Los linfocitos T reguladores (Treg), una subpoblación celular, controlan el buen funcionamiento de la respuesta inmune. Podrían dar lugar a una nueva generación de terapia celular adoptiva que irrumpa en enfermedades como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), el lupus eritematoso, la diabetes tipo 1 y la artritis reumatoide, o bien utilizarse en las enfermedades asociadas al rechazo de los trasplantes.

La terapia con células inmunes tiene un poteLinfocitos TREG, guardianes de élite del sistema inmunencial que no se restringe al cáncer. Una nueva generación de terapia celular adoptiva aspira a curar enfermedades crónicas autoinmunes como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), el lupus eritematoso, la diabetes tipo 1 y la artritis reumatoide, o bien disminuir el impacto del rechazo de los trasplantes (sólidos y hematológicos).

A diferencia de la terapia CAR-T, el uso de linfocitos T reguladores (Treg) no busca reforzar unas defensas debilitadas (por ejemplo, ante el cáncer), sino justo lo contrario: son células que, como su propio nombre indica, regulan la respuesta exacerbada, como la que se produce en las enfermedades autoinmunes.

Aunque los Tregs constituyen poco más del 1 % de los linfocitos de sangre periférica, son los controladores principales de la autotolerancia (por la cual las células inmunes pueden reconocer sustancias extrañas e ignorar los tejidos propios, evitando así atacarlos e iniciar procesos patológicos de autoinmunidad), así como la inflamación de los tejidos y la homeostasis inmune a largo plazo.

Los linfocitos T reguladores “modulan el medio interno inmune”, al actuar sobre otras subpoblaciones de linfocitos, explica José María Moraleda, presidente del Grupo Español de Terapia Celular y Criobiología de la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH). En condiciones normales, se encargan de bloquear la actividad de las células inmunes para mantener la tolerancia: “Son los campeones de la tolerancia”.

Por ello, los Treg tienen un papel muy relevante en los trasplantes. “Nuestro problema fundamental con los pacientes trasplantados, ya sea de órgano sólido o de células madre hematopoyéticas, es el rechazo”, expone Moraleda. Los linfocitos Treg pueden evitarlo en los injertos de órganos sólidos; también, en principio, podrían disminuir el riesgo de enfermedad de injerto contra receptor tras recibir un trasplante de médula ósea.

Enfermedad de injerto contra receptor

En el Hospital Universitario Virgen del Rocío, de Sevilla, se lleva a cabo un ensayo clínico, integrado en un consorcio europeo, para determinar esa utilidad. El responsable de Hematología del centro e investigador principal del estudio, José Antonio Pérez Simón, detalla que “empleamos los Treg en pacientes sometidos a un trasplante alogénico y que desarrollan enfermedad de injerto contra huésped”.

En esa enfermedad, los linfocitos del donante se activan y atacan órganos y tejidos sanos del paciente receptor. “Puesto que los T reguladores son capaces de bloquear esta activación, pensamos que pueden tener un efecto beneficioso y estamos evaluando la potencial eficacia de los linfocitos”. Para ello, los recogen y seleccionan del propio donante de médula y luego los infunden al paciente.

“Estamos viendo que no tienen efectos secundarios y una potencial eficacia muy interesante: la mayor parte de los enfermos a los que se los hemos infundido mejoran de su enfermedad de injerto contra huésped, hasta el punto de poder retirar con rapidez prácticamente todo el tratamiento inmunosupresor”.

La esperanza de Pérez Simón es que si funcionan en la enfermedad de injerto contra receptor, donde la respuesta inmunológica está muy exacerbada, potencialmente los linfocitos Treg podrían tener un efecto similar en otras enfermedades autoinmunes.

Esta es, de hecho, otra potencial vía terapéutica de las Treg que se investiga. En la diabetes tipo 1, sin ir más lejos, los linfocitos T atacan por error a las células beta productoras de insulina en los islotes pancreáticos, sin que se vean frenadas por los linfocitos reguladores, que no funcionan correctamente. El grupo de David Rawlings, director del Centro de Inmunidad e Inmunoterapias del Instituto de Investigación Infantil de Seattle, ha modificado una población de linfocitos T extraídos de pacientes con diabetes tipo 1. Mediante ingeniería genética, consiguen que estas células expresen la proteína FOXP3, que envía las instrucciones para especializarse en linfocitos Treg.

