Un equipo de Hospital Marqués de Valdecilla, ha mostrado que los vacunados desarrollan niveles elevados de anticuerpos que pueden transfundirse a los enfermos.

plasmaLa terapia de inmunización pasiva o transfusión de plasma de convaleciente se ha utilizado con cierto éxito para tratar enfermedades infecciosas desde hace más de un siglo. Su fundamento inmunológico radica en que una persona que se ha recuperado de una infección presenta en su sangre anticuerpos específicos contra los patógenos que la causaron. La gripe ‘española’ de 1918, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS) de 2003, la epidemia de influenza 2009 (H1N1), la gripe aviar (H5N1), la difteria, la hepatitis y fiebres hemorrágicas como el Ébola han sido algunos de los escenarios donde se ha empleado.

Con esos antecedentes, fue una de las primeras opciones que aparecieron tras la eclosión de la actual pandemia. La web Clinicaltrials, de los Institutos de Salud de Estados Unidos, registra ahora 180 ensayos con plasma, la mitad en fase de reclutamiento, 33 completados, dos terminados y media docena de origen español. Uno de ellos, todavía en marcha, es el ConPlas-19, coordinado por Cristina Avendaño, del Hospital Puerta de Hierro, en Madrid, y en el que participan otros 13 hospitales de todo el país, con el objetivo de llegar a la treintena. Sus resultados iniciales, con 81 pacientes de la primera ola, indicaron que el plasma de convaleciente puede ser eficaz en las fases tempranas de la enfermedad. Desde la segunda ola han retomado el estudio frenado el pasado verano por falta de pacientes, con la intención de alcanzar 300.

Otro estudio positivo se publicó en marzo de este año en The New England Journal of Medicine.

El equipo de Michael J. Joyner, de la Clínica Mayo en Rochester, analizó a 3 082 adultos con al menos un factor de riesgo que recibieron la inmunoterapia pasiva. El plasma administrado, que incluía niveles altos de anticuerpos IgG anti-SARS-CoV-2, se relacionó con una tasa de mortalidad a los 30 días del 22 % frente al 30 % entre los que recibieron plasma con títulos bajos. El efecto positivo solo aparecía entre pacientes que no requirieron ventilación mecánica y la tasa de mortalidad era menor si recibían el plasma en los tres días siguientes al diagnóstico de la infección.

Un mes antes, la misma revista había publicado otro análisis argentino con 160 pacientes, coordinado por Fernando Polack y financiado por las fundaciones Gates e Infant, también con resultados positivos, al igual que otro con 263 pacientes en el grupo de plasma y 263 controles llevado a cabo en el MedStar Washington Hospital Center y publicado en febrero en British Journal of Haematology.

Análisis discrepantes

Sin embargo, el estudio Recovery sobre plasma hiperinmune de convaleciente en OVID-19, pre publicado hace un mes y dirigido desde la Universidad de Oxford, no halló beneficios significativos tras asignar a 5 795 pacientes al grupo de plasma y a 5 763 al grupo control. No descartaba que pudiera aportar algún beneficio en la población sin IgG frente a SARS-CoV-2 en el momento del ingreso o en pacientes con determinados tipos de inmunosupresión.

Lo mismo ocurría con los 900 sujetos incluidos en la plataforma REMAP-CAP, un estudio adaptativo que evalúa diferentes tratamientos para la neumonía grave. Y otro metanálisis de diez estudios y casi 12 000 pacientes en total publicado en febrero pasado en JAMA Network, tampoco observó mejoría apreciable con el plasma en tasas de hospitalización, ventilación mecánica y mortalidad, si bien los autores reconocían la imprecisión de muchos de los datos analizados por la heterogeneidad de las mediciones, de los tratamientos aplicados, además del plasma, y de la situación de los pacientes.

Las discrepancias, con estudios a favor y en contra, son ya moneda corriente con este virus. Las han padecido y padecen prácticamente todos los tratamientos que se han ido ensayando. Lo que va quedando claro es que los que muestran cierta utilidad, como los inmunomoduladores, hay que aplicarlos cuanto antes. “El plasma, por ejemplo, hay que inyectarlo lo antes posible en los pacientes con neumonía, cuando es muy leve, o incluso antes de que la desarrollen en pacientes de alto riesgo; cuando hay ya una neumonía grave probablemente no sirve de mucho”, explica a DM Montserrat Briz, hematóloga del Hospital Marqués de Valdecilla en Santander.

Respuesta espectacular

Junto con Iñigo Romón y otros hematólogos del hospital cántabro, Briz ha publicado en la revista Vox Sanguinis, de la Sociedad Internacional de Transfusión Sanguínea, un estudio pionero sobre obtención de plasma de personas vacunadas. “Tras las primeras vacunaciones de sanitarios en el hospital, a Montserrat se le ocurrió la idea de aprovechar los altos títulos de anticuerpos que se observaron en los vacunados”, recuerda Íñigo Romón. “Encontrar donantes con títulos elevados puede ser difícil entre joven de mediana edad y con infección moderada”.

Así que convencieron a 16 sanitarios vacunados a donar sangre. Con una edad media de 41 años, cuatro habían recibido una dosis de la vacuna de Pfizer, diez las dos dosis y otros dos una dosis de la de Moderna. “La mayoría habían sido excluidos como donantes debido a sus bajos niveles de anticuerpos”, precisa Romón.

Tras la vacunación, todos los donantes presentaron niveles elevados de anticuerpos (≥9,5, según el test Ortho Vitros IgG), y sin diferencias entre los que habían recibido dos dosis o una dosis. “Nuestro estudio muestra que estos donantes tienen un aumento rápido y significativo en los niveles de anticuerpos anti-SARS-CoV-2 a las pocas semanas de la vacunación”.

Según las directrices de la FDA  (Administración de Alimentos y Medicamentos​ de los Estados Unidos) y otros organismos, los donantes de plasma deben reunir una serie de requisitos, como no ser ni muy mayores ni muy jóvenes, y la infección les ha tenido que dejar niveles altos de anticuerpos. “Pero como estos anticuerpos van decayendo, pensamos en esta posibilidad”, añade Briz. “Y la respuesta tras la vacunación es espectacular”.

Ventaja adicional

Romón es consciente de que el plasma de convaleciente no es la panacea. “A algunos les ha servido y a otros no”, comenta, tras una experiencia de más de 500 transfundidos con plasma en su hospital. Y Briz insiste en que solo vale el plasma con niveles altos de anticuerpos administrado cuanto antes. Lo acaba de confirmar otro estudio recogido en la revista JCI Insight, a cargo de la red Hackensack Meridian Health, la mayor de Nueva Jersey, en 51 superdonantes, elegidos por su gran cantidad de anticuerpos. La mortalidad en los transfundidos bajó significativamente.

Si bien la situación en Cantabria es menos acuciante que en la primera ola, casi todos los días tienen que administrar plasma a algún paciente en el Valdecilla. “No sabemos lo que nos vamos a encontrar de un día para otro; el virus hace una cosa y nosotros intentamos contrarrestarlo con otra; por eso tenemos que estar preparados con plasma y con lo que podamos”, advierte Romón.

Una última ventaja del plasma de convaleciente mientras haya que seguir acudiendo a él, es, junto a su seguridad, “hay algunas reacciones adversas, pero leves”, indica Briz, que, dado que los anticuerpos pueden provenir también de supervivientes que han desarrollado respuestas inmunes a las diversas variantes, su plasma se actualizaría frente a esas cepas del SARS-CoV-2 y, en ausencia de vacunas y otras terapias, podría servir para los nuevos contagiados.

abril 12/2021 (Diario Médico)

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