Los neonatólogos han abogado para que el coronavirus no rompa innecesariamente el vínculo entre madre y recién nacido.

lactancia-materna-madre-bebe-4-700x464Ahora parece evidente: con las medidas adecuadas, se puede mantener la lactancia materna y el contacto piel con piel al nacer. Esas han sido las recomendaciones de los neonatólogos españoles prácticamente durante toda la pandemia. El tiempo les ha dado la razón, aunque al principio del tsunami covídico la falta de evidencia científica hizo difícil tomar esta decisión. Así lo recuerda Belén Fernández Colomer, coordinadora de la Comisión de Infecciones de la Sociedad Española de Neonatología (SENEO), desde donde se ha elaborado un documento sobre el manejo materno neonatal en la COVID para el Ministerio de Sanidad y un registro de madres infectadas y sus recién nacidos de toda España.

La neonatóloga del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) reconoce que pasó más de una noche en vela por temor a haberse equivocado con las recomendaciones, pero no podían echar por tierra sin más todo el esfuerzo de los equipos de Neonatología; han sido muchos años trabajando para asegurar el mejor nacimiento posible. La labor de estos profesionales, representada en Fernández Colomer, forma parte del homenaje #Admirables que Diario Médico y Correo Farmacéutico hacen a los sanitarios

P. ¿Cuándo pensaron que tenían que hacer algo ante la COVID-19?
R. La primera ola llegó como un tsunami, nos pilló a contrapié. A primeros de marzo, cuando empezaban a aparecer publicaciones en China sobre embarazadas con el coronavirus, pensamos que esto llegaría aquí antes o después, y como sociedad [SENEO] teníamos que estar preparados para informar a los compañeros. Nos contactaron para elaborar un protocolo de manejo de la embarazada con coronavirus. El problema es que no disponíamos de suficientes datos científicos sobre los que empezar a trabajar.

Acababa de publicarse un documento de los neonatólogos chinos, que recomendaba separar a las madres infectadas del neonato para protegerlo, y evitar la lactancia materna. Así lo recogimos en la primera versión de nuestro documento. No obstante, gracias a que el presidente de la SENEO, Manuel Sánchez Luna, estaba en contacto estrecho con grupos de otros países, en especial de Italia, donde nos llevaban semanas de adelanto con la pandemia, vimos que las gestantes infectadas tenían niños sanos; pensamos que retirarles la lactancia materna era ir en contra de todo lo que hemos estado defendiendo desde hace mucho tiempo. Así que prácticamente a los dos días de sacar la primera versión, publicamos unas nuevas recomendaciones en las que indicábamos que no se retirara la lactancia materna, pues esto era mucho peor que el riesgo del contagio. A mediados de marzo ya recomendábamos claramente que si la madre está infectada por el SARS-CoV-2 y no está muy enferma, había que intentar no separarla del recién nacido y mantener la lactancia.

P. ¿Fue una decisión difícil de tomar?
R. Tengo que reconocer que pasé noches en vela y de preocupación por si nos estábamos equivocando. Hay que tener en cuenta que cuando todos los hospitales estaban organizando circuitos sucios y limpios para separar a los pacientes COVID, desde la sociedad científica pedíamos lo contrario: dejar al bebé con la mamá aunque estuviera infectada, en zonas específicas del hospital. En esos momentos, pensamos en hacer algo que diera más fuerza a nuestras propuestas, y se nos ocurrió el registro, que sacamos adelante con el apoyo del Istituo de Salud Calos III (ISCIII). Gracias a la colaboración de los compañeros de centros de toda España, que ha sido espectacular, tenemos información de más de 1 500 recién nacidos, hijos de madre positiva para coronavirus. Unos 40 casos, aunque están totalmente asintomáticos, presentaron PCR (reacción en cadena de polimerasa), positiva, pero muchos son falsos positivos o bien han estado en contacto con el virus pero sin que se haya producido una enfermedad, porque a las 24 horas la prueba es negativa.

P. A la luz de los datos y experiencia que han recabado, ¿cómo afecta el coronavirus a los bebés?
R. Al igual que ocurre en otras edades pediátricas, la manifestación clínica en los bebés inexistente o se corresponde a síntomas leves propios de una infección respiratoria de vías altas. Hemos visto que en el primer mes, muchos son asintomáticos. Los pocos casos más graves de la COVID en estas edades se han dado en prematuros. De todo el hospital, el prematuro en la  Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) neonatal es el paciente más vulnerable, y la prematuridad predispone a mayor gravedad en la infección respiratoria, al igual que los bebés con alguna enfermedad de base, como una cardiopatía. Con todo, en nuestra casuística, que es muy amplia, no falleció ningún niño, todos se recuperaron.

