Hemos ido asumiendo, a medida que han pasado los días que parecen semanas, que nos enfrentamos a lo que probablemente suponga para nosotros, toda una generación que engloba a varias, nuestra guerra mundial. Aún es pronto para recapacitar de forma sosegada sobre lo que significa y va a significar esta auténtica tragedia (se nos escapan las lágrimas), pero sí para algunas consideraciones preliminares, ahora que parece constatarse que hay luz en el horizonte, aunque no debemos bajar la guardia. Y ha salido el sol en no pocos lugares.

personal médicoEstos días hemos sufrido, y estamos sufriendo, en España con fuerza desconocida la que indudablemente es la primera pandemia del siglo XXI, ocasionada por el SARS-CoV-2. El siglo XX se vio castigado por una pandemia de gripe que azotó el mundo durante 3 oleadas distribuidas entre febrero de 1918 y junio de 1919. La enorme difusión y gravedad de sus casos caracterizaron a la enfermedad, que fue etiquetada con el nombre de gripe española.

El origen de esta denominación está en la ausencia de censura mediática en España, país no contendiente en la Primera Guerra Mundial, lo que propició la libre circulación de noticias sobre la pandemia, que dieron lugar al equívoco. Aquella crisis puso en evidencia la escasa efectividad de los recursos médicos de la época, pese al apogeo de las nuevas especialidades nacidas en la era bacteriológica.

Al margen de una serie de interrogantes que el tiempo irá contestando, podemos ser asertivos en que la transmisión comunitaria en España se viene produciendo antes de lo anunciado y esperado; y que deberíamos haber prestado atención como agente de cambio en los problemas de salud que serán protagonistas en el siglo XXI a la propia globalización. Muchas de las enfermedades que nos acompañarán no entienden de fronteras, como se había venido demostrando desde 2003 con la aparición de nuevas infecciones (SARS, MERS, otras gripes de origen animal, y ahora la COVID-19) que viajan fácilmente entre países gracias a los movimientos de población, lo que implica una nueva gobernanza a nivel mundial, tal y como se recogía ya en una interesante editorial del año 2013, escrita por Julio Frenk y Suerie Moon, en la revista New England Journal of Medicine, entre otros.

Muchas de las enfermedades que nos acompañarán no entienden de fronteras

Se conocían los retos a los que se enfrentaba, y se enfrenta, esta realidad, de soberanía, de responsabilidad, y el desafío sectorial. Todos ellos, barreras tangibles para que pudiera ser realidad la gestión de las externalidades, para prevenir o mitigar los efectos negativos para la salud que las situaciones o decisiones que se originan en un país puedan tener sobre otros, mediante instrumentos como sistemas de vigilancia, mecanismos de coordinación y canales de intercambio de información, que son esenciales para controlar la transferencia internacional de riesgos y garantizar una respuesta oportuna a las amenazas que se extienden a través de las fronteras, como esta pandemia.

Es decir, había precedentes y el mundo científico ya venía avisando regularmente sobre esta posibilidad. A pesar de eso, ha ocurrido, con las enormes consecuencias sanitarias y socioeconómicas que vamos conociendo y padeciendo. No deberemos olvidar lo trascendente que es asumir que invertir en investigación y en sanidad es una inversión clave en un país como el nuestro. Cuando analicemos todos los porqués y conozcamos todo lo que es obligado conocer, lo único que esperamos es que a las generaciones futuras no les ocurra algo parecido…, o al menos que estén mejor preparadas.

No debemos olvidar lo trascendente que es invertir en investigación y sanidad

Un principio básico que fue obligatorio asumir -especialmente con el elevadísimo número de casos que comenzaron a registrarse a principios de marzo en varias comunidades, como País Vasco, La Rioja y, sobre todo, Madrid- era a lo que nos estábamos enfrentando: una emergencia equivalente a una catástrofe provocada por un agente biológico, con un enorme potencial de contagio (diez veces mayor que la gripe), incluso por parte de enfermos asintomáticos, y especialmente agresivo con grupos de población muy vulnerables.

Entre esos grupos, los mayores, con o sin comorbilidades, y los pacientes con enfermedades de base, especialmente cardiopatías, diabetes mellitus, hipertensión arterial, tumores, medicaciones inmunosupresoras…; aunque también puede afectar a grupos de población sanos, especialmente a partir de los 30 años.

