05Los niños de hoy, en especial los que viven en países de renta baja, vivirán un futuro «sin precedentes», en el que sufrirán las consecuencias desproporcionadas de un cambio climático que ninguna generación humana ha vivido antes.

En el mejor de los casos, si el mundo consigue limitar el calentamiento global a 1,5 °C para finales de siglo -compromiso fijado en el Acuerdo de París-, alrededor del 52% de los nacidos en 2020 (62 millones de personas) experimentarán una exposición sin precedentes a las olas de calor a lo largo de su vida.

Pero, si las emisiones elevan la temperatura mundial 2,7 °C por encima de los niveles preindustriales, unos 100 millones de los 120 millones de niños nacidos en 2020 (el 83% del total) vivirán unas condiciones climáticas nunca vistas, y si la temperatura supera los 3,5 °C serán el 92 %.

Estos niños serán víctimas de olas de calor, malas cosechas, inundaciones, ciclones tropicales, sequías e incendios forestales, consecuencias de un calentamiento atmosférico continuado que no hemos podido o querido frenar, según un estudio de la Universidad Vrije de Bruselas (VUB), Bélgica, y de la organización Save the Children, cuyos detalles se han publicado este miércoles en la revista Nature.

La diferencia entre rebasar los 1,5 °C o alcanzar los 2,7 °C es que rebajaría el número de afectados en 38 millones, personas que podrían salvarse de este desastre con solo reducir el uso de combustibles fósiles, según el estudio.

Los autores explican que las consecuencias del calentamiento global serán mortales para los niños y para su salud física y mental, porque dificultarán el acceso a los alimentos y al agua potable y obligará a cerrar las escuelas, todo ello, supondrá «vivir una vida sin precedentes».

Vivir una vida sin precedentes significa que, sin el cambio climático antropogénico, «uno tendría menos de una posibilidad entre 10 000 de experimentar tantos extremos climáticos a lo largo de su vida», apunta Luke Grant, científico en la VUB y del Environment and Climate Change Canada (ECCC) y autor principal del informe.

Combinando datos demográficos y proyecciones de modelos climáticos de extremos climáticos para cada lugar del planeta, los autores calcularon el porcentaje de cada generación nacida entre 1960 y 2020 que se enfrentará a una exposición sin precedentes de extremos climáticos.

Así, observaron que cuanto más joven es una persona, mayor es su probabilidad de sufrir las consecuencias del cambio climático.

Incluso si se consigue limitar el calentamiento global a 1,5 °C, el 52% de los niños nacidos en 2020 estarán expuestos a olas de calor sin precedentes, frente a sólo el 16% de los nacidos en 1960, advierte el informe.

«Estabilizando nuestro clima en torno a 1,5 °C por encima de las temperaturas preindustriales, aproximadamente la mitad de los jóvenes de hoy estarán expuestos a un número sin precedentes de olas de calor a lo largo de su vida. En un escenario de 3,5 °C, más del 90% sufrirá esa exposición a lo largo de su vida», advierte Grant.

Pero si el aumento de la temperatura global se limitase a 1,5ºC en lugar de alcanzar los 2,7 °C, 38 millones de niños evitarían verse expuestos a olas de calor sin precedentes, 8 millones evitarían la pérdida de cosechas, 5 millones evitarían inundaciones y ciclones tropicales, 2 millones evitarían la exposición a sequías y 1,5 millones la exposición a incendios forestales a lo largo de su vida, detalla el informe.

La injusticia social del cambio climático

El estudio también revela la injusticia social del cambio climático y sus repercusiones.

«Los niños más vulnerables experimentan la peor escalada de los extremos climáticos. Con recursos y opciones de adaptación limitados, se enfrentan a riesgos desproporcionados», lamenta Wim Thiery, catedrático de Ciencias del Clima de la VUB y autor principal del estudio.

«En todo el mundo, los niños se ven obligados a soportar el peso de una crisis de la que no son responsables. Calor peligroso que pone en peligro su salud y su aprendizaje; ciclones que azotan sus hogares y escuelas; sequías progresivas que marchitan las cosechas y reducen lo que hay en sus platos. En medio de este ritmo diario de desastres, los niños nos suplican que no nos desconectemos», denuncia la directora general de Save The Children International, Inger Ashing.