P. ¿Se puede decir que no hay transmisión vertical del SARS-CoV-2?
R. En nuestro país se puede decir que la transmisión vertical, que puede existir, es excepcional. Hemos detectado cinco posibles casos, pero para demostrar una infección congénita o vertical hay que demostrar la presencia del virus en placenta, líquido amniótico y vagina, lo que no hemos estudiado en nuestros casos. En Francia, se demostró positividad en placenta y líquido amniótico en un caso; no obstante, el niño estuvo prácticamente asintomático.

P. También parece que los niños no son grandes contagiadores…
R. Casi puedes encontrar datos para todo. Parece que los niños con la infección resultan menos transmisores, pero no hay datos fehacientes. Nos ha pasado algo parecido con la prematuridad. Se escribió que el coronavirus la favorece, pero eso fue a raíz de publicaciones con datos de los primeros meses de la pandemia. Al analizar la información a largo plazo, se ha comprobado que la tasa bajaba, y que no está claro que el coronavirus sea la causa de una mayor prematuridad, sino que en los casos graves de COVID había que adelantar el parto.

P. Pronto constataron que muchas embarazadas eran asintomáticas, ¿cómo se manejó este riesgo, sobre todo en la primera ola?

R. Fue un tema que vimos enseguida con los obstetras. En la primera ola apenas se hacían pruebas, pero con lo que veíamos empezamos a constatar una presencia elevada de gestantes asintomáticas; para no comprometer a los equipos que atienden los partos, en abril ya decidimos que había que hacer PCR a todas las gestantes.

P. Al igual que ocurrió con otros especialistas, ¿los neonatólogos tuvieron que dejar sus funciones para atender a pacientes COVID?

R. Mi experiencia personal en la primera ola, estando en el HUCA, no ha sido la misma que se vivió en otras zonas de España, sin ir más lejos Madrid o las Castillas. Al hablar con los compañeros entonces, te dabas cuenta de que han vivido situaciones muy duras. Ahora aquí lo estamos pasando peor, y también hemos tenido que ir a echar una mano a las plantas de adultos; además, en las UCI pediátricas, hay camas para niños mayores que han tenido que ser ocupadas por pacientes adultos con la COVID.

P. ¿Cómo habéis abordado el miedo entre los padres; por ejemplo, cuando apareció el síndrome inflamatorio multisistémico?

R. Hasta donde sabemos, no ha habido ningún caso en Neonatología, es un cuadro que ha afectado a niños mayores, aunque ya se ve que, por suerte, tiene una incidencia muy baja. Es cierto que los padres tenían miedo, sobre todo al principio, pero también para las embarazadas era duro verse solas en el hospital en un momento donde hay una gran necesidad de compartir. De alguna manera, todos estamos acostumbrados a la gran calidad en la asistencia neonatal que hay en España, y se trataba de mantenerla. Nos hemos convertido en el adalid del recién nacido en el hospital, y aunque al principio ha costado, según nos contaban los compañeros, cada vez se han respetado las recomendaciones en más centros, dentro de las circunstancias de cada lugar. También hemos podido hacerlo por cómo se ha compartado este virus con los niños.

P. ¿Y si hubiera sido al revés y la COVID hubiese afectado más a la población pediátrica? ¿Cree que, como sociedad, habría cambiado la forma de enfrentarnos a la pandemia?

R. Lo he pensado muchas veces. Los extremos de la vida a veces comparten problemas de vulnerabilidad: un prematuro y un recién nacido son muy vulnerables, al igual que una persona mayor. Al ver lo que ocurría con los ancianos en los primeros momentos de la pandemia, temía que llegara a ocurrir algo similar entre los pequeños, lo que finalmente no ha ocurrido…  Desde luego que la gente mayor toca mucho la fibra, pero la ley de vida es que un hijo entierre a un padre, no sé cómo hubiéramos podido sobrellevar como sociedad la imagen de hospitales llenos de niños enfermos.

enero 08/2021 (Diario Médico)

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