Con la llegada del frío a las regiones sur y sudeste de Brasil, el descenso de la temperatura puede traer apareado un aumento de la cantidad de muertes por accidentes cerebrovasculares (ACVs), fundamentalmente en el seno de la población de más de 65 años.

 

ictusEsta asociación entre la caída de la temperatura y el aumento de la incidencia de los accidentes cerobrovasculares quedó demostrada en el marco de un estudio con datos sobre mortalidad y otros provenientes de las estaciones meteorológicas de la ciudad de São Paulo, en el sudeste brasileño, entre los años 2002 y 2011. Los autores de la investigación verificaron también que entre los ancianos esta incidencia estaba asociada al descenso de la temperatura media es mayor entre las mujeres.

Los resultados de este trabajo aparecen en un artículo publicado en International Journal of Biometeorology por científicos vinculados a dos instituciones brasileñas: la Universidad de São Paulo (USP) y la Universidad Católica de Santos (Unisantos). Y la investigación cuenta con el apoyo de la FAPESP.

En Brasil, las enfermedades crónicas -tales como las afecciones cardiovasculares, la diabetes y el cáncer- son responsables de la mayor parte de las muertes tanto de varones como de mujeres. Entre las enfermedades cardiovasculares, el ictus constituye la principal causa de las muertes, y es responsable del 10 % de las mismas.

«En Estados Unidos, un país de clima templado en donde los inviernos son helados, se estableció una relación entre el incremento de la mortalidad por ictus y las máximas y mínimas de temperatura. En el caso de Brasil, incluso entre las poblaciones de las regiones sur y sudeste, de clima subtropical, aún no se había llevado a cabo un estudio análogo», dijo el médico Alfésio Luís Ferreira Braga, docente de la Unisantos y coautor de la investigación.

Para escrutar la existencia de una posible relación entre la variación térmica y los ictus en la ciudad de São Paulo, la geógrafa Priscilla Venâncio Ikefuti utilizó datos recabados por el Programa de Perfeccionamiento de la Información sobre Mortalidad en el Municipio de São Paulo (PRO-AIM). Esta investigación contó con la coordinación de Ligia Vizeu Barrozo, docente de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la USP.

El análisis de las series temporales de datos reveló la existencia de 55 633 casos de mortalidad por accidentes cerebrovasculares en la ciudad de São Paulo entre 2002 y 2011. Las temperaturas medias diarias del aire y la humedad relativa del ambiente se obtuvieron con base en datos recabados por la Estación Meteorológica del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la USP.

En este estudio se utilizó la temperatura media en lugar de la mínima y la máxima por constituir un promedio de diversas observaciones realizadas el mismo día y porque sirve como una buena estimación de la exposición al calor o al frío, según los investigadores. La temperatura media mensual del aire en la ciudad de São Paulo entre 2002 y 2011 fue de 21 °C, variando de 15 °C a 25 °C según la estación del año.

Con el objetivo de ajustar los efectos de la polución atmosférica sobre la mortalidad, se reunieron las mediciones diarias de materia en partículas, de ozono, de dióxido de azufre y de dióxido de nitrógeno en las 14 estaciones de medición de contaminantes de la Compañía Ambiental del Estado de São Paulo (Cetesb) distribuidas por la ciudad.

Con toda esta información en manos, Ikefuti inició el modelado estadístico de los datos. Se construyeron modelos de regresión de datos (con base en el llamado modelo de quasi-Poisson) para estimar los efectos de la temperatura media sobre la mortalidad por ictus y sus subtipos en la población total y también entre las personas de más de 65 años.

El estudio demostró que la temperatura media diaria estaba asociada a la mortalidad por ictus y que el riesgo relativo varió de acuerdo con la edad y con el sexo. A las temperaturas más bajas (inferiores a los 15 °C) se las consideró estadísticamente más significativas para la mortalidad por ictus que a las temperaturas más altas (superiores a los 22 °C).

Con base en el universo total de muertes por ACVs en la capital paulista entre 2002 y 2011, Ikefuti constató un promedio diario de 15,24 muertes durante ese periodo, ligeramente superior entre las mujeres (7,99 casos por día) que entre los varones (7,25 casos por día). En todo el periodo en estudio, esa pequeña diferencia se volvió significativa, con alrededor de 2 mil muertes más por ictus entre las mujeres que entre los varones.

Entre las personas con más de 65 años se registraron más casos de ictus hemorrágicos entre mujeres (5236 muertes, un promedio diario de 5,81 casos) que entre varones (4071 muertes, un promedio diario de 4,6 casos).

Cuando se observaron los datos de cada subtipo de ACV, se identificó en el periíodo un total de 29 433 muertes: fueron 12 183 muertes por ACVs isquémicos y 17 250 muertes por ictus hemorrágicos.

El accidente vascular cerebral es una seria condición médica que se produce cuando se interrumpe el suministro de sangre que va al cerebro. Existen dos subtipos isquémicos y hemorrágicos. El isquémico, también conocido como isquemia cerebral, es el tipo más común (más del 80 % de los casos). Se produce debido a la obstrucción de un vaso sanguíneo en el cerebro, que interrumpe el flujo de sangre en la zona y hace que el área cerebral irrigada por ese vaso deje de recibir sangre y se muera.

Los factores de riesgo para que se produzca un ictus isquémico son la edad (es más frecuente cuanto mayor es la edad), el tabaquismo, la hipertensión arterial, la obesidad, hipercolesterolemia, el historial familiar de enfermedades cardíacas o diabetes y el alcoholismo.