Hay estudios clínicos en marcha sobre su utilidad en pacientes trasplantados

Los resultados del experimento se presentaron este mes en Science Translational Medicine, donde estos autores indicaron que las células Treg resultantes se parecían mucho a las naturales. También funcionaron como linfocitos reguladores naturales cuando se probaron tanto en modelos animales como en cultivos de tejidos.

Finalmente, los investigadores demostraron cómo podían hacer que las células modificadas se dirigieran específicamente para un antígeno. Según Rawlings, esta característica, que se logra como en la tecnología CAR, con la unión de un receptor de células T a la superficie de la célula modificada, será fundamental para dirigir las células al páncreas en un paciente diabético.

El trabajo supone una demostración de que “la ingeniería genética con la activación de FOXP3 es suficiente para tener un producto celular funcional similar a Treg”, afirma Rawlings. “No solo es un hallazgo clave en la investigación, sino que puede trasladarse al uso clínico”.

La proteína FOXP3 es uno de los marcadores específicos de los Treg. Entre los obstáculos que plantea trabajar con este grupo “selecto”de linfocitos se encuentra su baja proporción en sangre periférica, también se pueden obtener de sangre de cordón umbilical y del timo, lo que dificulta el poder aislarlos y obtener una población pura. En términos generales, en los últimos años se ha establecido que existen dos tipos de células Treg: el tímico y el inducido. Los linfocitos tímicos se generan a una edad neonatal en el timo y nos protegen de las reacciones autoinmunes fatales. Mientras que los inducidos se forman más tarde en la vida y se acumulan predominantemente en las barreras mucosas como las del intestino y el pulmón.

 “Los marcadores utilizados inicialmente para aislar las células Treg fueron CD4 y CD25”, exponen en una revisión en Nature Reviews Drug Discovery,  Jeffrey A. Bluestone y Qizhi Tang, de la Universidad de California en San Francisco. Aunque la expresión de estos “fue suficiente para aislar células Treg de donante no autólogo, no bastó para aislar las Treg de sangre periférica adulta” entre otras poblaciones celulares.

Una población celular ‘pura’

De ahí que en la selección entrara también en juego la baja expresión de CD127, lo que “aumentó enormemente la pureza de las células Treg y la recuperación de sangre periférica y tejido linfoide”. No obstante, tomados todos los marcadores identificados, aún no se alcanza al 100 % de esta subpoblación celular, dice Moraleda.

Sin dejar el plano de la investigación, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) es otra de las enfermedades donde se estudia el potencial de estas células. El grupo de Stanley Appel, director del Instituto Neurológico Metodista de Houston, en colaboración con el Programa de Trasplante de Células Madre y Terapia Celular del MD Anderson, en Houston, abrió camino con un trabajo piloto, iniciado en tres pacientes, publicado en Neurology: Neuroimmunology Neuroinflammation.

Los Tregs, controladores de la autotolerancia, son un 1 % de los linfocitos de sangre periférica

Los linfocitos Treg obtenidos de los pacientes y expandidos en el laboratorio para su infusión se toleraron bien. Con una experiencia tan incipiente resulta muy prematuro hablar de tratamiento, pero uno de los investigadores del trabajo, el neurólogo Jason Thonhoff, afirmó que si  bien “se requerirán estudios más amplios para determinar si es un tratamiento efectivo, como clínico e investigador especializado en ELA, me siento entusiasmado con la esperanza que brindan estos hallazgos iniciales”.

Además de en los trasplantes y en las enfermedades autoinmunes, las infecciones crónicas y el cáncer también podrían beneficiarse del potencial terapéutico de los linfocitos T reguladores. Pero para poder explotarlas plenamente es importante entender cómo reaccionan estas células a las diversas señales ambientales. “Las señales en el entorno determinan su comportamiento, que puede ir en una u otra dirección”, apunta Moraleda. Como células vivas “pueden cambiar su apariencia y características dependiendo de la forma en que se producen y almacenan, así como también cambian dentro del paciente que las recibe”, lo que invita a pensar en el uso de unos linfocitos modulados por la biología sintética, como ocurre con la terapia CAR, que asegura siempre una acción concreta de la célula.

Al igual que ahora se estudia la aplicación de CAR en las células natural killer (NK) o en los linfocitos T de memoria, una siguiente generación de células CAR bien podría obtenerse a partir de linfocitos Treg, y de esta forma, mejorar su persistencia, potencia y estabilidad con fines terapéuticos.

julio 10/2020 (Diario Médico)

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