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Una investigación indica que cinco frutas típicas del Bosque Atlántico poseen propiedades bioactivas destacadas, similares a las del arándano y otras “berries”.
Las frutas conocidas como bacuparí, araçá-piranga, cereza de Río Grande, grumichama y ubajay aún no tienen fama, ni tampoco mucho lugar en los supermercados.
Sin embargo, si se tienen en cuenta sus propiedades bioactivas, es una cuestión de tiempo que puedan no solamente disputar espacio en las góndolas sino también trepar posiciones en el ranking de los alimentos de moda.
Aparte de los valores nutricionales, estas cinco frutas nativas del Bosque Atlántico poseen elevadas propiedades antioxidantes y antiinflamatorias. Esto fue lo que se verificó en el marco de una investigación realizada en la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz (Esalq) de la Universidad de São Paulo (USP), en colaboración con la Facultad de Odontología de Piracicaba (FOP) de la Universidad de Campinas (Unicamp), en São Paulo, y la Universidad de La Frontera, en Chile.
“No se contaba con demasiado conocimiento científico sobre las propiedades de estas frutas autóctonas. Ahora, con los resultados de nuestro estudio, la idea es hacer que se las produzca por la vía de la agricultura familiar, que ganen en escala y que lleguen a los supermercados, dijo Severino Matias de Alencar, del Departamento de Agroindustria, Alimentos y Nutrición de la Esalq, en referencia al éxito comercial de esa fruta amazónica que tiene una gran cantidad de antioxidantes y cuya pulpa actualmente se exporta desde Brasil hacia diversos países.
En el referido estudio, que contó con el apoyo de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo (FAPESP), se evaluaron los compuestos fenólicos, estructuras químicas que pueden tener efectos preventivos o curativos, y los mecanismos antiinflamatorios y antioxidantes del extracto de las hojas, las semillas y la pulpa de cuatro frutas del género Eugenia y una del género Garcinia: araçá-piranga (E. leitonii), cereza de Rio Grande (E. involucrata), grumichama (E. brasiliensis), ubajay (E. myrcianthes) y bacuparí (Garcinia brasiliensis), todas típicas del Bosque Atlántico.
Debido a que son especies difíciles de hallarse y algunas están en riesgo de extinción, las plantas fueron suministradas por dos productores del interior de São Paulo. Ambas propiedades comercializan las plantas con el objetivo de preservar la colección. Uno de los productores posee la mayor colección de frutas nativas de Brasil, que suma más de 1 300 especies plantadas.
“Pusimos en marcha nuestro estudio prospectando las propiedades bioactivas de las frutas, pues sabíamos que las mismas podrían tener una buena cantidad de antioxidantes, como las llamadas berries americanas, tales como el arándano, la mora y la propia fresa, muy conocidas por la ciencia. Pero nuestras frutas nativas se mostraron mejores aún”, dijo De Alencar.
De acuerdo con este estudio, las especies del género Eugenia tienen un vasto potencial económico y farmacológico evidenciado no solo por la cantidad de publicaciones científicas, sino también por la explotación comercial de sus frutas comestibles, sus maderas, sus aceites esenciales y su uso como plantas ornamentales.
Son ejemplos de alimentos funcionales que además de las vitaminas y valores nutricionales, tienen propiedades bioactivas, como en el combate contra los radicales libres, átomos instables y altamente reactivos presentes en el organismo que se unen a otros átomos, provocando daños tales como el envejecimiento celular o enfermedades.
“El organismo posee naturalmente antirradicales libres, que neutralizan y eliminan a los radicales libres del cuerpo sin causar daños. Sin embargo, factores tales como la edad, el estrés y la alimentación pueden generar un desequilibrio en esa neutralización natural. En esos casos, es necesario contar con elementos exógenos, mediante la ingestión de alimentos que tengan agentes antioxidantes tales como los flavonoides, las antocianinas de la araçá-piranga y de las otras frutas del género Eugenia”, dijo Pedro Rosalen, de la Facultad de Odontología de la Unicamp con sede en Piracicaba.
El investigador remarca que existen alrededor de 400 especies pertenecientes al género Eugenia distribuidas por Brasil, entre las cuales se cuentan varias especies endémicas. “Tenemos una inmensidad de frutas autóctonas con compuestos bioactivos que aportarían beneficios a la salud de la población. Es necesario estudiarlas”, dijo.
De Alencar es uno de los investigadores del proyecto intitulado»Bioprospección de nuevas moléculas antiinflamatorias de productos naturales nativos brasileños”, coordinado por el profesor Rosalen.
El campeón antiinflamatorio
De las frutas estudiadas en el marco de dicho proyecto con elevada actividad antioxidante para su uso en las industrias de alimentos y farmacéuticas también se investigaron sus capacidades antiinflamatorias. La grande estrella fue la araçá-piranga.
“La araçá-piranga, una especie amenazada de extinción, tuvo la mejor actividad antiinflamatoria en comparación con la de otras frutas del género Eugenia”, dijo Rosalen. “El mecanismo de acción también es sumamente interesante, pues se produce de manera espontánea y al comienzo de la inflamación, al detener una vía específica del proceso inflamatorio. Y actúa también en el endotelio de los vasos sanguíneos, evitando que los leucocitos transmigren al tejido agredido y reduciendo la exacerbación del proceso inflamatorio”.
Rosalen destaca que los antioxidantes no tienen como única función combatir el envejecimiento o la muerte celular sino la prevención de enfermedades mediadas por procesos inflamatorios crónicos. “La acción oxidante de los radicales libres también implica el surgimiento de enfermedades inflamatorias dependientes tales como la diabetes, el cáncer, la artritis, la obesidad y la enfermedad de Alzheimer”, dijo.
“No nos percatamos de muchas de esas lesiones que provocan los radicales libres. Son las inflamaciones silenciosas. Por eso es importante la acción de las sustancias antioxidantes, que pueden neutralizar a los radicales libres”, dijo Rosalen.
Estas investigaciones colaborativas, apoyadas por la FAPESP y por la Universidad de La Frontera, también hicieron posible ampliar el conocimiento sobre especies nativas de Chile. En uno de esos estudios, los autores demostraron la actividad antioxidante y vasodilatadora de la murtilla (Ugni molinae), una fruta autóctona de ese país.
En el estudio publicado en Oxidative Medicine and Cellular Longevity, los investigadores destacan que el uso de preparaciones alimentarias a base de frutas y hojas de murtilla puede tener efectos beneficiosos en la prevención y, posiblemente, en el tratamiento de síntomas de enfermedades cardiovasculares.
De Alencar destaca que el mejor conocimiento de las propiedades puede convertirse en una buena alternativa para estimular la producción de las frutas nativas.
“El profesor Pedro Rosalen y yo veníamos estudiando las frutas nativas desde antes del proyecto con la Universidad de La Frontera. Ahora creemos que pueden revelar excelentes soluciones alimentarias para la sociedad”, dijo.