Esta investigación muestra que «aún hay esperanza»; pero «sólo si actuamos de forma urgente y ambiciosa para limitar rápidamente el calentamiento de las temperaturas a 1,5 °C, y situar realmente a los niños en el centro de nuestra respuesta al cambio climático», advierte Ashing.

«Con unas emisiones globales que no dejan de aumentar y el planeta a solo 0,2 °C del umbral de los 1,5 °C, los líderes mundiales deben dar un paso adelante para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y disminuir la carga climática sobre los jóvenes de hoy», zanja Thiery.

07 mayo 2025 | Fuente: EFE | Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2025. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A. | Noticia

mayo 14, 2025 | wferrerentenza | Filed under: Cambio climático, Tiempo, clima y salud | Etiquetas: |

incendiosExperimentar catástrofes relacionadas con el clima está asociado con un deterioro acumulativo de la salud mental, según un estudio australiano con datos de 5 000 personas que constata que los efectos se agravan con los sucesivos eventos.

Los detalles se publican en la revista The Lancet Public Health, en un artículo en el que los autores subrayan la urgencia de considerar estas exposiciones múltiples a desastres en los servicios de salud pública y bienestar social.

El trabajo se basa en datos longitudinales entre 2009 y 2019 de 5 000 personas que sufrieron daños en su vivienda después de al menos una catástrofe (inundación, incendio forestal o ciclón), a las que se realizó un seguimiento desde los años previos al desastre hasta los posteriores a cada exposición.

Según los autores, adscritos entre otros a la Universidad de Melbourne, experimentar sucesivas catástrofes relacionadas con el clima se asocia a una mayor gravedad del deterioro de la salud mental.

Así, la recuperación a la situación inicial previa al desastre se retrasó más con las repetidas exposiciones. Se observaron mayores deterioros en la salud mental cuando los desastres ocurrieron más cerca de la exposición previa (con una diferencia de uno a dos años) que cuando se produjeron más lejos (con tres o más años de diferencia).

Asimismo, se descubrió que las mujeres, los individuos más jóvenes, las poblaciones indígenas y los habitantes de zonas rurales tenían más probabilidades de experimentar un deterioro de la salud mental después de desastres repetidos.

También que las personas con enfermedades, deficiencias o discapacidades de larga duración, aquellas con escaso apoyo social, así como los propietarios de viviendas con hipotecas y los inquilinos, experimentaron un mayor deterioro de la salud mental entre la primera y las siguientes catástrofes.

Los autores admiten que la investigación tiene algunas limitaciones. Por ejemplo, la medida de exposición al desastre se basó en los daños a las viviendas causados ​​por un desastre reportados por los propios participantes.

Además, el modesto tamaño de la muestra para tres desastres (o más) introduce incertidumbre y limita la capacidad para extraer inferencias sólidas sobre el efecto.

No obstante, defienden sus conclusiones y afirman que los hallazgos ponen de relieve los efectos acumulativos en la salud mental de la exposición a múltiples catástrofes relacionadas con el clima, lo que debe tenerse en cuenta y abordarse urgentemente en los servicios de salud pública.

Los investigadores afirman que por primera vez han demostrado estadísticamente que la acumulación de dos o tres catástrofes naturales, especialmente entre personas vulnerables, provoca con más frecuencia trastorno de estrés postraumático, ansiedad y depresión que la ocurrencia de una sola catástrofe o ninguna, explica el psiquiatra Paul Valent.

Con el cambio climático produciendo más catástrofes naturales, advierten de que la salud mental de la población empeorará. «Su lógica, respaldada por abundantes estadísticas, parece inatacable», señala el investigador que no participa en el estudio.

Sin embargo, este se limita a «un pequeño puñado» de síntomas medibles que -dicen- representan la salud mental, describe Valent, presidente jubilado de la Sociedad para estudios sobre el estrés traumático de Australasia, en declaraciones recogidas por la plataforma de recursos científicos Science Media Centre.

