La guerra de 52 años paradójicamente convirtió a Colombia en un país líder en cirugía reconstructiva en América Latina, una tragedia que día a día deben afrontar los cirujanos del Hospital Militar Central.

El médico Ricardo Galán, con 22 años trabajando en cirugía reconstructiva en el Hospital Militar Central, en la capital colombiana, ha vivido día a día el horror de la guerra, ha ayudado a sobrevivir a centenares de militares y policías heridos en combate, por las minas antipersona o quiebrapatas.

Pero el especialista, a quien se le aguaron los ojos, mientras conversaba, también vio morir en la sala de cirugía a decenas de jóvenes de los 18 a los 30 años, que llegaron heridos, mutiladas sus extremidades, sus cuerpos destrozados, pero con la ilusión y la esperanza de sobrevivir.

Recordó una de las tantas experiencias que le partieron el corazón en la sala de cirugía: «Recibí un joven con amputación de las dos extremidades inferiores, con lesiones múltiples, ocasionadas por las esquirlas (…)».

La onda explosiva, causa la amputación, «pero además la guerrilla coloca dentro (del artefacto) esquirlas, tornillos, tuercas, palos, coloca materia fecal de ganado. Ocasionando la contaminación», dijo el médico en su consultorio privado, en el norte de Bogotá.

«Tengo pacientes -narró Galán- que han perdido las cuatro extremidades, pierden incluso desde la pelvis y solo tienen desde el abdomen para arriba no más. La experiencia vivida es terrible, uno se enfrenta a pacientes muy graves, que pierden la vida en cirugía, o después de estar luchando por ellos en varias semanas».

En los últimos años los grupos insurgentes, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), empezaron a sembrar las minas antipersona entre los árboles, arbustos y maleza, además de las que colocaban bajo la tierra.

Al colocar minas en los árboles y arbustos, hacen explosión cuando militares o policías tratan de abrirse paso durante sus patrullajes, lo que ocasiona heridas graves en el rostro y las extremidades superiores.

Durante el relato hizo silencios breves, que mezclados con su mirada fija en la cámara, el reportero interpretó que ese paciente al igual que otros no sobrevivió a esos actos demenciales a los que la guerra lleva al hombre, sea cual fuere su ideal.

Los soldados y militares -anotó- se presentan con «heridas en las extremidades, pero está la contaminación, que causa un problema séptico importante. Son pacientes que se les ve con una ilusión de vida y que lastimosamente después de luchar mueren».

«Esto para un cirujano es muy duro», subrayó y aparece de nuevo el silencio, que no es más que la expresión del dolor.

Para el doctor, “La paz es una necesidad, para los que vivimos el día con la guerra. Nos queda la ilusión de la paz para evitar estos heridos, esta tragedia”.

En este escenario, la cirugía reconstructiva avanzó a tal nivel que en la actualidad Colombia es un referente en todos los foros regionales y mundiales, donde se trata el tema entre los mejores expertos internacionales.

El primer lugar en cirugías reconstructivas, lo tiene Colombia, por los pacientes heridos con armas de fuego, en asaltos de la insurgencia y por acción de las minas antipersonas, que es un artefacto que viola todos los protocolos de la guerra.

Para Galán, “los heridos en combate generan traumas muy severos, en general son pacientes, que pisan las minas antipersona y pierden alguna extremidad o las dos (…) con las esquirlas quedan con múltiples lesiones en todo el cuerpo”.

Los lesionados llegan al Hospital Militar Central con “Fracturas, perdidas de tejidos blandos, y entonces la labor de uno como cirujano plástico reconstructivo es llevar a este paciente a una rehabilitación precoz para reincorporarlo en la vida social”.

Es un trabajo complejo porque hay pacientes que llegan con amputaciones de los miembros superiores e inferiores, lo que dificulta la reconstrucción ósea, los tejidos blandos, tendones y nervios.

“Estamos, explicó, ante cirugías complejas, procedimientos que se tienen que realizar en varios tiempos e incluso pueden llevar varios meses y años, hasta llegar a un proceso reconstructivo ya completo con el paciente y llevarlo a una reintegración social”.

El promedio de heridos que ingresaron al Hospital Militar Central, en épocas de mayor intensidad del conflicto armado, estuvo en una escala de tres a cinco semanal, y en el último periodo, después del cese al fuego bilateral, llegan esta misma cifra pero en un periodo de 20 días a un mes.

Los costos de una cirugía reconstructiva van de siete mil a 50 mil dólares, dependiendo de la complejidad del procedimiento y de la intervención de diferentes disciplinas de la ciencia médica, valores que en el caso de los integrantes de la Fuerza Pública, los cubre las propias instituciones militares.

«Esperamos que el proceso de paz siga adelante y sea una realidad y por ende el número de pacientes heridos en combate también baje. La reducción de heridos en combate -actualmente- está bajando y va seguir disminuyendo. Lástima que la paz no sea completa, el ELN sigue en conflicto, con el Estado».

El especialista testigo directo de la guerra desde el frente de la salud y la ciencia, fue categórico en afirmar: «Con la firma del acuerdo de paz, lo único que quiero es no ver morir más jóvenes».

Septiembre 22/ 2016  (Notimex).- Tomado del Boletín temático en Medicina. Prensa Latina. Copyright 2016. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.

septiembre 23, 2016 | Dra. María Elena Reyes González | Filed under: Cirugía, Ortopedia y Traumatología, Salud Pública, Sociología | Etiquetas: |

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