La forma más grave es el ictus hemorrágico (del 10 % al 15 % de los casos), también conocido como derrame cerebral. Ocurre cuando un vaso sanguíneo se rompe dentro del cerebro y causa una hemorragia e inflamación en la región cerebral donde se produjo el sangrado, lo cual perjudica al tejido nervioso y lo degenera, provocando en los casos leves secuelas irreversibles, y en los casos más graves el deceso.

La diferencia entre el total de los casos de ictus (55,6 mil) y la suma de los casos de ictus hemorrágicos e isquémicos (29,4 mil) corresponde a los casos (26,2 mil) que no quedaron clasificados como enfermedades hemorrágicas o isquémicas u otras enfermedades cerebrovasculares. Esto no quiere decir que entre aquéllos 26,2 mil casos sin especificación no existan casos de ictus hemorrágicos o isquémicos, sino solamente que no se los notificó de este modo.

Al observarse las estadísticas de cada subtipo de ictus, se verificó en los casos de los hemorrágicos un promedio de mortalidad diaria de 4,72 casos, y de 3,34 casos para los isquémicos, para todas las edades. En ambas situaciones, la incidencia fue mayor entre las mujeres.

Cuando se cotejaron todos los datos con las temperaturas medias en la ciudad de São Paulo durante el periodo de tiempo analizado, se descubrió que para todos los tipos de ictus el riesgo relativo era mayor cuando la temperatura media era más baja (inferior a los 15 °C).

Cuando la temperatura media registrada se mantuvo en el rango situado entre los 17 °C y los 24 °C, el riesgo relativo no se mostró significativo. Sin embargo, cuando la temperatura media fue superior a los 26°C, el riesgo relativo de un ictus isquémico se mostró significativo para el sexo masculino y con más de 65 años.

Específicamente con relación al ictus hemorrágico, los resultados del riesgo relativo muestran que las temperaturas más bajas parecen constituir un factor de riesgo para este subtipo, especialmente por debajo de los 10 °C, tanto para varones como para mujeres. Sin embargo, por encima de los 65 años las temperaturas medias más bajas representaron un mayor riesgo de ictus hemorrágico para las mujeres, un resultado que no se esperaba y que sorprendió a los investigadores.

«Al comienzo del estudio creíamos que cuando hubiese una variabilidad pronunciada de las temperaturas, tanto frías como calurosas, los resultados serían similares para los dos subtipos de ictus. En otras palabras, durante los días de mucho frío o de mucho calor habría más muertes provocadas por ambos subtipos. Pero no fue eso lo que sucedió. En los caso de los hemorrágicos, el frío se erige en un factor mucho más importante, especialmente entre las mujeres», dijo Ikefuti, quien fue docente de la Universidad Federal de la Frontera Sur y que actualmente trabaja en la Secretaría de Salud del Estado de São Paulo, en el Centro de Vigilancia Epidemiológica (CVE).

Una explicación indica que los accidentes cerebrovasculares son más comunes entre los ancianos como resultado de la diminución del metabolismo durante la tercera edad. En respuesta a cambios en las temperaturas, los ancianos tienen menor capacidad de mantener la homeostasis, es decir, de regular el metabolismo de manera tal de mantener constantes las condiciones fisiológicas necesarias para la vida.

«Verificamos también que en los ictus hemorrágicos, el sexo más vulnerable es el femenino. Los datos muestran que entre las mujeres la mortalidad promedio por ictus es más alta, aunque levemente. El riesgo relativo de sufrir este tipo de accidentes, calculado para las variaciones de la temperatura media, también fue mayor entre las mujeres que entre los hombres. En forma análoga, las temperaturas medias más bajas causaron un mayor impacto entre las mujeres en ambos subtipos de ictus», dijo Ikefuti.

La investigadora explica que el estrés por el frío resulta en una elevación de la presión arterial, como así también redunda en un aumento de la viscosidad de la sangre y del nivel de plaquetas, que elevan la presión arterial, lo que puede causar uno hemorrágico.

Los investigadores mencionan estudios recientes en los cuales se ponen de relieve los principales factores que llevan a que las mujeres sean más susceptibles a esta dolencia. La influencia de algunos factores de riesgo, tales como la diabetes y la hipertensión, es más fuerte entre las mujeres debido a que éstas difieren de los hombres de distintas maneras, lo cual incluye a la anatomía, la biología vascular, la inmunidad, los factores neuroprotectores, la coagulación, el perfil hormonal, los factores de riesgo vascular, los factores de estilo de vida y los roles en el seno de la sociedad.

De acuerdo con Braga, una cuestión importante para explicar el mayor riesgo de padecer ictus entre las mujeres reside en la menopausia, cuando el organismo disminuye la producción de estrógenos, las hormonas del desarrollo de las características femeninas. La falta de estrógenos en la menopausia sujeta a la mujer a un mayor riesgo de padecer enfermedades vasculares, entre diversos otros síntomas.

«Nuestro estudio aporta a la comprensión del impacto de la temperatura sobre la mortalidad por ictus en un país tropical, donde supuestamente la temperatura no constituiría un factor de preocupación en lo que hace al riesgo de padecer un ictus. Este trabajo comprobó que al menos en la ciudad de São Paulo, no es el caso», dijo.

«Pese a que la ciudad se encuentra en una región subtropical y, por ende, con temperaturas medias más elevadas que las de los países templados, la existencia de grandes variaciones diarias de temperatura, así como la llegada de frentes fríos o de olas de calor constituyen efectivamente factores de riesgo de padecer ictus, especialmente entre los ancianos y fundamentalmente entre a las mujeres», dijo Braga.
agosto 7/2018 (noticiasdelaciencia.com)

agosto 8, 2018 | Lic. Heidy Ramírez Vázquez | Filed under: Cardiología, Enfermedades Cardiovasculares, Geriatría, Neurología | Etiquetas: , |

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