Endotarget es el nombre que recibe un ambicioso proyecto europeo que estudia la relación de la microbiota intestinal con las enfermedades reumáticas. Está financiado por la Unión Europea con 8,8 millones de euros y participan 14 centros sanitarios y de investigación de ocho países, liderados desde Finlandia por la Universidad de Helsinki.

El Grupo de Patología Musculoesquelética del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago (IDIS) es el representante español y con un papel protagonista que se traduce en la segunda partida económica más importante tras Helsinki. La investigación cristalizará en una nueva aplicación predictiva apoyada en la inteligencia artificial que ayude a los profesionales sanitarios a tomar soluciones, así como en el desarrollo de nuevos fármacos.

Las enfermedades reumáticas son aquellas que constituyen un problema de salud pública, con una alta morbilidad. El dolor es el síntoma común y uno de los principales motivos de la discapacidad asociada.

Endotarget busca soluciones preventivas y terapéuticas, y lo hace centrándose en la relación entre la microbiota intestinal, la permeabilidad intestinal y la endotoxemia, buscando entender su papel como impulsoras de la aparición y actividad de estas dolencias. La investigación se enfoca en la artrosis (OA), la artritis reumatoide (AR) y la espondiloartritis (SPA).

«Cuando existe un desequilibrio en la flora, fragmentos de las bacterias se pueden filtrar en el torrente sanguíneo. El sistema inmune reacciona produciendo una respuesta inflamatoria, que aboca a sufrir la enfermedad o a que pueda empeorar, aunque también depende del tipo de paciente, de la genética y de factores ambientales. Queremos averiguar qué perfil sanguíneo y que flora intestinal determinan ese tono inflamatorio sistémico de las personas que se ponen enfermas», explica Rodolfo Gómez Bahamonde, líder del equipo gallego.

Algunos grupos han identificado algunas bacterias influyentes, pero son necesarias pruebas más sólidas que tengan en cuenta distintos tipos de población. «Por eso es importante este proyecto, que recoge grandes cohortes de muestras de sangre y heces de personas geográficamente dispersas por toda Europa».

Nuevos marcadores de riesgo 

El proyecto explorará nuevos marcadores de riesgo para OA, AR y SPA mediante el uso de tecnologías ómicas de alto rendimiento. Se realizarán estudios clínicos específicos, estudios ‘in vitro’ sobre el mecanismo patológico para explorar el eje intestino-articulación, empleando cultivos de explantes de tejido y modelos de órgano en chip, y estudios de prueba de concepto de intervención de dieta, trasplante fecal y un fármaco que reduce a permeabilidad intestinal en pacientes con AR y SPA. Asimismo, se hará exploración ‘in vitro’ de nuevos fármacos o nutracéuticos potenciales para hacer frente a los efectos de la endotoxemia en los tejidos diana.

«Pensamos que va a tener una gran repercusión clínica», vaticina Gómez Bahamonde. El objetivo final no es solo conseguir fármacos eficaces sino también diseñar una herramienta predictiva que sea útil a los clínicos y, por lo tanto, a los pacientes».

La información que se acumulará en el proyecto servirá para crear un software, con el uso de inteligencia artificial, para determinar a partir de un análisis de sangre, si el paciente tiene un riesgo alto o bajo de sufrir una de estas patologías, su progresión y respuesta ante un determinado fármaco.

El equipo del IDIS analizará la sangre de al menos 1.000 personas sanas y enfermas, pero también estudiará el mecanismo a nivel articular que desencadena la enfermedad: «Queremos explicar el andamiaje por el que estos compuestos de origen bacteriano que llegan a la articulación por el torrente sanguíneo provocan la enfermedad en unos casos o el empeoramiento en otros».

Otra parte esencial de la investigación es el análisis de la flora intestinal de los pacientes que realizan otros grupos, con lo que se intenta diseñar dietas que corrijan el desequilibrio de la microbiota. Dentro del proyecto se incluyen dos ensayos clínicos. En uno se estudiará cómo funcionan en enfermedades reumáticas algunos fármacos que controlan la permeabilidad intestinal y en el segundo se probará la intervención sobre la dieta de los pacientes.

«Buscamos herramientas clínicas para que se puedan tomar decisiones basadas en datos sólidos», subraya el coordinador de equipo de Santiago. El software predictivo debe estar operativo dentro de cuatro años, fecha prevista para el final del proyecto. Los investigadores esperan que los fármacos lleguen en el corto-medio plazo.

