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Un simple análisis de sangre podría permitir a los médicos determinar si una persona puede tener un mayor riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular o deterioro cognitivo, trascendió hoy.
Publicado en la revista Stroke y a cargo de expertos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) en Estados Unidos, la indagación refiere que medir las concentraciones de una red de moléculas inflamatorias en la sangre podría permitir a los médicos calcular una puntuación de riesgo de susceptibilidad a la enfermedad de los pequeños vasos cerebrales.
«Al calcular las concentraciones de esta red de moléculas inflamatorias en la sangre de pacientes que no han tenido un evento cerebrovascular, los doctores pueden evaluar cuantitativamente el riesgo de una persona de sufrir enfermedad cerebral de vasos pequeños y futuro accidente cerebrovascular», detallaron los científicos.
Las conclusiones fueron posibles gracias a que los estudiosos se centraron en una red biológicamente conectada de moléculas inflamatorias conocida como red de interleucina-18 o IL-18, que incluye proteínas y moléculas de señalización utilizadas para combatir diversas infecciones.
Sin embargo, advirtieron, «la concentración de estas moléculas individuales puede fluctuar en respuesta a otras dolencias como la gripe o trastornos autoinmunes, lo que las convierte en predictores poco fiables del riesgo de accidente cerebrovascular a nivel individual».
Dijeron también que su investigación no puede determinar aún si es posible modificar o reducir la puntuación de riesgo de una persona o prevenir un derrame cerebral incluso antes de que ocurra.
06 mayo 2024|Fuente: Prensa Latina |Tomado de |Noticia
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El Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas (CCAA) han aprobado la actualización de la Estrategia del Ictus del Sistema Nacional de Salud con el objetivo de conseguir una mejor prevención, atención y rehabilitación del ictus, basadas en la excelencia clínica y en condiciones de igualdad en todo el territorio.
La Estrategia se publicó en 2009 y estableció los objetivos de mejora en todos los niveles de la atención sanitaria de esta enfermedad. Ahora, la actualización del documento ha sido elaborada por el Ministerio de Sanidad y las CCAA, junto a las sociedades científicas y las asociaciones de pacientes.
En este punto, el Ministerio ha informado que en 2013 se realizó una primera evaluación y en 2021 la segunda, poniendo de manifiesto que se han alcanzado un gran número de los objetivos marcados, entre ellos, la reducción significativa de la mortalidad por ictus en España, el aumento de la autonomía de los supervivientes, así como la disminución en la variabilidad en los resultados en las diferentes comunidades autónomas.
El ictus sigue siendo un problema de salud pública en todo el mundo, asociado a una elevada mortalidad y discapacidad si no se trata adecuadamente. Unas 120 000 personas sufren un ictus y alrededor de 25 000 fallecen cada año en España a causa de este problema.
Además, es una enfermedad que trae consigo sufrimiento y un impacto en todas las esferas de la vida. Se calcula que una de cada seis personas en el mundo padecerá un ictus a lo largo de su vida, siendo la primera causa de discapacidad en Europa y una de las principales causas de muerte. Puede ocurrir a cualquier edad.
De hecho, en los últimos años se ha incrementado su incidencia en un 25 % en edades comprendidas entre 20 y 64 años, si bien es más frecuente a partir de los 65 años. Además, los estudios prevén un aumento significativo de su incidencia. Todo ello ha llevado a la publicación de planes de actuación internacionales, integrales, entre los cuales destaca el Plan Europeo de Acción para el Ictus 2018-2030 y el Plan de acción de la Organización Mundial del Ictus para una asistencia sanitaria de calidad. En ambos se incide en dos aspectos fundamentales: el ictus se puede prevenir y tratar de manera efectiva.