«Este supuesto es cuestionable». Los síntomas no incluyen una amplia gama de otros síntomas psicológicos como el duelo, la ira, la culpa, la vergüenza e injusticia. Y no dicen nada de las consecuencias psicosomáticas de las catástrofes, como infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares y una gran variedad de síntomas físicos.

30 abril 2025 | Fuente: EFE | Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2025. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A. | Noticia

Imagen: Archivo.La resistencia a los antimicrobianos es una de las mayores amenazas de salud pública mundial; en 2021 causó 1,4 millones de muertes -especialmente en los países de ingresos medios y bajos- y se espera que en 2050 sean dos millones.

Un nuevo estudio liderado por científicos de la Universidad Sun Yat-sen de Guangzhou (China) y publicado en Nature Medicine vaticina que, si las cosas no cambian, la carga mundial de estas resistencias crecerá un 2,4 % antes de mitad de siglo.

La resistencia a los antimicrobianos surge cuando las bacterias, virus, hongos y parásitos mutan y se hacen inmunes a los medicamentos, eso dificulta el tratamiento de las infecciones, aumenta el riesgo de propagación de enfermedades y favorece la aparición de formas de enfermedad más graves.

Por todo ello, sin antimicrobianos eficaces, la salud global queda comprometida en situaciones tan esenciales como las cirugías o los tratamientos de quimioterapia contra el cáncer, por ejemplo.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), abordar este problema global requiere medidas multisectoriales urgentes, como reducir el uso indebido de los antibióticos, o medidas de control contra las infecciones como fomentar el acceso a agua limpia y saneamiento.

Pero el cambio climático y el incumplimiento de las estrategias de desarrollo sostenible están acelerando este problema de salud global.

AUMENTAR LAS ESTRATEGIAS

Los líderes mundiales de la 79ª Asamblea General de las Naciones Unidas emitieron una declaración comprometiéndose a reducir los 4,95 millones de muertes humanas relacionadas con la resistencia bacteriana en el mundo en un 10 % para 2030.

Sin embargo, gran parte de la estrategia se ha centrado en corregir el uso excesivo de antibióticos, dejando de lado otras cuestiones relacionadas con el cambio climático y las condiciones socioeconómicas.

El equipo, liderado por Lianping Yang, de la Universidad Sun Yat-sen, quiso evaluar el impacto de los factores socioeconómicos y ambientales de la resistencia bacteriana y, para ello, analizaron 4 502 registros que abarcaban 32 millones de aislados de seis patógenos bacterianos claves resistentes a los antimicrobianos, obtenidos de 101 países entre 1999 y 2022.

Utilizando modelos de previsión, los autores investigaron cómo influirían los factores socioeconómicos y medioambientales y las políticas en las tendencias mundiales de la resistencia a los antimicrobianos.

Sus conclusiones apuntan a que, en el peor de los escenarios de adaptación al cambio climático, en el que las temperaturas mundiales aumentarían entre 4 y 5 °C a finales de siglo, la resistencia a los antimicrobianos podría aumentar un 2,4 % de aquí a 2050, en comparación con el escenario de bajas emisiones.

La cifra oscila entre el 0,9 % en los países de renta alta y el 4,1 % y el 3,3 % en los de renta media-baja y baja, respectivamente.

Los científicos también descubrieron que los esfuerzos de desarrollo sostenible, como la reducción de los gastos sanitarios directos, la ampliación de la cobertura de inmunización, el aumento de las inversiones sanitarias y la garantía del acceso universal a los servicios de agua, saneamiento e higiene, podrían reducir la prevalencia futura de la resistencia a los antimicrobianos en un 5,1 %.

Esto superaría el efecto de la reducción del consumo de antimicrobianos, que, según las proyecciones, disminuiría la prevalencia de las resistencias en un 2,1 %.

A la vista de estos datos, los autores hacen un llamamiento a la acción urgente para abordar factores socioeconómicos y ambientales más amplios más allá de la simple reducción del uso de antibióticos para mitigar este grave problema.

