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El 14 de febrero se registró en Egipto el primer caso de coronavirus del continente africano. Lejos de las proyecciones alarmistas, tres meses después, el continente no ha vivido el cataclismo anunciado, aunque continúa la prudencia sobre la evolución de una pandemia que podría avanzar lentamente y durante mucho tiempo.
El continente reporta un poco más de 70 000 casos, el 1,6 % del total mundial, mientras que representa el 17 % de la población del planeta. El virus ha causado la muerte de unas 2 500 personas.
Otro motivo de satisfacción es que la letalidad del virus en África subsahariana es mucho más baja que en Europa, según las estimaciones.
La comunidad científica, dividida, baraja varias hipótesis, pero prevalecen dos grandes explicaciones: la precocidad de las medidas de distanciamiento social y la juventud de la población.
Se adoptaron medidas de confinamiento bastante pronto que han ralentizado la curva. La mayoría de los países adoptaron estas medidas en cuanto se detectó el primer caso, subraya Michel Yao, de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Brazzaville, interrogado por la AFP.
En Francia, tardaron 52 días después del primer caso en adoptar medidas. Ya había 4 500 casos. En Costa de Marfil, 5 días después del primer caso, se cerraron los colegios y las fronteras. Una semana más tarde, hubo un toque de queda, dice el doctor Jean-Marie Milleliri, virólogo y especialista de salud pública tropical en Abiyán.
Otra explicación es la juventud de la población africana: cerca del 60 % tiene menos de 25 años. La edad media se sitúa en torno a los 19 años. Hay también una esperanza de vida menor y menos personas mayores. Por tanto, menos casos y un virus menos activo, agrega el especialista.
En Occidente, los más afectados son las personas mayores, recuerda el profesor Omar Sarr, profesor-investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad Cheij Anta Diop de Dakar (UCAD). Las personas mayores suelen ser portadoras de comorbilidades, factores de riesgo agravantes para la COVID-19, señala.
Además, la densidad de la población es menor en África, limitando la propagación del virus, y hay una menor movilidad de las poblaciones africanas en comparación con las occidentales, explica en Camerún Yap Boum II, virólogo de Médicos sin Fronteras (MSF).
La mayoría de casos están concentrados en la capital y las grandes ciudades, menos en el medio rural, precisa Michel Yao.
En este punto los científicos tampoco tienen certezas. Hay una inmunidad cruzada debido a la larga exposición a diversos microorganismos y a una buena cobertura de vacunaciones, en particular la BCG, la vacuna contra la tuberculosis, dice el profesor Omar Sarr.
Hay un posible efecto de inmunidad adquirida dada la presión infecciosa global. Hay muchos enfermos en África, por lo que las poblaciones están mejor inmunizadas que las poblaciones europeas para patologías como el coronavirus, estima el doctor Milleliri. Habla también de una competición entre infecciones. Cuando varios virus patógenos compiten, algunos pueden bloquear el desarrollo de otros, explica.
A partir de ahora tendremos que aprender a vivir con el virus, adaptando nuestros comportamientos individuales y colectivos, declaró recientemente el presidente senegalés Macky Sall.
Muchos países africanos se preparan para una pandemia duradera
Según la Organización Mundial de la Salud(OMS), la tasa de transmisión baja sugiere una ‘epidemia más prolongada en varios años‘. Por lo que el balance podría ser grave.
Según un estudio publicado a principios de mayo que se apoya en la modelización, de 83 000 a 190 000 personas en África podrían morir de COVID-19 y entre 29 a 44 millones podrían contagiarse en el primer año.
Actualmente, se advierte una progresión preocupante de casos en Sudáfrica (el país más afectado del África subsahariana), en el este de África y en algunos países del occidente del continente.
‘Desgraciadamente, hemos visto duplicarse los casos en nuestra región en dos semanas. En algunos países, el número de casos se ha multiplicado por cinco o seis’, dice el doctor Boureima Hama Sambo, representante de la OMS en Etiopía. ‘Seremos prudentes. Esperamos que lo peor haya quedado atrás pero todavía no estamos a ese nivel’.
‘No es el coronavirus el que nos va a matar, sino el hambre y la miseria’, lamentaba hace poco Soumaila Tiendrebeogo, comerciante en Uagadugú, sobre las medidas draconianas que han paralizado la economía.
Ante el dramático coste económico y social, numerosos países retiran o aligeran desde hace una quincena de días las restricciones más drásticas. ¿Demasiado rápidamente?
‘El desconfinamiento debe hacerse de manera prudente’, advierte Michel Yao. ‘Hay que tener una capacidad suficiente de tests. La mayoría de los países que desconfinan han aumentado su capacidad de tests. Hay que tener cierto control antes de iniciar el desconfinamiento’.
Aunque las campañas de diagnóstico aumentan, suelen ser a menudo modestas ante la inmensidad de las necesidades.
El presidente sudafricano Cyril Ramaphosa, que ha iniciado la flexibilización progresiva del estricto confinamiento que impuso al país, plantea que: Debemos esperar un aumento de casos con la vuelta al trabajo. Debemos aceptar la realidad, prepararnos y adaptarnos.
mayo 16/2020 (AFP). Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.