Una guerra contra el tiempo de un Estado, como el español, y de toda su sociedad, con un potente sistema sanitario que iba a ser sometido a un estrés intolerable, teniendo en cuenta que no estábamos preparados, ni lo esperábamos.

Primer objetivo: salvar vidas

Tener claro lo que estaba ocurriendo implicaba entender que había que tomar decisiones para salvar el mayor número posible de vidas, nada más y nada menos que las de nuestros mayores; y que había que salir de nuestros respectivos lugares de confort. Esto se entendió, en nuestra opinión, por la inmensa mayoría de la sociedad y de los profesionales del sistema sanitario. Hay excepciones escasas.

Era necesario constituir un sistema de emergencias, la suspensión de toda la actividad demorada, alternativas para el seguimiento vía telemática de los grupos de riesgo, la posibilidad de construir hospitales de campaña; ampliaciones de los servicios de Urgencias, con múltiples salas añadidas; la extensión de las unidades de hospitalización COVID y del número de camas de UCI hasta donde fuera necesario, haciendo posible lo no imaginable…,y luego poner el sistema al servicio de todo ello.

Y además debía ir acompañado de una actuación regulatoria al efecto. El real decreto de activación del estado de alarma era imprescindible también. Todas estas actuaciones pusieron al sistema sanitario, ahora ya con toda su potencia, en posición de hacer frente a esta emergencia. En nuestra opinión, y gracias al enorme sacrificio que está haciendo toda la población española, con las durísimas, pero necesarias, medidas de supresión y confinamiento, lo está consiguiendo. Ya no vamos detrás del virus. El precio es altísimo, pero es una guerra.

Si hubiéramos imaginado alguna catástrofe, ésta sería de las peores. Un demonio que va a la velocidad de la luz y que ataca a los más vulnerables; los ataca sin piedad y de forma muy agresiva, y los separa de sus familias, incluso en los momentos finales. En adelante, viviremos ya lo que nos queda con la conciencia de que cualquier cosa es posible, por descabellada que nos parezca.

En adelante, viviremos con la conciencia de que cualquier cosa es posible

Pero nos sirve para valorar actuaciones que ya son rutina y obligadas en nuestro sistema, como la humanización o el acompañamiento. Son admirables las múltiples iniciativas para paliar esta ausencia que se están tomando: el uso de las nuevas tecnologías para acercar a los pacientes a sus familias, tanto en los servicios de Urgencias, como en las unidades de cuidados intensivos; tanto en los servicios de Medicina Interna como en los de Neumología. O cómo se han volcado servicios como Anatomía Patológica, Farmacología y muchos más para organizar call centers diarios, de forma voluntaria e supuestos festivos, para mantener la comunicación con los familiares de los pacientes en urgencias o en las plantas de hospitalización.

Y también fue importante tener claro la necesidad de parametrizar, fuera de decisiones personales, dilemas éticos que se iban a plantear. En este sentido fue un acierto la iniciativa de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc), a la que nos adherimos la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes), entre otras muchas instituciones. Todos nos hacemos responsables, de forma consensuada. Forma parte de nuestro trabajo, independientemente del contexto.

Plena implicación profesional

La nueva regulación puso el poder de decisión en comités de emergencia en los centros de gasto. En general, los hospitales se dividieron en tres partes: Urgencias; hospitalización, bajo la tutela de Medicina Interna, y las unidades de cuidados intensivos, siendo fundamental los equipos directivos, los servicios de Medicina Preventiva, de Salud Laboral, los comités de Bioética, las unidades de Comunicación… La intensidad ha sido, y es, tremenda.

Pero lo que realmente queremos destacar es la implicación de prácticamente el conjunto de profesionales de cualquier servicio que podamos pensar, y su presencia voluntaria para ayudar en todo lo necesario. Es imposible describirlo mejor que Javier Higueras, en un artículo recientemente publicado en la revista del sindicato Amyts.

«Es increíble lo bien que se trabaja en grupos de trabajo multi especialidad. En nuestro grupo, convivimos un representante de Neuro, Cardio, Endocrino, Oncología, Digestivo, Geriatría y Cirugía, y tengo la sensación de que abarcamos más, de que tenemos más respuestas. Igual deberíamos de tomar nota para el postCOVID…; es increíble lo bien que nos tratamos todos: médicos, enfermeros, auxiliares, celadores. Estamos todos en plantas que no nos corresponden, haciendo cosas para las que no estamos preparados. En vez de convertirnos en hostiles, entendemos mejor las carencias del otro. Empezamos por las formas y acabamos por el fondo. Da gusto; es increíble lo mucho que cuesta salir de tu zona de confort. Y en lo laboral, más: es increíble lo mucho que aprendes cuando sales de tu zona de confort; y es increíble lo mucho, y a qué velocidad, aprendes cuando tu vida y la de tus pacientes están en juego». 

