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Una persona muere cada 48 segundos a causa del hambre en África Oriental, azotada por la peor sequía en 40 años en la región y una subida sin precedentes de los precios de los alimentos a causa de la guerra en Ucrania, según han denunciado Oxfam Intermón y Save the Children.
Estas ONG han denunciado que el mundo se muestre incapaz de evitar una nueva catástrofe en Kenia, Etiopía y Somalia, tras la muerte de más de 260 000 personas en Somalia a causa de la hambruna en 2011, y han alertado en su informe ‘Un retraso peligroso: el precio de la inacción’ de que casi medio millón de personas en Somalia y Etiopía viven en condiciones cercanas a la hambruna, mientras que 3,5 millones de personas se encuentran en una situación de hambre extrema en Kenia, con unos fondos insuficientes para hacer frente a la situación.
Las ONG han hecho hincapié en que el número de personas que padecen hambre extrema en estos países ha pasado de diez millones a 23 millones, mientras que el nivel de endeudamiento de estos países se ha triplicado en la última década, pasando de 20 700 millones de dólares a 65 300 millones de dólares en 2020.
Por ello, el informe, elaborado en colaboración con el Jameel Observatory, determina que, pese a la mejora en la respuesta a la sequía en la región en 2017, los esfuerzos nacionales e internacionales siguen siendo lentos y limitados para evitar que se repitan.«A pesar de que las señales de alerta eran cada vez más claras, la respuesta de los líderes mundiales ha sido lamentable: demasiado tardía y demasiado escasa, dejando a millones de personas en una situación catastrófica. El hambre es un fracaso político», ha indicado el director general de Oxfam Intermón, Franc Cortada.
En este sentido, el director general de Save the Children, Andrés Conde, ha indicado que existen «cifras terribles de desnutrición severa» y ha desvelado que «se prevén cerca de 5,7 millones de niños y niñas con desnutrición aguda para finales de este año».
Cortada ha lamentado que «la gente muere de hambre no porque en el mundo falte comida o dinero, sino por una absoluta falta de voluntad política». «Los países ricos consiguieron movilizar con éxito, y muy justificadamente, más de 16 000 millones de dólares en un mes para dar respuesta a la terrible crisis en Ucrania», ha recordado.
«Los países pueden movilizar recursos para evitar el sufrimiento humano, pero solo si así lo desean», ha subrayado Cortada. Hasta la fecha solamente se ha cubierto el dos por ciento de los 4 400 millones de dólares reclamados por Naciones Unidas para estos países, que en 2017 recibieron 1 800 millones de dólares en fondos de emergencia.
Cambio climático y guerra en Ucrania
La sequía se ha visto agravada por el fenómeno ‘La Niña’ y ha diezmado las reservas económicas, los rebaños y la salud de las personas en esta región, principal factor tras las cifras de hambre, a pesar de que la región es una de las que menos contribuye al cambio climático.
En este contexto, las ONG han lamentado que las potencias del G7 y otros países ricos hayan antepuesto sus prioridades ante otras crisis, como la pandemia de coronavirus y la guerra en Ucrania, retractándose de sus promesas de entrega de ayuda a países pobres.
«Nos encontramos de nuevo ante la inminente amenaza de una hambruna a gran escala y no se está haciendo, ni de lejos, no suficiente para evitarla», ha criticado Cortada durante una rueda de prensa para presentar el informe. «Una vez más, la llamada comunidad internacional está fracasando», ha lamentado.
Así, ha recalcado que «no se está haciendo, ni de lejos» lo necesario para hacer frente a esta «situación extremadamente grave» y ha reclamado «medidas ya». Cortada ha destacado además que «la respuesta que se está dando es totalmente insuficiente y tardía».
En este sentido, ha manifestado que la guerra en Ucrania «es un muy duro golpe» y ha recordado que «África Oriental importa el 90 por ciento de su trigo de Ucrania y Rusia». «Los conflictos en la región y las consecuencias económicas de más de dos años de pandemia completan esta tormenta perfecta, esta situación infernal», ha dicho.
«El G7 y otras naciones ricas han priorizado sus intereses particulares en la respuesta a crisis globales como la COVID-19 o más recientemente el conflicto en Ucrania, con mucha contundencia, con gran inyección de recursos, incluso dando marcha atrás en su ayuda prometida a los países más pobres», ha sostenido.
«Ojalá estuviéramos viendo esa misma empatía, esa misma contundencia y ese mismo sentimiento de urgencia que hemos visto con Ucrania o con la COVID-19 ahora con esta crisis, pero la realidad es que esto no es así», ha señalado.
En esta línea, Conde ha reseñado que «la crisis nutricional de la que estamos hablando es la mayor amenaza global para la vida de los niños y las niñas en este momento». «No hay nada de esta escala. Ni conflictos armados, ni ninguna crisis parecida», ha asegurado, antes de hacer hincapié en que «la desnutrición es la causa subyacente de la mitad de las muertes de menores de cinco años por causas que podemos evitar».
Así, ha manifestado que existe el riesgo de «dejar casi a una generación de niños, sobre todo en África, en una situación de extrema vulnerabilidad a todo tipo de enfermedades» y ha incidido en que «la guerra en Ucrania es un acelerador (…) de la emergencia nutricional global».
«La mayor parte de las muertes que genere esta guerra no van a ser en el conflicto armado, van a ser las consecuencias en términos de hambre que van a provocar en muchos otros países», ha dicho Conde, que ha reseñado que los niveles de los precios de los cereales están en cifras «nunca vistas».
Recomendaciones
Asimismo, han incidido en que los gobiernos de los países de la región deben también asumir sus propias responsabilidades debido a que han retrasado sus respuestas y a menudo han evitado reconocer la dimensión de la crisis, sin invertir de forma adecuada en agricultura o sistemas de protección social que ayuden a su población a hacer frente a las causas del hambre, incluyendo las emergencias climáticas y las crisis económicas.
El informe destaca además que donantes y ONG siguen sin priorizar a las organizaciones locales en primera línea, lo que ha ralentizado la respuesta, por lo que ha reclamado financiación al plan de ayuda de la ONU y garantizar que los fondos sean lo suficientemente flexibles como para que puedan destinarse a donde sean más necesarios.
En esta línea, han manifestado que los donantes deben garantizar que al menos el 25 por ciento del total vaya a organizaciones locales y han solicitado a los gobiernos de Kenia, Etiopía y Somalia que aumenten las redes de protección social e inviertan al menos el diez por ciento de sus presupuestos en agricultura.
Por último, han reclamado que los países ricos más contaminantes compensen a los de África Oriental por las pérdidas y daños sufridos a causa del cambio climático, así como condonar la deuda de estos países en el periodo 2021-2022, al tiempo que han resaltado la necesidad de priorizar la emergencia en el Sahel, donde más de un tercio de los niños y niñas menores de cinco años –cerca de cuatro millones– corren el riesgo de morir de hambre en las próximas semanas.
«Hace una década, dijimos nunca más a la hambruna. Ante los millones de personas que están de nuevo al borde de morir de hambre, hemos fallado en esa promesa. Debemos responder ahora, a la altura, para evitar una mayor tragedia, pero debemos aprender también las lecciones de la última década para garantizar que la próxima vez actuamos de forma preventiva para evitar la crisis. Mientras la catástrofe climática amenaza con un futuro de mayores crisis, no debemos fallar nuevamente ante esa promesa», han indicado en su informe.
mayo 18/2022 (Europa Press) – Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.