SE PUEDE PREVENIR EN UN 80-90 % DE LOS CASOS
El Ministerio recuerda que esta enfermedad se puede prevenir en un 80-90 % de los casos, si actuamos sobre estilos de vida y factores de riesgo modificables. Además, se han desarrollado métodos de diagnóstico y tratamientos muy efectivos, basados en la evidencia científica, que mejoran, de manera muy significativa, el pronóstico de las personas con ictus. Para ello se requiere de una actuación rápida y especializada por equipos interdisciplinares, coordinados por Neurología, así como una adecuada organización asistencial y asignación de recursos. Los tratamientos de neurorrehabilitación y la atención de las necesidades en la vida después del ictus son también cruciales para disminuir la discapacidad funcional y mejorar la calidad de vida de las personas con ictus, aseguran desde Sanidad. La Estrategia integra las directrices de la OMS y se alinea con los principales objetivos y recomendaciones recogidos en el Plan de Acción Europeo para el Ictus 2018-2030. Se aborda la complejidad de la enfermedad cerebrovascular desde una perspectiva integral de la atención, interdisciplinar, coordinada y centrada en la persona. En este sentido, considera la equidad, la sostenibilidad, el respeto de los derechos humanos y la bioética como pilares fundamentales.
También procura la participación de las personas afectas y sus familiares en la toma de decisiones y en el autocuidado y aborda la importancia del acompañamiento y el apoyo en todas las fases para lograr la máxima autonomía y calidad de vida. Por último, la Estrategia aborda la necesidad de una coordinación adecuada entre los numerosos profesionales implicados y una continuidad en la atención.
10 abril 2024|Fuente: Europa Press |Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2023. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.
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A medida que envejecemos, aumenta el riesgo de enfermedades crónicas como el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y los trastornos neurodegenerativos.
Las personas que tienen una edad biológica superior a su edad cronológica real presentan un riesgo significativamente mayor de sufrir ictus y demencia, especialmente demencia vascular, según un estudio del Instituto Karolinska de Suecia publicado en el ´Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry´.
El estudio, dirigido por Sara Hägg, profesora asociada, y Jonathan Mak, estudiante de doctorado del Departamento de Epidemiología Médica y Bioestadística del Instituto Karolinska, muestra que el mayor riesgo persiste incluso si se tienen en cuenta otros factores de riesgo como la genética, el estilo de vida y la socioeconomía.
A medida que envejecemos, aumenta el riesgo de enfermedades crónicas como el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y los trastornos neurodegenerativos. Tradicionalmente, los investigadores se han basado en la edad cronológica -el número de años que lleva viva una persona- como medida aproximada de la edad biológica. «Pero como las personas envejecen a ritmos diferentes, la edad cronológica es una medida bastante imprecisa«, puntualiza Sara Hägg.
Para medir la edad biológica y su relación con las enfermedades, los investigadores utilizaron datos del Biobanco del Reino Unido. Estudiaron una cohorte de 325.000 personas que tenían entre 40 y 70 años en el momento de la primera medición.
La edad biológica se calculó a partir de 18 biomarcadores, como los lípidos en sangre, la glucemia, la presión arterial, la función pulmonar y el IMC. A continuación, los investigadores estudiaron la relación entre estos biomarcadores y el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como demencia, ictus, ELA y enfermedad de Parkinson en un periodo de nueve años.
En comparación con la edad cronológica real, la edad biológica elevada se relacionó con un riesgo significativamente mayor de demencia, sobre todo vascular, e ictus isquémico (es decir, coágulo de sangre en el cerebro). «Si la edad biológica de una persona es cinco años superior a su edad real, la persona tiene un riesgo un 40% mayor de desarrollar demencia vascular o sufrir un ictus«, afirma Mak.
Al tratarse de un estudio observacional, no pueden establecerse relaciones causales. Sin embargo, los resultados indican que, si se ralentizan los procesos de envejecimiento del organismo en función de los biomarcadores medidos, puede ser posible reducir o retrasar la aparición de enfermedades. «Varios de los valores pueden influirse mediante el estilo de vida y la medicación«, añade Hägg.
Los resultados son especialmente interesantes porque el estudio incluyó a un grupo muy
amplio de personas. Esto permite desglosar el material en fragmentos más pequeños y captar diagnósticos menos comunes, como la ELA.
El riesgo de desarrollar ELA también aumenta con la edad biológica. Sin embargo, no se observó tal aumento del riesgo en el caso de la enfermedad de Parkinson. «Ya sabemos que la enfermedad de Parkinson es un poco única también en otros contextos, por ejemplo, cuando se trata de fumar«, dice Sara Hägg.
Los investigadores ahora investigarán la conexión entre la edad biológica y otras enfermedades como el cáncer.
