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La mayor causa de muerte por cáncer se debe a la metástasis, el proceso por el que el tumor se disemina a otros órganos y contra el que sigue habiendo pocas opciones de tratamiento. Sí hay, no obstante, grandes avances en la investigación. Son resultados que cambian el concepto de qué es la metástasis y crean nuevas formas de combatirla, algunas ya en fase de ensayo clínico. Lo han contado líderes mundiales en esta área en el congreso CNIO-Caixa Research Frontiers Meeting ‘Metástasis’, celebrado en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).

El primer cambio de paradigma es que la metástasis “es una enfermedad distinta, con mecanismos biológicos propios”, explica Eva González Suárez, jefa del Grupo de Transformación y Metástasis del CNIO y co-organizadora del congreso.

Hasta ahora la metástasis era vista como la etapa más avanzada de un proceso oncológico; pero hoy está claro que es un fenómeno que evoluciona por su cuenta y empieza probablemente mucho antes, con unas pocas células, muy específicas, que tienen la capacidad de colonizar otros órganos, como señala Héctor Peinado, jefe del Grupo de Microambiente y Metástasis del CNIO y también co-organizador del congreso. Es más, quizás estas células metastásicas procedan no del tumor primario, como se creía hasta ahora, sino de otras metástasis.

Estrés y cambios en los ritmos circadianos influyen en la metástasis

El mayor conocimiento sobre la biología propia de la metástasis está abriendo ya nuevos frentes para combatirla, algunos sorprendentes. En los trabajos expuestos en el CNIO se explora la posibilidad de prevenir o tratar la metástasis con estrategias que implican bacterias y fármacos contra la hipertensión; control del estrés psicológico; e interceptar la comunicación entre las células cancerosas y las neuronas.

Estos trabajos se enmarcan en otro de los cambios conceptuales en esta área: la metástasis no es el producto de unas cuantas alteraciones genéticas, sino que influyen en ella muchos otros procesos que ocurren a la vez en el cuerpo. “Estamos viendo que en la metástasis, además de las mutaciones y el microentorno en contacto con las células metastásicas, intervienen también el estrés y los cambios en los ritmos circadianos, por ejemplo”, dice Peinado.

“Sabíamos que el tumor altera el apetito, el sueño… pero no le dábamos mucha importancia. Ahora empezamos a entender por qué ocurre esto”, añade González Suárez.

El campo emergente de la neurociencia del cáncer

Una de las claves las está desvelando el joven campo de la neurociencia del cáncer, que estudia la recién descubierta –estos últimos años– interacción entre el cáncer y el sistema nervioso tanto central (el cerebro) como periférico. Es un área tan novedosa que Caroline Dive, del Cancer Research UK Manchester Institute, reconoce que la desconocía antes de co-organizar este congreso.

“Esta mayor comprensión de la biología de la metástasis nos está permitiendo pensar en nuevos tratamientos que ayuden a los pacientes”, dice Dive.

Se observa que “las células tumorales se intercambian señales con mecanismos similares a los que usan las neuronas”, afirma Manuel Valiente, jefe del grupo de Metástasis Cerebral del CNIO.

Frank Winkler, pionero en neuro-oncología, explicó que “las interacciones entre el sistema nervioso y el cáncer pueden regular la oncogénesis, el crecimiento del tumor, la propagación de la metástasis y la resistencia al tratamiento”, además de estimular la inflamación y debilitar la respuesta inmunitaria contra el cáncer.

Interceptar neurotransmisores

Winkler, de la Universidad de Heidelberg y el Centro Alemán para la Investigación del Cáncer, expuso en el CNIO estrategias para interceptar la comunicación entre las células cancerosas y frenar así el avance de la metástasis. Como explica en un reciente trabajo en Cell, ya hay ensayos clínicos en fases iniciales que buscan alterar e incluso destruir las redes de señales entre células tumorales.

También en la relación entre cáncer y sistema nervioso, periférico esta vez, trabaja Erica Sloan, de la Monash University, en Australia. Su investigación en la última década aporta pruebas sólidas del vínculo entre el estrés crónico y el agravamiento del cáncer y el desarrollo de metástasis. También identifica moléculas claves en ese vínculo, en concreto un neurotransmisor –una de las sustancias que median la comunicación entre neuronas–.

Betabloqueantes para prevenir metástasis de cáncer de mama

Sloan ha demostrado que un tipo de fármaco ya aprobado contra la hipertensión, los ‘betabloqueantes’, interceptan la comunicación entre el sistema nervioso, el sistema inmunitario y el cáncer. Sus ensayos en pacientes de cáncer de mama apuntan a que el uso de betabloqueantes reduce significativamente la incidencia de la metástasis, y es por tanto una vía terapéutica que debe ser explorada. “El β-bloqueo reduce los biomarcadores asociados con el potencial metastásico, y apoya la necesidad de ensayos clínicos de fase III más amplios”, dice Sloan.

Igualmente, novedosa es la investigación de María Rescigno, de la Humanitas University de Milán (Italia) en “la interrelación entre el cuerpo humano y el microbiota –el ecosistema de bacterias, virus y hongos que puebla los órganos y tejidos–, para entender su papel en las enfermedades”.