29 abril 2025 | Fuente: EFE | Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2025. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A. | Noticia

estornudo-shutter-3-860Científicos estadounidenses analizaron más de 30 estudios entre 2020 y 2023 para conocer el vínculo entre el aumento de temperaturas y la intensificación de las alergias, las cuales son cada día más intensos, publica hoy la revista The Laryngoscope.

Con la llegada de la primavera, la rinitis alérgica se extiende entre las personas que la sufren año tras año. Esta reacción inflamatoria de la mucosa nasal se produce por una hipersensibilidad del sistema inmunitario a sustancias ambientales, destaca el artículo.

Liderado por Alisha R. Pershad y Neelima Tummala, científicas de la Universidad de Washington, el estudio analiza que de esos 30, 17 comprueban que las temporadas de polen son cada vez más largas o presentan mayores concentraciones de polen como consecuencia del cambio climático.

Una de las razones es que el dióxido de carbono atmosférico favorece el crecimiento de ciertas plantas y árboles, lo que les permite producir más polen mientras que plantas como la ambrosía permanecen activas más tiempo en otoño, subraya la especialista.

Precisa el artículo que se prevé un aumento en la duración de la temporada de polen de un 19 % y un incremento en la concentración total anual de entre un 16 y un 40 %.

Los estudios retrospectivos mostraron un aumento en la gravedad y la duración de los periodos de alergias. Dos de ellos desarrollaron modelos de proyección sobre cómo se espera que cambie el polen en el futuro.

«Aunque no podemos predecir con exactitud lo que ocurrirá en cada época del año, sí podemos observar las tendencias en las temporadas de alergias», subrayan las autoras.

Estas cifras nos ayudan a identificar que la variación en las temporadas de polen no es pequeña y puede tener consecuencias continuas para los pacientes con rinitis alérgica, agregaron.

16 abril 2025 | Fuente: Prensa Latina | Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2025. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A. | Noticia

abril 23, 2025 | Carlos Alberto Santamaría González | Filed under: Alergias, Alergología, Cambio climático, Enfermedades inmunológicas, Tiempo, clima y salud | Etiquetas: |

Imagen: Archivo.Migración, sistemas alimentarios e hídricos, salud y biodiversidad fueron algunos de los temas debatidos en la Segunda Conferencia de Investigación y Resiliencia sobre el Cambio Climático (2CR2) que concluyó este martes en Djibouti.

Paneles de discusión abordaron el impacto del cambio climático en los recursos hídricos, incluyendo la gestión de los acuíferos costeros y las estrategias de adaptación ante la escasez de agua.

Asimismo, analizaron los desafíos de la migración climática, con ejemplos de resiliencia en África y Somalia.

Los investigadores destacaron el aumento de enfermedades como la malaria en Djibouti y los riesgos para la salud mental, al tiempo que enfatizaron la importancia de proteger la biodiversidad y desarrollar estrategias de adaptación para las comunidades vulnerables.

Otro panel compuesto exclusivamente por mujeres y titulado «Mujeres y cambio climático» subrayó el papel esencial de ese sector poblacional en la resiliencia climática, a través de enriquecedores debates sobre cuestiones de equidad, liderazgo y acción ambiental.

La Conferencia 2CR2 celebrada del 14 al 16 de abril en Djibouti se posiciona como un punto de encuentro entre ciencia, resiliencia y cooperación regional, con la ambición de generar soluciones concretas, sostenibles e inclusivas para las comunidades más expuestas a los efectos del cambio climático.

Organizada por el Ministerio de Educación Superior e Investigación Científica, convocó a 400 participantes, entre ellos investigadores, tomadores de decisiones, instituciones y actores de la sociedad civil para discutir los principales problemas climáticos en África Oriental y más allá.

15 abril 2025 | Fuente: Prensa Latina | Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2025. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A. | Noticia

abril 22, 2025 | Carlos Alberto Santamaría González | Filed under: Cambio climático, Tiempo, clima y salud | Etiquetas: |

Imagen: Prensa Latina.En los meses más calientes de 2024, un año en el que México y el mundo alcanzaron temperaturas récord, Yanine Quiroz empezó a sentir una fatiga y una angustia que le impedía trabajar por el día.

