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No todos los casos graves de infección por SARS-CoV-2 están asociados a otros problemas de salud de los afectados. De hecho, se han dado situaciones muy delicadas en personas jóvenes sin patología previa que han tenido incluso que pasar días en la unidad de cuidados intensivos.
Era completamente inexplicable tanto para la comunidad científica como la médica. Pero ahora, un consorcio internacional de investigadores (COVID Human Genetic Effort) apunta en una dirección muy concreta: los anticuerpos que algunas personas presentan y que son capaces de bloquear la defensa del organismo contra el coronavirus.
Al parecer, esto le ocurre al 10 % de las personas con neumonía grave por la COVID-19, tal y como revela un novedoso artículo que acaba de publicar la revista Science y en el que participan varios centros españoles como el Campus Can Ruti, el Hospital Germans Trias i Pujol e IrsiCaixa o el Hospital Universitario de Gran Canaria Dr. Negrín.
Se trata de una especie de boicot creado por determinadas inmunoglobulinas con la misión de asediar e inmovilizar a una molécula (interferón tipo 1 -IFN-) cuya función es clave en la defensa de nuestro organismo contra el SARS-CoV-2.
Después de estudiar las muestras de sangre de casi 3 000 personas de distintos países (987 hospitalizadas por neumonía grave por la COVD-19, 663 asintomáticas y 1 127 sanas), los autores del trabajo -liderado por el Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica (Inserm) en Francia y la Universidad de Rockefeller- observaron que esto le ocurría precisamente al 10,2 % de los pacientes ingresados, por lo que deducen que estos anticuerpos serían los responsables de abortar la funcionalidad de sus sistemas inmunitarios.
Tres pacientes con infección grave por el coronavirus despertaron la curiosidad de los investigadores. Tenían una enfermedad previa por la que sabíamos que tenían anticuerpos que comprometían su propio sistema inmunitario, comenta Javier Martínez-Picado, investigador ICREA en IrsiCaixa, David Dalmau. «Pensamos: ¿puede que no se trate de casos aislados y que esta situación sea la desencadenante de la sintomatología grave en más personas? Y es por eso que comenzamos a analizar si más pacientes tenían estos autoanticuerpos».
Alteraciones genéticas asociadas
De forma paralela, la revista Science también publica un estudio muy revelador del mismo grupo internacional de investigadores, en el que además han participado el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL) y el Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR) de Barcelona. Resulta que «el 3,5 % de la población con cuadros graves y sin motivos que pudieran explicarlo presentan mutaciones genéticas concretas que conllevan a la incapacidad de generar los interferones tipo 1 que nos defienden», argumenta Pere Soler-Palacín, jefe del Grupo de Investigación de Infección en el Paciente Pediátrico Inmunodeprimido del Vall d’Hebron.
Tanto los anticuerpos boicoteadores como las alteraciones genéticas asociadas justificarían por qué hay pacientes que desarrollan la infección de forma grave sin tener otros motivos clínicos como hipertensión u otras comorbilidades. Ambas explicaciones tienen en común un defecto en la actividad de los interferones tipo I, lo que demuestra «la importancia del papel de los interferones en la lucha contra el SARS-CoV-2″.
En palabras de Roger Colobran, investigador del Grupo de Investigación en Inmunología Diagnóstica del VHIR, «los interferones de tipo I son uno de los principales mecanismos que la inmunidad innata tiene para luchar contra las infecciones virales». De hecho, durante los últimos 15 años «ya se han descrito mutaciones en estos 13 genes en casos puntuales y excepcionalmente graves de otras infecciones víricas como la gripe o la encefalitis por herpesvirus. Lo que nos ha sorprendido en este estudio es la elevada frecuencia con la que hemos encontrado estas alteraciones en pacientes con COVID-19 grave». En la gripe y en la encefalitis herpética, el porcentaje es del 1 %.
Medicina personalizada
Evidentemente, resulta inviable realizar estudios genéticos a toda la población para identificar a las personas de mayor riesgo, pero ambos trabajos abren la puerta a la medicina personalizada en los pacientes más vulnerables. «Si validamos el test para determinar los anticuerpos que en lugar de atacar al virus atacan a nuestro organismo, el proceso sería sencillo, barato y rápido. En un día se podría saber si el paciente tiene dichos anticuerpos y por lo tanto, se le podría aplicar un tratamiento específico para que los elimine y no agrave su situación clínica», argumenta Soler-Palacín.
Una opción terapéutica en este perfil de afectados sería la plasmaféresis, una técnica de «depuración sanguínea extracorpórea indicada en lupus o artritis reumatoide, por ejemplo», señala el especialista del Vall d’Hebron.
«Ya hay ensayos clínicos que en varios países que están usando esta terapia en pacientes con la COVID, es decir, aún no se ha comprobado que funcione», pero a partir de estos nuevos hallazgos, la idea sería poder analizar si los afectados que responden al tratamiento tenían o no los anticuerpos boicoteadores.
«Si todo sale bien y siendo prudentes con el tiempo que requiere este estudio, conseguiríamos que, de 100 pacientes, 10 se pudieran beneficiarse del recambio de plasma y el resto (90) no tuvieran que someterse a esta terapia» que, en su caso, no serviría de nada. En definitiva, se abre una ventana a la medicina personalizada en pacientes COVID.
Los hombres, más vulnerables
Otra de las conclusiones extraídas de los estudios de los que se hace eco el artículo de Science es que de 101 pacientes con anticuerpos que actúan contra los interferones de tipo I, 95 eran hombres. «Este sesgo de género sugiere la presencia de algún factor genético que de alguna forma favorezca la aparición de este fenómeno autoinmune más en hombres que en mujeres» y también se observa que casi la mitad de los pacientes con estos anticuerpos tenían más de 65 años.
Solo se encontraron en un 38 % de los menores de 65 años, por lo que «parece que la frecuencia de estos anticuerpos aumenta con la edad, apunta Soler-Palacín. Es precisamente la población que más ha sufrido en esta pandemia.
diciembre 03/2020 (Diario Médico)