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La pandemia de la COVID-19 ha provocado impactos en la conducta de la gente en todo el mundo. Sentimientos tales como el miedo, la aprensión, la tristeza y la ansiedad forman parte del cotidiano de muchas familias desde que empezaron a registrarse oficialmente los primeros casos de la enfermedad, a comienzos del año pasado.
Toda esta preocupación se ha venido reflejando en los sueños, que expresan una carga mayor de sufrimiento mental, temor a la contaminación e incluso repercusiones del aislamiento social y de la falta de contacto físico con otras personas. Asimismo, los sueños durante este período han exhibido una mayor proporción de vocablos relacionados con “la limpieza” y “la contaminación” y de palabras relacionadas con “rabia” y “tristeza”.
La neurocientífica Natália Bezerra Mota, posdoctoranda en el Instituto del Cerebro de la Universidad Federal del Río Grande do Norte (UFRN), encabeza una investigación en cuyo marco se apunta a medir el impacto de la pandemia sobre los brasileños mediante el estudio de los sueños. El trabajo fue publicado en la revista PLOS ONE.
Este estudio forma parte del proyecto de posdoctorado de Bezerra Mota, supervisado por los investigadores Sidarta Ribeiro (UFRN) y Mauro Copelli, de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE), quienes integran el Centro de Investigación, Innovación y Difusión en Neuromatemática (NeuroMat), un Centro de Investigación, Innovación y Difusión (CEPID) apoyado por la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo – FAPESP, con sede en la Universidad de São Paulo (USP).
Y sus resultados son consistentes con la hipótesis de que los sueños reflejan los desafíos de la vigilia que plantea la pandemia de la COVID-19; y que emociones negativas tales como la rabia y la tristeza son más prominentes durante este período pandémico, lo cual refleja una mayor carga emocional que debe procesarse, según se sostiene en el artículo. En entrevista, Bezerra Mota explica que estas conclusiones se corroboraron durante trabajos publicados en otros artículos posteriormente en Estados Unidos, Alemania y Finlandia.
La investigación brasileña ya había sido divulgada a finales del mes de mayo de 2020 en la plataforma medRxiv, en versión preprint, sin revisión por pares. “Fue el primer estudio sobre el tema que vislumbró empíricamente estas señales de sufrimiento mental y la asociación de las mismas con las peculiaridades de los sueños en la pandemia”, añade la neurocientífica.
En tanto, Ribeiro destaca que en la investigación se logró documentar la continuidad entre lo que sucede en el mundo onírico y en la vida mental de las personas (el sufrimiento psíquico). “Esto es interesante desde el punto de vista de la teoría sobre sueños. Otro punto destacado e importante del estudio reside en que esto se ha realizado de manera cuantitativa, mediante la aplicación de mecanismos matemáticos para intentar extraer semántica”, afirma el investigador.
En el trabajo, el grupo utilizó herramientas de procesamiento de lenguaje natural para estudiar 239 relatos de sueños de 67 personas antes de los casos de contaminación con el SARS-CoV-2 y durante los meses de marzo y abril, inmediatamente después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara la pandemia de la COVID-19.
Según Bezerra Mota, en un estudio multicéntrico realizado con la participación de la USP, la UFRN y las universidades federales de Minas Gerais (UFMG), Rio Grande do Sul (UFRGS) y Río de Janeiro (UFRJ), se están analizando ahora datos recabados durante un período mayor de la pandemia (hasta el mes de julio pasado). El objetivo consiste en evaluar si existe un impacto en los sueños de los voluntarios provocado por las muertes de familiares y personas cercanas. “La intención es divulgar rápidamente los resultados, tan pronto como estén listos, para que, con base en este conocimiento, se delineen estrategias de salud mental.”
La metodología
El grupo de investigadores brasileños venía desarrollando y adoptando aplicaciones y software que permiten diagnosticar, mediante el análisis del discurso, enfermedades psiquiátricas como la esquizofrenia. Estas herramientas se adaptaron para efectuar evaluaciones cognitivas.
Los relatos de los sueños de los voluntarios se captaron en audios mediante una aplicación para smartphones. Posteriormente, los investigadores utilizaron tres herramientas de computadoras. La primera se enfoca en la estructura del discurso, para comparar la complejidad y la conexión de la trayectoria de las palabras empleadas en las narraciones.
Las otras dos se concentran en los contenidos. Una mide la proporción de palabras insertadas en determinados tipos, tales como los contenidos sentimentales, y las compara con una lista predefinida para analizar la asociación con emociones positivas y negativas. La otra mide la semejanza de los relatos con temas específicos mediante la construcción de mapas de similitud semántica, lo cual permite evaluar de qué modo las palabras están cerca de vocablos tales como “contaminación”, “limpieza”, “enfermedad”, “salud”, “muerte” y “vida”.
“La semejanza significativa con ‘limpieza’ en los relatos de sueños apunta hacia nuevas estrategias sociales (el uso de mascarillas y la evitación del contacto físico, por ejemplo) y nuevas prácticas de higiene (tales como el uso de desinfectantes para las manos y otros artículos de limpieza) que se volvieron centrales para las nuevas reglas sociales y conducta. Tomados en conjunto, estos hallazgos parecen mostrar que los contenidos de los sueños reflejan las distintas fuentes de miedo y frustración derivadas del actual escenario”, escriben los investigadores en el artículo publicado en PLOS ONE.
Bezerra Mota destaca que, pese a haber sido detectado de manera colateral, llama la atención el mayor sufrimiento expresado en los sueños de la población femenina. “En la literatura existen estudios sobre la diferencia de género. El público femenino relata mayores contenidos negativos y más pesadillas. Creo que esto está relacionado con la situación histórica del cotidiano de las mujeres, puesto que ellas llevan a cabo dos o tres jornadas laborales, con una carga mental mayor y con la preocupación con el trabajo, la casa y los hijos. Esto se ha visto agravado durante la pandemia”, sostiene la neurocientífica.