Cada vez son más los expertos que sospechan que los eventos que desembocan en un gran número de contagios, ya sea en lugares de culto, cruceros o reuniones familiares, son uno de los principales motores de la pandemia de la COVID-19, con casos desconcertantes que dieron la vuelta al mundo.

contagioEste fenómeno se caracteriza por la transmisión del virus a «10, 20, 50 personas e incluso más», mientras que en la mayoría de casos, la cadena de contagiosidad tiene tendencia a interrumpirse rápidamente, explica Benjamin Althouse, investigador del Instituto de Modelización de Enfermedades de la Universidad de Washington.

No se descarta incluso que un 90 % de los casos de la COVID-19 vengan solo del 10 % de las personas infectadas, estima.

«Es como arrojar cerillas sobre un poco de leña: a la primera no pasa nada, a la segunda tampoco, pero de repente, a la tercera, el fuego prende y todo se quema», prosigue este experto.

«Los supercontagios son una marca de fábrica de los coronavirus», dijo a finales de octubre en Twitter una responsable de la OMS, Maria Van Kerkhove.

En los últimos meses, varios ejemplos de supercontagios dieron la vuelta al mundo.

En febrero, una surcoreana de 61 años, identificada como la «Paciente 31″, estuvo detrás de una ola de contagios en el seno de la Iglesia Shincheonji de Jesús, un movimiento religioso considerado por algunos como una secta.

Incluso se la comparó con Mary Mallon, alias «Typhoid Mary», una cocinera que ingresó en la historia de la medicina a principios del siglo XX por ser la primera portadora sana de la fiebre tifoidea en Estados Unidos y haber transmitido la enfermedad a decenas de personas.

Con más de 5 000 casos relacionados, la Iglesia Shincheonji de Jesús se convirtió en el principal vector de propagación del coronavirus en Corea del Sur.

Asimismo, se sospecha que un congreso anual organizado a finales de febrero por la empresa farmacéutica estadounidense Biogen provocó unos 20 000 casos en la región de Boston.

Al margen de estos ejemplos asombrosos, un estudio estadounidense publicado en septiembre en la revista Science concluyó que «los supercontagios predominan» en la transmisión del SARS-CoV-2.

Los investigadores analizaron los datos de los cuatro primeros meses de la epidemia en los estados indios de Tamil Nadu y de Andra Pradesh. Su conclusión: el 8 % de las personas infectadas estaban detrás del 60 % de los nuevos casos, mientras que el 71 % de los contagiados no habían transmitido el virus a ninguno de sus contactos.

Desde el inicio de la pandemia, los expertos se centraron en un indicador en particular: la tasa de reproducción, llamada R0, que determina el promedio de personas que contagia un individuo.

Pero aislar este criterio «no basta para tener un cuadro completo» de la transmisión, advierte Benjamin Althouse.

Así, la gripe, el Ébola y la COVID-19 tienen un R0 entre 2 y 3. Pero la gente aquejada de la primera tiene una tendencia uniforme de infección, mientras que, en los otros dos casos, la transmisión es más dispar: algunos no infectan o apenas lo hacen y otros contagian a decenas de personas, agrega.

¿Pero qué determina este tipo de supercontagios?

Por ahora se desconoce cuál es el papel de los factores biológicos, como, por ejemplo, si determinadas personas serían supercontagiadoras al ser portadoras de una carga viral más elevada que el resto.

Pero la ciencia sí que determinó cuáles son las circunstancias propicias para este tipo de transmisión: se dan sobre todo en lugares cerrados, mal ventilados, abarrotados y donde se habla, grita o se canta.

Así, un estudio publicado recientemente en la revista Nature mostró que los restaurantes, los gimnasios y los bares son los lugares de mayor contagio en Estados Unidos.

Basándose en los datos de celulares de 98 millones de personas, los investigadores determinaron que más del 80 % de los casos positivos estaban vinculados con solo el 10 % de los lugares examinados.

Es por ello que Althouse prefiere hablar de «supercontagios» en vez de «supercontagiadores», término que juzga «engañoso», puesto que las circunstancias pesarían más que las diferencias biológicas entre individuos.

«Puede que en mi nariz tenga un millón de veces más de virus que usted, pero si estoy aislado, no puedo infectar a nadie».

Por ello, son importantes las mascarillas, el distanciamiento físico y la reducción del número de personas con las que se está en contacto.

Si cada individuo limitara sus contactos a 10, «la transmisión viral se apagaría tranquilamente», afirma a la AFP Felix Wong, investigador del Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), basándose en sus propias modelizaciones.

noviembre 29/2020 (AFP) Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.

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