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Al menos 7 de cada 10 niños con trastorno generalizado del desarrollo (TGD) presentan problemas de sueño, muchos de los cuales no están diagnosticados. Así se puso de manifiesto en un simposio, organizado por Kurasana, en el 33º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria, en Toledo.
Gonzalo Pin Arboledas, coordinador de la Unidad de Pediatría y de la Unidad del Sueño del Hospital Quirónsalud de Valencia, dijo que estos trastornos del sueño afectan, fundamentalmente, a la organización circadiana, con episodios de vigilia prolongados por la noche y siestas anormalmente largas durante el día. Y Milagros Merino, de la Unidad de Trastornos Pediátricos del Sueño del Hospital Universitario de la Paz, Madrid, añadió que si un niño con TGD tiene un problema de sueño (por este tipo de insomnio, apneas, trastornos digestivos o sensoriales,…) va a evolucionar de forma más desfavorable a nivel cognitivo y motor, obteniendo menos beneficios de los tratamientos prescritos.
En general, los padres suelen infravalorar los trastornos del sueño de sus hijos al creer que duermen mejor de lo que lo hacen. Tal y como explicó Víctor Soto, neuropediatra especializado en trastornos del sueño del Hospital Infantil Niño Jesús, Madrid, el porcentaje de trastornos del sueño se multiplica por dos cuando a las preguntas de un pediatra responden los niños en vez de los padres. El problema es que muchos padres asumen los problemas del sueño de sus hijos como algo normal, cuando no lo son. El insomnio o déficits del sueño afecta al 25-70 % de niños con TDAH, al 37 % de los afectados por epilepsia, al 44- 83 % de casos con trastorno espectro autista, al 65-75 % de los que padecen cefalea, al 44 % de discapacitados, al 44- 48 % de niños con parálisis cerebral y al 44- 89 % en cuadros de depresión.
Según los datos presentados en la reunión, es especialmente frecuente la presencia del síndrome de apneas-hipopneas de sueño de carácter obstructivo en niños con síndrome de Prader-Willi; hay un predominio de trastornos del ritmo circadiano del sueño con ritmo de vigilia irregular en niños con trastornos del espectro autista y una especial incidencia de la inversión del patrón circadiano de melatonina endógena en casos de síndrome Smith-Magenis.
Daños irreversibles
Las consecuencias de un sueño de poca calidad no solo son nefastas tanto a nivel conductual como en cuanto a aprendizaje, sino que posiblemente también tenga consecuencias a largo plazo a nivel endocrino, cardiovascular y autoinmune; incluso se sabe que los trastornos de sueño en periodos de vulnerabilidad (antes de los 6 años) pueden producir daños irreversibles, alertó Víctor Soto.
En niños con trastornos del espectro autista, la prevalencia de trastornos del sueño se duplica, y la probabilidad de que desaparezcan estos trastornos sin ningún tipo de intervención es inferior (con tendencia a la cronificación si no se aborda correctamente). Son niños con mayor agresividad, ansiedad y depresión, hiperrespuesta sensorial, deterioro de la calidad de vida, reducción del rendimiento y memoria, conductas compulsivas y rituales, esterotipias, y deterioro de la socialización y comunicación. En estos casos, según Gonzalo Pin, el niño experimenta un fenómeno de cronodisrupción, una alteración relevante del orden temporal interno de los ritmos circadianos, bioquímicos, fisiológicos y de comportamiento. De esta forma, se produce en el niño un evento similar al jet-lag permanente.
Actualmente, se considera que la cronodisrupción puede favorecer el desarrollo de la sintomatología autista, y viceversa. Ante esta situación, un óptimo tratamiento del sueño, desde el establecimiento de medidas básicas de higiene del sueño hasta la aplicación de terapia cognitivo-conductual y el uso de melatonina (en ocasiones acompañado con triptófano), produce mejoría en los síntomas: interés comunicativo, conductas estereotipadas, intereses restrictivos, impulsividad- agresividad y calidad de vida familiar, según Víctor Soto.
octubre 11/2022 (Diario Médico)