ene
4
El infarto aumenta entre jóvenes adultos. Los factores de riesgo cardiovascular, especialmente la dislipemia, y estilos de vida no saludables se afianzan día a día.
La cardiopatía isquémica aguda se presenta cada vez con más frecuencia en pacientes jóvenes, según los últimos análisis. Hasta la fecha existía escasa evidencia sobre su pronóstico a corto y largo plazo, por lo que, para corroborar los datos, un equipo del Hospital Universitario Virgen Macarena, en Sevilla, ha realizado un registro unicéntrico observacional, descriptivo y retrospectivo de todos aquellos pacientes menores de 45 años que ingresaron en la unidad de cuidados coronarios tras el diagnóstico de síndrome coronario agudo entre enero de 2010 y abril de 2021.
“Creemos que el infarto es cada vez más frecuente en jóvenes porque estamos viviendo una situación en la se ha producido un importante aumento de los factores de riesgo cardiovascular. Vivimos en una sociedad desarrollada, en la cual los malos hábitos alimenticios y el sedentarismo son muy prevalentes», considera Diego Félix Arroyo Moñino, cardiólogo del equipo que ha llevado a cabo el trabajo.
Causas de ingreso y afectación
Señala, además, que evitando estas circunstancias y, en caso de que estén presentes, controlándolas con un estilo de vida saludable, estaremos previniendo que estas placas ateroscleróticas acaben derivando en una enfermedad cardiovascular”.
Los especialistas analizaron de forma consecutiva un total de 256 pacientes con una mediana de edad de 42 años, siendo el 82 % varones. Según las conclusiones del análisis, presentadas en el Congreso SEC de la Salud Cardiovascular, el principal motivo de ingreso fue el síndrome coronario agudo con elevación del segmento ST (181 pacientes, 71 %). La afectación coronaria predominante fue en forma de enfermedad monovaso (69,6 %).
Un análisis más pormenorizado indica que en cuanto a la arteria responsable del infarto, la más frecuente fue la descendente anterior (51,9 % de los casos), seguida de la coronaria derecha en el 34,8 % de las ocasiones. El mecanismo fundamental del infarto, el 87,3 % de las veces, fue la rotura o la erosión de placa aterosclerótica. La presencia de arteria ocluida en el momento de la realización de coronariografía fue del 61,9 %. Estos resultados difieren de los obtenidos en pacientes mayores de 45 años, quienes presentaban características distintas.
Origen y desarrollo precoces
Arroyo Moñino considera que el desarrollo de la aterosclerosis dentro de nuestras arterias, acumulándose grasas, colesterol y otras sustancias en sus paredes comienza desde la infancia. En la adolescencia, estas pequeñas lesiones aumentan con la acumulación de lípidos y dan lugar a la formación de pequeñas placas fibrosas.
“En los años siguientes, estas placas crecerían y se agrandarían, pudiendo sufrir roturas y trombosis, que serían las desencadenantes de los eventos agudos, como en este caso, el infarto de miocardio”.
A pesar de que la aparición de placas de aterosclerosis no se puede prevenir, sí es posible prevenir un desarrollo excesivo de las mismas, que es lo que acabaría derivando en la enfermedad cardiovascular. Se han identificado múltiples factores que pueden llevar a este desarrollo excesivo, como son los niveles elevados de colesterol (LDL) en sangre, la tensión arterial alta, el tabaquismo, el sobrepeso o la obesidad, y la presencia de diabetes mellitus.
Mayor supervivencia al infarto en jóvenes
Carlos Barea González, uno de los investigadores del estudio, explica que “como sospechábamos, el pronóstico de los pacientes jóvenes que ingresan con infarto es bueno, con una baja tasa de mortalidad tanto intrahospitalaria (1,2 %) como en el seguimiento (2 %).
En los mayores de 45 años estas cifras suelen ser más elevadas: del 6,9 % intrahospitalario.
No se encontraron factores predictores de mortalidad en el seguimiento o en los reingresos, pero sí se correlacionó de forma significativa con la mortalidad hospitalaria el antecedente de dislipemia.
«Aunque es complejo extrapolar estos datos, la interpretación que realizamos es que la presencia de dislipemia condiciona ya una afectación aterosclerótica importante a nivel de todo el organismo, con el correspondiente deterioro a nivel global que esto implica y que podría condicionar un peor pronóstico durante el ingreso hospitalario”, apunta Barea González.
“En el control lipídico es importante tener en cuenta que no solo debemos buscar controlar el colesterol, sino también los triglicéridos. Estos últimos muchas veces no están elevados como tal por sí solos, sino que suelen ser el reflejo de que hay ya una alteración establecida de los lípidos, por lo que también deben ser tenidos en cuenta y no olvidados.
Triglicéridos y alipoproteínas
Además del colesterol y los triglicéridos, debemos recodar que existen otras partículas relacionadas con el metabolismo lipídico, que cada vez están teniendo más relevancia en nuestro medio y que seguramente su conocimiento se haga también cada vez más extenso para la población general, tales como las apolipoproteínas”, aclara.
De acuerdo con las Guías de Práctica Clínica de la Sociedad Europea de Cardiología, el colesterol-LDL, cuanto más bajo, mejor, especialmente en personas que ya han sufrido un evento cardiovascular. En estos se persiguen cifras inferiores a 55 mg/dl y una reducción de al menos la mitad de cómo estaban dichos niveles antes del infarto.