Añadimos: Es increíble el enorme talento y la solidaridad de la población española y de instituciones, empresas y particulares, de forma desinteresada.

En esta crisis, hemos tenido una especial empatía con Interna e Intensiva

Nos hemos reconciliado con nosotros mismos y con compañeros de otras especialidades, con todas, si es que había que hacerlo, pero queremos destacar nuestra especial empatía con Medicina Interna e Intensiva. Además, ha sido, y sigue siendo, muy importante el seguimiento de un elevado número de enfermos, en domicilio o telefónicamente, por los compañeros de atención primaria. Lo estamos pasando muy mal todos.

Hemos dicho que España no estaba preparada para afrontar una catástrofe de esta naturaleza. No lo están la inmensa mayoría de los países occidentales, como venimos comprobando. Ya habrá tiempo para reflexiones profundas de los porqués, como dijimos antes, pero esto ha significado carencias en lo referente a logística, como trajes adecuados, mascarillas, respiradores, entre otros aspectos.

Y es causa del elevado porcentaje de infectados entre los profesionales sanitarios. Algo lamentable, ampliamente criticado y que ha tenido consecuencias fatales en ya no pocos casos. Ahora bien, necesitamos tiempo y una adecuada aproximación al número de contagios en España y de pruebas realizadas en el total de la población española para poner en su justa proporción porcentajes de afectación o de mortalidad globales. Hay que esperar.

Desde el punto de vista de nuestra especialidad, la Medicina de Urgencias y Emergencias es uno de los pilares fundamentales en el abordaje y carga de trabajo en primera línea frente a este virus. De hecho, no es exagerado decir que profesionales de estos servicios fueron los primeros en alertar de la extrema gravedad de lo que ya está golpeando duramente a varias autonomías.

Estos servicios son el principal punto de entrada de los pacientes potencialmente graves, y su detección y orientación es fundamental, sometido todo a ello a procedimientos claros y cambiantes de forma continua.

Urgencias ha sido el principal receptor de pacientes potencialmente graves

La especialidad de Medicina de Urgencias y Emergencias contiene el grado de preparación necesario para afrontar en buena parte de sus dimensiones una catástrofe como la producida por el SARS-CoV-2. Damos las gracias por ser urgenciólogos/emergenciólogos/enfermeros de Urgencias/TES.

Parafraseand o al difunto Peter Rosen, uno de los padres de nuestra especialidad: «Hicimos algo útil; nos dedicamos a la Medicina de Urgencias». Añadiríamos: «…y estuvimos ahí, sin pensarlo». Gracias a eso, gracias de verdad, hemos podido entender y actuar desde el momento menos 1, sabiendo qué y cómo había que hacerlo. Ahora habrá muchos análisis, ya los está habiendo,  y, desde luego, mejoraremos.

«Hay una deuda moral y ética con todos los ‘urgenciólogos’ afectados y fallecidos».

El vacío regulatorio en la vía civil en España respecto a este tema,  al margen de la propia ley, de la realidad, de la razón y de la demanda social,  se ve completado, una vez más, por una deuda moral y ética: en el momento de escribir este artículo, numerosos compañeros y compañeras de estos servicios ya se encuentran afectados por esta infección, como uno de los principales grupos de riesgo; algunos de ellos se debaten entre la vida y la muerte, y algunos más lamentablemente han fallecido.

No necesitábamos que ocurriera esto para volver a demostrarlo. No somos héroes. Cuando ya hablamos de fallecidos, nos aturullamos; nos consideramos profesionales curtidos, pero esta tragedia ha sido, lo sigue siendo,  horrorosa.

Es momento de luchar unidos como país contra esta emergencia. En esta guerra contra el tiempo, es momento de sufrir, de sentir cansancio y de hacer sacrificios. No se merecen menos nuestros vulnerables. Cuando acabe, será infinita la deuda con estos profesionales, y con otros muchos. Les expresamos aquí nuestro reconocimiento, unido al de la inmensa mayoría de la población española. El reconocimiento se está tornando exigencia. Y esta exigencia es ya un clamor social.

mayo 05/2020 (Diario Médico)

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