Los especialistas subrayan que una dieta personalizada rebaja los índices de colesterol y atenúa la hipertensión arterial.

En las residencias, las personas con problemas de salud se benefician de dietas ajustadas a sus necesidades.

La alimentación se perfila como uno de los factores cruciales para que los individuos mayores de 65 años envejezcan de forma activa. En el caso del País Vasco, en que uno de cada cinco ciudadanos rebasa dicha edad, los especialistas vienen haciendo hincapié en que la dieta debe ser una parte sustancial de cualquier tratamiento.

Isabel Gallardo, enfermera de la residencia Barrika Berri, del grupo Euskoges-Olimpia, subraya que “la dieta de los residentes no solo debe cumplir un aspecto nutricional, sino que además debe convertirse en un apoyo del tratamiento que estas personas están siguiendo”. Y añade: “Una dieta equilibrada y adaptada puede evitar que se incrementen las dosis de determinados medicamentos en enfermos de diabetes mellitus o hipertensión arterial, por ejemplo, logrando incluso reducir los índices”.

Según datos del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSO), el 92% de las persona mayores de 65 años presenta problemas en los huesos o articulaciones; el 34%, hipertensión; un 33%, problemas cardíacos, y un 24%, diabetes. “En una residencia, las personas con problemas de salud obtienen una dieta ajustada a sus necesidades.

Es fundamental personalizarlas para cada residente, un control que en muchas ocasiones no se puede realizar cuando viven solos –un 80% de los ancianos en España-“.

Mientras que cualquier persona de esta franja de edad debe ingerir alrededor de 2300 kilocalorías al día, en el caso de los diabéticos, por ejemplo, no solo hay que vigilar el tipo de alimento, sino también su valor energético. “En estos casos”, explica Gallardo, “la ingesta de calorías se reduce hasta 1500 y se realiza una “recena” a media noche, es decir, un aporte energético extra para que el residente no pase demasiadas horas sin ingerir alimentos, ya que esto podría provocar una caída en los niveles de glucosa en sangre.”

El cuidado en la alimentación también debe incumbir a los familiares, que en ocasiones llevan a los residente productos no recomendables. “No será la primera vez que encontramos un salero en la habitación de un hipertenso o dulces en la de un diabético”, afirma la enfermera de Barrika Berri.

Los sentidos del gusto y el olfato interactúan estrechamente para ayudar a la degustación de los alimentos, percepción que se pierde con el paso de los años. “Por ello es muy importante”, insiste Gallardo , “que a las personas mayores se les ofrezcan menús con comida casera, muy aromática y con muy buen aspecto con el fin de incentivarles el apetito, porque además en algunos casos sufren anorexia debido a una depresión, una EPOC o como efecto de la medicación.

Lo mismo sucede con la ingesta de agua, tan necesaria en las personas mayores de 65 años. “En la residencia tenemos establecidos horarios para introducir aportes líquidos a la dieta de nuestros residentes para evitar deshidrataciones, sobre todo en verano. Debido a las reticencias que suelen mostrar para ingerir agua, es aconsejable sustituirlas por zumos, café o té para motivarles”, concluye la especialista.
junio 7/2011 (JANO)

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