 

Mayo 19/2023 (Diario Médico) – Tomado de Reumatología – Papel protagonista del Grupo de Patología Musculoesquelética del IDIS  Copyright Junio 2018 Unidad Editorial Revistas, S.L.U.

 

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Los pacientes con afecciones reumáticas y musculoesqueléticas son vulnerables al consumo prolongado de opiáceos, y hasta 1 de cada 3 de los que padecen artritis reumatoide o fibromialgia y toman estos fármacos por primera vez están potencialmente en riesgo, según sugiere una carta de investigación publicada en línea en Annals of the Rheumatic Diseases.

Los autores señalan que a las personas con afecciones reumáticas y musculoesqueléticas se les suelen recetar opiáceos para tratar el dolor, y que una proporción de ellas se convertirá en consumidores a largo plazo, con los consiguientes riesgos de dependencia y efectos secundarios nocivos.

La mayoría de las investigaciones definen el consumo prolongado de opiáceos como 90 días o más, aunque las definiciones varían, y no existen estimaciones actuales de la magnitud del consumo prolongado de opiáceos, añaden.

Para evaluar la proporción de pacientes que pasan a consumir opiáceos a largo plazo entre los que acaban de empezar a tomar un opiáceo, se basaron en los historiales médicos anónimos de 841.047 adultos cuyos datos se habían introducido en el Clinical Practice Research Datalink (CPRD), una base de datos de investigación de atención primaria representativa de todo el Reino Unido.

A unos 12.260 de ellos se les había diagnosticado artritis reumatoide, a 5.195 artritis psoriásica, a 3.046 espondiloartritis axial, a 3.081 lupus eritematoso sistémico (LES), a 796.276 osteoartritis y a 21.189 fibromialgia.

A cada paciente se le había recetado un opioide por primera vez hasta 6 meses antes, o en cualquier momento después, de su diagnóstico entre enero de 2006 y finales de octubre de 2021, y había sido controlado durante al menos un año.

El consumo a largo plazo se definió como estándar (3 o más recetas de opiáceos en un periodo de 90 días, o más de 90 días de suministro de opiáceos en el primer año); o estricto (10 o más recetas de opiáceos durante más de 90 días, o más de 120 días de suministro de opiáceos en el primer año); o amplio (más de 3 recetas de opiáceos a intervalos mensuales en los primeros 12 meses).

En total, se identificaron 1.081.216 nuevos episodios de consumo de opiáceos entre todos los pacientes, de los cuales algo menos del 17% pasaron a un consumo a largo plazo según la definición estándar, el 11% según la estricta y el 22% según la amplia.

La mayoría (más del 97%) de los nuevos episodios de prescripción que cumplían alguna de las definiciones se incluyeron en la definición amplia. Algo menos de la mitad cumplían las tres.

La mayor proporción de consumidores de opiáceos a largo plazo correspondía a pacientes con fibromialgia (27,5%, 21% y 34% para cada una de las definiciones respectivas), seguidos de los que padecían artritis reumatoide (26%, 18,5% y 32%) y los que padecían espondiloartritis axial (24%, 17% y 30%).

La proporción más baja de pacientes en transición se registró entre los que padecían osteoartritis: 16,5%, 11% y 21,5%, para cada una de las definiciones respectivas.

La proporción de pacientes con LES y fibromialgia que se convirtieron en consumidores de opioides a largo plazo aumentó notablemente entre 2006 y 2019, pasando del 22% al 33%, y alcanzando el 29% en 2020.

Se observó una tendencia a la baja estadísticamente significativa para los pacientes con artritis reumatoide, aunque la proporción global se mantuvo alta en el 24,5 % en 2020.

Según la definición estricta, 1 de cada 5 pacientes con fibromialgia y 1 de cada 6 de los pacientes con artritis reumatoide o espondiloartritis axial cumplían las definiciones de consumo prolongado de opiáceos en los 12 meses siguientes al inicio del consumo de opiáceos.

Sin embargo, esta proporción podría llegar a ser de 1 de cada 3 en el caso de los pacientes con fibromialgia o artritis reumatoide, y de 1 de cada 3,5 en el de los pacientes con espondiloartritis axial, utilizando la definición amplia, señalan los investigadores.

«Los hallazgos justifican la vigilancia en la práctica de la prescripción de opiáceos para [afecciones reumatoides y musculoesqueléticas], ya que la terapia con opiáceos a largo plazo se asocia con malos resultados (por ejemplo, dependencia de opiáceos y eventos adversos relacionados con opiáceos)», advierten.

