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La pandemia nos ha acompañado desde marzo de 2020, dejando a su paso grandes secuelas y situaciones a las que hemos tenido que adaptarnos forzosamente. La salud física y mental se ha visto seriamente afectada, por lo que ahora atendemos en consulta casos bastante preocupantes: serios problemas de ansiedad y depresión, y fobias específicas y generalizadas, que incapacitan y afectan a la calidad de vida de las personas.
¿Y qué hay de los grandes héroes de esta historia? Nuestros pequeños y jóvenes han visto que, de repente, parques, bibliotecas, aulas y círculos de relaciones se han cerrado, sin saber si se abrirían y funcionarían como lo hacían antes.
Sus casas y salones se han convertido en oficinas de trabajo para sus papás y mamás, han vivido aulas con nuevas ratios, mantas que les han acompañado en clase junto a esas ventanas abiertas por la ventilación, reorganización de horarios; pediatras, médicos y profesores enmarcados en una webcam o llamada; y mascarilla como una prenda más de su día a día.
En los niños y jóvenes con necesidades educativas especiales, los especialistas hemos tenido que reorganizar y estirar al máximo nuestros recursos y atención para responder a los problemas con los que nos hemos encontrado, dice Miriam Sánchez-Hermosilla, psicóloga.
En el caso de los niños y jóvenes con necesidades educativas especiales, como los trastornos del espectro autista, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, problemas de conducta, desarrollo y aprendizaje, los especialistas hemos tenido que reorganizar y estirar al máximo nuestros recursos y atención para responder a los problemas con los que nos hemos encontrado.
Si bien todos nos hemos reinventado con nuevas formas de trabajar, enseñar y aprender, no hemos priorizado todo lo que deberíamos a las personas con diversidad funcional. Así, personas con fobia o evitación social han visto reforzadas sus conductas, al aumentar el tiempo de permanencia en sus espacios de seguridad y realizando más conductas sociales de evitación. Observamos también serios problemas de sueño, emocionales, conductuales, de convivencia y aprendizaje.
Además, la implantación del teletrabajo en padres y madres ha cambiado la rutina familiar. En la actualidad, muchas empresas han vuelto a incorporar la presencialidad en los puestos, por lo que esto ha supuesto un nuevo cambio en la situación, con fobia a la separación por los progenitores.
Muy lejos de la antigua normalidad
La adaptación a las condiciones de la nueva normalidad ha provocado dificultades para todas las personas, pero especialmente para los niños y niñas que se encuentran en edad de desarrollo, ya que se ha condicionado la forma de aprender y percibir el mundo.
Es más, se han alterado los ciclos vitales que tenían instaurados, lo cual puede afectar a numerosos aspectos de su vida, ya sea a escala emocional, fisiológica, cognitiva y conductual, como problemas de sueño y alimentación, ansiedad y tristeza o problemas de conducta.
Por otra parte, hay que tener en cuenta la repercusión que tienen los diferentes sistemas que rodean a los más pequeños, como escuela o familia, la cual se convierte en el principal foco de información ante situaciones ambiguas como la que vivimos, y la forma de transmitir el mensaje cobra especial importancia.
Los niños con trastornos del neurodesarrollo, como es el caso del autismo, tienen más dificultad de aprendizaje debido a que su foco de atención está localizado en la boca, por lo que el uso de mascarilla dificulta la comunicación e interpretación
Estas consecuencias se ven primordialmente en niños y niñas con necesidades educativas especiales, a los cuales la nueva forma de recibir las clases puede no haber sido suficiente para alcanzar el rendimiento esperado, sobre todo si tienen dificultades de aprendizaje.
También pueden repercutirles otros aspectos como el uso de mascarillas, que dificultan el lenguaje no verbal y la comprensión de las emociones: al reducir el contacto social, se impide que las personas expresen con todas las facciones de la cara y no solo con los ojos.
Como consecuencia, el aprendizaje de las expresiones faciales asociadas a las emociones se ve dificultado, ya que se requiere la cara en su totalidad para poder observar la emoción expresada al completo. Los niños con trastornos del neurodesarrollo, como es el caso del autismo, tienen aún más dificultad debido a que su foco de atención está localizado en la boca, por lo que el uso de mascarilla dificulta la comunicación e interpretación.
Y, por supuesto, no podemos olvidarnos de la dificultad para compaginar teletrabajo y convivencia familiar en los progenitores, con una gran repercusión e influencia en el aumento del tiempo que pasan niños y niñas frente a pantallas, y que tiene consecuencias en su nivel de atención y autorregulación.
Ha cambiado su forma de relacionarse
Desde el nacimiento, niños y niñas empiezan a formar conexiones neuronales en función de las acciones que consolidan a raíz de la experiencia y la toma de contacto. Por ello, el desarrollo neuropsicológico de los más pequeños se ha visto dificultado por el cambio de situación que ha sufrido la sociedad.
En concreto, algunos niños con diversidad funcional pueden tardan más en arraigar los diferentes aprendizajes enfocados a la adaptación al medio, por lo que esta situación excepcional ha cambiado su forma de relacionarse.
La dificultad para compaginar teletrabajo y convivencia familiar en los progenitores ha repercutido en el aumento del tiempo que pasan niños y niñas frente a las pantallas, lo que tiene consecuencias en su nivel de atención y autorregulación
A nivel curricular, los niños han visto una modificación en su rutina de colegio al cambiar al formato semipresencial o de manera virtual en la asistencia a las clases, o reorganizando sus aulas y horarios.
En aquellos con poca flexibilidad ante los cambios, esto es un punto nocivo importante en su regulación atencional, sensorial, emocional y social, que repercute en su estado de salud, emocional y rendimiento académico.
Eso sí, la adaptación a esta nueva realidad ha hecho que, tanto en niños como en adultos, se fomente el ajuste y creación de nuevas conexiones neuronales y, por lo tanto, se mejore la neuroplasticidad de nuestro cerebro. Si unimos esfuerzos para recuperar y paliar todos estos efectos, podrá generarse una resiliencia positiva.
Miriam Sánchez-Hermosilla Villarejo es psicóloga y directora de Psicoeduk, centro especializado en el trabajo psicoeducativo con niños y adolescentes. Con apoyo de Ana Bena Martín y Loli Molina Martínez, estudiantes en prácticas de neuropsicología de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC).