en jóvenes».

En pleno siglo XXI, las generaciones actuales no conocen muchas enfermedades «porque las vacunas las han controlado» y ese éxito hace que en ocasiones el mayor problema de las vacunas sea su éxito, «que la población destaque solo los efectos secundarios, y se les atribuyan secuelas no demostradas científicamente y se creen movimientos antivacunas». Pero lo que en el primer mundo cuestionamos, en «los países en desarrollo se convierte en un bien de primera necesidad». Jodar cuenta su experiencia durante años en África con la OMS: «Allí una madre recorría más de 30 o 40 kilómetros para que su hijo recibiera una vacuna. Aquí, debido a que las tenemos a nuestro alcance, no le damos el valor que tiene».

La puesta en marcha del proyecto Meningitis Vaccine Project fue un hito que pusieron en marcha con ayuda de la Fundación Bill y Melinda Gates. «Me sentí un poco como Bill Gates en su época de estudiante. Nos juntamos un grupo de expertos del sector público y privado, algunos ya retirados, de diferentes ámbitos: epidemiólogos, microbiólogos, expertos en desarrollo, producción y ensayos clínicos… pero con un objetivo común: desarrollar una vacuna conjugada a 50 céntimos la dosis para acabar con la meningitis meningocócica de los países más pobres del mundo», recuerda Jodar de un proyecto al que, por sus palabras y forma de contarlo, puso más que ilusión y horas de trabajo. «Recibimos de la Fundación Gates 70 millones de dólares para desarrollar la vacuna conjugada contra el serogrupo A, pero no encontramos un gran laboratorio que la fabricara a un coste tan barato, porque el coste oportunidad era demasiado grande».

P: Y, ¿entonces cómo lo consiguieron?

R: Mediante un acuerdo de transferencia de tecnología desde el FDA al Instituto Serum de la India. Estos últimos asumieron la fabricación. Al final, todos ganaban. El laboratorio se quedaba con la tecnología de la conjugación, que le permitiría fabricar otras vacunas, nosotros conseguíamos las dosis necesarias a bajo coste para los países del cinturón de la meningitis. Tras una década de esfuerzos en el desarrollo, la vacuna contra el serogrupo A finalmente se ha registrado y administrado a 300 millones de personas desde Burkina Faso hasta Malí, Sudán, Etiopía… Todos los gobiernos querían acabar con este problema de salud y se ha dado un paso fundamental.

Jodar ha visto desde Pfizer todo esto, ya que poco tiempo después de dar forma a este proyecto asumió el cargo de director general adjunto en el Instituto Internacional de Vacunas (IVI) creado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Seúl. Allí pudo poner en práctica el trabajo llevado a cabo en la meningitis: dirigir diferentes especialidades para implantar programas de vacunación de enfermedades respiratorias, diarreicas o causadas por los flavivirus como el dengue en los países en vías de desarrollo.

P: ¿Cómo fue aquella experiencia?

R: Muy buena. Aunque la base era Seúl el desarrollo, la evaluación clínica y la introducción de vacunas estaban destinadas a los países más pobres de Asia, África o Latinoamérica. Formamos un grupo grande de epidemiólogos, microbiólogos, clínicos, de politólogos, de economistas de la salud, especialistas en ensayos clínicos, estadísticos… nos centramos en los lugares con una mayor incidencia de enfermedades, por ejemplo, los barrios adyacentes a donde trabajaba la Madre Teresa en Calcuta o en las zonas más pobres de Karachi. Allí hicimos ensayos con la vacuna contra el cólera, contra la fiebre tifoidea… Enfermedades que al primer mundo le suenan lejos o que ni conoce… Fue una época muy estimulante. Piense que aun estando en conflicto, pudimos desarrollar proyectos hasta en Corea del Norte.

Mientras enumera los proyectos, se le ilumina la cara: «Trabajamos en Zanzíbar, en Mozambique tuvimos también una estación de investigación al Norte de mi colega el Dr. Pedro Alonso». Y claro, cabe preguntarse cómo realizando este trabajo uno termina en un gran laboratorio. Uno que años más tarde también marcaría un punto de inflexión en una pandemia.

P: ¿Cómo termina en Pfizer?