«Sentí mucho miedo de ver esa escasez de agua y cómo toda mi familia y mis amigos estábamos sufriendo», cuenta esta periodista de 33 años de Ecatepec, uno de los municipios que más padece la sequía del Estado de México, aledaño a la capital, donde el año pasado se temió por la llegada del inminente «día cero», en el que se acabaran las reservas de agua potable.

Diversos estudios han confirmado que la exposición prolongada al calor afecta a la salud física y mental, aumenta el riesgo de agotamiento, insolación, trastornos del estado de ánimo, ansiedad e incluso provoca pensamientos suicidas.

En el caso de Quiroz, a las preocupaciones relacionadas con el clima se sumó un episodio de ansiedad aguda que ya padecía, y comenzó a tener ataques de pánico, que le llevaron a solicitar un permiso por incapacidad en su trabajo. También buscó ayuda profesional que le ha ayudado a hablar más abiertamente sobre su salud mental.

Quiroz cree que estaba sufriendo lo que se ha denominado ecoansiedad, un estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo frente a la crisis climática.

Aunque todavía no se reconoce formalmente como una afección médica, este concepto, popularizado por la Asociación Americana de Psicología (APA) en 2017 en su informe Salud mental y Nuestro Clima Cambiante, se refiere a la angustia y el malestar emocional que una persona experimenta debido a la preocupación por el estado del medioambiente y los desastres climáticos.

Es una sensación que, según se ha observado, afecta principalmente a las nuevas generaciones y a quienes trabajan en temas ambientales. Un estudio de 2021 publicado en la revista médica The Lancet arrojó que más de la mitad de sus 10 000 encuestados, todos jóvenes de entre 16 y 25 años y de diez países diferentes, experimentaron emociones negativas como ansiedad e impotencia ante el cambio climático.

Con desastres más potentes y frecuentes, y un clima más errático que amenaza con sequías, inundaciones y olas de calor a las comunidades, es urgente que los profesionales de la salud comprendan el impacto del cambio climático en la salud mental, explica la doctora Ana Laura Torlaschi, asesora de la Organización Panamericana de Salud (OPS) para proyectos sobre salud y cambio climático.

«Puedes tener un profundo conocimiento sobre enfermedades, pero si no reconoces que una persona está expuesta a factores ambientales que la afectan, no podrás ofrecer la ayuda adecuada», afirma.

La salud mental en los desastres climáticos

Estudios han demostrado que las personas que viven un desastre natural de primera mano están expuestas a sufrir impactos agudos en su salud mental. Ese fue el caso de Diana Ruiz, de 35 años, y su madre, que no alcanzaron a prepararse para la llegada del huracán Otis en 2023, la peor tormenta en golpear el Pacífico mexicano en más de tres décadas, que arrasó con el balneario turístico de Acapulco.

Otis solo tardó 12 horas en pasar de tormenta tropical a un huracán categoría cinco, la mayor posible, algo inédito. Ante el rápido fortalecimiento del ciclón, madre e hija no alcanzaron a evacuar, y no les quedó más remedio que encerrarse en el baño de su casa en la ciudad balneario de Acapulco con su gato a la espera de que pasara.

«Fue un shock. Estábamos asustadas. Intentamos dormir, pero había un ruido muy extraño del viento», recuerda Diana. Por la mañana, ilesas, pudieron hacer recuento de daños: su casa estaba muy dañada y habían perdido el local en el que vendían accesorios y ropa.

En las siguientes semanas, el reto fue conseguir comida y evitar que los ladrones entraran a su casa, ya que los robos se hicieron frecuentes tras la tormenta. «Mi mamá se aguantaba muchas cosas, dolor. No lloramos», recuerda la hija. «Tiempo después, te empiezan a caer las cosas y te das cuenta de cómo pasaron», añade.

Tras ese huracán, psicólogos de Médicos Sin Fronteras (MSF) y del Estado de Guerrero llegaron para atender la salud mental de las personas en Acapulco y Coyuca de Benítez, dos de los municipios más afectados.

