La leche y, en general, los derivados lácteos han sido víctimas de la guerra que se ha declarado en los últimos años contra la grasa total y luego, de manera más específica, contra las grasas saturadas. No obstante, este tradicional producto ha demostrado que representa una parte esencial de una dieta variada y equilibrada, además de que ofrece beneficios específicos, como un efecto protector contra la diabetes, según ha indicado José María Ordovás, catedrático de la Universidad de Boston (Estados Unidos) y referente mundial en alimentación y nutrición.

Durante la conferencia magistral que ofreció en Barcelona con motivo de la celebración del XX Aniversario del Instituto Danone, señaló que los lácteos destacan entre los alimentos más controvertidos de los últimos tiempos, ya que han pasado de ser ampliamente recomendados por la comunidad científica a estar prácticamente vetados. «Hemos pasado del amor al odio y ahora se vive una etapa de noviazgo, de nuevo».

Según los estudios más recientes que mencionó Ordovás, la leche y otros derivados se asocian a un patrón dietético más sano, «y algo que es muy importante: la atribución de que favorecían la obesidad ha quedado desbancada».

Según las nuevas evidencias científicas disponibles, en especial las obtenidas en el campo de la genómica y otras ómicas, «estamos empezando a descubrir que los villanos tradicionales -incluso las grasas saturadas- no son tan malos como se había dicho, ya que, al igual que ocurría con las grasas cuando a todas se les consideraba erróneamente iguales y, por lo tanto, malas, entre las saturadas también existen diferencias en cuanto al riesgo que confieren».

¿Desnatados o enteros?
Otro de los hallazgos recientes desmiente que los derivados de la leche se asocien a un incremento del riesgo cardiovascular y tampoco se ha observado que su consumo influya en el desarrollo de obesidad. Y, lo que parece más sorprendente, es que tampoco existen evidencias de que los productos desnatados o bajos en grasas representen un beneficio en términos de prevención del sobrepeso.

A pregunta de Diario Médico el investigador puntualizó que, según los conocimientos que se tienen hasta ahora, la recomendación de ingesta de lácteos para una persona promedio se sitúa en dos servicios al día (cada uno podría ser un vaso pequeño de leche, un yogur o una porción de queso). En el caso de personas que están en edad de crecimiento o de aquéllas que realizan una actividad física intensa, la recomendación se podría elevar hasta las cuatro porciones diarias.

Además, indicó que el producto lácteo que se ha demostrado ser más sano y tener mejores propiedades para el consumidor es el yogur. «Todo esto cuando hablamos de población general, pero es importante considerar que cada uno de nosotros responde de manera diferente a los alimentos», añadió Ordovás. A su juicio, los avances en la nutrigenómica permitirán «en un futuro cercano» identificar de manera sencilla a las personas a las que el consumo de estos productos les resulta más o menos beneficioso.

Para él, la mayoría de pruebas de intolerancia alimentaria que están disponibles actualmente en el mercado «son humo» y no tienen «demasiada» utilidad. Sin embargo, están en fase de investigación nuevas herramientas genómicas que aportarán información muy útil y que se espera que estén «muy pronto» al alcance de la población general.
diciembre 19/2013 (Diario Médico)

diciembre 24, 2013 | Dra. María T. Oliva Roselló | Filed under: Nutrición | Etiquetas: , , |

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