“Vamos a empezar a tratar el cáncer con bacterias”

Rescigno es la reciente descubridora de la existencia de una barrera intestinal que protege al organismo de la entrada de agentes externos y, al mismo tiempo, permite la absorción de nutrientes. Su trabajo está mostrando que hay bacterias que proliferan especialmente en el ambiente de poco oxígeno y tejidos muertos que se da en los tumores, lo que ha sugerido la posibilidad de usar bacterias deliberadamente preparadas para activar la respuesta defensiva contra los tumores.

Otra línea de investigación muestra que los microorganismos están implicados en preparar los tejidos para que acojan a las células metastásicas; impedir con fármacos esa preparación del nido para la metástasis sería otra posible vía terapéutica. González Suárez considera relevante destacar en esta línea los ensayos de Claudia Gravekamp, del Albert Einstein College of Medicine (Nueva York, EE.UU.), que implican tratamientos con bacterias contra las que hemos sido vacunados en nuestra infancia, como truco para reactivar la respuesta inmune.

“Vamos a empezar a tratar el cáncer con bacterias”, afirma el co-organizador del congreso Manuel Valiente.

Referencia

Winler F, Venkatesh HS, Amit M, Batchelor T, Ekin Demir I, Deneen B, et al. Cancer neuroscience: State of the field, emerging directions. Cell[Internet]. 2023[citado 15 nov 2023]; 186(8):1689-1707. https://doi.org/10.1016/j.cell.2023.02.002

16 noviembre 2023|Fuente: EurekAlert|Tomado de Prensa 

betabloqueadores1Traumatólogos del Hospital Regional Universitario de Málaga han relacionado el consumo de betabloqueantes con el retraso de la progresión de la artrosis de rodilla y han confirmado en un estudio que el riesgo de requerir cirugía para implantar una prótesis total se reduce en un 54 %. Profesionales del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología de este centro han publicado en la revista americana ‘The Journal of Bone and Joint Surgery’ su trabajo, que sugiere que entre los pacientes que padecen artrosis de rodilla, aquellos que toman una clase ampliamente utilizada de antihipertensivos llamados betabloqueantes, tienen menor riesgo de requerir una prótesis total de rodilla.

El investigador del estudio y traumatólogo del complejo sanitario Iskandar Tamimi ha asegurado que estos fármacos podrían retrasar la progresión de la artrosis al reducir los mediadores inflamatorios implicados en la degeneración del cartílago, lo que puede conllevar al desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas para su tratamiento.

Los investigadores analizaron las historias de 300 pacientes del hospital que fueron evaluados por dolor en una o ambas rodillas entre 2010 y 2019 y que posteriormente fueron sometidos a cirugía de prótesis de rodilla entre 2018 y 2019. Estos casos fueron emparejados por edad, sexo, año de primera cita y grado de artrosis, con 300 controles, que también fueron evaluados por dolor, pero que no se sometieron a esta cirugía y el uso de betabloqueantes se asoció a una reducción del 54 % en el riesgo de requerir una prótesis.

El análisis estadístico incluyó la duración del tratamiento con betabloqueantes y su adherencia por parte de los pacientes y se utilizó una herramienta de inteligencia artificial validada para minimizar posibles sesgos al ajustar a otros factores potencialmente relacionados con el riesgo de artrosis de rodilla y de tener que emplear una prótesis. ‘Los hallazgos pueden apuntar a una nueva línea terapéutica para el tratamiento de la artrosis’, asevera Tamimi. ‘El efecto protector fue aún más marcado en los pacientes que tomaron estos medicamentos de forma prolongada: los pacientes que tomaron betabloqueantes durante cinco años o más tuvieron una reducción del 64 % en el riesgo de prótesis y la asociación también fue más fuerte en los pacientes con mayor adherencia al tratamiento, con prescripciones cubriendo al menos el 75 % de los días de seguimiento’, señala.

Por este motivo, agrega que el papel de los betabloqueantes en el tratamiento de la artrosis podría ir más allá de un tratamiento analgésico y que estos fármacos podrían interferir en los procesos degenerativos del cartílago. En este hospital malagueño cada año se hace seguimiento a 6.600 pacientes con artrosis de rodilla. La prótesis total de rodilla se considera una intervención mayor, en la que se reemplazan la porción distal del fémur y el extremo proximal de la tibia por implantes metálicos de cromo y cobalto separados por un implante de polietileno, la recuperación dura unos 6 meses y normalmente se consigue mejorar la calidad de vida en la mayoría de pacientes.

Referencia

Tamimi I, García-Meléndez G, Vieitez-Riestra I, Palacios-Penedo S, Moriel Garceso D, Sanchez A, et al. The Use of β-Blockers and the Risk of Undergoing a Knee Arthroplasty. A Nested Case-Control Study. J Bone Joint Surg Am. 2023. DOI 10.2106/JBJS.22.01189

https://www.jbjs.org/reader.php?rsuite_id=57cfcddf-55fc-478a-b921-2a973655c442&type=pdf&name=JBJS.22.01189.pdf

Fuente: (Prensa Latina) – Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.

 

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