«Llegamos dentro de lo que se considera la fase inmediata posterior al desastr», explica Berzaida López, encargada de la intervención en salud mental de MSF tras Otis. Según detalla, en esa etapa prevalece la sensación de incredulidad, y los afectados sienten como si estuvieran viviendo una pesadilla.

«El estrés está muy elevado en esos primeros días. Las personas hablan de dificultad para dormir, de tener sobresaltos o estar en constante vigilancia», dice López. «Si venía un viento fuerte que provocaba ruidos que se asocian con el huracán, la gente volvía a experimentar el trauma», agrega. Estos flashbacks, revivir el huracán, son señales de estrés agudo.

La importancia que se le da a la salud mental y el hecho de que existan profesionales que atiendan a las personas en desastres es relativamente nuevo.

En 2011, después del terremoto de Sendai, Japón, que dejó más de 18 000 muertos y problemas agudos de salud mental a los supervivientes, se creó el Marco de Sendai para la reducción del Riesgo de la ONU, que recomienda mejorar los planes de recuperación y ofrecer apoyo psicosocial a los afectados.

Aunque es emergente, especialmente en América Latina, la evidencia de que estos eventos pueden aumentar los riesgos de depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, abuso de sustancias y comportamiento suicida resalta su importancia. La organización de Médicos sin Fronteras, por ejemplo, lleva desde la década de 1990 implementando intervenciones de salud mental como parte de su labor de emergencia.

A más de dos años de Otis, la salud mental todavía es un reto para Diana y su mamá. Ella tiene secuelas por el dengue que sufrió tras Otis, una enfermedad que se disparó tras el desastre, que también infligió un golpe a la economía local y que llevó a Diana a trasladarse a la Ciudad de México.

Más allá del desastre: el dolor de perder el paisaje

La ecoansiedad también le afectó a Regeane Oliveira Suares, una joven indígena terena que dejó su comunidad en Nioaque, en el estado brasileño de Mato Grosso do Sul hace más de cinco años para estudiar medicina en la capital del estado Campo Grande.

Para muchos de los pueblos indígenas latinoamericanos, cuyas tradiciones, culturas y medios de vida suelen basarse en una estrecha relación con su entorno, la ecoansiedad también puede ser una respuesta a un paisaje y un clima cambiantes.

«Salí de un pequeño municipio donde todos se conocían y la rutina era diferente. Cuando comencé a vivir en la ciudad, mi salud mental sufrió mucho. Empecé a desarrollar depresión y ansiedad», recuerda.

En su aldea, todo le daba sensación de libertad. Podía caminar o montar en bicicleta sin peligro. Pero si dejar su comunidad fue un reto, describe que también lo fue volver a Nioaque y ver que la tierra y el paisaje habían cambiado.

«Noté cambios drásticos en los cultivos, la falta de lluvias empobreció el suelo y el fuerte sol acabó con la mayor parte de lo que se sembraba para comer o vender», dice. El río cada vez estaba más seco y muchas veces incluso desviado, generando un paisaje que describe como «triste».

Tanto Mato Grosso como su vecino del sur, Mato Grosso do Sul, se encuentran entre los estados agrícolas más importantes de Brasil por sus productos como cereales, caña de azúcar, ganado y soja.

Sin embargo, en las últimas décadas, esta posición también ha llevado a los estados a situarse entre los diez primeros estados líderes en deforestación ―en parte ilegal―, lo que ha provocado cambios en el paisaje y otros impactos en los ecosistemas.

Al desarraigo, a Oliveira se le sumó lo que el filósofo Glenn Albrecht bautizó en 2005 como solastalgia, «un dolor que se experimenta cuando se reconoce que el lugar en el que se reside y se ama está sometido a un asalto». Es una especie de duelo por la pérdida del lugar conocido y un fenómeno que varios estudios, incluida la investigación de Albrecht, han tratado de explorar más a fondo.

«Pienso que mis hijos tal vez no verán de qué fui parte, en dónde crecí. Esto me deprime aún más, porque, poco a poco, vi que ese lugar se estaba desmoronando ante nuestros ojos», comenta.

