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En el marco de una investigación se demostró la aplicación práctica de este test para detectar la limitación ventilatoria durante los ejercicios físicos, independientemente del sobrepeso y la obesidad.
La prueba cardiopulmonar de ejercicio o esfuerzo (PCPE), también conocida como ergoespirometría, puede ayudar a indicar tempranamente la existencia de enfermedades respiratorias en personas con obesidad. Este fue el principal hallazgo que realizaron investigadores brasileños en el marco de un estudio cuyo objetivo consistió en evaluar la influencia de la obesidad sobre las respuestas fisiológicas obtenidas durante el test.
La ergoespirometría es un estudio en el que se asocia un test ergométrico convencional con el análisis del aire que exhala la persona, lo cual permite obtener mediciones tales como la capacidad pulmonar de consumo de oxígeno (VO2), la producción de dióxido de carbono (VCO2), la frecuencia respiratoria y la ventilación pulmonar.
Y detectar en qué rango del acondicionamiento aeróbico se ubica el individuo. Por eso se lo recomienda para la evaluación inicial en programas de ejercicios físicos, tanto en la práctica clínica como con atletas amateurs o de alto rendimiento.
El estudio mostró que los resultados de las principales respuestas ventilatorias se mantuvieron sin alteraciones en voluntarios con obesidad cuando se los comparó con personas no obesas. Un ejemplo de ello es la relación en el transcurso de toda la prueba entre el volumen exhalado por minuto (VE) y el VCO2, que arrojó un promedio de 25,4 y 25,6 respectivamente. Esta variable indica la cantidad de ventilación utilizada para eliminar una determinada cantidad de dióxido de carbono a lo largo de todo el test, y apunta la eficiencia ventilatoria.
En otras palabras, esto quiere decir que la obesidad no influye sobre esa variable. Por ende, valores anormales en ese caso pueden ser útiles para la detección precoz de trastornos respiratorios y apuntar problemas cuando la persona aún no tiene síntomas, independiente de la obesidad.
Así y todo, tal como era de esperarse para casi la totalidad de las decenas de variables máximas y sub máximas que se evalúan en la prueba, la obesidad influyó negativamente en el rendimiento de los individuos. Las variables más afectadas fueron las cardiovasculares, las metabólicas y las de intercambio gaseoso.
Este trabajo, publicado en la revista científica PLOS ONE, estuvo a cargo de investigadores del Departamento de Ciencias del Movimiento Humano de la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp), en su campus de la ciudad de Santos, y tuvo el apoyo de la FAPESP. También contó con la participación de tres médicos investigadores del Instituto Angiocorpore de Medicina Cardiovascular, con sede en Santos.
“La prueba cardio pulmonar de ejercicio aún es sub utilizada en pacientes con obesidad. Puede apuntar muchas variables y posee un gran potencial diagnóstico y pre diagnóstico que no se explota de manera adecuada. Con este estudio, demostramos que si se encuentra alterada la eficiencia ventilatoria, es muy probable que se trate de una enfermedad respiratoria incipiente, y no de una consecuencia de la obesidad”, afirma el profesor Victor Zuniga Dourado, coordinador del Laboratorio de Epidemiología y Movimiento Humano (EPIMOV) de la Unifesp y director de la investigación.
Según Zuniga Dourado, esta prueba no apunta específicamente de qué tipo de enfermedad se trata, pero puede tomársela como un estudio potencial para la detección precoz de las causas de la intolerancia al ejercicio, para permitir la derivación del paciente a un médico especialista y la realización entonces sí de un diagnóstico más preciso.
“Hay alteraciones respiratorias cuya detección en reposo se demora. El ejercicio constituye un excelente desafío para identificarlas al comienzo. Nuestros resultados tienen una gran aplicabilidad práctica en la identificación de las limitaciones para el ejercicio, sobre todo ventilatorias, independientemente del sobrepeso y de la obesidad”, explica el profesor.
Para Bárbara de Barros Gonze, primera autora del trabajo (fruto de su maestría), una de las innovaciones consistió en el análisis de las respuestas fisiológicas máximas y sub máximas durante la prueba, que varían de acuerdo con la preparación física de cada persona.
“La obtención de datos sub máximos no requiere de un esfuerzo máximo, por eso estos pueden ser útiles en el diagnóstico precoz de las limitaciones en la tolerancia al ejercicio, sobre todo entre personas con menor aptitud física o alguna enfermedad crónica. En este trabajo demostramos que la medición y la interpretación de las respuestas submáximas durante la prueba pueden incentivarse en la rutina de la práctica clínica”, dice De Barros Gonze.
