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Los niños con trastornos del espectro autista (TEA) parecen reaccionar de forma diferente a los malos olores que los niños sin autismo, según un nuevo estudio publicado en Current Biology
La diferencia fue lo suficientemente pronunciada como para que los investigadores pudieran acertar quién tenía o no un trastorno del espectro autista en un 80 % de los casos.
Los investigadores compararon a 18 niños con trastornos del espectro autista y 18 niños con un desarrollo normal.
Todos los niños se expusieron a olores agradables y desagradables mientras veían dibujos animados: diez veces a olores agradables, como los aromas de una rosa o de champú, y diez veces a olores desagradables, como el de la leche agria o el pescado podrido. Luego se midió la ‘respuesta olfativa’ de cada niño: cómo olían, durante cuánto tiempo, su tasa más alta de inspiración y su tasa media de inspiración.
Los niños sin TEA cambiaron el modo en que apreciaban los malos olores en 0, 3 s. Realizaron muy rápidamente unos olisqueos más pequeños de los malos olores y unos olisqueos más grandes de los buenos. Los niños con trastornos del espectro autista, en cambio, siguieron olisqueando sin cambio alguno.
Usando solamente las respuestas de los niños a los malos olores, los investigadores pudieron identificar a 17 de los 18 niños que se desarrollaban con normalidad y a 12 de los 18 niños con trastornos del espectro autista.
Otro hallazgo fue que los niños que ajustaron su olfato en menor medida cuando olieron el pescado podrido o la leche agria también eran los que tenían los síntomas más graves de autismo, sobre todo con respecto a las dificultades sociales