Y aconsejan a los médicos que inicien revisiones de la medicación o la prescripción y que consideren tratamientos no farmacológicos para aliviar el dolor con el fin de minimizar los riesgos de «daños evitables» en este grupo de pacientes.

 

Mayo 17/2023 (MedicalXpress) – Tomado de Arthritis & Rheumatism – Addiction  Copyright Medical Xpress 2011 – 2023 powered by Science X Network.

 

Se trata de una afección a la que se ha prestado poca atención hasta la fecha y que afecta principalmente a las personas obesas: debido a la falta de ejercicio, este grupo de población puede sufrir una atrofia muscular gradual, que permanece oculta bajo la capa de grasa y, por tanto, no se detecta. El Prof. Dr. Med. Stephan Bischoff, de la Universidad Hohenheim de Stuttgart, forma parte de un grupo internacional de expertos que definió el nuevo cuadro clínico de «obesidad sarcopénica» y elaboró criterios para su diagnóstico. Los expertos publicaron sus conclusiones en las revistas Clinical Nutrition y Obesity Facts. El siguiente paso es desarrollar terapias adecuadas.

La atrofia muscular por falta de ejercicio es una enfermedad que hasta ahora se ha observado sobre todo en ancianos, enfermos crónicos y como consecuencia de periodos prolongados de inmovilidad. Ejemplos de estas enfermedades crónicas podrían ser el cáncer, la insuficiencia cardíaca o la diabetes. La inmovilidad prolongada puede deberse, por ejemplo, a llevar una escayola o estar confinado en cama durante mucho tiempo.

La novedad, sin embargo, es la constatación de que los jóvenes también pueden sufrir pérdida de masa muscular si son obesos, explica el nutricionista clínico Bischoff. «A medida que aumenta la obesidad, primero aumenta la masa muscular para compensar el aumento de peso. Después, sin embargo, la masa muscular suele alcanzar un punto de inflexión en el que empieza a disminuir de nuevo debido a la falta de ejercicio.»

Al principio, dijo Bischoff, la asociación entre obesidad y atrofia muscular se advirtió debido a un grupo de observaciones aisladas. Para corroborar la sospecha, dos sociedades profesionales -la Sociedad Europea de Nutrición Clínica y Metabolismo (ESPEN) y la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO)- decidieron aclarar la cuestión con un grupo de expertos convocado al efecto.

En su nombre, Bischoff y más de 30 colegas reunieron a expertos de 16 países de Europa y el extranjero. En una reunión de consenso en cuatro fases, expertos de distintas disciplinas elaboraron una definición clínica y unos procedimientos diagnósticos. El grupo estuvo coordinado por el Prof. Dr. Lorenzo Donini, de la Universidad italiana de la Sapienza, en Roma.

El documento de consenso recomienda una combinación de métodos de diagnóstico que incluyen la determinación de las proporciones de grasa y masa muscular del cuerpo y se mide la función muscular.

Para determinar la composición corporal puede utilizarse, por ejemplo, el análisis de bioimpedancia: el analizador hace pasar una corriente débil por el cuerpo del paciente. La composición corporal puede calcularse a partir de la resistencia eléctrica. Otra posibilidad es utilizar mediciones de imágenes por resonancia magnética (IRM).

Para comprobar la función muscular, existen una serie de pruebas estandarizadas. Por ejemplo, se puede registrar el número de veces que los pacientes pueden levantarse y sentarse en un minuto o la distancia que pueden caminar en 6 minutos.

«Hablamos de obesidad sarcopénica cuando tanto la proporción de masa muscular es demasiado baja como la función muscular ya está deteriorada», explica Bischoff. El diagnóstico final tendría entonces en cuenta detalles como la edad, el sexo e incluso la etnia.

La dieta rica en proteínas, una esperanza entre las terapias

El tratamiento de la obesidad sarcopénica sigue siendo objeto de investigación, subraya Bischoff. Sin embargo, ya están apareciendo los primeros resultados.

«Gracias a la investigación sobre la obesidad, ya conocemos algunos programas de reducción de peso. Hace unos 20 años que aplicamos con éxito uno de ellos en la Universidad de Hohenheim. Ahora tenemos que prestar aún más atención a mantener la masa muscular intacta o reconstruida en la medida de lo posible durante la pérdida de peso. La forma más prometedora de conseguirlo parece ser una combinación de entrenamiento de fuerza y dieta rica en proteínas».