Zuniga Dourado también destaca la cantidad de pruebas incluidas en el análisis. “Hasta donde sabemos, este es el primer estudio en que se investiga la influencia de la obesidad de acuerdo con la gravedad y ajustada según los principales factores de riesgo cardiovascular en las respuestas fisiológicas dinámicas obtenidas en la PCPE, en una muestra robusta”, escriben los investigadores en el artículo.
Cómo se realizó
El grupo efectuó el estudio transversal, con análisis de 1 594 PCPE de adultos (755 participantes con obesidad) obtenidos entre 2013 y 2018. Las pruebas son del banco de datos del consultorio externo de Endocrinología del Instituto Angiocorpore y del Estudio Epidemiológico del Movimiento Humano (EPIMOV), cuyo objetivo es investigar la asociación entre el bajo nivel de actividad física y la baja aptitud física con el desarrollo de enfermedades y condiciones crónicas, especialmente cardiovasculares, respiratorias y músculo-esqueléticas.
La obesidad es una enfermedad crónica, caracterizada por la acumulación excesiva de grasa en el cuerpo. Para diagnosticarla en adultos, el parámetro más utilizado es el Índice de Masa Corporal (IMC): el peso de la persona (en kilos), dividido por la altura (en metros) elevada al cuadrado.
Los individuos con exceso de peso tienen un IMC de 25 a 29,9 kg/m². Un índice igual o superior a 30 kg/m² apunta obesidad, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La obesidad es uno de los principales problemas de salud pública en el mundo, y se ha duplicado con creces en los últimos 17 años en Brasil; y afecta también cada vez más a niños y jóvenes. El porcentaje de adultos con esta enfermedad trepó del 12,2 % al 26,8 % entre 2002 y 2019. Al incluirse a quienes tienen exceso de peso, la tasa subió del 43,3 % casi al 62,1 %, valor que representa a unos 96 millones de brasileños, de acuerdo con la Investigación Nacional de Salud 2019.
El IMC elevado es un importante factor de riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, trastornos músculo-esqueléticos, cáncer y, más recientemente, también apareció relacionado con el agravamiento del COVID-19.
En la investigación, el criterio de inclusión de los voluntarios fue la ausencia de enfermedades cardíacas, pulmonares o locomotoras previamente diagnosticadas. Las variables obtenidas entre los grupos de “no obesos” (peso normal y sobrepeso) y de “obesos” se compararon mediante análisis de covarianza multivariado.
La prueba, realizada en cinta rodante motorizada, siguió un protocolo de rampa individualizado. Se consideraron las mismas variables de cada participante para aumentar automáticamente la velocidad y la inclinación, que empezaron con 3 km/h y 0 %, respectivamente.
Con base en la edad, el sexo, la masa corporal, la altura y el nivel de actividad física, el software estimó el VO2 (la capacidad pulmonar máxima de consumo de oxígeno). En reposo, un individuo adulto posee un VO2 estimado en alrededor de 3,5 ml/min-1 kg, también denominado equivalente metabólico (MET). Un hombre sano llega en el esfuerzo a un VO2 máximo de entre 35 y 40 ml/min-1 kg, en tanto que las mujeres alcanzan entre 27 y 30 ml/min-1 kg, mientras que los atletas de élite llegan a 70 ml/min-1 kg.
En la investigación, los pacientes con peso normal registraron en promedio un VO2 máximo de 39,6 ml/min-1 kg, el cual cayó a 33,8 ml/min-1 kg entre los individuos con sobrepeso. Para las personas con IMC más altos, llegó a ubicarse en 19,2 ml/min-1 kg.
Antes del esfuerzo hasta el agotamiento, el voluntario permanece 3 minutos en reposo, lo cual permite efectuar una evaluación inicial de las mediciones basales. Acto seguido, la PCPE máxima o limitada por síntomas apunta a llevar al paciente al agotamiento en un lapso de entre 8 y 12 minutos de ejercicio, seguidos de 3 a 6 minutos de recuperación.
Durante el estudio, se efectúa una evaluación continua del sistema cardiovascular, respiratorio y locomotor, y se obtienen resultados cuando el organismo es sometido al esfuerzo físico. El mismo también ayuda en la investigación médica de enfermedades no diagnosticadas en forma clara en reposo.