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Mientras Hanna Zientara, de 83 años, resistía temperaturas bajo cero para recibir una dosis de refuerzo de la vacuna contra la COVID-19 en Varsovia, su nieto de 30 años comenzaba unas vacaciones en las Islas Canarias sin vacunarse, y rechazaba las insistencias de su abuela de que se protegiera.
«Me preocupo por él, pero no tengo ninguna influencia sobre él.
Ninguna», dijo Zientara. «Tiene muchos amigos médicos que no se están vacunando, y dice que si ellos no se vacunan, entonces él tampoco tiene que hacerlo».
Polonia y otros países del centro y el este de Europa combaten sus nuevas olas de contagios y muertos por coronavirus, y mantienen cifras de vacunación mucho más bajas que en la Europa Occidental.
En Rusia, más de 1 200 personas con COVID-19 murieron cada día durante la mayor parte de noviembre y en varios días de diciembre, y la cifra diaria de fallecidos se mantiene sobre los 1 100. Ucrania, que registra cientos de muertes por el virus al día, está saliendo de su periodo con más muertes de la pandemia.
Entre tanto, aunque la tasa de mortalidad en Polonia seguía más baja que en primavera, últimamente ha causado más de 500 muertes diarias y aún no ha tocado techo. El país registró el miércoles 592 muertes por el virus, la cifra más alta de esta ola.
Las unidades de cuidados intensivos están llenas y los médicos reportan que cada vez más niños requieren hospitalización, incluidos algunos que pasaron el COVID-19 sin síntomas, pero después sufrieron infartos cerebrales.
La situación ha creado un dilema para el gobierno de Polonia, que ha instado a los ciudadanos a vacunarse, pero claramente teme contrariar a los votantes que se oponen a las vacunas obligatorias o a cualquier restricción sobre la actividad económica.
El primer ministro, Mateusz Morawiecki, recibió su refuerzo de vacuna de forma pública la semana pasada e instó a otros a vacunarse para proteger a los adultos mayores en Navidad. Durante la pandemia, señaló, algunas reuniones familiares han «terminado de forma trágica, terminado con la marcha de nuestros abuelos, abuelas”.
Para fomentar la vacunación, el ministro de Salud, Adam Niedzielski, señaló el lunes que de las 1 085 personas menores de 44 años fallecidas por COVID-19 en lo que va de año en Polonia, apenas el 3 % había completado su vacunación. «Esta estadística negra podría ser diferente gracias a las vacunaciones», dijo.
El sistema de salud ya está al límite, y el gobierno polaco anunció el martes que exigirá que médicos, otros trabajadores de salud, maestros y trabajadores uniformados como policías, militares y bomberos se hayan vacunado para el 1 de marzo.
Detractores del gobierno conservador dijeron que las medidas eran insuficientes y llegaban tarde, mientras que un partido de ultraderecha, Confederación, las tachó de discriminatorias contra los polacos sin vacunar.
La resistencia a las vacunas en la Europa Oriental está arraigada en la desconfianza hacia la industria farmacéutica y a las autoridades, y la desinformación también parece jugar un papel.
Mientras Zientara recibía su dosis de refuerzo el martes, el gobierno polaco reportaba 504 muertes más, lo que elevaba a 86 000 la cifra de fallecidos en un país de 38 millones de personas.
Sentado cerca estaba Andrzej Wiazecki, de 56 años, que no necesitó que le convencieran para recibir su dosis de refuerzo. Dijo tener varios amigos hospitalizados con COVID-19, incluido uno de 32 años, antes sano y deportista, que luchaba por su vida.
«Supongo que morirá, especialmente porque no hay sitio para él en la unidad de cuidados intensivos porque hay tantos pacientes que está en cualquier sitio en un pasillo», dijo.
«No quería vacunarse», dijo Wiazecki. «Sus hermanos tampoco están vacunados, y a pesar de que se está muriendo, siguen sin querer vacunarse».
El 54 % de los polacos ha completado su vacunación, de modo que el país tiene una tasa de inmunización mayor a la de algunos países vecinos. La tasa de vacunación en Ucrania es del 27 %, y en Rusia, donde se ofrecen vacunas desarrolladas en el país como la Sputnik V, ronda el 41 %. Bulgaria, que al igual que Polonia pertenece a la Unión Europea, tiene una tasa de vacunación del 26 %, la más baja del bloque.
El descubrimiento el mes pasado de la variante ómicron alimentó el temor en Polonia, donde los expertos creen que la variante ya circula, aunque no se hayan confirmado casos. Aún quedan muchas preguntas clave por responder sobre ómicron, como si causa una enfermedad más leve o grave o hasta qué punto puede eludir la inmunidad adquirida por las vacunas o una enfermedad previa del COVID-19.
Según reportes en medios polacos, la aparición de la variante hizo que algunas personas reacias fueran por fin a por su primera dosis, incluso en la región montañosa de Podhale, donde la tasa de vacunación sigue por debajo de la media nacional.
Pero en un centro de vacunación de Varsovia, situado en un centro de donación de sangre, no había muchos primerizos. La coordinadora, Paula Rekawek, dijo que solo había aparecido una persona en las primeras tres horas de actividad del martes para pedir una primera dosis.
El hostelero Artur Jarczynski ha encontrado una oportunidad de negocio en el alto nivel de resistencia a las vacunas. Su popular Der Elefant fue el primer restaurante de Polonia, y hasta hace poco el único, que pedía a sus clientes que demostraran estar vacunados para entrar.
Jarczynski dijo que al viajar por Europa Occidental se le pidió que demostrara estar vacunado para cenar y le pareció una buena práctica. Cuando introdujo por primera vez el requisito en Der Elefant, los antivacunas que se manifestaban ante el Parlamento llevaron su protesta ante su restaurante y recibió protección policial.
Jarczynski dijo que también recibió un aluvión de llamadas de odio durante días.
Sin embargo, muchos clientes agradecen un inusual espacio público donde pueden sentirse a salvo mientras disfrutan de una comida como sopa de almejas, carnes y otros platos servidos en la comida del martes. Un cliente, Ryszard Kowalski, dijo que le gustaba saber que todos a su alrededor estaban vacunados, pero que la política del restaurante era una prueba de que «no hacen falta órdenes del gobierno» para crear entornos seguros.
Pero Jarczynski aún no ha impuesto el requisito en ninguno de los otros restaurantes que posee en Varsovia.
Describió a Der Elefant como «una isla en un país de casi 40 millones de personas, lo que, por un lado, nos hace felices, pero también tristes de ser una isla tan diminuta».
diciembre 08/2021 (AP) – Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.