Bischoff dijo que lleva décadas recomendando la dieta rica en proteínas y que la utiliza en su propia consulta: «Hasta ahora, hemos recomendado la dieta rica en proteínas principalmente porque sacia el hambre rápidamente, aumentando así el éxito de la pérdida de peso.»

Probablemente sería necesario realizar ajustes en la terapia de ejercicio: «Más importante que el entrenamiento de resistencia parece levantar pesas, como hacen los culturistas y los levantadores de pesas».

Mayo 15/2023 (MedicalXpress) – Tomado de Health – Overweight & Obesity Copyright Medical Xpress 2011 – 2023 powered by Science X Network

 

Un proyecto de investigación internacional, en el que participa la Universidad de Oviedo, ha permitido identificar el papel concreto de los interferones como marcador clínico en el abordaje del lupus eritematoso sistémico (LES) para predecir la respuesta al tratamiento, así como otras posibles aplicaciones en diferentes enfermedades reumáticas y musculoesqueléticas.

Si bien existen numerosos trabajos que estudian desde hace décadas el papel de los interferones en diversas patologías de este tipo, como lupus eritematoso sistémico (LES), artritis reumatoide, esclerosis sistémica o síndrome de Sjögren, entre otras, su utilidad en la clínica ha quedado muy limitada por la falta de evidencia científica robusta en una dirección concreta, según Javier Rodríguez-Carrio, profesor del área de Inmunología de la Universidad de Oviedo y autor principal de este estudio, que acaba de ser publicado en Annals of the Rheumatic Diseases.

Para tratar de dar respuesta a este interrogante, un grupo internacional de investigadores desarrolló un proyecto al amparo de la Alianza Europea de Asociaciones de Reumatología (Eular), organismo de referencia en reumatología a nivel europeo, y que ha sido coordinado desde la Universidad de Leeds (Reino Unido), el centro médico Erasmus (Países Bajos) y con participación de la Universidad de Oviedo.

El proyecto se desarrolló en dos fases. Inicialmente se realizó una revisión sistemática de toda la literatura científica al respecto, con identificación de más de 10.000 trabajos científicos que abarcaban diferentes aplicaciones de los interferones en 11 enfermedades reumáticas y musculoesqueléticas, de los cuales 400 fueron los que cumplieron con los criterios de calidad necesarios para ser incluidos en esta revisión. En una segunda fase, el grupo de investigadores desarrolló un trabajo de consenso y elaboración de recomendaciones siguiendo una metodología definida basada en la evidencia.

¿Por qué tantos estudios sobre interferones?

«El primer resultado que nos sorprendió fue la enorme cantidad de ensayos propuestos para analizar los interferones», señala Javier Rodríguez-Carrio, quien explica que esto es debido en parte a que estos mediadores pueden no solo ser analizados por sus niveles, es decir, la cantidad de moléculas, sino también por sus efectos a nivel molecular y celular, o lo que es lo mismo por el tipo de respuesta que inducen sobre diversos biológicos.

Este hecho limita «enormemente la comparación entre diferentes tipos de ensayos y dificulta su estandarización» explica Javier Rodríguez-Carrio.

Esta fase sirvió además para señalar los posibles usos clínicos para los que existe un mayor respaldo científico, así como apuntar aquellas aplicaciones para las que se requiere más investigación.

«Uno de los objetivos de este trabajo era señalar específicamente qué huecos encontrábamos en la literatura científica y qué necesidades clínicas no cubiertas requerían más investigación y para qué patologías en concreto», señala el investigador. En esta fase, los investigadores concluyeron que los ensayos para medir interferones pueden tener un uso válido, sobre todo, en pacientes de lupus eritematoso sistémico (LES) para ciertas decisiones clínicas, así como en pacientes con miositis para algunos usos más concretos. La evidencia en otras patologías, como la artritis reumatoide, era menor pero enormemente prometedora».

En la segunda fase, el grupo de trabajo elaboró una lista de recomendaciones que permiten guiar desde el uso y elección racional de estos ensayos, hasta la publicación y análisis de los resultados, pasando por la recomendación de qué aplicaciones pueden ser aconsejables y cuáles no están avaladas por la literatura científica

Abril 25/2023 (Diario Médico) – Tomado de Inmunología – Estudio español en ‘Annals of the Rheumatic Disease  Copyright Junio 2018 Unidad Editorial Revistas, S.L.U.

 

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