8 noviembre 2023|Fuente: IM Médico
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Las personas que tienen síntomas de insomnio, como problemas para conciliar el sueño, para permanecer dormidas y para despertarse demasiado pronto, pueden tener más probabilidades de sufrir un derrame cerebral.
Las personas que tienen síntomas de insomnio, como problemas para conciliar el sueño, para permanecer dormidas y para despertarse demasiado pronto, pueden tener más probabilidades de sufrir un derrame cerebral, según un estudio publicado en la edición online de ´Neurology´, la revista médica de la Academia Americana de Neurología.
Además, los investigadores descubrieron que el riesgo era mucho mayor en personas menores de 50 años, si bien precisan que el estudio no prueba que los síntomas del insomnio causen un ictus, sino que sólo muestra una asociación.
«Existen muchas terapias que pueden ayudar a las personas a mejorar la calidad de su sueño, por lo que determinar qué problemas del sueño conducen a un mayor riesgo de ictus podría permitir tratamientos más tempranos o terapias conductuales para las personas que tienen problemas para dormir y posiblemente reducir su riesgo de ictus más adelante en la vida», apunta el autor del estudio Wendemi Sawadogo, de la Virginia Commonwealth University en Richmond y miembro de la Academia Americana de Neurología.
En el estudio participaron 31 126 personas con una edad media de 61 años. Los participantes no tenían antecedentes de ictus al inicio del estudio.
A los participantes se les hicieron cuatro preguntas sobre la frecuencia con la que tenían problemas para conciliar el sueño, problemas para despertarse durante la noche, problemas para despertarse demasiado pronto y no poder volver a dormirse, y la frecuencia con la que se sentían descansados por la mañana. Las opciones de respuesta incluían «la mayoría de las veces», «a veces» o «rara vez o nunca». Las puntuaciones iban de cero a ocho, y un número más alto significaba síntomas más graves.
A continuación, se realizó un seguimiento de las personas durante una media de nueve años. Durante ese tiempo, se produjeron 2 101 casos de ictus.
Tras ajustar otros factores que podrían afectar al riesgo de ictus, como el consumo de alcohol, el tabaquismo y el nivel de actividad física, los investigadores descubrieron que las personas con uno a cuatro síntomas tenían un 16% más de riesgo de ictus que las personas asintomáticas.
De las 19 149 personas con uno a cuatro síntomas, 1 300 sufrieron un ictus. De las 6 282 personas asintomáticas, 365 sufrieron un ictus. Las personas con cinco a ocho síntomas de insomnio tenían un riesgo un 51 % mayor. De las 5 695 personas con cinco a ocho síntomas, 436 sufrieron un ictus.
La relación entre los síntomas de insomnio y el ictus fue mayor en los participantes menores de 50 años: los que presentaban de cinco a ocho síntomas tenían casi cuatro veces más riesgo de ictus que las personas asintomáticas.
De las 458 personas menores de 50 años con entre cinco y ocho síntomas, 27 sufrieron un ictus. Las personas de 50 años o más con el mismo número de síntomas tenían un riesgo de ictus un 38 % mayor que las personas asintomáticas. De las 654 personas de 50 años o más con cinco a ocho síntomas, 33 sufrieron un ictus.
«Esta diferencia de riesgo entre estos dos grupos de edad puede explicarse por la mayor incidencia de ictus a una edad más avanzada –añade Sawadogo–. La lista de factores de riesgo de ictus, como la hipertensión y la diabetes, puede aumentar con la edad, por lo que los síntomas de insomnio son uno de los muchos factores posibles».
Según indica, «esta sorprendente diferencia sugiere que tratar los síntomas del insomnio a una edad más temprana puede ser una estrategia eficaz para prevenir el ictus. Futuras investigaciones deberían explorar la reducción del riesgo de ictus mediante el tratamiento de los problemas de sueño», sugiere.
Esta asociación aumentó aún más en el caso de las personas con diabetes, hipertensión, cardiopatías y depresión, concluyen los investigadores.
Referencia: Association Between Insomnia Symptoms and Trajectory With the Risk of Stroke in the Health and Retirement Study. Wendemi Sawadogo, Tilahun Adera, Maha Alattar, Robert Perera, James B. Burch. Neurology Aug 2023, 101 (5) e475-e488; DOI: 10.1212/WNL.0000000000207449
https://n.neurology.org/content/101/5/e475
Fuente: IMMedico