R: Tras seis años en Seúl me di cuenta de que, pese a que te rodeas de una colonia expatriados, tus hijos te dicen que sus amigos no pasan allí más de uno o dos años, y que empiezan a sentirse infelices. En ese momento, mi mujer Ana y yo, decidimos que era el momento de un cambio. Y surge la oportunidad de vivir en Hong Kong, que tiene una comunidad occidental mucho mayor, trabajando para la farmacéutica Wyeth y nos marchamos. Allí paso un año como director ejecutivo médico para toda Asia de Wyeth, pero llega la compra de Pfizer y nos marchamos a Estados Unios.

P: Y, ¿cómo llega a su puesto actual?

R: En Pfizer me ofrecieron dirigir no sólo Asia sino lo que se denominan Mercados Emergentes, en el ámbito de las vacunas. Me voy a Nueva York y desde allí coordino toda Latinoamérica, Europa Central del Este, África y medio Oriente… Y a los dos años, me dijeron que iban a crear un puesto médico único de vacunas para dirigir todo el mundo, consolidando varios departamentos. Y fue una oportunidad porque de nuevo pude contar con todas las disciplinas diferentes, como cuando trabajaba en el IVI.

P: ¿Por qué es tan importante la multidisciplinariedad en las vacunas?

R: No solo se trata de diseminar la evidencia de su eficacia y su seguridad. Si vamos a introducir las vacunas en los programas de inmunización, hay que determinar su seguridad y efectividad a largo plazo, cuál es la evolución epidemiológica de la enfermedad, cuál es el costo efectividad de las vacunas, cómo es la respuesta social, y la logística de la implementación.

P: ¿Cómo le dijeron vamos a trabajar con BioNTEch en una vacuna contra la covid?

R: Nosotros ya trabajábamos con ellos en una vacuna de ARN mensajero contra la gripe, teníamos proyectos comunes. Pero bueno ya se sabe, fue Albert Bourla quien habló con Ugur Sahin y, tras diferentes negociaciones, la jefa de investigación y desarrollo de vacunas, Kathrin Jansen, me lo comunicó. Se trataba de una tecnología pionera que podía dar la flexibilidad de adaptarnos. Y funcionó muchísimo, mejor de lo que esperábamos. Recuerden que el umbral de aprobación de emergencia establecido por la FDA en un principio fue de un 50 % de eficacia, pero es que llegamos al 95 %.

La tecnología ARNm de la vacuna anti-covid y Jodar tuvieron carreras paralelas durante 30 años, en los que cada uno fue desarrollando su potencial para formar parte de un momento especial: «Detrás de la vacuna hay muchísimo trabajo, años de investigación y desarrollo». Jodar recuerda que pudo haber salido mal: «Pfizer no recibió dinero externo; lo sacó de sus propios fondos».

En un reciente discurso con motivo de un doctorado honorífico por la Universidad de Drew en Nueva Jersey, Jodar apuntó a los graduados que la inspiración, en todas tus vertientes, se convierta en el motor de sus carreras. «En mi caso, fue una conferencia magistral pronunciada por el difunto profesor Donald Henderson, quien fue una de las mentes más grandes de la salud pública estadounidense del siglo pasado».

P: Fue en Japón donde se da cuenta que quiere ser vacunólogo. ¿Qué le inspiró?

R: Sí. Bueno, yo hice el doctorado aquí en España, en el Departamento de Fisiopatología en Farmacia y Salud Pública de Medicina. Y recibo una beca para viajar a Japón en el año 1992. Paso en Osaka seis meses y me marcho a Nagasaki. Tras dos meses allí, me caso con Ana, que se quedó en España y nos marchamos los dos a Nagasaki. Allí, tanto mi mujer como yo tuvimos que aprender japonés porque no se hablaba nada de inglés. Y, en medio de tantas tribulaciones, escucho el discurso de Henderson. Entonces le dije a Ana: «Creo que he encontrado lo que quiero hacer» y hasta ahora.

P: ¿Por qué le atrae tanto?

R: El campo de la vacunología y la inmunización son francamente fascinantes. Se ha podido ver en la pandemia, donde todas las disciplinas tienen algo que aportar desde la inmunología, epidemiología o la infectología hasta la antropología, sociología, economía o política. A mí desde siempre me han gustado muchísimo las Humanidades, me pasaba los veranos en Cambridge haciendo cursos de historia, pensamiento político o poesía, mientras cursaba la carrera. Y no cabe duda, que hay pocas carreras como la vacunología que combinen tantas disciplinas dentro de las ciencias o las humanidades.

agosto 06/2022 (Diario Médico)

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