En 2021, Oliveira participó en una investigación de la Escuela de Medicina de la Universidad Estatal de Mato Grosso do Sul (UEMS), donde ella misma estudia, liderada por el profesor Antonio Grande que buscaba explorar las acciones que se necesitan para mejorar la salud mental de los indígenas en relación con el cambio climático.

«Estos pueblos están perdiendo su perspectiva de vida, la esperanza, así que, para ellos, todo lo que sucede tiene un significado más profundo», asegura Grande en una videollamada. «En este punto, todo tiene que ver con el cambio climático. Las tierras han sido devastadas y ellos ya no se pueden comunicar con la naturaleza. Incluso algunos hablan de que ya no la pueden escuchar», detalla.

Estudios y organizaciones internacionales, incluidas la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Organización Panamericana de la Salud, han puesto de relieve el aumento de los problemas de salud mental en las comunidades indígenas de todo el mundo, a menudo relacionados con la expropiación de tierras y los cambios medioambientales.

La investigación de Grande y su equipo propone preservar su territorio, respetar sus formas de vida y romper el tabú sobre la enfermedad mental que existe en estas comunidades. «Es algo político, que empieza por no destruir sus tierras», comenta Grande.

El que lidera es uno de los pocos estudios sobre salud mental y cambio climático hechos en América Latina y da pistas de la transformación que necesita la región para empezar a abordar un tema que ha sido estigmatizado históricamente.

Oliveira, por su parte, arroja sus percepciones como mujer indígena que también está a punto de graduarse de médica.

Las facultades de medicina, dice, deben trabajar en esta relación entre la salud mental indígena y el cambio climático, pero la clave está en abordar las causas fundamentales de los factores que generan ansiedad y presiones en las comunidades.

«Los gobiernos deben garantizar el derecho a la tierra ancestral y a la asistencia financiera, y en las escuelas se debe educar sobre nuestros orígenes, nuestros derechos y nuestros valores como seres humanos en la sociedad», asegura.

La acción: un camino para trabajar la salud mental

Mientras se prevé que los eventos climáticos adversos aumenten, es probable que más personas sientan su salud mental afectada.

La doctora Nora Leal Marchena, psiquiatra que en 2023 impulsó la creación del Capítulo de Salud Mental Ambiental y Urbana de la Asociación de Psiquiatras de Argentina, subraya la importancia de trabajar con acciones concretas para manejar estas emociones. «Cuando se empieza a trabajar por un tema, las acciones motorizan respuestas positivas que ayudan a mitigar la preocupación», dice.

Estudios como el de The Lancet sobre la ecoansiedad juvenil han demostrado que la magnitud de la crisis climática, de escala global, puede llevar a caer en el apocalíptico «ya es muy tarde».

Pero por lo menos a nivel mental, actuar salva. Marchena lo ve sobre todo con los niños y adolescentes, en cuya salud mental se ha especializado. «Hay que llevarlos a tomar acción, porque si no, les generas impotencia», afirma.

Alice Poma, doctora en ciencias sociales e investigación de emociones y movimientos sociales en la Universidad Nacional Autónoma de México, lo corrobora. «Uno de los resultados de las investigaciones es que el activismo es casi terapéutico en tema de emociones climáticas,» explica. «Porque, al organizarte, al participar, consigues manejar algunas de las emociones climáticas», prosigue.

Tener esperanza en la acción colectiva, en crear espacios de discusión, permite pensar en un futuro diferente, explica Poma. «El cariño o los vínculos afectivos que se forman en la colaboración ayudan a no tenerle tanto miedo al futuro distópico que nos imaginamos», concluye.

Por eso, personas como Yanine Quiroz, buscan estrategias para afrontar el impacto emocional del clima extremo. «Tengo algunas ideas en mente para responder a corto plazo a esas futuras situaciones que podrían desencadenar la ecoansiedad otra vez», dice.

Sus estrategias van desde soluciones individuales, como climatizar sus espacios, hasta acciones colectivas, como participar en reforestaciones con ONG. «Pero definitivamente el miedo aparece cada vez que el calor se vuelve más intenso», reconoce.

14 abril 2025 | Fuente: IPS | Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2025. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A. | Noticia

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